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Epílogo ⚔

Mi corazón latía muy fuerte; tan fuerte que sentía mi pulso en la garganta. Mis manos estaban completamente frías y sentía un vacío en mi estómago. Mi mirada se perdió por un momento en las grandes puertas que tenía en frente y mi mente quedó en blanco. En realidad no se cuánto tiempo estuve así pero reaccione cuando una mano se posó en mi hombro y di un brinco por el susto. Escuché una risita y miré al dueño.

Edmund.

-Estás preciosa- dijo después de contemplarme por unos segundos.

Me sonroje.

-Gracias Ed- le sonreí.

Estaba guapísimo, llevaba puesto un elegante traje café y azul, una capa a juego descansaba en sus hombros y su corona plateada estaba un poco de lado, así que la arreglé. Mientras hacía mi labor sentía sus ojos sobre mí. Me tomó de la cintura y me acercó a él para unir nuestros labios. Llevé mis manos a su pecho y la suya acunó mi mejilla mientras la otra seguía en mi cintura. Un carraspeo hizo que nos separáramos. El resto de los Pevensie y Caspian nos miraban con una gran sonrisa, todos llevaban trajes realmente elegantes y hermosos. En esta ocasión, al igual que Edmund, todos llevaban su corona.

-Lamentamos interrumpir...- comenzó Peter.

-Pero debemos entrar ya- terminó Lucy.

Edmund se separó de mí, no sin antes darme un corto beso en los labios. Al estar junto a sus hermanos las puertas se abrieron y entraron al salón de los tronos.

Ya había pasado un mes desde la batalla con Jadis y toda Narnia estaba en completa paz. Los seguidores de la bruja se rindieron y cada uno de ellos se presentó ante Aslan, quien con ayuda de la Benévola y el Justo les dieron el perdón.

Me sentía feliz, pues los Pevensie se mostraron comprensivos al saber que mi padre me había prohibido hablar con ellls en su mundo, pues era por seguridad de todos. A Susan y Lucy les conté que varias veces los seguía de cerca para conocerlos un poco más. Es por esl que terminé enamorándome de Edmund.

William se había casado con Lilian hace una semana, fue una ceremonia sencilla y muy hermosa, con la bendición de Aslan sellaron su amor con un Sí. Tengo la esperanza de que con esa boda Edmund deje sus celos de una vez por todas.

Hoy era el día de mi coronación y como Caspia  era mi antecesor, debía entrar conmigo al salón. Mis manos ya no se encontraban tan frías pero temblaban levemente.

-¿Te encuentras bien?- Caspian me miraba divertido. Era obvio que no me encontraba bien.

-Creo que voy a vomitar- dije exagerando mi expresión. Él soltó una carcajada y yo le seguí. 

-Todo saldrá bien- tomó mi mano y dio un leve apretón- ya verás.

Asentí tratando de calmarme.

Las trompetas anunciaron nuestra entrada y las puertas se abrieron. Todos los invitados estaban esperándonos. Caminé junto a Caspian en el pasillo principal hasta llegar a los tronos, en donde los Pevensie se encontraban, cada uno en el suyo. Caspian tomó su lugar y mi padre se acercó.

-Hija mía, princesa de Narnia. Has demostrado ser valiente como la reina Lucy, justa como el rey Edmund, benévola como la reina Susan, leal como el rey Caspian y magnífica como el rey Peter. Eres digna de poseer el poder del sol y la luna, eres digna de ser llamada reina.

Tragué con dificultad. Las palabras de mi padre me habían enternecido y estaba a punto de llorar.

Perla se acercó con una pequeña almohada corinta en sus manos y en ella descansaba una corona dorada con detalles plateados. La miré emocionada y me regaló una sonrisa. William se acercó y tomó la corona en sus manos, Perla regresó a su lugar junto a Andrew.

-Una vez prometí que yo mismo forjaría su corona y aquí la tiene su alteza- le sonreí divertida por su formalidad.

-Yo, Aslan, creador y destructor, rey eterno de toda Narnia, te nombro a ti, princesa Kayla, reina.

Me incline y William colocó la corona sobre mi cabeza e hizo una reverencia. Tomó posición al lado mío. Él sería mi mano derecha, así como su padre era la mano derecha de Aslan.

-En nombre del fuego y del hielo, del sol y la luna, les presento a su reina Kayla, el tesoro de Narnia.

Todos los telmarinos explotaron en algarabías, celebrando mi coronación, en coro gritaban "larga vida a la reina Kayla".

En medio del banquete me tomé un momento para salir a uno de los pasillos del castillo, todos estaban tan concentrados en comer, charlar o bailar que no notarían mi ausencia. No es que no quisiera estar con mi pueblo, es sólo que me sentía un poco extraña. Sentí una opresión en el pecho al darme cuenta que faltaba él. La felicidad fue sustituida por tristeza. Solté un suspiro.

-Si tan sólo estuvieras aquí- susurré mirando un gran marco que se encontraba en la pared. Era una pintura de Aslan, en la parte de abajo se encontraba un cofre que me representaba y la pata delantera del león descansaba en él, al lado izquierdo se encontraba una espada completamente negra, desde la hoja hasta la empuñadura. Con letras doradas se leía en la hoja "Tu corazón te hace digno".

-¡Hey!

-Hey- respondí sin ánimos. Edmund me miró por unos momentos y luego miró la pintura.

-Tu corazón te hace digno- leyó en voz alta. Cerré los ojos. -¿A qué se refiere?

-No tengo ni la menor idea- mentí. Me sentí mal por no contarle la verdad pero no podía. Era un secreto de Aslan.

-¿Sucede algo?- me miró preocupado. Le sonreí y me acerqué a él para besarlo, me correspondió y me tomó de los brazos. Nos separamos y hablé.

-Todo está en orden cariño- dije y me sonrió no muy convencido por mi respuesta.

-Muy bien mi reina- tomó mis manos- ya es hora de despedir a los invitados y te necesitamos para eso.

(...)

Después de despedir a la multitud decidimos pasar un rato a solas con Edmund. Todos en el castillo dormían ya en sus habitaciones y nosotros nos encontrábamos frente a la chimenea de la biblioteca. Estábamos en un silencio cómodo admirando el fuego. Me moví un poco y me abrazó por la cintura para acercarme más a él. Lo miré y me quedé admirandolo por unos momentos.

-¿Edmund?- lo llamé.

-Mmm- respondió perezoso y me miró.

-¿En qué piensas?- quise saber.

Suspiró.

-Si ya no hay peligro y la paz está reinando en Narnia... significa que volveremos a mi mundo ¿verdad?

Tragué duro.

-Tú y tus hermanos volverán- dije separándome de él. Su ceño se frunció.

-¿No vendrás?- parecía molesto. Negué con la cabeza.

-Me acaban de coronar reina Ed, tengo que asumir mi responsabilidad con mi nación- traté de ser suave con mis palabras. Se quedó callado por unos minutos. Temía por su respuesta y al ver que no me decía nada, opté por retirarme. Tal vez podríamos hablarlo mañana con más calma.

Estaba a punto de salir cuando la puerta se cerró con fuerza, asustada me di la vuelta y me encontré con Edmund. Me miraba con intensidad y por un momento me sentí pequeña. No dijo nada pero se abalanzó a mis labios y me beso posesivamente, poco a poco el beso se hacía más intenso.

Edmund abandonó mis labios para atacar mi mandíbula y luego bajar a mi cuello. Solté un gemido.

-Quiero hacerte mía- dijo con voz ronca. Eso elevó la calentura de mi cuerpo.

-Esta es tu oportunidad- sólo eso bastó para que me tomara por completo.

(...)

-Me quedaré contigo- dijo todavía agitado por la reciente actividad. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.

-¿Qué? ¿Es... estás seguro?- no podía creer lo que escuchaba.

-Sé que mis hermanos entenderán y mis padres también- dijo decidido. Aún no salía de la impresión.

-No quiero separarme de ti mi amor- dijo besando mi cuello. Cerré los ojos disfrutando de la sensación que provocaban sus labios en mí.

El justo y yo nos dejamos llevar por el deseo y el amor hasta que los rayos del sol alumbraron Cair Paravel.

(...)

-Majestad- giré para encontrarme con William. Estaba recostado en el marco de la puerta de mi habitación.

-Dime Will- acomode una pequeña tiara sobre mi cabello.

-Es hora...

Asentí. Me miré unos momentos en el espejo que tenía frente a mí.

(...)

Entramos al salón de los tronos. Edmund rodó mos ojos al notar que William venía junto a mí, mi amigo no pudo evitar soltar una carcajada pero esta se desvaneció cuando mi codo se enteró en su abdomen. El justo sonrió triunfante.

-Hijos míos- mi padre se acercó a nosotros. -Han sido de mucha ayuda majestades- miró a los Pevensie- pero el tiempo ha finalizado y deben volver.

El semblante de los hermanos se entristeció.

-Pero...

Susan no pudo terminar su frase. Caspian la había tomado por sorpresa abrazándola. Los dos lloraron en silencio. Mi padre me miró y asentí.

Clavé mi espada en el suelo y de ella salió un destello rojo formando un portal. Un portal a la tierra de los Pevensie.

Todos se despedían, menos Edmund. Se había apartado un poco y miraba a sus hermanos con lágrimas en los ojos. Peter me abrazaba con fuerza.

-Cuidalo por mi ¿quieres?- lo miré sorprendida. Iba a responder pero alguien más habló.

-Aslan- Edmund se acercó. Se posicionó a mi lado y tomó mi mano, depositó un beso en ella bajo la mirada de todos. Le sonreí con ternura. -Me quedaré en Narnia junto a Kayla. Espero puedan comprender mi decisión- miró a sus hermanos. Lucy fue la primera en acercarse a él para abrazarlo, luego Peter y por último Susan.

-Si esto te hace feliz, para nosotros esta bien- dijo Lucy.

-No lo entiendo- comenzó Susan- No es justo- lloró con más fuerza.

-Lo siento mucho querida- mi padre la miró con compasión. -Debes volver con tus otros hermanos.

La benévola no emitió más palabras, se limitó a asentir y comenzó a caminar hacia el portal, no sin antes darle un último abrazo a Edmund al igual que Pet y Lucy.

Cuando el portal se cerró se sintió un enorme vacío. Miré a Caspian para abrazarlo, se disculpó y se retiro. William y mi padre se retiraron, dejándonos solos a Edmund y a mí. El justo me sonrió con tristeza.

-¿Te arrepientes?- pregunté con miedo.

-Claro que no, estoy en un maravilloso lugar con una maravillosa mujer- juntó nuestros labios. Me abrazó por la cintura y mis manos viajaron a su nuca para profundizar el beso.

-Mi tesoro de Narnia- dijo separándose un poco y juntando nuestras frentes. Sonreí.

-Ahora tú eres mi tesoro Edmund Pevensie.

FIN.

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