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Epílogo ⚔

Parte 2

El día de la coronación de Santiago había llegado.

Narnianos iban y venían acatando las órdenes de Kayla, parecía que cada detalle estaba fríamente calculado, la decoración del salón de los tronos, la comida, el gran comedor, los guardias... todo era una locura.

Los chicos y yo fuimos a nuestras habitaciones para prepararnos, terminaba de colocar mi capa sobre mis hombros cuando Kayla entró a la habitación apurada. Tomó unas toallas e ignorándome entró al baño, solté una pequeña risa y me acerqué al armario para sacar el vestido que utilizaría en la ceremonia, combinaba con el traje que llevaba puesto.

Salió envuelta en la toalla y yo solté un suspiro.

Me miró confundida.

-Cariño ¿estás bien?

No dije nada y me acerqué a ella con el semblante serio.

- ¿Ed? -insistió.

La tomé de la cintura y comencé a besar su cuello, sentí como su cuerpo tembló en respuesta a mis caricias. Sonreí.

-Edmund- me llamo en un suspiro. -Cariño no es el momento.

La ignoré y seguí explorando su piel.

-Para por favor- suplicó en medio de un gemido cuando apreté su trasero.

Me separé un poco molesto cuando golpearon la puerta varias veces. Me acerqué a ella para abrirla y me encontré con mi primo.

-Hola Ed- miró hacia adentro de la habitación y bajó su mirada un tanto avergonzado, miré hacia adentro y Kayla aún se encontraba envuelta en la toalla mirando el vestido que usaría.

Apreté la mandíbula.

- ¿Qué quieres Eustace? - cuestioné y cerré un poco la puerta para evitar dos cosas, una, que él siguiera viendo a mi esposa y dos, que le rompiera la cara. Mi primo carraspeo un tanto incómodo.

-Lo siento primo, pero Peter manda a decir que ya todos están listos.

Asentí.

-Iremos en unos minutos ¿Sí?

No esperé respuesta y volví a entrar a la habitación. Mi ceño se frunció, Kayla ya estaba lista. Se miraba tan hermosa con ese vestido, su cabello estaba suelto y dos pequeñas trenzas se unían en la parte de atrás, su corona aún descansaba en una pequeña almohada. Ella la miraba con atención y por sus mejillas corrían varias lágrimas.

William.

La abracé por la espalda y besé su cabeza. Nuestros ojos se encontraron gracias al espejo que estaba frente a nosotros, secó sus lágrimas y se dispuso a tomar la corona en sus manos, pero la detuve. Sus ojos seguían mis movimientos y cuando terminé de asegurar la corona en su lugar, deposité un beso en su frente.

-Te amo- susurró y sonreí.

Tomé su rostro en mis manos y la besé.

-También te amo- susurré igual.

Narra Santiago

Nunca en mi vida había soltado tantos suspiros en tan poco tiempo. Me encontraba muy nervioso, me iban a coronar rey de Narnia, a mí, un muchacho abandonado por sus padres al nacer y adoptado por el gran león.

Pasé por mucho; dolor, soledad, confusión, pero cada cosa, al final, valió la pena.

Tengo una familia, amigos, una maravillosa chica que me ayuda a ser mejor persona y ahora tengo un reino que cuidar, gobernar y amar.

Los reyes de antaño se encontraban dentro del salón, en sus respectivos tronos y mi hermana me miraba divertida, solté un último suspiro y la miré.

- ¿Estás listo? Lo harás bien- animó.

-Te irás ¿verdad?

Su expresión cambió, trató de sonreír, pero le salió una mueca. La tomé del brazo para acercarla y abrazarla, nos quedamos unos momentos así y al separarnos dejé un beso en su frente.

-Es hora- dijo y asentí.

Las puertas del salón de los tronos se abrieron y entramos a paso lento para saludar a los invitados. Al llegar a lo alto del salón, que es en donde se encontraban los tronos, los Pevensie me sonrieron, mi mirada se conectó con la de Lucy, ella se miraba realmente hermosa, ella era la indicada, ella era la chica que Kayla mencionaba cuando me encontró en la isla.

-Santiago, príncipe de Narnia, tu corazón te hace digno, digno de ser llamado hijo de Aslan, digno de ser coronado rey de Narnia.

Kayla extendió su mano hacia las puertas del salón y por ellas entró un gran y majestuoso león. Era Aslan, mi padre. Con forme iba avanzando hacia nosotros, su forma iba cambiando a un humano. Mi mandíbula por poco cae al suelo, había escuchado que Aslan tenía forma humana pero nunca lo había visto con mis propios ojos.

Vestía un majestuoso traje y una corona dorada con pequeños diamantes incrustados en ella.

-Hijo mío, has llegado lejos y estoy orgulloso de ti, pasaste por mucho y no te rendiste, ese pequeño que acogí ahora es un hombre digno de ser llamado rey.

Kayla se acercó con una sonrisa y sus ojos cristalizados, en sus manos llevaba una almohada y en ella descasaba una corona de oro negro con pequeños detalles dorados.

Aslan tomó la corona y me incline para que la colocara sobre mi cabeza.

-En nombre del infinito océano, les presento al rey Santiago, el digno.

Todos los presentes explotaron en algarabías y gritos de celebración. Aslan nos miró a Kayla y a mí.

-Mis hijos- sus ojos se cristalizaron y extendió sus brazos para poder unirnos los tres en un abrazo, los gritos de los narnianos seguían escuchándose. Al separarnos, Kayla y Aslan tomaron lugar al lado de los Pevensie y juntos hicieron una reverencia hacia mí, miré al pueblo y todos hacían lo mismo, una sonrisa se asomó en mi rostro al escuchar que gritaban "larga vida al rey Santiago". Sin duda todo había valido la pena.

Narra Edmund

Kayla y Aslan nos habían convocado a una pequeña reunión a la orilla del océano. Eustace y Peter insistían en que les revelara el motivo de esta, pero quedaron decepcionados al enterarse de que no tenía esa información, mi querida esposa no había querido decirme, cambiaba de tema o simplemente me dejaba hablando solo y se marchaba a no sé dónde.

-Cielo, no lleves tu arma, no la necesitarás- miré a Kayla, estaba recostada en el marco de la puerta sonriéndome. Dejé mi espada sobre la cama y caminé hacia ella para tomarla de la mano y comenzar la caminata hacia el océano.

Fuimos los últimos en llegar.

-Creí que no te gustaba la impuntualidad Ed- Peter se burló y yo solo puse los ojos en blanco mientras los demás reían.

Kayla deshizo el agarre de nuestras manos y camino hacia Santiago y Aslan, mi suegro había regresado a su forma felina, se miraron entre sí.

-Niños, ustedes arriesgaron sus vidas para rescatar a mis hijos y estoy eternamente agradecido por eso, me devolvieron la vida y la fuerza.

-Es nuestro deber Aslan, protegernos entre nosotros- respondió Peter. El león asintió.

-Y por eso, sé que cuidaran a mi pequeña en su mundo- dijo y todos fruncimos el ceño.

-Es hora de volver a Inglaterra- dijo Kayla y nuestras miradas se conectaron. -Esta vez iré con ustedes.

Una gran sonrisa se formó en mi rostro, no lo pensé dos veces y me acerqué a ella para abrazarla, cuando nos separamos deposité un corto beso en sus labios.

Miré a los chicos y ellos me sonrieron, mi sonrisa se esfumó cuando Lucy se acercó a Santiago con lágrimas en sus ojos. Me sentía mal al saber que mi hermanita sufriría por tener que alejarse del chico del cuál se había enamorado.

Ellos se abrazaron y se separaron para poder darse un beso.

Santiago le susurró algo a Lucy y ella asintió sonriendo para luego acercarse a Aslan y abrazarlo.

Comenzamos a despedirnos para luego mirar a Aslan, estábamos listos para regresar.

Kayla se acercó a Santiago y lo abrazó fuerte, Aslan se acercó a ellos y los tres se fundieron en un abrazo.

El felino rugió hacia el océano y un portal se abrió, nos dimos una última mirada entre todos para después comenzar a caminar hacia el portal. Cuando estábamos atravesándolo sentí que Kayla deshacía el agarre de nuestras manos.

De un momento a otro aparecimos de nuevo en mi habitación, nuestras prendas volvían a ser de nuestro mundo.

Nos miramos entre nosotros y sonreímos nostálgicos.

- ¿Kayla? -Pet la buscaba con la mirada.

- ¿Cariño? -sentía que mi pulso se aceleraba, ella no estaba con nosotros. Salí corriendo hacia las demás habitaciones buscándola, fui hacia la sala, el comedor, la cocina y nada. Ella no estaba.

-Hermano- Peter me llamaba preocupado, pero yo sólo pensaba en que de nuevo mi esposa no estaba junto a mí.

La puerta principal se abrió y por ella apareció Susan.

-Chicos ayuden a su madre con las compras- dijo papá entrando con varias bolsas en sus brazos y caminando con torpeza. Una risita se escapó de nuestros labios y él nos miró un poco molesto, pero luego sonrió divertido. Hicimos caso y fuimos a ayudar a mamá.

Luego de acomodar las compras, mis padres me llamaron para hablar en privado. Al llegar a la sala, mis padres se sentaron frente a mí.

-Edmund, sé que no estás de acuerdo en que busquemos una esposa para ti- comenzó mamá y suspiré con pesadez- Pero te pido por favor que le des una oportunidad a la chica que vendrá a tu reunión de despedida.

Me miró suplicante y yo no tenía idea de cómo decirle que no quería conocer a nadie más, que yo ya estaba enamorado de una maravillosa mujer y que estaba casado con ella. Pero ¿en dónde estaba Kayla? Se supone que ella cruzó el portal con nosotros. Apreté mi mandíbula sintiendo frustración y pasé mi mano por mi cabello.

-Está bien madre.

Ella me sonrió complacida y se dirigió hacia la cocina, argumentando que tenía que preparar la cena con ayuda de mis hermanas.

-Hay algo que no nos estás diciendo ¿verdad?

Mi padre me miraba con una ceja levantada.

-Hijo puedes confiar en mí.

Dude un poco, pero era mi padre y sabía que él me comprendería. Solté todo el aire que estaba reteniendo.

-Yo... Yo ya estoy casado papá, mi esposa se llama Kayla- su ceño se frunció. -La cuestión es, ella no es de este mundo.

Le hablé sobre nuestras aventuras en Narnia, desde la primera vez que fuimos, mi traición, la bruja, Aslan, nuestra coronación, sobre Caspian, los telmarinos, sobre el viajero del Alba, los lores de Telmar, Eustace convertido en dragón, como conocimos a Kayla, como me había enamorado de ella, las veces en las que me comporté como un idiota con ella, las veces que me perdonó, mi regreso a este mundo, el secuestro de Kayla, su rescate, la muerte de William, la coronación de Santiago.

Mi padre miraba un punto cualquiera de la habitación, procesando toda la información que le acababa de revelar, Peter y Eustace se encontraban en la sala con nosotros y le aseguraron que todo lo que le había dicho era verdad.

-Es que... es difícil de creer- dijo aún en estado de shock.

-Bueno... nada es más grande que un poco de fe- dijo Eustace sonriendo.

Mi padre nos miró a los tres y sonrió un poco nervioso.

-Entonces, estoy ante tres reyes- dijo dudoso.

-Yo sólo soy un caballero de la corte- corrigió Eustace. -Ellos son los reyes tío.

Papá nos miró asombrado.

-El rey Peter, el magnífico, el rey Edmund, el justo, la reina Susan, la benévola y la reina Lucy, la valiente- enumeró mi hermano.

-El rey Caspian, el leal, la reina Kayla, el tesoro de Narnia y el rey Santiago, el digno- seguí yo.

- ¡Vaya! Son demasiados reyes y reinas- dijo mi padre y nosotros reímos. -Mis hijos son de la realeza.

Del bolsillo de mi pantalón saqué mi anillo de bodas y se lo mostré a papá, él con la mirada pidió permiso para tomarlo.

-Kayla, el tesoro de Narnia- leyó la inscripción para luego devolverme el anillo, yo lo coloqué en mi dedo anular. -Les creo chicos- dijo después de varios segundos y sonreímos. -Bueno ¿Cuándo conoceré a mi nuera?

Compartimos miradas.

-Hay un pequeño problema- comenzó Peter.

-Ella si cruzó el portal con nosotros- continuó Eustace.

-Pero no sabemos en dónde está- finalice. El ceño de papá volvió a fruncirse.

(...)

Dos días, dos malditos días habían pasado y no sabíamos nada sobre Kayla. Papá y los chicos trataban de tranquilizarme, pero no podía, cada vez estaba más desesperado.

-Mierda- susurré al no poder hacer el estúpido nudo de la corbata. Respire profundo varias veces, sentía que pronto explotaría en llanto.

Hoy era la reunión de despedida y algunos invitados comenzaban a llegar.

-Hijo, tu madre quiere que bajes ya- papá se asomó por la puerta. Suspiré frustrado y asentí.

-La encontraremos Edmund, ella aparecerá- entró a mi habitación y me tomó de los hombros para luego ayudarme con el nudo de la corbata.

Por unos segundos contemplé mi anillo de bodas.

-Creo que será mejor que lo guardes hijo, ya sabes, por tu madre- me sonrió a medias y yo asentí para quitarme el anillo y guardarlo en mi bolsillo.

Juntos bajamos las escaleras y salimos al jardín trasero para saludar a los invitados. Mis hermanos y primo estaban esperándome junto a una mesa que tenía varios postres.

-Hay varios chicos apuestos- habló Susan. -Lucy, tienes que comenzar a ver quién puede ser un buen esposo, debe ser un caballero, atractivo y claro, con dinero.

Rodé los ojos con fastidio. Últimamente mi hermana mayor ha estado muy superficial.

-Ya encontré a alguien Su- respondió Lucy sin apartar la mirada de los invitados. -En Narnia.

Susan soltó una risita y todos la miramos.

-Que buena memoria tienes para acordarte de esas cosas que jugábamos de niños.

Iba a defender a Lucy, pero Susan se alejó de nosotros para conversar con un chico. Mi madre se acercó con una gran sonrisa en el rostro.

-El jefe de su padre ya se encuentra aquí, recuerden comportarse.

Mis ojos se abrieron a más no poder y mis labios formaron una pequeña "o". No podía creer lo que mis ojos veían.

¿Qué hacía él aquí?

Miré a los chicos y ellos estaban igual que yo.

Mi padre se acercó junto con él.

-Chicos, les presento a mi jefe.

-Aslan- dijo Lucy asombrada, mi padre la miró confundido.

- ¡Kayla, querida! –mi madre se apresuró a recibir a una chica y mi asombro se hizo más grande. Ahí estaba ella, Kayla, mi tesoro de Narnia, mi esposa.

Mi madre la guio hasta nosotros.

-Niños, ella es Kayla, es hija del jefe de su padre- explicó. -Debo recibir a los demás invitados, estás en buenas manos querida- dijo y se alejó.

-Hola chicos- nos saludó tímida.

Nadie decía nada.

-Nos tenías muy preoc...

No dejé que Peter terminara de hablar y la tomé de la mano para caminar hacia la casa y subir a mi habitación. Una vez adentro cerré la puerta y puse seguro.

- ¿Así es como reciben a sus invitados en tu mundo? -la miré sin responder. Suspiró. -Ed, lo siento mucho yo no...

La interrumpí tomando su rostro en mis manos y juntando nuestros labios. La besé con necesidad y ella me tomó de la nuca para profundizar el beso, la acerqué más a mí tomándola por la cintura. Nos separamos un poco para luego juntar nuestros labios de nuevo, rompí el beso luego de varios segundos y la miré serio.

- ¿En dónde estabas? ¿Por qué no apareciste con nosotros? ¿Por qué soltaste mi mano en el portal? -ella no respondía. -Maldición Kay, me tenías con el alma en un hilo.

-Lo siento cariño, pero Aslan me pidió que no llegara aquí con ustedes. Él dijo que teníamos que esperar para encontrarnos en este mundo.

La mire por varios segundos.

-Lo importante es que estás junto a mi- susurré y la besé. -Ya no te separes de mi por favor.

-No pensaba hacerlo- dijo divertida y acarició mi mejilla.

-Te amo- dije y una sonrisa se pintó en su rostro.

(...)

Cuatro años después...

- ¡¿Cariño?! – grité y a lo lejos escuché la risa de mi esposa. Por el marco de la puerta apareció Kayla sonriéndome.

-Tu abrigo está al final del armario Ed- mi ceño se frunció, ya había buscado ahí. Ella rodó los ojos divertida y se acercó al armario para abrirlo y sacar la prenda que tanto había buscado. Sonreí un poco avergonzado.

-En mi defensa...

Me interrumpió besando mis labios, al instante le correspondí y la tomé por la cintura para acercarla a mí.

-En tu defensa nada rey Edmund.

Sonreí.

-Baja ya, que tus hermanos estarán aquí en una hora y tienes que desayunar- dijo sonriendo y salió de la habitación. Tomé mi maleta, mi abrigo y mi boina para ir al comedor.

En estos últimos años todo a marchado de maravilla, claro que, como cualquier matrimonio, hemos tenido altibajos, pero nada que no se pueda resolver.

Me quedé en el marco de la puerta observando una fotografía que se encontraba arriba de un buró de madera, éramos Kayla y yo, el día de nuestra boda.

Habíamos decidido casarnos en este mundo también.

*

Kayla se encontraba frente a mí con un hermoso vestido blanco, simplemente perfecta. Estábamos a mitad de la misa de nuestra boda, nuestra segunda boda, pero de igual manera estaba nervioso, no debería, sabía que ella diría que "si", o eso espero. Trague con dificultad y ella dio un apretón en mi mano para tratar de calmarme.

-Kayla Barnes ¿aceptas como esposo a Edmund Pevensie, para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

-Acepto.

-Edmund Pevensie ¿aceptas como esposa a Kayla Barnes, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

-Acepto.

Sonreímos.

-Que lo que hoy a unido Dios, no lo separe el hombre- dijo el sacerdote y nos miró sonriendo. -Ya puedes besar a la novia Edmund.

No espere mucho y me acerque a Kayla para besarla, ella tomó mi mejilla entre su mano y la acarició mientras nos separábamos.

*

- ¡Edmund! -el grito de mi esposa me regresó a la realidad. Ella me miró algo preocupada. - ¿Estás bien cielo?

-Si mi amor, sólo recordaba el día de nuestra boda- besé su frente y me senté para desayunar.

- ¡Papi! -una voz un tanto aguda se escuchó y un pequeño niño de dos años se acercó a mí.

- ¡Campeón! -lo tomé de los brazos con cuidado para elevarlo y hacerle unas cuantas cosquillas en su estómago. Las risas del pequeño inundaron la habitación. -Cuidarás a tu madre en mi ausencia ¿verdad?

Él asintió.

-Ti papi- sonreí orgulloso.

Peter, Lucy, Eustace, su amiga Jill y yo iríamos a visitar al profesor Kirke para hablar sobre nuestras últimas aventuras en Narnia. Kayla y Susan no nos acompañarían, Susan por obvias razones y Kayla porque aún tenía trabajo pendiente en la editorial en la que ella era propietaria.

Terminamos de desayunar y ayude a Kayla a levantar los platos y lavarlos mientras ella bañaba al pequeño.

Al llegar mis hermanos nos despedimos.

-Ya te extraño cariño- dije sobre los labios de mi esposa para luego besarlos, fue un beso profundo y lleno de amor. Poco a poco nos separamos y me sonrió.

-Te amo Edmund.

-Te amo Kayla- respondí enternecido, sus palabras habían llegado a lo más profundo de mi corazón, igual que la primera vez que me dijo que me amaba.

-Perderemos el tren Edmund- apresuro Peter divertido. Yo bufé y caminé hacia la puerta junto con los chicos.

Llegamos a la estación e hicimos el proceso para abordar el tren, a mitad de camino se escuchó un ruido muy extraño y el tren se sacudió violentamente.

(...)

Narra Kayla

-En un momento voy- grité y tomé en brazos a mi hijo.

Estaban llamando a la puerta y corrí un poco para poder atender a quien sea que fuera. Me sorprendí al ver que era un oficial del ejército.

- ¿Señora Pevensie? – su mirada reflejaba preocupación.

- ¿Sí? Soy yo.

-Lamento tener que darle esta noticia.

¿De qué demonios me está hablando?

-Su esposo Edmund Pevensie y sus cuñados, sufrieron un accidente en el tren en el que viajaban esta mañana.

Mi respiración se cortó de a poco.

-Siento mucho decirle que no sobrevivieron al siniestro.

- ¿Qué? – sentí que iba a caer, mi cabeza daba vueltas y lo único que pude hacer fue aferrarme a mi hijo.

-Se que es difícil señora Pevensie, pero tendrá que acompañarme a reconocer los cuerpos.

(...)

Nueve años.

Nueve años sin Edmund.

Nueve años sin los Pevensie.

Los primeros meses después de sus muertes fueron los peores. Si no fuera por mi hijo, por mi pequeño William, no sé qué habría sido de mí, él era un gran motivo para salir adelante. Sonreí con nostalgia al recordar que Edmund había insistido en llamarlo como mi mejor amigo.

Hace tres años atrás los padres de Edmund habían fallecido en un accidente de auto. Sabía que ellos estaban en Narnia junto a sus hijos. ¿Cómo lo sé? Pues mi padre viene a visitarnos por temporadas y él me contó que la familia Pevensie estaba junta de nuevo, bueno, no toda.

William ahora tenía once años recién cumplidos y era la viva imagen de Edmund.

Hace pocos días mi padre vino de visita y me pidió que regresara a Narnia junto con mi hijo. William estaba encantado con la idea de vivir en Narnia junto a su padre, sus tíos y abuelos.

Luego de varias horas de súplica por parte de William acepté.

Cité a Susan en mi casa para darle la noticia, le expliqué que mi hijo y yo iríamos a Narnia por petición de Aslan, pero que esta vez ya no regresaríamos a este mundo.

-Si es lo que Aslan desea, para mí está bien- me pareció un poco extraña la forma tan tranquila en la que reaccionó. Sus ojos se llenaron de lágrimas y me abrazó con fuerza.

-Te vamos a extrañar Su- dije al separarme y dejé que William se despidiera.

Tomé una daga que se encontraba en la mesa de centro de la sala y la clavé en la pared abriendo un portal a Narnia.

Mi hijo se separó de Susan y caminó hacia donde me encontraba para tomar mi mano.

- ¿Kayla? – la miré. - ¿Yo volveré? -preguntó con timidez. La miré seria por unos segundos y luego le sonreí.

-Volverás a Narnia reina Susan.

Ella también sonrió.

Entramos al portal y conforme íbamos cruzando nuestras prendas iban cambiando. Aparecimos en la entrada de Cair Paravel, sonreí.

- ¿Es aquí mamá? ¿Estamos en Narnia?

-Estamos en casa hijo.

El sonido de unas trompetas se escuchó por todo el lugar, estaban anunciando nuestra llegada.

Por la puerta principal del castillo salieron varias personas, las reconocería a miles de kilómetros.

Eran los Pevensie.

Junto con William corrimos hacia ellos.

- ¡Abuelos! – mi hijo fue directo a abrazar a los padres de mi esposo.

- ¡Edmund! -grité para luego llegar a él y abrazarlo con todas las fuerzas.

-Cariño, por fin estás aquí- dijo y rompió el abrazo para besarme. Sus labios seguían teniendo la misma suavidad, a pesar de tener una apariencia mucho mayor a la que recordaba y debo admitir que se miraba mucho más atractivo.

- ¡Papá! – nos separamos al escuchar la voz del más pequeño.

-William- susurró Edmund emocionado. Se acercaron y se abrazaron, mis ojos se cristalizaron de la emoción, por fin, los tres juntos como una familia. Edmund tomó mi brazo para acercarme a ellos y abrazarnos.

(...)

Cierro los ojos mientras inhalo el aire fresco de Narnia, nada se compara con este hermoso paisaje. Me quedo así por varios minutos, escuchando lo que me rodea, disfrutando de la tranquilidad que me brinda este maravilloso lugar.

Unos brazos me rodean por la espalda y su aroma me invade. Sonrío y abrazo sus brazos mientras el recarga su barbilla en mi hombro. No se cuánto tiempo ha pasado y tampoco me importa, amo tanto el estar así con él, en un silencio cómodo y sin hacer nada, sintiendo tanta paz.

-Me encanta estar así contigo- confesé.

Edmund tomó mi cintura e hizo un movimiento para que quedara frente a él, reposé mis manos en su pecho.

-Lo sé- dijo con aires de grandeza. Yo rodé los ojos divertida.

-Vaya forma de arruinar el momento Pevensie.

Soltó una carcajada.

-También me encanta estar así contigo cariño, podría quedarme así toda la vida- sonreí y besé sus labios. -Eres el amor de mi vida, el motivo de mis sonrisas, la única que logra sacar mi lado cursi- solté una carcajada y lo volví a besar.

-Lo sé- respondí de la misma forma que él. Negó divertido mientras nuestros ojos se conectaban.

-Te amo Edmund- susurré mientras rozaba nuestros labios.

-Y yo a ti Kay, te amo mi tesoro, mi tesoro de Narnia.

FIN. 

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