7. ¡Edith!
-¿Alguien más tiene ganas de vomitar?- dijo Eustace más pálido de lo normal.
Peter rió divertido.
-Tranquilo Eustace, estaremos bien.
-Estaríamos mejor si no nos metemos en la boca del lobo- dijo respirando profundo varias veces.
-¿Qué pasó con el valiente dragón que llevas dentro?- William se cruzó de brazos.
-Se quedó en Inglaterra.
Todos reímos por la respuesta de mi primo.
El sol comenzaba a ocultarse cuando llegamos a la mansión de Diago, hoy era la fiesta de compromiso. Santiago se había quedado en la casa de David, pues su presencia alertaría al lord y alejaría a Kayla de nuevo.
Caminamos a la puerta principal y luego de mencionar mi nombre los guardias nos dejaron pasar. La mansión estaba llena de invitados, todos reían y charlaban entre sí. Nos adentramos un poco buscando a Kayla pero no la mirábamos por ningún lado, pero quien apareció a lo lejos fue Diago, que reía con unos señores un tanto mayores que él.
Mi mandíbula se tensó.
-Contrólate Edmund- dijo William con un tono de advertencia.
-¿Y ahora que hice?- dije a la defensiva y frunciendo el ceño.
-No sabes disimular Edmund- dijo Lucy rodando los ojos.
Solté un pequeño gruñido y puse los ojos en blanco.
-¡Edmund!- giré mi cabeza y Kayla se acercaba a nosotros con una gran sonrisa, devolví el gesto.
Se miraba realmente hermosa.
Al parecer venía con toda la intención de abrazarme pero se detuvo y me miró avergonzada.
-Hola Edith- sus mejillas se tornaron rosadas.
-Por fin llegaste- dijo en voz baja para que sólo ella y yo lo escucharamos. Mi sonrisa se agrandó, me estaba esperando.
Una aclaración de garganta me sacó de mi burbuja.
-Oh, ellos son Lucy, Peter, Eustace y William- los presenté y ella les sonrió.
-Es un placer, me alegra que estén aquí.
-¡Edith!- una chica se acercó a Kayla sonriente. -Unos lores quieren conocerte, ven conmigo.
La chica no había notado nuestra presencia ya que comenzó a tirar del brazo de Kayla para que la siguiera.
-Por favor, están en su casa- dijo casi gritando- Los veré luego.
Y desapareció de nuestra vida.
Con discreción observamos a Diago, se había apartado de la multitud junto con otro hombre, pude identificarlo como el hombre que trató de abusar de Kayla haciéndose pasar por mi, éste le entregó un frasco.
Mis hermanos también tenían preocupación en sus ojos.
Después de un largo rato observando el salón comencé a caminar pero una mano en mi brazo me detuvo.
-¿A dónde crees que vas?- Peter me miraba serio.
-Voy a buscar a Kayla- miró por todo el salón, ella no se encontraba entre la multitud. Suspiró y deshizo su agarre. -Ten cuidado.
Caminé por todas las habitaciones pero no ka encontraba por ninguna parte hasta que salí al gran jardín y allí se encontraba ella, frente a una fuente, perdida en sus pensamientos. Me acerqué lentamente.
Aclaré mi garganta para llamar su atención, me sonrió.
-Hola- dijo en susurro.
-¿Te sientes bien?- pregunté y me acerqué un poco más para quedar a su lado.
Ella hizo una mueca.
La conocía tan bien, que sabía que algo andaba mal en su interior. Soltó un suspiro y comenzó a jugar con sus manos en señal de nervios.
Un silencio cómodo se formó entre nosotros, el sonido del agua de la fuente era lo único que se escuchaba y a lo lejos, el hablar de los invitados.
Por momentos la miraba hasta que nuestros ojos se encontraron.
Dudó un poco y acortó la distancia entre nosotros. Mi corazón comenzó a latir muy fuerte. Alzó su brazo para arreglar un mechón de mi cabello. La tomé de la cintura y junté nuestros cuerpos, se sorprendió pero no hizo por separarse. Sus ojos no se apartaban de los míos y yo le rogaba al cielo que recordara quién era ella y quién era yo.
-¿Por qué no puedo dejar de pensar en ti?- susurró. Sonreí y acaricié su mejilla. -¿Por qué tengo tantas ganas de besarte? ¿Por qué siento que quiero pasar el resto de mi vida contigo?
Creí que iba a morir en ese instante.
Rozó su nariz con la mía y cerró los ojos.
-Estás temblando- dije mirando que sus manos temblaban levemente.
-Es lo que provocas en mi Edmund- respondió y comenzamos a acercarnos con la intención de unir nuestros labios.
-¡Edith!- al escuchar que la llamaban se separó de mi inmediatamente.
Maldita sea.
Lord Diago se acercaba a nosotros con rapidez, me miró con desconfianza y yo lo miré con odio. Paró a un lado de Kayla y la tomó de la cintura de forma territorial.
-Te estaba buscando cariño- ella sólo lo miró y le dió una sonrisa de lado. -Lo siento, soy lord Diago, el prometido de Edith- se presentó e hizo una reverencia algo exagerada.
-Edmund Pevensie- dije simple y Kayla me miró sorprendida. Diago me analizó por un largo rato y luego sonrió.
-Si nos disculpa, debo hablar con mi novia en privado. Por favor siga disfrutando de la fiesta- dijo con un tono leve de sarcasmo. Comenzó a alejarse pero Kayla se quedó en su lugar mirándome asustada, fruncí el ceño. Iba a hablar pero Diago tiró de ella con un movimiento brusco. -Vamos cariño.
-Edmund- dijo en voz baja y me dió una última mirada. El lord la llevó al otro lado del jardín.
Los seguí y pude notar que que Kayla se comportaba de forma extraña, se miraba confundida y observaba todo con temor.
Me entendía que pasaba.
Me quedé a una distancia prudente y me escondí detrás de un árbol, solté una maldición cuando sentí una mano sobre mi hombro.
-¿Por qué tardas tanto?- dijo en susurro mi primo, también se escondió.
-Kayla se comporta de forma extraña- dije y observamos como Diago le hablaba tratando de calmarla y ella lo miraba co lágrimas en los ojos.
-¡Chicos!- Eustace y yo volteamos y vimos que Peter se acercaba a nosotros, con la mirada señalé a donde se encontraban el lord y Kayla.
Guardando silencio nos acercamos para escucharlos y verlos mejor, nos escondimos detras de unos grandes arbustos.
-Tranquila, todo estará bien ¿de acuerdo?
Ella soltaba pequeños sollozos.
-¿Qué es es lo que recuerdas?- preguntó con temor y la tomó de la mano.
-Estoy en una playa y muchos hombres me atacan, me quieren hacer daño- ella se estremeció- Me encadenan y me separan de un muchacho.
-Tu secuestro- dijo él.
Ella estaba recuperando la memoria.
Miré a Peter.
-Con esto borraremos las horribles imágenes de los narnianos que te hicieron tanto daño- dijo y le entregó un frasco, el mismo frasco que aquel hombre le había entregado hace unos minutos. Ella asintió y bebió del frasco.
La poción para olvidar.
Los sollozos pararon y Kayla se mostraba más calmada.
-Hey, hola- dijo Diago cuando Kayla lo miró de nuevo. -¿Mejor?
¿Como podía ser tan cínico?
Ella asintió.
-Gracias- dijo ella.
-Necesito golpearlo- dije cuando él la besó.
-Lo harás en otra oportunidad, no tenemos nuestras armas así que estamos en desventaja- dijo Peter serio. -Es hora de irnos.
(...)
Habíamos salido de la mansión sin llamar la atención. Lo que no sabían los chicos era que mi mirada se había encontrado de nuevo con la de Kayla, no sabían que su sonrisa se esfumó al ver que me retiraba son mediar palabra, no sabían que sus ojos reflejaban tristeza. No sé cómo, pero me tragué las ganas de llevarla conmigo, tan cerca y tan lejos a la vez, y dolía, dolía recordar nuestras peleas, nuestras reconciliaciones, nuestros momentos de paz, ardía saber que Kayla no estaba y la que reinaba ahora era Edith.
¿Por qué fui tan idiota?
Si la hubiera llevado conmigo a Inglaterra nada de esto estaría pasando.
-La reina comenzó a recuperar su memoria porque tuvo un acercamiento con el rey Edmund- dijo el hechicero y todas las miradas cayeron en mí.
-¿Le hablaste sobre su desaparición?- Peter me miraba curioso. Negué.
-No fue necesario- no quería dar detalles.
-Sea lo que sea, eso ayudó a que el efecto de la poción se esfumara de a poco- concluyó Santiago.
-Tenemos que actuar rápido, la boda es en unos días- Lucy me miró apenada. Suspiré.
-Nos infiltraremos en la ceremonia, Edmund tu buscarás a Kayla, nosotros haremos guardia y la sacaremos de ahí antes de que Diago consiga la corona y la mate- su voz se apagó con esto último que dijo.
No fue el único afectado, todos en la habitación temblamos ante esa imagen.
-¿Nos infiltraremos?- repitió Eustace.
-¿Quieres una invitación?- se burló William y mi primo lo fulminó con la mirada.
-Chicos basta- regañó Lucy. Los dos la miraron avergonzados.
Miré a Santiago y él asintió de acuerdo con el plan.
-Yo sólo quiero que mi hermana vuelva.
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