5. Lo siento
"Estaba hundido en mis pensamientos cuando unos brazos me rodearon por la espalda, sonreí al sentir su perfume y me di la vuelta para mirarla.
- ¿En qué está pensando rey Edmund? - dijo mientras acariciaba mi mejilla.
-Nada en especial- dije y me incline para besarla, poco a poco la temperatura subió.
-Edmund- hice caso omiso- ¡Edmund!- dijo un poco más alto cuando comencé a besar su cuello y a repartir caricias en sus brazos. Sonreí cuando soltó un pequeño gemido.
-Lo deseas tanto como yo- susurré y mordí su oreja para provocarla, desabrochó mi cinturón y sacó mi camisa del pantalón, levanté los brazos para ayudarla a quitarla por completo.
Juntamos nuestros labios de nuevo, ella repartía caricias sobre toda mi espalda. Torpemente llegamos a la cama de nuestra habitación y me coloque arriba de ella sin aplastarla. Comenzó a repartir besos en mi cuello y soltaba uno que otro gemido sobre mi oreja, sentía como mi masculinidad iba creciendo cada vez más.
Con un movimiento brusco se separó de mí.
La miré confundido.
-Tú no eres Edmund- dijo asustada y trató de empujarme lejos de ella."
-¡Edmund- el grito de Eustace me sacó de mis recuerdos. Fruncí el ceño y caí en la cuenta que mi pulso estaba acelerado.
-Hermano ¿estás bien?- Peter me miraba preocupado.
-No, uno de mis recuerdos con Kayla se confunde con lo que vimos en la bola de cristal- dije y talle mis ojos.
- ¿Y qué recordabas? - preguntó Eustace. Sentí que me ruborizaba y desvié mi mirada al océano.
-Oh- fue lo único que salió de la boca de mi primo dándome a entender que ya sabía de qué se trataba el recuerdo. Peter soltó una carcajada.
-¡Tierra a la vista!- gritó el centinela y corrimos a donde se encontraba el capitán, Lucy y William ya se encontraban con él.
-Hemos llegado majestades, la isla de Galma- dijo y comenzó a dar órdenes para que bajaran el ancla.
Se había decidido que llegaríamos al puerto en pequeños botes, no sabíamos cómo nos recibiría el pueblo de Galma.
El sol se estaba ocultando cuando tocamos tierra, así que sería más fácil escabullirse por las calles.
Parte de la tripulación se había quedado custodiando el puerto, mis hermanos, primo, William y yo nos adentramos al pequeño pueblo. Todo estaba en completo silencio.
-¿Dónde está todo el mundo?- preguntó Lucy.
-Puede que haya toque de queda- dijo William. -Tranquila Lu, estaremos bien.
Fruncí el ceño cuando vi que William le sonreía a mi hermana y ella se ruborizaba.
-Chicos escóndanse- susurró Peter- Viene alguien.
Vimos varias siluetas y nos escondimos detrás de unas columnas, por suerte la oscuridad ayudaba bastante para que no nos vieran.
-Rápido muchachos, no estoy para aguantar el mal humor de Diago- dijo uno de ellos.
-Últimamente no ha estado de buenas- dijo otro.
-Está frustrado- dijo el primero que habló- Edith no ha querido acostarse con él.
Los otros soltaron carcajadas.
-¿Me estás jodiendo? ¿Cómo que no?- preguntó otro.
-Mas le vale acostarse con ella pronto o yo tendré el placer de estrenar a la reina- miré a Peter asustado y susurró un "Kayla", a lo que asentí.
-Eres un caliente amigo- dijo otro y siguieron su camino. Esperamos a que estuvieran a una distancia prudente y los seguimos.
Llegaron a un castillo, que no era muy grande, la puerta principal estaba custodiada por dos soldados.
-Será mejor que busquemos otra entrada- dijo Lucy.
Rodeamos el castillo y en la parte lateral derecha había una puerta, el primero en asomarse fue Peter y cuando estuvo seguro de que podíamos entrar nos hizo una seña. Estando adentro seguimos un largo pasillo con cuidado de no hacer ningún ruido, escuchamos que una puerta se abría y nos encondimos detrás de dos muebles que se encontraban cerca de nosotros.
-No te preocupes Santiago, estamos a unos días de terminar con tu sufrimiento- se escuchó que decían y el sonido de la puerta cerrarse. Nos agachamos un poco más cuando escuchamos que venían hacia donde nos escondíamos.
Por la luz de las antorchas pude ver que se trataba de lord Diago, quien caminaba junto al tipo que trató de sobrepasarse con Kayla. Una rabia se encendió dentro de mí y dejándome llevar por mis impulsos, estuve a punto de ir tras ellos para matarlos, pero Eustace me tomó de los hombros adivinando mis intenciones. Lo miré y negó con la cabeza frenéticamente.
-No es el momento para que seas impulsivo- dijo en susurro.
Cuando nos quedamos solos de nuevo, Peter salió del escondite y se acercó a la puerta que anteriormente estaba abierta.
Con sigilo nos acercamos también, Lucy utilizó su daga para forzar la cerradura de la puerta y poder entrar, cuando lo logramos nos encontramos a Santiago encadenado de pies y manos, nos miró con desconfianza.
-¡Santiago!- dijo William abriéndose paso para acercarse a él.
-¡William! Por todos los cielos, que alegría me da verte.
-Lo mismo digo amigo, ellos son Peter, Lucy y Edmund, los reyes de antaño y su primo Eustace.
-Mucho gusto majestades- inclinó su cabeza.
-Te sacaremos de aquí- dijo Lucy.
-No, Kayla, tienen que ir por ella, ella es más importante- dijo desesperado.
-¿Sabes en dónde está? ¿Ella se encuentra en el castillo?- cuestione. Él negó con la cabeza.
-Tengo entendido que Diago la llevo a su casa, pero no sé su ubicación exacta- dijo desanimado.
-Primero tenemos que ponerte a salvo y luego iremos a buscar a tu hermana- dije haciendo énfasis en el parentesco.
Me miró por varios segundos.
-Tú eres el esposo de Kayla, el rey Edmund.
Asentí.
No dijo nada más hasta que logramos liberarlo.
-Gracias- dijo mirando a Lucy y a William.
-No hay tiempo que perder, debemos irnos- dijo Pet.
Salimos con el cuidado de no ser vistos.
-¡Ey! Se llevan al prisionero- gritó uno de los guardias cuando estábamos a unos metros de la salida.
-¡Corran, corran!- dijo William.
Mas guardias aparecieron para evitar nuestra salida, no eran muchos, así que acabamos con ellos en un abrir y cerrar de ojos.
Nos apresuramos a salir y nos perdimos en la oscuridad.
Estábamos bastante alejados del castillo cuando escuchamos el sonido de unas campanas, avisando que algo pasaba. Nos adentramos al pueblo y nos detuvimos cuando la puerta principal de una de las casas se abrió dejándonos ver a una chica.
-Entren majestades, aquí estarán a salvo- compartí miradas con mis hermanos y entramos a la casa.
-¿Gael? ¿Qué esta pasando? ¿Por qué tanto alboroto?- un señor mayor se hizo presente en la habitación en la que nos encontrábamos. Nos miró con asombro.
-No puede ser- hizo una reverencia hacia nosotros- Majestades, es un honor tenerlos en mi casa.
-¿Quiénes son ustedes?- Peter los miraba con desconfianza.
-Mi nombre es David, majestad y ella es Gael- señaló a la chica y ella hizo una reverencia.
-Tu rostro se me hace muy familiar- dijo Eustace observando a la chica pero ella sólo sonrió.
-Sabemos que están aquí para rescatar a la reina Kayla- todos lo miramos sorprendidos.
-Tú eres un hechicero ¿cierto?- cuestionó Santiago y el hombre asintió.
-¿Sabes en dónde se encuentra Kayla?- preguntó Lucy.
El hechicero pensó su respuesta por varios momentos.
-Así es, pero deben entender que su rescate no será nada fácil- dijo y nos miró serio. -Hace unos meses el joven Diago vino para pedirme que preparara una poción muy poderosa.
-¿Qué clase de poción?- pregunté.
-Una poción para olvidar- dijo y todos compartimos miradas. -Esa clase de magia es muy peligrosa majestades; presentía que las intenciones del lord no eran buenas y me negué rotundamente.
-Por supuesto que el lord no lo tomó muy bien- dijo la chica- Mandó a sus hombres para que golpearan a David.
Él hizo una mueca.
-Fue lo que Kayla bebió cuando nos capturaron- dijo Santiago recordando.
-Al parecer Diago encontró a otro hechicero que no hacía preguntas y solamente obedecía- dijo David.
-Kayla bebió siete copas de esa poción, ¿Qué tan grave es eso?- pregunté con miedo.
-Muy grave- suspiré frustrado y el hechicero me miró- Lo siento mucho rey Edmund, pero es probable que su esposa ya no lo recuerde.
Todo mi mundo se vino abajo, parpadee varias veces para evitar que mis lágrimas salieran.
-La perdí para siempre- dije mirando a Peter y Lucy, quienes me miraban destrozados.
(...)
Me encontraba sentado en una roca mirando las estrellas desde el patio trasero de la casa del hechicero. Sentí que alguien más llegaba al patio y cuando levanté la mirada para ver de quien se trataba, puse los ojos en blanco.
-¿Qué quieres?- dije tajante.
Suspiró.
-Te debo una disculpa Edmund- fruncí el ceño y lo miré para que continuara- Tenías toda la razón al golpearme.
Nos quedamos en silencio.
-Mi esposa Lilian, me abandonó. Un día regresé a casa y ella ya no estaba.
No sabía que decir.
-Me dejó una nota diciendo que ya no me quería, que no había sido lo que ella esperaba, que ella merecía mucho más de lo que yo le ofrecía. A los pocos días Kayla me dijo que tú te habías ido de Narnia y yo, sabía como se sentía, la entendía muy bien. Los dos estábamos pasando por el mismo dolor, que sólo me dejé llevar por mis impulsos y quise besarla. Pensé, probablemente ya no me sienta tan miserable.
Cerré los ojos tratando de borrar esa imagen.
-Te perdono William- dije y me sonrió agradecido.
El silencio volvió a reinar.
-¿Tus padres?
-Ellos están en la nación de Aslan- respondió antes de que formulara bien la pregunta.
Asentí.
-También venía a decirte que David y Peter encontraron la ubicación de la casa de Diago- dijo y se retiró.
Suspiré.
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