La expansión del escudo
Abby hizo uso de su máxima concentración, debía expandir el escudo hasta las afueras de Selo, protegiendo en continente antes de que los invasores del exterior ingresaran a Ithia.
— ¡Demonios no hay tiempo! —Ethan se impacientaba, ya no podía quedarse ahí, tampoco tenían tiempo para reunirse y planear una estrategia, la invasión había sido tan repentina que los guerreros de Selo buscaban a los invasores mindag y evitaban la toma de la ciudad.
También existía la incertidumbre de no saber a quienes tomar como aliados. Aishla tenía seguidores en todas las naciones, quienes pese a no pertenecer a su grupo nómada, compartían la misma ideología.
—Ethan vamos. Abby expande el escudo lo más que puedas. —Liaw apuró a su hermano, en el exterior ya se escuchaban los primeros sonidos de la batalla.
—Charleen quédate aquí con Orietta, es el lugar más seguro —dijo Ethan.
Orietta detuvo a Liaw mientras Ethan salía del templo.
—Ethan tiene razón, este es el lugar más seguro. —Liaw la tomó tiernamente de la mano. Orietta no sabía demasiado sobre lo que sucedía y era la primera vez que Liaw la dejaba por cumplir sus obligaciones como guerrero—. Sólo cortaré algunas cabezas y volveré. Esto es rutina entre nosotros. —La calmó contagiándole su desinterés.
Orietta bajó la mirada e imitó su gesto, angustiada, recién se rencontraban y ya se separaban.
— ¿De verdad debes ir? —lo cuestionó con la mirada cristalina, preocupada por no saber si estaba dispuesta a sobrellevar el hecho de que Liaw se fuera a combatir con regularidad.
Él le realizó un gesto de extrañeza, como si Orietta le hubiese hecho la pregunta más absurda del mundo. Ethan le gritó desde la puerta. Liaw le dio un beso fugaz en los labios a Orietta y salió con su hermano siendo detenido de nuevo, esta vez por Charleen, quien sabía cuál era el deber de los legionarios y no intentaría siquiera disuadir a Ethan de participar en la batalla.
— ¿Qué pasará si Abby no puede expandir el escudo? ¿Irán a pelear con los humanos? —les preguntó preocupada. Sabía que las tropas de Aishla eran muy reducidas y no alcanzarían para tomar la ciudad, sin embargo, los humanos le preocupaban.
—Charleen, debemos proteger primero la ciudad, luego veremos qué hacer con los humanos. Seguramente Aishla quiere mantenernos ocupados mientras los salvajes acaban con nuestros aliados humanos. Salvaremos a los más que podamos.
La joven humana lo agarró del brazo con indignación.
—Ethan muchos pueden morir, incluyendo a Kennan, él está enlistado, seguro peleará primero.
—No hay nada que podamos hacer de momento —explicó, mientras Liaw era ahora quien lo apresuraba—. En cuanto aseguremos la ciudad buscaré a tu hermano primero —le prometió rápidamente, no podía perder el tiempo; se soltó de ella y salió del lugar.
Acariciando a Nathe para tranquilizarla y aplacar los nervios regresó con Abby, la unua recitaba una y otra vez un verso en su idioma, intentando expandir el escudo lo más posible, para mantener seguros a los humanos. Charleen notaba que la joven lloraba en silencio, procurando atajar las lágrimas cerrado los parpados con fuerza.
El escudo crecía lentamente, avanzando centímetro a centímetro, cubriendo gran parte de la selva y comenzaba a llegar a las costas de Selo, pero todavía le faltaba recorrer un gran trecho hasta la ciudad de los humanos.
—No puedo —sollozó—. Creí que podría pero no estoy tan preparada como Sahori pensaba.
— ¡Sí puedes! Sahori sabía que eras aún mejor que ella —la animó desde el borde del estanque. Abby se sentía impotente y se notaba. Comenzaba a bajar los brazos cuando Charleen entró al agua junto a ella y la tomó por los hombros—. Por favor debes seguir intentando, Kennan está en la ciudad, con el ejército. Él... es mi familia no quiero que le pase nada.
—Mis sirvientes también están ahí. —Orietta se levantó con debilidad, la situación le afectaba demasiado—. Si puedes hacer algo por protegerlos...
—Lo intentaré, pero es imposible que cubra toda la isla, es demasiado grande, tal vez llegue al límite este de la ciudad. Si los humanos quieren sobrevivir deberían llegar al escudo antes de ser alcanzados por los salvajes.
— ¿Hay alguna manera de avisarles? —preguntó Orietta. Abby negó.
—No con este caos, a menos que... —Miró a Charleen—. Olvídalo, Ethan me mata. —Cambió de opinión rápidamente.
Charleen entendía, si llegaba a la ciudad a tiempo y movilizaba a la gente podría salvar muchas vidas.
—Tú preocúpate de mantener el escudo y expandirlo lo más posible. Yo trataré de mover a la gente de la ciudad hacia el este.
—Charleen es demasiado peligroso, ¿cómo piensas salir? —Orietta la agarró antes de que saliera del templo.
—Yo buscaré la manera. Te prometo que buscaré a tus sirvientes, ellos y mi hermano saldrán antes. Ayuda a Abby, a veces necesita una buena reprimenda, no dejes que se rinda.
Abby descansó un momento después de hacer crecer el escudo un par de metros y le informó a Charleen que le dejaría una brecha abierta hacia el sureste, donde los ríos colindaban con la costa.
Charleen corrió primero hacia su habitación, necesitaba sus armas. El ruido metálico retumbaba en el interior del edificio, haciendo eco por los vacíos pasillos de mármol. Mientras tanto pensaba cómo llegar a la ciudad. A pie tardaría demasiado, tendría que bordear la montaña hacia las caballerizas procurando no ser vista y de ahí cambiar la dirección hacia el lugar que Abby le dejaría abierto.
Rápidamente buscó entre todo el caos causado en la mañana. Cambió sus finas sandalias por un par de botas y se puso un vestido corto encima de las precarias prendas que usaba en Selo, se colgó una capa de seda en los hombros y guardó sus pistolas y municiones en una bolsa impermeable, por último guardó la daga que Ethan le había regalado, recordando que él siempre le ordenaba no salir nunca sin un arma corto punzante.
Nathe la seguía de un lado para el otro, buscando en cada oportunidad subirse al hombro de su ama o acurrucarse en sus manos. Charleen no decidía qué hacer con ella. Era peligroso llevársela, pero no podía dejar a su tali recién nacida sola en ese lugar. Finalmente optó por meterla a la bolsa junto a una jugosa manzana que la mantendría ocupada por horas, era preferible tenerla a su lado a estar preocupada por su bienestar.
Lo último que quedaba era salir del edificio hacia las caballerizas. Caminó hacia el balcón y se subió al barandal, observando la cascada que caía con furia hacia el río. Recordó la primera vez que lo había visto y las ganas inmensas que había tenido de saltar. Nunca se había animado, pero ahora no había opción. Tenía la marca de Ethan, eso le daba algo más de valor y fuerza.
Respiró hondo, aseguró bien la bolsa para que tanto Nathe como sus armas no se mojaran y cerrando los ojos antes de pensarlo más, se lanzó al agua. Fue un largo viaje hasta caer finalmente en las cristalinas aguas. Braceó con fuerza hacia la superficie y nado tosiendo hacia la orilla.
—No fue tan buena idea —masculló tumbándose de espaldas, revisando a Nathe.
Gimiendo de dolor se levantó y se abrió paso por la vegetación. Los establos eran una zona alejada del caos, el olor a heno se le colaba por la nariz y mientras el sol comenzaba a ocultarse por el horizonte, abrió las preciosas puertas decoradas con filigranas de metal y tomó al primer caballo que encontró.
Ethan se sentía en la gloria mientras luchaba contra otro guerrero de alto rango. Ya había pasado más de tres años desde la última vez que había tenido una batalla a muerte. Liaw lo disfrutaba también, para ellos las peleas eran una forma de entretenimiento, lo que daba sentido a sus vidas.
Esquivó una estocada y clavó la punta de su espada contra el corazón de su contrincante, girándola para acabar rápidamente con la vida de su enemigo. La sangre bañaba sus manos y parte de su torso y dos nuevas marcas se lucían en su espalda.
—Lo malo de acabar con estos sujetos es que muchos le dieron su marca a Valia —comentó Liaw poniéndose de espaldas a su hermano para combatir contra cinco contrincantes que los mantenían alejados del resto de la batalla.
—Qué importa, siempre y cuando pueda hundir mi espada en el corazón de alguien—respondió Ethan.
Una vez extinguidas las vidas de sus adversarios siguieron hacia el sur de la ciudad, donde Neil dirigía la defensa.
Escarcha apareció de pronto bajo sus pies y estuvieron a punto de resbalar. Un par de guerreros mindag intentaban moverse inútilmente en el piso, mientras un muchacho no mayor de doce años flotaba a milímetros del suelo, invocando un hechizo. Otros dos guerreros de su misma edad, atacaron a sus indefensos enemigos.
— ¿Dónde está su maestro? —los interrogó Ethan, de inmediato los muchachos cambiaron el gesto de furia de sus rostros y se pararon firmes frente a los legionarios.
—Ellos lo mataron —escupió uno de ellos, mirando el cuerpo de mindag con repugnancia.
— ¿Eres el capitán de tu equipo?
—Sí, soy Enra.
—Bien, ven con nosotros, necesitamos un sildo —le ordenó Ethan, él y Liaw eran guerreros y necesitaban alguien hábil en magia que les sirviera como escudo—. Ustedes— miró a los otros dos muchachos—. Asegúrense de que nadie entre al templo. Si Abby no puede expandir el escudo manden un mensaje a la nación de Kadry solicitando ayuda.
Los chicos asintieron de inmediato y corrieron a cumplir con su labor, mientras Ethan y Liaw en compañía de Enra llegaban al corazón de la batalla.
Las tropas mindag eran superiores en número a lo que estimaban. Su grupo había crecido mucho en ese último tiempo; la mayoría de los guerreros eran jóvenes menores de quince años, quienes hacían gala de sus elegantes movimientos y estilizadas figuras mientras usaban la espada con maestría, combinándola con hechizos de ataque y defensa.
Enra hacía bien su trabajo, manteniéndose detrás de los guerreros y creando protección en torno a ellos, como era el deber de un sildo. En batallas como esa, los guerreros unuas combatían en grupos de tres, dos guerreros realizaban los ataques frontales, mientras el sildo los protegía con magia, interviniendo en el combate cuerpo a cuerpo sólo en caso de extrema necesidad. Cuando la Legión cumplía misiones, Ethan actuaba como guerrero junto a Gael, y Kari era su sildo. Mientras que Liaw pertenecía al mismo equipo que Aaric y Dahl.
Ethan se emocionaba cada vez más, no al punto de perder la conciencia, sin embargo, podía sentir el éxtasis recorriendo su sangre como un vital alimento a las células de su cuerpo. Cada marca que obtenía lo llenaba de más energía y poder, esa invasión le había venido como anillo al dedo. No sabía con seguridad qué pretendía Aishla, pero les estaba lanzando cuerpos.
— ¡Maldita niña! —gritó de pronto, atrayendo la atención de Liaw.
— ¿Qué sucede? —preguntó balanceando su poderosa y reluciente espada por sobre su hombro.
—Es Charleen, sabía que no se quedaría quieta, está acercándose al límite del escudo.
Observaron los cuerpos a su alrededor, la batalla comenzaba a calmarse con tal los enemigos eran vencidos. Furioso, Ethan envainó su espada y se dirigió a darle encuentro a Charleen, Liaw y Enra lo siguieron.
— ¿Adónde van? —apareciendo en una bruma negra, la silueta de Dante acompañado de su fiel draga se hizo presente frente a ellos.
—Ya pensaba que solo mandaban a sus niños a pelear. ¿Qué Aishla ahora se esconde? —dijo Liaw.
—Sabes que Aishla no pelea con cualquiera, sólo con quienes pueden otorgarle una marca digna, como Sahori, él dice que hasta ahora es su mayor adquisición. —Sonrió torcidamente.
Liaw apretó los puños y Ethan le advirtió con la mirada que no cayera en su provocación.
—Ethan vete, yo me hago cargo de él —dijo sin desprenderle una calcina mirada a Dante.
—Sí Ethan, en Dédalo interrumpiste nuestro juego, déjanos terminar —le pidió Dante, con burla.
Ethan no estaba convencido, Dante lo igualaba en habilidad y era un contrincante difícil. Además, si Liaw lo mataba antes, de seguro los otros acabarían con él.
—No eres mi maldita niñera, tienes una niña de verdad de la cual encargarte. Además no puedo morir si esto te preocupa. —Atisbó hacia él, manteniendo la guardia en alto—. Hice el rito con Orietta ayer, va a tener un hijo, no puedo dejarla.
Ethan exhaló, algo así imaginaba.
—Las guerras siempre sacan lo más cursi de ti.
— ¿De mí? Tú eres el que abandona el campo de batalla por una muchachita —le reclamó.
Enra pasó la mirada del uno al otro, esperando instrucciones.
—Mantente atrás —le ordenó Ethan—. Esto es entre ellos.
El caballo frenó de pronto, se asustó e intentó correr descontrolado, pero fue detenido. Charleen se agarró fuertemente de las riendas pensando que enemigos la habían descubierto.
—Soy yo, tranquila —dijo Ethan bajándola del cabello—. ¿A dónde vas? —le reclamó sacudiéndola.
— ¡A la ciudad de los humanos! Abby no podrá expandir demasiado el escudo, debo traer a los humanos hacia él para protegerlos de los salvajes.
— ¡No debes! No es tu obligación y es peligroso. Regresa al templo y mantente a salvo —habló firme, tomando al caballo por las riendas y obligando a Charleen a dar media vuelta.
— ¡No!—se mantuvo firme—. Si tú no puedes hacer nada yo sí. Iré a buscar a mi hermano y a rescatar a quienes pueda. Mientras el ejército pelea puedo mover a los civiles. Entiende, es mi deber.
—Charleen tú no tienes ningún deber. No voy a dejar que vayas.
—Entonces ven conmigo —le suplicó, estaría más segura con él, además que un grupo inmenso de salvajes no serían nada para él. Tal vez solo se requeriría a Ethan para evitar la invasión a los humanos.
—No puedo, mi deber está aquí. No puedo retirarme hasta que la situación esté segura, a Aishla se le acaban las tropas y seguro querrá un combate conmigo para finalizar esto, así acaban todos nuestros conflictos, lo sabes.
— ¡Y tú sabes que no importa lo que digas igual voy a ir!
Ethan gruñó de exasperación, Charleen era tan terca que eso lo sacaba de sus casillas. No tenía tiempo de atarla y regresarla al templo así que solo le quedaba convencerla.
— ¡No voy a perderte! ¡Te mantendré a salvo siempre! —gritó deshaciéndose de la frustración—. Entiende, no quiero que te pase nada. Si algo te sucede estaremos atrapados en el círculo de nuevo.
La joven se acercó a él y lo rodeó con los brazos apoyando el rostro contra su pecho.
—Nada va a pasarme, en todos los futuros alternos que me mandó Sahori no vi nada de eso. Además tú también arriesgas tu vida y es algo que he aceptado. ¿Crees que no me duele el saber que puedo perderte? —Alzó la vista—. Porque esa sí es una posibilidad. Morirás en combate y tengo miedo, pero eso es lo que eres. Yo no interfiero con lo que deseas, no interfieras tú en lo que yo quiero.
El guerrero la abrazó con fuerza. Charleen tenía razón y no había nada por discutir, ella no cambiaría de opinión. Le levantó el rostro y sujetándola por las mejillas la besó con frenesí, como si fuera la última vez que fuera a hacerlo.
—No te metas en peleas, solo busca a tu hermano y sal de ahí —le pidió dándole un último beso en la frente.
—Sacaré a quienes pueda —le anunció subiendo nuevamente al caballo y moviendo las riendas para que el animal alcanzara el límite del escudo, que crecía cada vez más.
Bueno, aún no se sabrá de maya.., pero ahora cada quien a los suyo :D tal vez Charleen muera en el proceso... o no? descubranlo pronto! Recuerda que lo único que recibo a cambio por escribir son tus votos y comentarios así que no dejes de hacerlo.
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