Insinuaciones
1 de abril año 415 d.r.
18:10 p.m
Detuvimos el viaje por hoy. Cada vez anochece más temprano, sin embargo, el paisaje no cambia. Hay árboles y más árboles que lucen todos iguales. Sólo porque Ethan y Liaw conocen las rutas de memoria, es que no pienso que estamos caminado en círculos. Es bastante cansado y aburrido. Si no fuera por Liaw, el viaje sería más monótono que mi pueblo en día laboral.
Al final Liaw no resultó tan cínico y oportunista. No niego que lo sea, pero es agradable conversar con él. A diferencia de Ethan, ríe y comparte conmigo. Al principio no estaba segura, pensé que con él cerca, Ethan me trataría con el mismo desprecio con el que me trató en el barco. Por suerte no es así, está cumpliendo su promesa, me trata con más decencia y en algunos momentos me enseña una o dos palabras en unua, y con ambos guerreros entreno en los momentos de descanso. Mis habilidades no están ni remotamente cerca a las de ellos, pero siento que voy mejorando.
No me quejo, este viaje con sus altas y bajas es lo que quería, creo que podré regresar a mi pueblo sin arrepentimientos. O tal vez no... La verdad no solo me preocupa el hecho de los mindags me asesinen, sino, lo que me pasa con Ethan.
Es un cúmulo de confusiones. Cuando lo veo, lo primero que se me viene a la mente es la vez que me besó. ¿Me estoy enamorando? Demonios... espero que no. Tal vez es que he pasado mucho tiempo con él y debo admitir que siempre me resultó atractivo, pero de ahí a entregarle mi corazón en serio, hay un gran y peligroso trecho que espero no atravesar.
Creo que si me mantengo alejada de él y lo trato lo mínimo indispensable, esos sentimientos se extinguirán solos. Por eso paso más tiempo con Liaw, no quiero dejar a Ethan de lado, pero es lo mejor. Le hice una promesa a mamá hace mucho tiempo y no voy a romperla. No le entregaré mi corazón a ningún hombre, no importa lo mucho que me cueste.
Charleen cerró la bitácora con melancolía, su cabeza era un caos y no sabía cómo expresar todo lo que le sucedía. Buscó a Ethan con la mirada y recién cayó en cuenta de la presencia detrás de ella. Volteó de golpe encontrándose con la típica sonrisa cínica de Liaw.
— ¡¿Qué haces?!
—Leía lo que escribías —manifestó pasivo.
Charleen se aterró.
— ¿Lo leíste todo? —Quiso morirse en ese instante ¿Qué no le podían dar algo de privacidad? A penas había logrado que Ethan dejara de leer su bitácora mientras dormía, para ahora tener que lidiar con Liaw leyendo sobre su hombro.
—Sí —contestó.
—Pues... esto es... —tartamudeó, buscando excusarse—. ¡Si le dices algo de lo que leíste aquí yo voy a!...a... ¡Rayos! Por favor no le digas a Ethan —suplicó. No tenía con qué chantajearlo ni amenazarlo, la súplica era su único recurso.
— ¿Qué es lo que quieres que no le diga? ¿Lo mucho que lo amas? ¿O cómo recuerdas que se dieron un beso? —habló sarcástico. Lo que acababa de enterarse era un aderezo extra en el monótono viaje. Iba a divertirse mucho fastidiando a esos dos.
— ¡Nada de lo que leíste! —le gritó.
—Tranquila, no le diré nada —dijo con tono burlesco. Por supuesto que no iba a decirle, sólo jugaría con las emociones de ambos—. Es en serio. No tengo por qué decirle nada. Él no me cuenta sus cosas tampoco. —Encogió los hombros.
—Liaw, no lo amo, no lo creo... espero que no. —Se tranquilizó e intentó conversar con él. No era precisamente la persona a la que habría elegido para hablar de sus sentimientos. Con Carol a kilómetros de distancia no tenía a nadie más—. Es que... no sé ¿soy muy estúpida? Digo, seguro muchas mujeres se han sentido atraídas hacia él, y seguramente él no les hizo caso, menos lo hará conmigo... no es que quiera algo con él —se explicó antes de que Liaw se hiciera la idea equivocada—. Pero, a veces me da la impresión de que me trata de forma especial. Incluso me besó una vez y no sé cómo debo tomar ese hecho. ¿Nunca te dijo nada?
—No —mintió—. No me habla sobre él, no somos el tipo de personas que cuentan sus sentimientos. Hablamos de peleas, enemigos, armas... —Se calló de pronto. Ethan regresaba con la cena.
Las palabras de Charleen confirmaron lo que sospechaba. Algo había entre esos dos. Ethan ya le había confesado hacía mucho que también tenía ciertos sentimientos hacia la humana y ahora sabía cómo aprovecharse de aquellas palabras para su diversión personal.
—Ten, lo calenté para ti. —Liaw le extendió con amabilidad un pequeño pescado que habían puesto a la fogata.
La muchacha lo recibió dubitativa. Ethan no vio con buena cara aquel gesto. Mientras terminaban de alimentarse en completo silencio, Liaw se acomodó junto a Charleen y extendió su manta sobre ambos.
—Lo que llevas no es muy abrigado. ¿Sientes menos frío? —le preguntó dulcemente.
Charleen asintió, extrañada. Se cubrió mejor antes de que Ethan les retirase la manta a ambos y levantara a Charleen del suelo.
—No tienes por qué compartir nada con él. —Le extendió su propia manta—. Si tienes frío sabes que yo te la presto —rezongó alejando a la humana de su hermano, asegurándose que se envolviera en su manta, apartada y sola.
Ambos guerreros se lanzaron una mirada retadora. Liaw con una sonrisa bien dibujada en los labios, y Ethan con una mueca de ira y amenaza. En cuando la joven cayó profundamente dormida, Ethan alejó a su hermano unos pasos del campamento.
— ¡¿Qué rayos es lo que intentas?!
—Nada. —Puso un falso gesto de inocencia—. No sé de qué hablas.
—De Charleen ¿Por qué de repente te portas tan amable con ella? ¿Qué tramas?
—Pues, solo soy bueno con mi compañera de viaje... y quién sabe, es linda, tal vez pueda...
Ethan no lo dejó continuar. Intentó golpearlo, pero ágilmente Liaw lo esquivó.
— ¿Qué pasa? ¿Estás celoso? Porque no veo que ella tenga tu marca, así que es libre de estar con quien quiera. Además... por si no te diste cuenta, prefiere estar conmigo —espetó, sabía que Ethan haría de cuenta que eso no le importaba en lo más mínimo, aunque por dentro, seguro que la sangre le hervía.
—Deja de involucrarte tanto con humanas. —Regresó junto a Charleen. Se había guardado todas las amenazas que habría querido dedicarle a su hermano para mantenerlo lejos, muy lejos de Charleen.
—Liaw uno, Ethan cero —murmuró Liaw, satisfecho por haber logrado enfurecer a su hermano mayor.
Charleen despertó muy temprano, más que de costumbre. Sus energías estaban renovadas y su cuerpo relajado; y gracias a su madrugada, Ethan no la despertaría con agua, ni zarandeándola, ni arrebatándole las cobijas o alguno de sus torpes y poco considerados métodos.
— ¡Buenos días! —saludó despertando a Liaw con el pie. Ethan ya estaba en pie porque había tomado el segundo turno para hacer guardia.
—No fastidies —masculló Liaw.
—Hoy es un gran día, me siento afortunada. —La joven se sentó con las piernas cruzadas junto a la cabeza de su compañero. Se sentía especial, como si una mágica bendición hubiese caído sobre ella ese día. Tal vez era porque después de tanto andar entre hojas secas, por fin llegarían a una pequeña ciudad.
Sus compañeros no le prestaban ni la más mínima atención, y no le importó, nada arruinaría ese día. Bajo la mirada vigilante de Ethan, armó una pequeña caña de pescar con una rama. Consiguió un anzuelo y se dispuso a pescar en uno de los tantos ríos que atravesaban la zona.
—No pescarás nada, menos de esa forma —dijo Ethan, incluso usando magia para atraer a los peces, a él le había costado trabajo encontrar algunos para la cena de la noche anterior.
Charleen hizo oídos sordos a las palabras del guerrero, y ni bien hubo pasado dos minutos, algo picó. Con exuberante alegría sacó un gran pez del agua.
— ¡Ja! Es más grande que ninguno que hayas conseguido anoche —le echó en cara—. Y como no confían en mis métodos se conseguirán la comida solos.
— ¡Oye, yo no dije nada! ¡Fue él! —Liaw protestó, muerto de hambre.
La muchacha supo enseguida qué de especial tenía ese día. Por fin el mundo se equilibraba y tendría un día de extrema suerte.
Caminó brincando por el sendero, ni el mal humor de Ethan la molestaría ese día. Él y Liaw no se hablaban, se limitaban a contemplarse con odio. Los problemas de esos dos no le interesaban, ella disfrutaría de la libertad y el cielo despejado.
— ¡Una pieza de oro! —Un objeto brillante llamó su atención, y entre tierra y ramas descubrió una pieza seguramente extraviada por algún viajero—. ¡Genial! ¡Lo sabía! Es mi día de buena suerte. —Guardando la pieza en su bolsillo, se dio vuelta y caminó de espaldas para hablarle a Ethan—. ¿Recuerdas mi día jinkx? ¿Cuando te conocí y me fue terriblemente mal?
—Fue hace solo unas semanas, por supuesto que me acuerdo —refunfuñó.
—Pues hoy es un día opuesto, me irá excesivamente bien. ¡Yo lideraré hoy y los bañaré de mis bendiciones!
—No liderarás nada. No existe la buena o mala suerte, te estás sugestionado. —Ethan le dio alcance hablando con un deje de irritación. Al contrario de Charleen, había pasado una pésima noche y no estaba de humor para conversar o seguirle el hilo a sus locas ideas. La muchacha le sacó la lengua, y como iba de espaldas no se dio cuenta de la rama y el charco de lodo que la esperaban como una trampa. Ni bien su cuerpo se fue para atrás al tropezar, Ethan la sostuvo por la cintura, arrimándola hacia él para que no cayera.
— ¿Lo ves? No tienes suerte extrema.
—En un día común habría caído. —Sonrió jactanciosa, antes de percatarse que Ethan la abrazaba.
—Debí dejarte caer. —Ethan la hizo a un lado y continuó caminado.
— ¡Pero no lo hiciste! —consideró—. ¿Ves?, tuve suerte de que hayas reaccionado con tu parte dulce y compasiva.
—Déjense de payasadas y apúrense. —Los arreó Liaw, empujando a Charleen por los hombros. Un cúmulo de casas les indicaba que estaban cerca de una urbe.
Calles de tierra surcaban como venas entre las viviendas de madera. Los bares y posadas abundaban así como los juegos callejeros. En cada esquina había algún vendedor ambulante o tahúres, que atraían a un gran número de personas a sus juegos de apuestas.
—Ojalá y la niña afortunada nos consiga un lugar barato para dormir. Creo que tengo piedras incrustadas en la espalda —se quejó Liaw.
—Puedo conseguir un muy buen lugar para dormir y mucho dinero. —Frotó sus manos con avaricia al ver los juegos de apuesta. Era cuestión de la buena suerte el haber caído en un lugar donde los juegos de azar eran tan populares; y de nuevo sería gracias a la buena suerte que ganaría toneladas de dinero apostando en ellos.
Se echó a correr hacia uno de los puestos, pero Ethan la detuvo agarrándola del cuello de su abrigo.
—Esos juegos están arreglados, ni con toda tu buena suerte logarás ganar. Es una estafa.
Charleen cruzó los brazos con capricho y de todas maneras fue hacia un delgado hombre de barba y ojos pequeños y brillantes.
— ¡Encuentren la bolita! —gritaba intentando sobresalir entre los otros cinco tahúres acomodados en la misma calle; cada cual, intentando atraer gente a su puesto—. ¡Una pieza de plata tres intentos! ¡Seis por una de oro! ¡Gane el doble si descubre la bola en el primer intento!
—Déjala, que gaste su dinero —dijo Liaw.
Ambos guerreros la siguieron y la vigilaron apartados un par de pasos. Charleen se sentó frente a una mesa plegable de madera. La presencia de los guerreros ponía nervioso al hombre, quien habiendo recibido el dinero de la muchacha, se proponía empezar el juego. Los hombres que obviamente acompañaban a la chica, no tenían buena cara, se veían peligrosos.
—Bien, empiece —lo apuró Charleen.
El trillero tragó saliva y puso una pequeña bola roja debajo de un caparazón tallado en madera. Dubitativo, pero en un veloz e imperceptible movimiento, retiró la bola roja y la ocultó en su manga, acción que los guerreros percibieron claramente, puesto que su percepción, era muchísimo más aguda que de los humanos.
Ethan dio un paso al frete, amenazante, mientras el trillero intercambiaba los lugares de los tres caparazones hasta que detuvo el movimiento.
— ¿Dónde está la bola niña? —Tembló, su voz se escuchaba como el gemido de un gato a punto de ser atacado por un lobo.
—Ahí. —Charleen le señaló el caparazón de la derecha, había prestado mucha atención.
Ethan ya estaba muy cerca, colgado con esa mirada asesina. El estafador temblaba, ese guerrero tenía la capacidad de intimidar hasta al hombre más valiente con solo su penetrante mirada. Pensando que era mejor perder algo de dinero a ser presa de ese sujeto por haber estafado a su amiga, colocó la bolita debajo del caparazón a tiempo que lo levantaba.
— ¡Gane! —gritó Charleen, echándole en cara a Ethan que su buena suerte seguía latente—. ¡Te dije!, ¡Otra vez! —Volvió a sentarse, dispuesta una nueva ronda, mas el trillero no pensaba igual. Le depositó el dinero ganado en la palma de la mano y retiró su puesto, alejándose a paso apresurado de ese grupo amenazante—. ¡Ya lo asustaron! —les reclamó sus compañeros.
—Mala suerte para ti —Ethan dijo con satisfacción, le quitaría a la humana esa tonta idea de que por algún milagro o alineación de planetas tenía días de mala o buena suerte.
—Ya que estás con suerte... —Al llegar a una posada, sin mucho encanto y similar las muchas que habían visitado durante su viaje, Liaw posó la mano en el hombro de la muchacha.
—No está con suerte —interrumpió Ethan, apoyándose de mala gana contra una pared.
—No hagas caso. Aprovecha que estás con la racha y ve si el dueño nos hace un descuento —terminó de sugerirle a la muchacha, incentivándola a caminar hacia el hombre que atendía detrás del mostrador.
Con confianza y segura de sí misma, Charleen se aproximó, pensando su estrategia. Un coqueteo usando las dotes de seducción que habían funcionado con Liaw semanas atrás, seguro funcionarían con ese hombre de mediana edad y apariencia pacífica.
Charleen caminó delicadamente, poniendo un seductor gesto; mas el hombre no la miraba, contemplaba con susto a los enormes y armados guerreros que esperaban en la puerta.
— ¡No me asalten! Por favor, ya lo hicieron la semana pasada, no me queda nada —le suplicó a la muchacha.
Charleen enarcó una ceja, no se esperaba venir eso. Miró hacia atrás, Liaw, y sobre todo Ethan, tenían un aspecto ciertamente amenazante, no era tan raro que la gente pensara que serían capaces de usar su supremacía física para asaltar o agredir. No era el plan, no obstante, funcionaba de igual forma.
—Pues, ellos solo quieren un lugar donde pasar la noche, si no se enfadan, dormirán tranquilos —dijo mirándose las uñas con desinterés.
De inmediato el hombre sacó un par de llaves y se las entregó.
—Dos habitaciones, es todo lo que tengo, pero una tiene una linda vista —se disculpó—. Por favor, va por cuenta de la casa.
—Esto estará bien. —Alegre les hizo una señal a sus amigos y subieron escaleras arriba para acomodar sus pertenencias.
No dejó de echarles en cara que gracias a ella el lugar les había salido gratis y que les tocaba invitarla a comer. Ethan hacía de cuenta que la ignoraba, no iba a admitir que la chica sí estaba cruzando un momento de buena suerte.
Abrieron las puertas de dos habitaciones continuas. Ethan le hizo una seña a la muchacha para que entrara a la habitación que se suponía compartirían. Antes de dar un paso para ingresar, Charleen se percató que sería la primera vez en días que se encontrarían a solas. Su corazón latió inoportunamente y la sensación de los labios del guerrero tomando con delirio y posesión los suyos se hizo presente.
Recordó que se había prometido evitar esas situaciones con el mayor de los unuas. Últimamente, no podía controlar esas sensaciones e imágenes que su cerebro recreaba.
—Sabes, dormiré con Liaw; es decir, tú has hecho más guardia que él, necesitarás dormir —se excusó, a ninguno de los varones pareció agradarle la idea hasta que Liaw recapacitó. Ethan de seguro explotaría de la rabia porque la muchacha había elegido no tenerlo como guardaespaldas.
—Es cierto Ethan. Deja que yo la cuide hoy. —Manteniendo el contacto visual con su hermano, sostuvo a Charleen por los hombros deslizando suavemente sus manos, acción que no era percatada por ella, pero que desde un punto de vista externo se notaba como una sinuosa caricia.
—Me da igual —masculló el mayor de los guerreros, entrando a la habitación y cerrando con un fuerte portazo.
Estaba molesto, de verdad que lo estaba. Liaw lo sacaba de sus casillas nuevamente. ¿Por qué lo hacía?: Simplemente para fastidiarlo. Como nunca había podido superarlo en el combate físico, lo retaba donde más le dolía; siempre había sido así. Si él hacia un amigo, Liaw se hacía amigo del mismo niño; si Ethan posaba los ojos en alguna mujer para pasar la noche, Liaw los posaba en la misma; incluso se había adelantado a apropiarse de la espada de su padre y ahora buscaba arrebatarle a su compañera de viaje. Generalmente no le daba demasiada importancia los estúpidos juegos de Liaw, pero en esa ocasión, sentía que había sobrepasado los límites. Charleen lo había elegido a él como guardaespaldas, él le había salvado la vida más de tres veces, él la protegía de los mindag, él la había besado primero.
Ya era suficiente, acabaría con el infantil juego de Liaw. No le iba a dejar arrebatarle a Charleen.
Debido a la demora en la actualización, mañana subiré otro capítulo :D
Lean también mi otra novela: Los sueños secretos de Sophie, hoy subo el último capítulo
Y para quienes sean de Bolivia. Recordarles que este libro lo podrán comprar en la Feria del Libro de La Paz, y el día viernes 9 estaré dando una conferencia en la Feria, les confirmaré la hora. Y el lunes 12 a las 11:00 estaré en Cochabamba, dando una conferencia en el Encuentro de escritores de literatura fantástica. Hay cupos limitados así que les aconsejo ir :D
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