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En busca del barco


Resultaba extraño para Charleen pasar la noche sin Ethan cuidando la puerta de la habitación, sino, teniéndolo a su lado en la cama. Ya había dormido junto a él, pero no de esa manera, lo que demostraba que eran una pareja realmente.

Ethan no era de palabras, creía suficiente expresar sus sentimientos con acciones. Y daba por hecho que Charleen lo comprendía.

— ¿Sabes? Mi mundo era realmente pequeño antes de conocerte —exhaló en un suspiro. Ethan le besaba el cuello y la mandíbula, tomándose su tiempo, comenzando tortuosamente como siempre—. No me arrepiento de absolutamente nada. Las cosas se descontrolaron un poco con mi padre, pero realmente necesitaba verlo y echarle en cara lo que había hecho. En fin, mañana encontraremos el tesoro y luego tú vas a enseñarme otros lugares ¿no es así?

—Ahora quiero enseñarte algo de placer, pero no paras de parlotear. Cállate.

—Solo intento conversar un poco contigo.

—Yo intento tener sexo.

—Puedo hacer ambas cosas a la vez.

—Yo no, hablaremos en otro momento —dijo besándola en la boca para que se callara. No era que no le interesase lo que le dijera, pero solo podía concentrarse en una cosa en ese momento. Se sentó de piernas cruzadas sobre la cama y la levantó con una mano, la hizo rodearlo con las piernas y la penetró a tiempo que volvía a besarla, acallando sus gemidos. Charleen se desahogaba clavándole las uñas en la espalda, abandonando el mundo real, despojándose de sus pensamientos y dejando la mente en blanco para dar paso únicamente a sus sentimientos, que como una brasa que cobra intensidad, creció desde su estómago hasta su cabeza. Ethan le producía eso, haciéndola considerar después si es que no usaba algún tipo de hechizo que la obligaba abandonarse completamente y no desear otra cosa en el mundo más que fundirse con él.

Se mantuvieron en la misma postura después del clímax. Ethan la rodeó con un brazo y la apoyó contra su pecho. En esos momento podía más que nunca palpar sus sentimientos, Charleen se convertía en un ser transparente que le permitía ser descifrada a la perfección.

— ¿Por qué tienes tanto miedo?

—No tengo miedo —elevó el rostro y dejó de asirse a él con las piernas.

—Estás insegura respecto a mí.

Con cuidado se separó de él y se recostó de nuevo en la cama, enredando los dedos en el cordel de su collar.

— ¿Me amas? —Volcó la atención hacia la ventana—. Porque yo creo que te amo.

— ¿Crees?

—No, bueno... sí te amo, pero no quería sonar desesperada. Quería que lo dijeras antes.

Le devolvió la atención. Ethan se recostó a su lado y con el dedo índice y pulgar la agarró del mentón y la obligó a mirarlo; juntó su frente con la de ella y habló con seguridad:

—Te di mi marca. Eso te convierte literalmente en la dueña de mi vida.

—No estás respondiendo a mi pregunta —se encaprichó. Iba a sacarle de la boca sus verdaderos sentimientos.

—Darte mi marca es más grande que decir te amo. Creí que estaba claro —dijo confundido. No la entendía, hacía absolutamente todo por ella y Charleen aún tenía dudas respecto a sus sentimientos.

—Pues no lo está. Los humanos no somos así. No damos por hecho que alguien nos ama, o que es nuestra pareja sin haberlo hablado antes.

Ethan la soltó y miró al techo con una mueca de sufrimiento.

—Es porque son complicados y hablan demasiado. Pero si te hace sentirte segura: te amo. —Volcó hacia ella, esperando que fuese suficiente. Y lo fue. Charleen le regaló una sonrisa transparente y no volvió de decir nada—. Tonta humana, siempre termino cumpliendo tus caprichos.

Abby parecía un poco cansada en la mañana. Ella y Liaw ya desayunaban. Sobre la mesa habían bocadillos dulces de todas las clases, bollos y pan caliente; sándwiches de jamón y frutas picadas en forma de flor.

— ¿De dónde sacaron toda esa comida? —preguntó Charleen tomando asiento frente a la joven de cabello plateado.

—Nos la regaló el dueño de la posada, tampoco va a cobrarnos la estadía. Por Abby —respondió Liaw con la boca llena.

Ethan se les unió, sentándose torpemente como siempre.

— ¿Cómo es que Abby le regalan todo? —Charleen untó una tostada con mantequilla e indecisa pensó cual jugo se serviría primero.

—Tontas supersticiones de los humanos —contestó Ethan—. Creen que las unuas de cabello y ojos plateados son algo así como diosas que pueden traerles buena suerte o cumplirles deseos.

—Sí, en lugar de ésta debimos viajar con Abby. —Liaw señaló a Charleen despectivamente y ella le contestó con una patada por debajo de la mesa. Liaw no la sintió y se rió disimuladamente.

Ethan lo ignoró y acomodándose un poco mejor se dispuso a comer también. Charleen comía sin mucha elegancia, pero los otros tres atacaban como fieras muertas de hambre, incluso Abby, quien ya había comido el doble que Charleen y parecía seguir con hambre. Ya iba por su tercera manzana, saboreándola con gusto y chupándose los dedos para no desperdiciar el dulce jugo que resbalaba, bostezando de rato en rato.

— ¿No dormiste Bien? —Charleen interrumpió el ruido de cubiertos y mordisqueos.

—Ninguno de los dos, ciertas personas hacían mucho ruido —Liaw los miró de reojo.

—Mentira —reclamó Charleen—. No hicimos ruido, solo en cierto momento se rompió la cama.

Antes que Liaw soltase algún pervertido comentario Ethan se explicó.

—La maldita cama no estaba bien construida y no aguantó mi peso. Se rompió una pata mientras dormíamos.

—No fue lo que escuché.

—Lo que quieres es saber si anoche hicimos el amor. —Despreocupadamente Charleen dio el último sorbo a su jugo de fruta y se limpió las manos en una servilleta. Ya estaba llena y lista para iniciar la búsqueda.

—Ya sé que lo hicieron, quiero saber cuántas veces lo hicieron —preguntó con morbosidad, levantándose del asiento y asegurando la espada a su cadera.

—Quince veces, ¿por qué? ¿Envidioso?

— ¡¿Quieren dejar de hablar de eso frente Abby?! —los interrumpió Ethan. Harto de que Charleen le siguiera a Liaw su juego infantil.

—Oye no soy una niña —protestó Abby —. Yo sé cosas.

— ¿Has tenido relaciones con ese imbécil? —Ethan buscaba un pretexto más para despedazar a Neil durante su combate.

—Claro que no. Aún soy pequeña... para hacerlo, no para escuchar al respecto.

Charleen cruzó las manos detrás de su nuca y se adelantó. Ahora los tres hermanos discutían en su idioma, y aún si lo hubiesen estado haciendo en español, no le importaba lo que decían.

Era casi de madrugada y les faltaba recorrer un corto trayecto hacia la costa. La humana no podía más con la emoción. Si encontraba el tesoro, todas las metas con las que había abandonado su monótono pueblo estarían cumplidas. Había vivido miles de experiencias, incluso el amor; había encontrado a su padre y se había desahogado, había descubierto una raza diferente de personas y había vivido muchas aventuras, hasta había enfrentado la muerte en un par de ocasiones. Después de ese día, Aishla podía cortarle el cuello y moriría sin arrepentimientos.

Ethan y Liaw conocían el trayecto de memoria. Se alejaron de la costa concurrida por humanos que jugaban en la arena y los puertos de barcos pesqueros, que regresaban rebosantes de pescados gigantes y mariscos, los suficientes para alimentar a Ithia. Bordearon la playa hacia donde las olas chocaban contra las rocas. El cielo azul parecía un tanto más opaco en esa zona y Charleen tuvo una extraña sensación. Era más que un Déjà vu. Había estado en ese lugar antes y no solo en sueños. Sintió un ligero escalofrío mientras a lo lejos divisó el risco. Estaba deteriorado y arriba había un faro. No era una construcción humana, era similar a las construcciones unuas que abundaban en Selo. El faro era alto y delgado, tan blanco que parecía nuevo, e iba adornado con filigranas plateadas.

Recordó su sueño, y de pronto la pesadilla se le cruzó por la cabeza. En su mente vio claramente el rostro frío e inexpresivo de Ethan, carcomiéndola con la mirada y desenvainando la espada para atravesarla con ella. Quiso olvidarlo de inmediato. Solo había sido una pesadilla causada por el temor que Ethan le causaba antes, o eso creía que era.

—Este es el lugar —corrió hacia un viejo y mohoso puerto de madera, que amenazaba con derrumbarse, crujiendo bajo el peso de la chica.

Charleen se abrazó de un poste, igual de mohoso. Ese era el lugar exacto de donde observaba a sus padres durante el sueño recurrente.

—Éste es —repitió incrédula.

El viento ondeó su largo cabello, Ethan la observó alejado un par de pasos. Como un flash le vino a la cabeza la pesadilla. Vio a Charleen como una pequeña niña de siete años, con el viento y el agua alborotando su cabello mientras lloraba con desesperación. Se vio a si mismo caminar hacia ella, voltearla bruscamente y acabar con su vida clavándole su espada en el abdomen, sin cavilaciones.

Volvió a la realidad de golpe. Tenía a Charleen de frente a él, agarrándola del brazo. Sintió una sacudida y una horrible sensación hizo a su estómago un nudo. Respiró agitadamente un par de veces y la abrazó de forma protectora.

—Nunca voy a hacerte daño, nunca. —Su afirmación tembló un poco, cargada de miedo.

—Lo sé —dijo Charleen.

Abby corría con los pies descalzos sobre el polvo de nácar que cubría esa zona y Liaw observaba a su hermano con cierta sospecha. No sabía exactamente qué pasaba, era extraño. ¿Cómo había visto Charleen ese lugar en sueños? Los humanos no podían ver premoniciones, no de una forma tan clara, y Charleen no parecía tener ningún tipo de habilidad especial para la magia.

—El mar está sereno. Podemos nadar hacia allá. —Señaló una gruta—. El barco tiene que estar ahí adentro.

Bordearon el lugar hasta el risco y descendieron. Un humano común no habría sido capaz de tal proeza, para los unuas resultaba una hazaña sencilla. Ethan bajó a Charleen hasta cierto punto. El agua inundaba la cueva y si querían buscar algo debían sumergirse.

La humana recordó los tiempos en que buceaba por la costa de su pueblo rescatando libros del barco hundido. Eso seguramente sería igual. Bajo la mirada vigilante de los unuas, hinchó sus pulmones de aire y se sumergió. Abrió los ojos en el agua salada. Mientras más descendía más oscuro se tornaba. Cuando no pudo ver más regresó a la superficie. Pronunció un hechizo y creó un haz de luz en la palma de su mano. Tomó aire y descendió de nuevo.

—No va a encontrar nada —dijo Liaw.

—Ya lo sé, pero ella vino a buscar un barco ¿no? Que lo busque.

La quinta vez que Charleen subió a la superficie, la frustración comenzaba a aparecer.

Liaw dormía sobre las rocas y Abby apoyaba la cabeza sobre una mano, totalmente aburrida. Ethan la vigilaba con hastío.

—No es posible, bajé hasta lo más profundo y no veo nada. El barco es enorme, se supone que debería verlo.

Liaw despertó y se sentó.

— ¿Cuándo piensas decírselo? —le preguntó a su hermano.

— ¿Decirme qué?

—Que nunca vas a encontrar el barco.

—Si voy a encontrarlo. —Salió del agua exprimiendo su cabello —. Si ustedes me ayudaran en lugar de estar ahí mirando ya lo habríamos hallado.

—No voy a mojarme por buscar algo que no está aquí desde hace siglos.

Ethan lo miró acusadoramente, para que se callara.

— ¿De qué hablas? —Charleen suavizó su tono.

Liaw se levantó sacudiéndose el pantalón. Ethan miró hacia el horizonte, ya era más de media tarde. Consideró que ya era suficiente. A Charleen le había dado el gusto de encontrar el lugar de sus sueños y bucear.

—Vámonos, le dijo queriendo agarrarla de la mano.

Charleen lo rechazó furiosa.

— ¡No! No me iré hasta encontrarlo. ¡Yo sé que existe! Tal vez este no es el lugar exacto. Solo déjenme...

—Charleen. No vas a encontrarlo, ya lo encontraste, hace tiempo. —Ethan la agarró a la fuerza y la tiró hacia arriba.

—No entiendo.

Ethan suspiró y se sentó de nuevo. Ya era hora de explicarle a Charleen como había realizado la búsqueda en vano y que no existía tal tesoro.

— ¿Recuerdas lo que te contó Biako? Acerca de su pueblo.

—Sí.

— ¿No te diste cuenta entonces?

— ¿Darme cuenta de qué? Su pueblo fue atacado y él transportó su barco a la costa de mi pueblo, para proteger los libros —recordó, pensando qué tenía que ver con el barco que buscaba.

—Sí, los libros, su gran tesoro. ¿Sabes cómo se llamaba el barco? —le preguntó, Charleen negó comenzando a entenderlo todo y reflejando la decepción en su mirada —. Se llamaba Carelen —es una palabra difícil de pronunciar para los humanos, por eso lo cambiaron a Charleen.

—No, Ethan, no es posible. La leyenda dice que era un barco pirata que encontró una ciudad de oro y no pudo cargar con todo lo que había robado.

—Ese es el problema de la tradición oral —se metió Liaw—, la gente tiende a tergiversar las historias y acomodarlas a su gusto. Cuando Biako, Freya y Jhan llegaron a Ithia, Selo era la ciudad más rica del continente. Entre los humanos corrió el rumor de que era una ciudad de oro. Estábamos en conflictos bélicos en ese entonces y atacaron las embarcaciones. Los humanos pensaron que se trataban de piratas, no quisieron entender que se trataba de una nación unua nómada. Los barcos se hundieron, pero transportaron él más importante hacia la barrera del oeste. Ahí sabían que estaría a salvo. Supongo que después de eso los humanos fueron deformando la historia y escribieron la canción. —Supuso, esa era la respuesta más lógica, aunque en un principio él también había creído que se trataba de un barco diferente, con la aclaración de Ethan el día anterior y una noche de cavilaciones, llegó a la conclusión más obvia.

— ¡¿Me están diciendo que vine a hasta aquí a buscar algo que ya había encontrado hace tiempo?! —gritó incrédula.

—Sí, ¿no has escuchado eso de que las cosas que queremos a veces están más cerca de lo que pensamos? —dijo Liaw con tono sardónico.

Charleen lo calló con su mirada cargada de odio. Se arrodilló y se cubrió la cara, decepcionada.

—Adiós a las toneladas de oro que servirían para construir mi mega biblioteca —añadió lanzando una concha al agua.

Ethan ase aguantaba de reír. Durante el viaje se había dado cuenta, pero por algún motivo no quería decepcionarla, Charleen se veía tan feliz viviendo en esa ilusión que él también se contagiaba de su alegría.

Después de un minuto de silencio, Charleen sonrió y luego rió abiertamente también.

—Los humanos sí que somos tontos. El relato tenía muchas fallas históricas, no sé cómo no lo tomé en cuenta. Me basé en el estúpido sueño que tenía.

Eso todavía era algo que preocupaba a Ethan. El sueño recurrente de Charleen y el que habían compartido, que finalizaba de una forma trágica.

Abby hizo notar su presencia gritándoles que se fueran de una vez. Ya había tenido demasiado de los humanos y estaba ansiosa por volver a casa.

Liaw apartó a Charleen un momento y le habló en susurros.

—Tú y yo teníamos un trato. Debías darme la mitad de ese tesoro o te llevaba con el General de Fiso.

— ¿Pues sabes cuánto es la mitad de nada? ¡Nada! No hay tesoro, no puedo dártelo.

—En ese caso, no cumpliste. —Sonrió torcidamente.

—No vas a llevarme de vuelta. Ethan no te lo permitirá —aseguró con prepotencia.

—En algún momento va a descuidarse. Un trato es un trato y no quiero manchar mi reputación. Le prometí al General de Fiso que te llevaría con él.

Charleen pateó el suelo. Se puso nerviosa, ¿de verdad Liaw era capaz de llevarla con Emmet? Eso sí sería un grave problema. Ethan regresó y la agarró de la mano para que no se quedara rezagada. Charleen se tranquilizó. Ethan de verdad no iba a permitirlo.

— ¡Abby! —En la playa Neil los esperaba, vestido prolijamente con su uniforme, de brazos cruzados y con el ceño fruncido—. ¿Cómo saliste sin permiso? Es peligroso —la regañó. Abby infló los cachetes de forma infantil.

—Está con nosotros, no es peligroso —intervino Ethan, fulminándolo con la mirada.

— ¿Cómo se les ocurre salir de paseo en momentos como éste? ¿No les bastó dejar a Selo desprotegido por años? Estamos en conflictos ahora y de nuevo los supuestos líderes de la ciudad no están —les reprochó.

—No fastidies. —Liaw lo hizo a un lado, empujándolo con asco.

—Tranquilízate Neil —Abby protestó—. No hay peligro de nada. Si lo hubiera lo habría sentido. Aishla no está ni a cien kilómetros de distancia. No seré tan fuerte como tú, pero también soy una guerrera. ¡Y no te pertenezco! Tú me perteneces a mi ¿Lo olvidas? —Le señaló su marca—. ¡Así que calmado chico! —Lo señaló como un perro y acto seguido lo agarró de la mano y lo jaló, incentivándolo a adelantarse para discutir en privado.

Neil se detuvo y dio media vuelta hacia los otros guerreros.

—El veintiuno yo tomaré tu lugar y me haré cargo de la ciudad de la forma que debe ser —le avisó a Ethan.

Quiero decirles que a quienes les gusta Después de Clases, estén atentos que tengo una MEGA sorpresa! así que no se olviden de seguirme.

Gracias por leer. Recuerda que lo único que recibo a cambio por escribir son tus votos y comentarios así que no dejes de hacerlo. 

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