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El plan de Ethan

Extenuada, Charlen se echó de estómago sobre la arena y disfrutó del paisaje. Lo había hecho, de nuevo se había entregado a Ethan, esta vez con mejores resultados. Sentía que se había quitado un peso de encima y el oxígeno circulaba mejor por sus pulmones. Cerró los ojos y sonrió cuando Ethan comenzó a delinear su espalda con un dedo. Él estaba ahí, seguía a su lado, en ese momento no necesitaba más.

—Ethan ¿soy tu pareja? —Con más confianza y tranquilidad fue capaz de preguntárselo.

—Sí —respondió seguro, sin dejar de delinearle la columna.

— ¿Desde cuándo?

—Desde antes que nacieras.

Juntando las cejas Charleen se volteó a mirarlo.

—Es complicado. —Le sonrió exhalando y recostándose a su lado, con la vista hacia el cielo—. Yo aún lo estoy comprendiendo.

Había tanto que no entendía, y por primera vez no se molestó en buscar un porqué, volvió a su cómoda posición y lo olvidó todo, relajándose con los sonidos de la naturaleza, tan diferentes a los de la costa donde vivía.

—Si hubiera un lugar en el mundo donde sería capaz de vivir por mucho tiempo sería aquí —comentó.

—No nos quedaremos demasiado —dijo Ethan—. Haré lo posible porque no haya una guerra, o que al menos ésta termine pronto. Sí no la hay, nos quedaremos aquí hasta que acabe el invierno, en primavera iremos hacia Kadry, me dijiste que querías conocerla; y al año ya veremos, podemos dar una vuelta por el continente.

Los planes de Ethan le hicieron despertar dos cosas al mismo tiempo: un deseo incontenible por realizarlos, seguir viajando y conociendo lugares tal como había soñado toda su vida; y también despertó su lado racional que la regresó a la realidad. ¿En qué estaba pensando? Debía partir de regreso a su pueblo máximo el mes entrante si quería llegar a tiempo para su boda. Hubiera o no una guerra esa era su obligación.

Con un innegable gesto de preocupación se incorporó alcanzando la parte superior de su ropa.

— ¿Qué sucede? —Ethan pudo sentir el cambio de emociones en ella.

—Nada, es que... pues. —No podía hablar, miró a Ethan a los ojos y decidió decírselo, confesarle que se había ido de su pueblo buscando una aventura antes de casarse con el General de Fiso. Tal vez Ethan entendería, y de seguro Emmet también. Todo era cuestión de regresar a Helianto, explicarle a Emmet que no podía cumplir con su trato y que tampoco podían obligarla a nada.

—Charleen. —La interrumpió, agarrándola de esa forma posesiva que le hacía erizar la piel—. ¿Hay algo que te impide estar conmigo? Parece que siempre intentas poner una excusa: o escapas cuando te beso o intentas evitarme.

Las fuerzas la abandonaron y el valor también, se mantuvo erguida solo porque él la sostenía. Cerró los ojos y sonrió sinceramente.

—No Ethan, no hay absolutamente nada. Solo fue un cambio drástico en mis planes, es todo.

— ¿Estás segura? —preguntó con mucha seriedad.

Charleen asintió con firmeza y se dejó manejar. Ethan la recostó con cuidado frente a él. Le puso la mano sobre el pecho, sintiendo las palpitaciones de su pequeño corazón. Se concentró sólo en ese sonido. Sabía lo que tenía que hacer, en teoría, la práctica se realizaba solo una vez en la vida y ese era el momento. Le pidió que se concentrara también en el sonido de su corazón y Charleen pudo ver en ese instante como la marca de Ethan se disolvía en un menudo polvo plateado y flotaba la escasa distancia entre ambos para volver a formarse sobre su pecho izquierdo.

Su corazón bombeó una fuerte carga de energía a todo su cuerpo. Por el contrario, Ethan sintió algo de debilidad, aun así se mantuvo cerca de ella, agarrando oxígeno con rapidez.

Charleen sintió su cuerpo temblar un momento y luego una exuberante calidez. No podía creerlo, Ethan al final lo había hecho, le había entregado su marca y ella era ahora literalmente la dueña de su vida. Todavía más, se dio cuenta que estaba comprometida con dos hombres al mismo tiempo.

Freya pudo observar lo ocurrido momentos después de que sucediera. Las puertas del templo le permitían ver el pasado y el futuro. El futuro estaba lleno de posibilidades, millones de ellas y era difícil predecir cual se llevaría a cabo, mas el pasado era siempre uno, inmodificable. Sonrió satisfecha, por fin había sucedido.

— ¿La traigo? —preguntó Gael, quien observaba un par de pasos alejado de ella, cruzando cómodamente las manos tras su cabeza.

—No, todavía no. Charleen aún tiene asuntos que resolver. Esperaremos al veintiuno. No quiero apresurar las cosas —ordenó—. Hay otras prioridades. ¿Dónde está Kari?

—No lo sé, le ordené que trajera a Charleen hace un día, en cambio salió del territorio. Y se llevó predicciones con ella.

— ¿Le entregó las predicciones a Sahori antes de irse? —preguntó con preocupación, confirmando sus sospechas.

—No, no se las llevó a Sahori, se las llevó consigo. Será mejor que hables con Sahori, creo que Kari las traicionó a ambas.

—Es pronto para saberlo —añadió. Con un movimiento de su mano la puerta se cerró desvaneciendo la imagen. Bajó las tres escaleras que bordeaban las puertas y dejó a Gael solo en la penumbra.

— ¡Apúrate Ethan! Eres demasiado lento —le gritó avanzando ágilmente entre unas gigantes hojas verdes. Tenía muchísima más energía que antes y también se sentía algo más fuerte y rápida, su collar brillaba con más intensidad que antes, lo que le hizo suponer que su habilidad con la magia de seguro había incrementado también. Al ser una humana los cambios por tener la marca de Ethan no eran demasiados, pero en un unua, el conseguir la marca de otro significaba un considerable incremento en sus poderes, era por ese motivo que buscaban siempre guerras y conflictos contra enemigos a los cuales podían vencer y hacerse de su marca.

—No empecemos. —Ethan se recuperaba de a poco. Debía acostumbrarse a haber perdido algo de su poder.

—Esto es genial. —Charleen puso las manos sobre su cadera—. Ya veo por qué Valia busca tantas marcas. Ahora puedo manipularte como quiera, Abby me enseñó un hechizo. —Ansiosa por probarlo puso la mano sobre la marca y pronunció: Delasi.

De inmediato el corazón de Ethan se detuvo un segundo y cayó al suelo de rodillas, apretándose el pecho con una mano para mitigar el dolor.

— ¡Mierda, no es un juguete! —Se recuperó de inmediato y le dio alcance.

—Lo siento. —Ahogó su risa.

—Maldita niña, cómo se me ocurrió darle mi marca.

—Porque me amas —dijo arrogante—. Oye, ¿por qué las mujeres no le dan su marca a los hombres? —preguntó corriendo el trecho que Ethan se había adelantado.

—Porque somos imbéciles —protestó en murmullos—. Es porque las mujeres y los hombre somos diferentes. Cuando peleamos por demasiado tiempo, los hombres perdemos la consciencia, nos enfocamos tanto en la batalla que actuamos por puro instinto, como animales —reconoció—. Nos ponemos violentos y somos muy peligrosos para cualquiera que esté cerca nuestro, no distinguimos amigo de enemigo. Mi padre decía que ese era el estado correcto en el que deberíamos luchar siempre y que los sentimientos interferían en que lleguemos a ese estado antes. Desde siempre los guerreros unuas han tenido una seyu, o sea una mujer dueña de su marca. Si entramos en ese estado de pérdida de consciencia, nuestra seyu nos ayuda a regresar a la normalidad. Primordialmente esa es su función. Si no pueden controlarnos deben acabar con nuestra vida.

— ¿O sea que mi función es controlarte si en algún momento pierdes la razón y te conviertes en una máquina asesina?

—Por así decirlo.

— ¡Genial! Aunque me hubiese servido el día que invocaste millones de dragas que casi nos cenan —le reclamó, recordando el momento en que Ethan había estado por perder su parte racional.

—Posiblemente.

Tres días fueron el tiempo suficiente para que Ethan se recuperase y pudiesen volver, esperando que las cosas en Selo estuviesen más tranquilas.

Charleen guardó en su memoria los hermosos paisajes que había visto. La serenidad de las aguas del lago, los exóticos y mágicos animales que los unuas habían traído de sus tierras siglos atrás y ahora habían hecho de la superficie terrestre su nuevo hogar, creando un nuevo ecosistema; las plantas, enormes e impresionantes, con flores que cambiaban de color de acuerdo a las condiciones del ambiente y por supuesto sus experiencias personales. Nada era igual. Oficialmente era la pareja de Ethan y no se arrepentía de haber aceptado esa condición.

Realmente quería permanecer a su lado, además que a diferencia de Emmet, Ethan le permitiría cumplir sus sueños a plenitud. Le enseñaría el mundo y vivirían aventuras, y cuando se sintiese lista y segura, realizarían el rito de unión, lo cual podía suceder en meses o años; no importaba, contaban con absolutamente todo el tiempo del mundo.

— ¡Tú! ¡Ya iba a ir a rastrearte y a traerte en pedazos por dejarme aquí solo! —Los recibió Liaw en cuanto cruzaron el límite de la selva.

— ¿Te divertiste? —preguntó sardónico. Liaw estaba rojo de la furia y apunto de desenvainar la espada. Charleen pasó la vista del uno al otro sin darles importancia.

— ¿Qué anda mal con todos? Me piden cosas, ¡demasiadas cosas! Sobre todo el representante de los humanos, me pregunta que si quiero decoración para el día de agradecimiento, ¡yo qué diablos sé de decoración! ¡Nunca hemos decorado, pero insiste en hacerlo! Un par quiere entrenar conmigo para retarme el veintiuno por mi puesto en la Legión y Sahori me fastidia con lo de mi marca —se quejó.

—Al menos no te persiguen con un montón de mocosos para que los entrenes.

—Es cierto —se tranquilizó pensándolo—. Es raro, pensé que habría algún niño dispuesto a ser mi discípulo.

—Nadie con algo de cerebro dejaría a un ser vivo a tu cuidado, menos a un niño.

— ¿Por qué no? Podría convertirlo en un mini-yo, un ser creado a mi imagen y perfecta semejanza.

—Sí, otro imbécil que le entregue su marca a Valia —dijo Ethan tomando a Charleen de la mano para alejarse de Liaw y sus ideas extrañas.

— ¡No te vayas! —reaccionó Liaw y lo jaló del hombro. Ethan cayó de espaldas, aún tenía cierta debilidad—. Ya se la diste... Interesante —comentó dándose cuenta que su marca ya no estaba. La vida amorosa de su hermano no le importaba en lo más mínimo así que dejó pasar el tema—. Tenemos entrenamiento ahora. En la arena principal.

Ethan se levantó a regañadientes. Volcó los ojos y le dijo a Charleen que podía acompañarlos. Por un momento la joven se emocionó, luego cambió de parecer. Esa era una buena oportunidad para escapar de Ethan y dirigirse hacia la ciudad de los humanos en la capital de Ithia. Su misión no la había olvidado.

—Ustedes vayan, yo quiero dormir —les avisó y tomaron rutas separadas.

Charleen cambió el curso cuando no sintió a Ethan cerca. Caminó a paso apresurado por un largo sendero hacia el límite del escudo, el lugar por donde habían llegado. Gracias a que ahora poseía al marca de Ethan, podía distinguir lo que parecía una gigantesca cortina de agua que de una perfecta forma semi circular cubría toda la ciudad de Selo, incluido el lago, la montaña y gran parte de la selva.

Dio un paso y atravesó el escudo y de pronto se vio en el mismo lugar donde estaba antes.

— ¡Ay no! —protestó y lo intentó de nuevo.

—Los humanos no pueden salir, en realidad nadie puede salir sin autorización. —Abby apareció a su lado, asustándola como siempre.

—Necesito salir de la ciudad.

—Pídele permiso a Ethan, y Sahori o yo te abriremos un espacio.

— ¿Tú puedes dejarme salir? —preguntó en voz baja.

—Bueno... sí, pero solo si Ethan o Liaw me lo ordenan —dijo dubitativa.

—Por favor, necesito salir, pero nadie debe enterarse. Tengo que visitar alguien en Ithia, pero Ethan no me dejará.

—No puedo hacer eso, van a regañarme —determinó.

— ¡Por favor! —exclamó algo enfadada—. ¿Siempre haces todo lo que se te ordena? ¿En verdad eres tan aburrida?

— ¡No! —se molestó, Charleen había tocado su orgullo—, ¿Qué gano dejándote salir? A mí me harán hacer trabajos forzados como castigo.

A Charleen se le ocurrió una idea, Abby no solo era orgullosa, también ingenua y eso jugaba a su favor.

— ¿Entonces qué tal si vienes conmigo? Me dijiste que querías conocer la ciudad de los humanos. Yo puedo llevarte y haremos que la culpa recaiga sobre mí.

Abby lo consideró, era una oferta tentadora. Sahori estaba tan ocupada que de seguro no se daría cuenta de su salida, y Ethan se enfadaría con Charleen dejándola a ella tranquila.

Disimulando su entusiasmo aceptó. Corrieron hacia la habitación de Ethan para ponerse ropa adecuada para los humanos y se dirigieron al lugar más alejado del escudo, donde nadie las descubriría escapando.

Cumplo con mi promesa! gracias por todos los comentarios, de verdad me alegran mucho el día y ayudan a que esta historia crezca, así que no dejen de comentar y votar y ya saben todas esas cosas. Un beso inmenso! 

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