El plan de Charleen
Tras algunas averiguaciones, encontraron las arenas de pelea de ese nuevo pueblo que visitaban. Al igual que en el anterior, su economía giraba en torno a las apuestas y las peleas.
—Recuerden el plan —les dijo Charleen mientras dejaban a Ethan cerca a la mesa de inscripciones. A partir de ese momento, debían pretender que no se conocía.
Liaw estuvo a punto de rodear con un brazo a Charleen y llevarla hacia las graderías, mas Ethan cambió de planes a último momento. Lo alejó ágilmente de la muchacha y la abrazó como si fuera su pareja.
—Cambio de planes, tú pelea primero —le dijo en su idioma, mofándose de él.
Liaw gruñó y se puso a la fila, Ethan le había intercambiado el lugar cínicamente.
—Liaw decidió que quiere dar un espectáculo, es mejor actor —le explicó a la confundida muchacha.
Con cuidado la tomó de la mano y le ayudó a acceder a un asiento. Charleen pensaba que eso era parte de la actuación de Ethan así que le siguió el juego.
Después de un par de combates, un musculoso luchador salía victorioso y esperaba a su próximo contrincante. Era el turno de Liaw, quien ya estando ahí, decidió divertirse un rato. La campana sonó y empezó el combate. Liaw esquivó un par de golpes con extrema lentitud y recibió un par fingiendo sentir dolor.
— ¿Qué está haciendo? —preguntó Ethan.
—Lo que tú debiste haber hecho, le da ventaja al otro y finge dificultad en la pelea. Lo está haciendo emocionante.
El grito excitado de la multitud retumbaba en las paredes del lugar. Liaw estaba dando un magnífico espectáculo. Su contrincante se cansaba, ya lo había golpeado incluso con una silla y el guerrero no caía. Liaw vio que era hora de dejar de perder el tiempo. Fingió recibir un último gancho en el estómago y atacó con mediana velocidad. Golpeó reprimiendo su gran fuerza al rostro del luchador, intercalando puñetes con la mano derecha y la izquierda, haciéndolo retroceder. Antes de acorralarlo contra la reja, finalizó con una patada en el estómago. Levantó los brazos en señal de victoria dando cortos brincos.
—Payaso —masculló Ethan, a su lado, Charleen gritaba de la emoción—. Fue una pelea falsa ¿de qué te emocionas?
—Fue entretenida.
Liaw sabía ganarse al público y se divertía fingiendo en los combates. Era implacable, de eso no había duda, y pronto, todas las apuestas comenzaron a volcarse en su favor, justo lo que Charleen esperaba.
— ¡¿Algún otro retador?! —gritó el réferi, Liaw ya había acabado con todos los inscritos y como había pasado con Ethan, nadie se animaba a combatir contra él.
—Es hora —avisó Charleen, ya había localizado a sus víctimas: un par de hombres de pinta acaudalada que habían estado apostando grandes cantidades de dinero a favor de Liaw en los últimos combates—. ¡Ja!, te apuesto que tú podrías vencer a ese luchador —le dijo a Ethan en voz alta, para que los hombres la escucharan.
— ¿Tú crees? —respondió irónico. Charleen le lanzó una advertencia con la mirada, era su turno de actuar bien. Ethan entornó los ojos y dijo entre dientes—: Claro que no amor, no soy tan fuerte.
—Sí lo eres, deberías retarlo, ¡no me casaré contigo si no te animas a retarlo!
—Ay, pobre de mí... —cruzó los brazos con desgana.
Como esperaban, llamaron la atención de los hombres acaudalados.
—Hazle caso niña, no seas cruel. Ese luchador es invencible, vas a quedarte viuda antes de tiempo —se burlaron.
Charleen pretendió enfadarse y se abrió paso entre la gente sentada en las gradería hasta acceder a ellos.
— ¡Por supuesto que no! mi novio es más alto y en nuestro pueblo era el más fuerte.
Los hombres y sus acompañantes rieron.
—Liaw ha vencido a los luchadores más grandes de la arena. Son cosas de hombres, no entenderías, mejor ve a cocinarle la cena a tu novio.
Charleen se enfadó en serio.
— ¿Ah sí? ¿Pues qué tal una apuesta? ¡Les apuesto doscientas piezas de oro a que mi novio vence a ese luchador!
Ethan puso una falsa cara de espanto e intentó disuadir a Charleen con una forzada actuación.
—No amor, esa es tu dote, mejor vámonos.
— ¡No! ¡Ve y pelea y más te conviene no perder la dote o no hay matrimonio! —Le señaló la arena con autoridad.
Riendo, los hombres aceptaron la apuesta, sería el dinero más fácil que hubieran ganado. A falta de retadores, en la arena se habían tomado un receso. Liaw firmaba autógrafos y vendía besos a las jóvenes que contemplaban el espectáculo; algunas eran novias de los otros luchadores, quienes no se animaban a reclamarle a Liaw por pasarse de listo con sus mujeres.
—Hay un nuevo retador —le avisó el réferi. Ethan ya estaba listo para la falsa pelea... o no tan falsa. Aprovecharía de rendir algunas cuentas con su hermano menor.
— ¡Tú puedes amor! —gritó Charleen.
—Tu novio es muy apuesto.
Charleen se sobresaltó al escuchar una agradable voz femenina. No recordaba que hubiera nadie a su lado, no obstante a su derecha, estaba probablemente la mujer más hermosa que había visto en su vida. Tenía el rostro de una adolescente, pero el cuerpo de una estilizada y fina mujer. Ojos negros de mirada profunda hacían juego con su cabello azabache recogido en una cola alta. Lucía demasiado sensual y delicada para ser una campesina, pero no lo suficientemente provocadora o vulgar para ser una prostituta.
—Pues sí... es bastante apuesto —reconoció aún asombrada por la belleza de la joven.
—Y es muy fuerte también, debe ser un guerrero, igual que tu otro amigo —dijo de forma amigable, mirando atentamente a la arena de combate. La pelea ya estaba por dar inicio.
Charleen reaccionó con sorpresa. ¿Cómo se había dado cuenta esa joven de que Liaw era amigo suyo? Antes de decir nada fue interrumpida. La joven le extendió la mano y se presentó con una risueña sonrisa.
—Me llamo Kari.
Charleen le extendió la mano presentándose también, examinándola con duda y cierto temor. La campana atrajo su atención hacia el atractivo central del lugar. Ethan sostenía una macabra mirada que a Liaw no le agradó.
—¿Recuerdas cuando éramos niños y papá me hacía golpearte una y otra vez para entrenarte en resistencia? Esto será igual —dijo Ethan en unua, arrancándole a su hermano un gesto de temor.
Liaw atacó primero, con mucha fuerza, por supuesto no lo iba a dejar. Recordaba perfectamente esos sádicos entrenamientos, donde su hermano mayor lo usaba como a una bolsa de boxeo y su padre le gritaba que aguantase como un guerrero.
—Olvídalo. Solo me lanzaré al suelo cuando tú estés por caer primero, desangrándote —respondió a tiempo que golpeaba a Ethan en el pecho, impulsándolo contra la malla metálica. Esta, al no ser lo suficientemente resistente para aguantar el peso más la fuerza y velocidad con la que el cuerpo del guerrero había estrepitado, se dobló a punto de romperse.
El auditorio quedó en completo silencio, jamás algo así se había visto en esa arena de pelea. Para tal hazaña, la fuerza del luchador debía ser sobrehumana.
— ¿Así que no vamos a andarnos con juegos? —Ethan escupió a un lado y se incorporó, como si el golpe no lo hubiese sentido en absoluto, causando todavía más asombro en el auditorio.
—Qué rayos les pasa —murmuró Charleen, temiendo que los orgullosos hermanos terminasen tomándose en serio la pelea y arruinándolo todo.
—¿Por qué te sorprende? es su naturaleza, ese par de idiotas no sirven más que para pelear, tu jueguito ilegal va a acabarse —dijo Kari con tono aburrido, hablando como si conociese a los guerreros de toda la vida.
Charleen volcó su atención a la mujer de su lado, mientras Ethan y Liaw intentaban matarse a golpes.
— ¡¿Quién rayos eres?! —reclamó saber, a punto de sacar sus pistolas.
Kari la observó de reojo y luego rió.
—Aparentemente, quien tendrá que poner el orden aquí. —Se levantó con el pecho en alto y pose vanidosa. Charleen intentó seguirla inútilmente, Kari se había deslizado con tanta agilidad entre la multitud que llegó al borde del escenario en un parpadeo.
En ese mismo segundo, Charleen notó por el rebote de la luz en el rostro de la muchacha, las mismas marcas que Liaw y Ethan lucían.
—Es unua—reaccionó intentando abrirse paso entre la gente para advertirle a sus compañeros.
Poco a poco los golpes subían de intensidad. Al principio ambos retenían sus fuerzas, pero luego iban liberando más y más energía. Liaw estaba consciente de que debía perder, no sin antes darle una buena lección a su hermano mayor, bajándole el ego.
Ethan siempre se había creído el más fuerte, y lo era, pero ya había rozado el punto en el que estaba cansado de que se lo echara en cara.
— ¿Qué pasa hermanito? ¿Es todo lo que tienes? Pensé que te había enseñado mejor —se burló después de haber recibido una patada en el estómago.
— ¡Ya es todo! ¡No me importa que perdamos las apuestas! —Liaw gritó abalanzándose contra él.
Ethan lo retuvo haciéndole una llave alrededor del cuello.
—Vas a dejar ese estúpido juego de seducir a Charleen, o voy matarte —le advirtió, golpeándolo en el estómago repetidas veces.
Liaw usó la fuerza de su espalda para levantarlo y hacerlo caer. Ambos respiraron un momento y se encontraron justo al centro del ring. Ethan agarró los puños de Liaw e intentó empujarlo para atrás; Liaw pisó con fuerza para no ceder. Por la fuerza ejercida, el piso de cemento se resquebrajó bajo sus pies. Una enorme grieta se fue extendiendo hacia las graderías y fue ahí cuando el público comenzó a temer por sus vidas.
Las rajaduras crecían como una telaraña y las paredes comenzaban a ser víctimas del resquebrajamiento. Parte del tejado improvisado comenzó a caer y la gente salió corriendo de la arena. Charleen intentaba abrirse paso entre la multitud que la empujaba.
— ¡Ethan! —gritó, siendo empujada violentamente por la horda aterrada. Estaba prisionera de la multitud y casi no recibía aire.
Ethan comenzaba a perder la consciencia, involucrándose de lleno en su combate. El escenario había desaparecido para él y ni siquiera Charleen se le venía a la mente.
Apretó los nudillos de Liaw casi hasta partirlos y lo lanzó a un lado, rompiendo por completo la malla de seguridad y estrellándolo contra la pared opuesta. El impacto causó un ligero temblor y el lugar comenzó a venirse abajo.
La gente terminaba de salir arrastrando a Charleen hacia el exterior. Finalmente logró entrar de nuevo, liberándose de la gente y cayendo al suelo, pudiendo ser víctima de una estampida humana. Se cubrió la cabeza con ambas manos, pero de pronto todo se silenció. El dije de su collar brilló con intensidad y comenzó quemarle el pecho.
Levantó la vista, los escombros del techo parecían haberse detenido en el aire. Y tanto Ethan como Liaw permanecían en su lugar, estáticos, haciendo fuerza para recuperar la movilidad. Lo sintieron: la magia fluyendo en todo el recinto ¿Cómo no lo habían notado antes? Todavía sin poder mover el cuerpo, buscaron con la mirada.
Kari los observaba sardónica. Flotando frente a ella, escrita con una bellísima luz dorada, había una palabra en idioma unua. Poco a poco se fue desvaneciendo y al mismo ritmo los guerreros recuperaron el control sobre sus cuerpos.
—Kari... maldita bruja —masculló Liaw, enfadado, la joven había osado interrumpir su pelea.
— ¿Qué haces aquí? —Ethan apareció tomándola del cuello de un instante al otro.
Charleen recuperaba el aire y observaba con preocupación. No sabía si la tal Kari era mindag u otro miembro de la Legión. En cualquier caso, ni a Ethan ni a Liaw les hacía gracia el verla ahí.
—Evito que hagan el ridículo —respondió prepotente, convirtiéndose en un fino polvo plateado y materializándose de vuelta un par de metros alejada de Ethan—. Bueno, creo que llegué tarde para eso... son un par de imbéciles que ponen en riesgo a los humanos.
—Claro... y como a ti los humanos te interesan tanto... —ironizó Liaw, apareciendo a una increíble velocidad junto a su hermano.
Charleen no entendía lo que hablaban, pero se impresionaba, era la primera vez que los veía usar tan libremente sus habilidades físicas y mágicas. Se movían tan rápido que parecían teletransportarse.
—Sigues siendo una miserable bruja que solo se preocupa de sí misma —continuó.
—Y tú sigues siendo un patético payaso cuya existencia es risible —le respondió con la misma repulsión.
—Pues eso es verdad —consideró Ethan.
Liaw le preguntó con gesto de qué lado estaba.
— ¿Te mandó Freya, no es así? ¿Qué es lo que quiere? ¿Qué vio en el templo? ¿Por qué rayos quiere matarme? —la interrogó el mayor, acercándose con un paso.
—Lo que vio no puedo decírtelo, solo que eres una amenaza para todos. Lo que sí, es que ya no te quiere muerto, al menos no por ahora. Debes llegar vivo a Ithia. Así que tendré que contenerme de meter mi mano en tu pecho y arrancarte el corazón —dijo enseñando los dientes.
Los varones rieron, ya estaban acostumbrados a las amenazas de Kari, quien nunca se daba por vencida, tenía muy en claro su objetivo en la vida: matar a los dos legionarios de Ithia por ser los responsables de la muerte de su pareja: Drake.
— ¡A él no puedo matarlo! ¡Pero a ti sí! —furiosa, desenvainó su espada y apuntó al cuello de Liaw.
El guerrero se preparó con un aire burlesco. Ethan intentó desenvainar su espada y se dio cuenta que estaba desarmado. Tendría que ser una pelea sin armas. No quería ayudar a Liaw, menos le parecía justo un combate de dos contra uno, pero le iba a sacar información a Kari de una vez por todas.
Inesperadamente, la guerrera brincó a seis metros sobre las cabezas de Ethan y Liaw, y con una grácil y sofisticada pirueta, aterrizó junto a ellos, blandiendo su espada y atacándolos.
Los guerreros esquivaron el ataque. Mientras la mujer arremetía contra Liaw, Ethan la agarró. Le torció el brazo hacia atrás y con el otro rodeó su cuello. Kari perdió su arma, pero en un movimiento, logró escabullirse entre los musculosos brazos de Ethan. Casi flotando por el aire, se alejó, sabía que su fuerte eran los combates a distancia.
— ¡Starigi! —pronunció.
Un mandala plateado se formó bajo sus pies y los escombros y trozos de metal que se encontraban dispersos por el suelo se levantaron y se dirigieron como proyectiles hacia los guerreros.
Liaw los esquivó moviéndose hacia un costado. Ethan se cubrió con ambos brazos y con un bloqueo los dispersó.
— ¡Falci! —Kari juntó las manos en forma de rezo y alrededor de su delgada cintura se formó un anillo de bruma verde. El anillo se expandió como una onda, creciendo a mucha velocidad y cortando todo a su paso, antes de detenerse a escasos milímetros de la pared.
Charleen se lanzó al suelo por instinto, los guerreros reaccionaron de la misma forma, permitiendo al anillo crecer por sobre sus cabezas.
— ¡Bruja loca, destruirás todo! —Liaw gritó levantándose. Apareció junto a ella y con un golpe la elevó por los aires.
Kari se incorporó con la frente sangrante, dispuesta a continuar la pelea.
Charleen estaba indecisa: o salía corriendo de ahí y los dejaba arreglar sus asuntos, o intervenía de alguna forma. No cabía duda que Ethan y Liaw eran mucho más fuertes y veloces que Kari, pero ella era más ágil y su carencia de fuerza física la suplía con su extraordinario uso de la magia. Con sus ataques no permitía que los guerreros se le acercasen demasiado para hacerle daño. Y sin armas, la situación se complicaba para ambos.
Charleen seguía de espectadora, deleitándose con una magnifica batalla que ni siquiera hubiera sido capaz de imaginar. Las marcas brillando en los cuerpos de los guerreros eran excelsas, el poder de los músculos de Ethan se lucían, y la belleza de Kari ornamentaba las escenas. Deseó inmensamente ser como ella en ese momento. La apariencia frágil y delicada de Kari no tenía relación alguna con su fuerza y determinación. Sin duda era un ser sobrenatural. Era tan liviana que sus pies apenas llegaban a tocar el suelo, parecía un ángel sin alas que danzaba hipnóticamente en el aire. Charleen espabiló, de nuevo se perdía en la majestuosidad de los unuas.
— ¿Cuándo mejoró tanto? —Liaw le preguntó a su hermano, sorprendido por la increíble mejora en las habilidades de la guerrera, quien antes de su partida, era el miembro más débil de la Legión.
—Eso qué importa, voy a agarrarla y a retorcerle los brazos hasta que me diga qué quieren Freya y los mindag.
—Sabes que eso no te lo diré nunca, tengo órdenes de no hacerlo, y este combate es personal, una vez que haya rendido cuentas con Liaw, le pediré a Freya que me permita personalmente arrancarte las entrañas.
—Veremos cuántas entrañas puedes arrancar sin la mitad de tu cabeza —dijo Charleen, apretando los cañones de sus pistolas contra la nuca de Kari.
Tan concentrados habían estado los unuas en su batalla, que la insignificante presencia de la humana no se había advertido.
Kari abrió los ojos sintiendo el frío metal contra su cabeza. La muchacha estaba tan lista y dispuesta a disparar que ni su máxima velocidad alcanzaría para escapar. Estaba cansada y su magia no era suficiente en ese momento para desaparecer y materializarse metros atrás. Esa era una habilidad que podía usar una vez cada cierto tiempo y ya la había desperdiciado escapando de Ethan.
Antes de realizar un movimiento para dominar a la humana. Ethan pronunció "preni" y un par de aros de luz roja apareciendo alrededor de las muñecas y tobillos de la unua, aprisionándola con fuerza y segando su magia.
—Decenigi —alterada pronunció el conjuro para liberarse. Nada sucedió.
Ethan se arrodilló frente a ella, sonriendo victorioso.
—No funcionará. Es un truco que me enseñó mi madre. —Con un brazo la levantó y la acomodó sobre su hombro—. Patético... una chiquilla humana venció a un miembro de la Legión, tendré que hablar sobre esto con los otros, tal vez el incluirte en el grupo fue una decisión muy apresurada.
— ¡Imbécil! ¡Espera a que Gael se entere!
— ¡Ya cállate! —Liaw la pegó en la frente y a Charleen le propició un suave golpe en el hombro como felicitación—. ¿Y qué haremos ahora?
—Nos la llevaremos hasta que hable. Debemos irnos antes que los humanos lleguen.
— ¿Antes que lleguen? ¡Están afuera! ¿Es que son idiotas? Llamaron la atención de toda la región...
Ethan lanzó a la joven a los brazos de su hermano, no iba a cargarla ni a soportarla. En compañía de Charleen recogió sus armas y con una sombría actitud le habló colgando la espada a su espalda.
— ¿Qué te dije sobre meterte en mis peleas? No vuelvas a hacerlo.
La humana pateó el suelo y le reclamó cruzando los brazos.
— ¡Dos contra uno no es justo! ¡Eres un cobarde! Y aún así esa chica los estaba destruyendo, los habría matado. De nuevo te salvé la vida, ¡oh magnífico guerrero!
—Tiene razón —la apoyó Kari, colgada de estómago sobre el hombro de Liaw.
El guerrero volteó muy cerca de una columna, golpeando fuertemente la cabeza de su rehén para que se callara.
—Ups, perdón.
—Espera a que me suelte... —masculló injuriando y padeciendo de dolor.
Mil gracias por leer y comentar!!! l@s amo!
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