El juego de Dante
Charleen corrió tan rápido que sus pulmones ardían. El camino se le hacía largo, demasiado largo y la horrible mirada de ese sujeto no abandonaba su mente.
Se detuvo a tomar aire ¿cuánto faltaba? La música no se escuchaba y con Ethan se había alejado apenas unos metros del baile. Miró a su alrededor y no distinguió el lugar. Era otro parque, uno de los que había visto al llegar, donde se formaban los laberintos. No se explicaba cómo había aparecido a kilómetros de distancia.
Buscó la salida, eso era producto de la magia. Tal vez Ethan la había alejado con algún conjuro. Corrió hacia la entrada del parque, las rejas se cerraron solas. Intentó abrirlas, pero estaban trancadas. Con desesperación sacudió la reja, era demasiado alta para saltarla.
Un ligero sonido metálico sonó a sus espaldas. Extrañada, volteó. Dos horrorosas criaturas la esperaban. Bajo elegantes armaduras reconoció un enorme ojo rojo y piel negra. Eran dragas, unos muy pequeños, del tamaño de un perro.
De entre su ropa sacó una pistola, afortunadamente llevaba una con ella, así como su daga. Sin pensarlo dos veces le disparó a una de ellas, pero la bala chocó contra la armadura de titanio.
Las criaturas parecían furiosas, mas no atacaban de golpe como hacían normalmente los dragas. Daban la escalofriante sensación esperar algo, una orden, que alguien les diese el pie para atacar. Detrás de ellos apareció un guerrero desconocido. Su cabello era castaño oscuro como el de Ethan y sus ojos de un verde intenso. Sus labios formaban una sonrisa maquiavélica y la mantenía fija en la muchacha.
—Hoy vas a jugar con mis mascotas, pequeña. ¿Te gustan los perritos? —Se mofó, sonando cruel y retorcido—. Como necesitan ejercicio te daré ventaja: cinco segundos para que corras. Cinco... —Comenzó.
El corazón de Charleen palpitó con fuerza, el pavor se apoderó de ella. Corrió por puro instinto de supervivencia hacia el laberinto. No había otra opción, ese guerrero sin duda la había llevado ahí para que sus dragas la persiguiesen mientras buscaba escapatoria entre las confusas paredes de matorrales.
—Cero... vayan a comer pequeños. —Terminó la cuenta regresiva y sus mascotas corrieron con impresionante velocidad tras la joven.
Aishla había creado un escudo alrededor de Ethan y él, para que nadie viese ni escuchase su pelea. Ésta había comenzado de inmediato. Chocaban sus espadas con tanta velocidad que si hubiese habido un espectador no habría percibido los movimientos, y empleaban tanta fuerza que saltaban chispas, sus pies se hundían en la tierra al recibir un ataque y las armas no se rompían solamente porque estaban fabricadas en un metal especial creado por los alquimistas.
Ethan giraba semi agachado para agárralo desprevenido, pero Aishla brincaba a una impresionante altura para esquivarlo. Volvió a atacar, esta vez con un golpe frontal. Aishla lo cubrió con su espada. Ethan lo hacía retroceder, Aishla se protegía de cada ataque, se defendía. Ethan comenzó a percatarse. Aishla no lo atacaba como siempre, con ese impulso asesino que lo caracterizaba, lo dejaba atacar y se cubría, solo se cubría... lo estaba distrayendo.
Ethan frenó su ataque, su contrincante esbozó media sonrisa, sabía que ya se había dado cuenta, pero era muy tarde. Dante de seguro ya había matado a la muchacha.
El escudo invisible desapareció, la música volvió a escucharse. Parecía que habían hecho un corte temporal, la vida de los humanos continuaba en completo desconocimiento de lo que acababa de suceder. El guerrero pelirrojo desapareció en una bruma negra y espesa, tal como había aparecido.
Ethan lanzó un grito de frustración, de nuevo lo habían hecho caer en una trampa. Se sentía estúpido, Charleen corría un grave peligro, eso si no estaba ya muerta.
Los dragas no producían sonido, lo que los hacía más peligrosos. Charleen intentaba esconderse entre los confusos pasadizos que se veían todos iguales; necesitaba un poco de tiempo para pensar. Esas criaturas eran diez veces más rápidas que ella, escapar era inútil, debía acabarlas de otra forma.
Se quitó las botas de taco alto para poder moverse con mayor facilidad y caminó pegando la mano a las paredes del laberinto. Un leve chirrido metálico llamó su atención. La interceptó uno de los dragas, y enseguida el segundo le dio alcance. Retrocedió lentamente. Las criaturas la acechaban, listas para brincar.
Las imágenes de Ethan peleando contra cientos de esas criaturas en el bosque llegaron a su mente y le dieron una idea para derrotarlas. Los dragas siempre saltaban sobre sus presas, y la armadura de éstas en particular, no parecía tener pechera.
Alistó su arma con las manos temblorosas y esperó. Cuando la primera criatura saltó sobre ella disparó por sobre su cabeza y se lanzó al suelo, girando a un lado para que no cayera sobre ella. Respiró agitada, orgullosa, la había derrotado, solo quedaba una.
El draga herido se retorcía en el piso, manchando la piedra con su sangre negra. Su compañero lo mordió en el cuello y le destrozó la yugular. Evitando su sufrimiento.
Su ojo rojo se centró en su presa, parecía enfadado.
Charleen le apuntó al ojo y disparó, mas el draga esquivó el tiro, apareciendo justo detrás de ella. Esa criatura parecía inteligente. No atacaba por instinto, evaluaba la situación, lo que la volvía más letal y peligrosa que cualquier draga de mayor tamaño.
La joven sostenía la pistola con ambas manos, preparada para atacar de nuevo. Esta vez, la criatura no saltó sobre su cabeza, sino a un costado y con habilidad le arrebató la pistola de las manos, lanzándola a un lado para atacar sin peligro.
Al verse desamada y completamente vulnerable, sacó la daga que sujetaba con una correa en su tobillo. Tenía miedo y temblaba, las manos le sudaban y reconoció ese momento como su final. Al menos moriría defendiéndose. De pronto lo recordó. Ya en una ocasión se había librado de cientos de dragas incendiando un bosque. Podía hacer lo mismo con los matorrales. Estando a punto de pronunciar la palabra "Farjo", Liaw descendió delante de ella, con su espada en mano.
— ¿Dónde está Ethan? —le preguntó manteniendo la concentración fija en la criatura.
—En el otro parque, un sujeto de cabello rojo apareció ¿Cómo llegaste aquí?
—Sentí una presencia desagradable y la tuya cerca, pero no la de Ethan, por eso vine a ver qué pasaba.
— ¡Pues pasa que un maniático tiene dragas de mascota y me lanzó dos!
—Dante... ¡¿Dónde estás?! ¡Voy a matar a tu repúgnate bicho si no apareces!
Como invocado. El dueño de las criaturas apareció. Miró con cierta pena a su mascota muerta y la otra se aproximó a él, como un perro que consuela a su amo.
— ¿Por qué tienes que ser tan aguafiestas? —le preguntó a Liaw en su idioma, de nuevo, Charleen no comprendía nada. Ya recordaría pedirle a Ethan que le enseñase a hablar unua, o como se llamase su idioma—. La niña y yo estábamos jugando.
— ¿Qué quieren con ella?, tú fuiste quien mandó a las medusas ¿no? ¿Por qué coleccionas monstruos tan asquerosos como tú?
—Di lo que quieras, voy a matarte primero y luego a la mocosa, o tal vez me divierta con ella un rato, por atreverse a matar a mi draga. Tú la conoces mejor, ¿qué crees que le duela más? ¿Que le corte los miembros, o que mis criaturas se la coman viva?
—Yo voy a ser quien te corte los miembros. —Ethan aterrizó delante de ellos.
— ¿Dos contra uno? Y a Ethan no debo matarlo... en verdad son aguafiestas. Nos veremos cuando estemos en igualdad de condiciones. —Dio media vuelta y se desvaneció junto al draga.
— ¿Estás bien? —Ethan la agarró del brazo revisándola toscamente.
— ¡Voy a estar bien cuando me digan quiénes son esos sujetos y qué quieren conmigo!
Los varones cruzaron miradas, de verdad le hubieran querido dar una respuesta convincente, pero no la tenían.
—Son Aishla y Dante. Son mindags —dijo Liaw.
— ¿Mindags? ¿Tiene algo que ver con los unuas?
—Son unuas —intervino Ethan—, de un grupo especial. No tienen nación, son nómadas y siempre tenemos altercados con ellos, pero de verdad no sé qué quieren contigo.
—Pues algo deben querer, o con ustedes, pero ¿por qué me quisieron matar? ¡Que se las agarren con ustedes! ¡Yo no les hice nada!
—Bien, ya estoy cansado de esto. Contacta a la Legión, ellos quieren matarme, los mindag quieren matarla a ella, es lógico que estamos en medio de una disputa entre ambos. —Ethan se alteró. La situación le ponía los nervios de punta.
—No puedo contactarlos, tengo tanto contacto con ellos como tú. Solo los vi hace un año en el templo de Foris, quedaron de acuerdo en eso de eliminarte y nada más. No sé qué tienen que ver Charleen y esos payasos en todo esto.
Ethan se calmó. Debía ver todo con frialdad.
—Charleen, hasta que no sepamos qué quieren contigo no te alejarás de mí, ni un segundo. Dormirás en mi habitación y no irás sola ni al baño.
Charleen protestó, no pensaba perder lo poco de intimidad y privacidad que le quedaba, aunque por otro lado, tenía miedo. Un grupo de guerreros sanguinarios la querían muerta y Liaw y Ethan eran su única protección.
Ethan la agarró por ambos hombros y caminó poniéndola al frente. No esperaba un segundo ataque tan pronto, pero siempre debían estar prevenidos.
— ¿Creen que sea seguro volver a la posada? —Charleen no quería demostrarlo, pero era un manojo de nervios. La mirada fría e intimidante de Aishla le daba la impresión de acecharla todavía, y el solo recordar escapar por los angostos pasadizos del laberinto mientras los dragas la perseguían, la hacía temblar.
—No volveremos a la posada —avisó Liaw, con su tono alegre cortó la tensión del momento—. Conseguí un mejor lugar y es gratis.
— ¿A quién mataste? —le preguntó Ethan.
—A nadie. —Se ofendió.
Los dirigió dos cuadras arriba, donde Orietta lo esperaba con su carruaje.
— ¡Liaw! ¿Qué sucedió?, me preocupaste. —La joven saltó a abrazarlo, como si fuese una conocida de toda la vida—. ¿Éstos son tus sirvientes? —preguntó con inocencia.
— ¡No somos sus sirvientes! —Ethan se alteró, ya suponía que Liaw había inventado cosas sobre ellos.
—Es mi hermano Ethan, ella es Charleen y... pues viene con él —dijo despreocupado, molestando a Charleen.
—Forasteros... —soltó mirándolos de arriba a abajo, notando sus ropas sucias por la batalla—. Genial, serán mis huéspedes el tiempo que quieran. —Sonrió simpáticamente.
—Cuál es la trampa —Ethan no se creía que un desconocido los invitase con tanta cordialidad sin algún interés de por medio. A Charleen no le importaba, estaba tan cansada que hubiera aceptado incluso si un vagabundo le hubiese ofrecido compartir su caja de cartón.
—Eres desconfiado, me agrada eso en un hombre —dijo seductoramente, acariciando la barbilla de Ethan.
—Oye, nada de tocar a otros cuando estás conmigo. —Liaw la alejó celosamente y subió al carruaje.
De mala manera Ethan accedió. Tal vez esa mujer le estaba pagando a Liaw por una noche.
Charleen no dejaba de contemplar a la hermosa mujer. Se sentía en cierta forma intimidada. A diferencia de ella, Orietta era una aristócrata refinada. Su vestido estilo victoriano era pulcro y elegante y su cabello recogido en canelones se veía tan perfecto que no parecía natural. Era como una muñeca en tamaño humano, con ojos grandes y azules de revueltas pestañas y unas pequeñas nariz y boca que le daban un aire delicado a su delgado rostro.
— ¿Qué tanto me miras? —Atrajo la atención de la muchacha.
—Nada, lo siento. —Esquivó la mirada, no quería ser descortés con quien le ofrecía cama y comida gratis.
—Dime Charleen: ¿Cómo conociste a estos dos? —Se reclinó hacia adelante para tomarle la mano, el camino a su residencia era largo y quería pasar el tiempo conversando con la joven.
—Pues... —Miró a sus acompañantes, como ninguno le prestaba atención prosiguió—. A Ethan lo conocí en mi pueblo y luego quedamos de acuerdo en viajar juntos a Ithia, después nos encontramos con Liaw en el camino.
— ¿Mi precioso Liaw? Lo siento, pero creo que te robaré a tu compañero de viaje. —Acarició el rostro del guerrero con picardía—, pero supongo que con Ethan ya tienes suficiente, no es bueno ser acaparadora.
— ¡No! —reaccionó—. Ellos y yo no tenemos nada, ni con Ethan, ni con Liaw y menos con los dos, quédate con quien quieras —negó eufóricamente, tornándose nerviosa.
— ¿De verdad? —Se sorprendió—, ¿Viajas con estos hermosos hombres y no tienes nada con ninguno de los dos? ¿Ni siquiera sexo ocasional?
— ¡No! menos eso —reaccionó más alterada.
Los varones se hacían a los disimulados, divirtiéndose interiormente por la incómoda situación en la que se ponía su amiga.
—Qué desperdicio. —Hizo un mohín y miró por la ventana, ya llegaban a su destino.
Casi era de madrugada así que las luces de los faroles aún permanecían encendidas. Descendieron sobre un camino, frente a una hermosa y lujosa casa de piedra, como la mayoría de construcciones de la ciudad. Innumerables ventanas con arcos de madera permitían el ingreso del sol al interior, y un tejado rojo cubría el techo. Hiedra verde y bien cuidada ocultaba parte de la fachada.
En el interior, un jardín central con fuentes destacaba aún con las luces artificiales, las habitaciones de la casa estaban situadas alrededor. Pasillos con grandes arcos permitían que se pudiese pasear bordeando el jardín.
Los sirvientes abrieron y acomodaron una de las habitaciones de huéspedes, sus pertenencias habían sido mandadas a traer de la posada. Una sola cama matrimonial se encontraba contra la pared del fondo.
— ¡No voy a dormir contigo en la misma cama! —le avisó a Ethan.
— ¿Para qué quiero yo dormir contigo? —Hizo un respingo—. Además voy a hacer guardia. Abrió el armario, como los sirvientes les habían indicado tenían ropa y toallas limpias. Le lanzó un par a Charleen y vigiló la puerta del baño con recelo.
La muchacha se aseó nerviosa, tanto porque Ethan percibía todos sus movimientos, como por el miedo de que Dante o Aishla regresaran.
—No va a pasarte nada. —La calmó Ethan cuando la vio salir vestida únicamente con un preciso y corto camisón de satín. Se aproximó a asegurar las ventanas y cerrar las cortinas antes de que la muchacha notase cómo la miraba.
—No tengo miedo —aseveró orgullosa, metiéndose entre las sábanas de seda.
Temblaba, no podía evitarlo, pese a que Ethan le inspiraba confianza. El guerrero rebajó la luz, para tener visibilidad completa de la habitación y se sentó contra la puerta.
Charleen se moría de sueño, mas éste se rehusaba a tomarla y transportarla. Decidió conversar con su compañero hasta caer rendida.
— ¿Ethan qué es la Legión? —Ya en un par de ocasiones había escuchado a Liaw y Ethan hablar sobre ella y antes de dormir decidió despejar la curiosidad.
— ¿Recuerdas que te dije que hay tres naciones unuas? —Charleen asintió—. Si bien Ithia es la más grande, las otras son igual de poderosas. Nuestra raza es netamente guerrera, siempre buscamos cualquier pretexto para pelear e iniciar guerras. No tenemos gobiernos o monarquías igual que los humanos, nos basamos en las jerarquías militares, pero para asegurar que las tres naciones tengamos ejércitos en igualdad de condiciones y una nación no absorba a las otras, la Legión se encarga de equilibrar el poder militar, asegurar la paz o declarar la guerra, ya sea entre nosotros o contra los humanos. La Legión está siempre compuesta por seis personas, los dos mejores guerreros de cada nación. Liaw y yo somos los legionarios de Ithia. Pero hace un tiempo que no cumplo con mis obligaciones y por algún motivo a los otros cuatro se les ocurrió matarme. Al parecer voy a turbar la paz o seré peligroso. No estoy seguro y Liaw tampoco.
—Entonces eres más poderoso de lo que pensé... ¿Cómo eligen a los mejores guerreros?
—Es fácil saber quién es el más fuerte, pero hay varias formas de pertenecer a la Legión. Una es cuando un miembro muere, entonces su mejor discípulo toma su lugar. Otra forma es cuando un guerrero se cree mejor que alguno de los legionarios, entonces lo reta a combate; si lo vence toma su lugar. Y una tercera forma es cuando un legionario muere y no tiene algún sucesor, entonces la Vade de la nación lo elige.
— ¿La Vade? —cada vez oía más términos y nombres extraños, parecía que nunca aprendería todo sobre los unuas.
—La Vade es la hechicera más poderosa, quien canaliza con más fuerza el poder de Aion, cada nación tiene una. Ella se encarga de mantener un escudo protector alrededor de las naciones, para evitar que entren intrusos. Además es una especie de embajadora, se encarga de asuntos diplomáticos con los humanos y otras naciones.
—Vaya... tengo tantas cosas por aprender...
—Ya tendremos tiempo, duerme, si estás cansada será más difícil protegerte.
—Primero prométeme que me ensañarás tu idioma, y a pelear, quiero ser más fuerte —habló somnolienta.
Entre sueños escuchó la respuesta de Ethan.
Orietta arrastró a Liaw hacia su habitación y él no puso la menor resistencia. De todos los hombres con los que había salido, pocos lograban llegar tan lejos, y Liaw era el único que lo había logrado en tan poco tiempo.
Entraron besándose pasionalmente y despojándose de la ropa. Se tumbaron sobre la cama y Liaw la tomó poniendo cuidado en sus movimientos, deleitándose con el aroma dulce de su piel desnuda. Con cada embestida la sentía más cerca de su corazón y de su alma, aún más cuando ella le permitió tocarla en un plano físico y espiritual. Ambos corazones latiendo al unísono y sensuales gemidos de placer que se perdían entre las paredes de la alcoba los conectaban más.
Orietta pasó su dedo juguetonamente por el pecho del guerrero, después de concluir su acto de entrega.
—Nunca había estado con un unua —dijo.
— ¿Cómo sabes lo que soy? —preguntó con cierta preocupación, recostándola de estómago sobre su pecho.
—Con los movimientos adecuados puedo hacer que un soldado me cuente cosas, incluso las que no debe. —Sonrió mordaz.
— ¿Y vas a usarlos conmigo?
—Tal vez... —Lo besó con dulzura en los labios y se levantó cubriéndose con una sábana. Sirvió dos copas de vino y le extendió una. Se recostó de espaldas con la copa entre los dedos.
Liaw tomó un sorbo y con una mano la destapó, deleitándose visualmente con el bello cuerpo de la joven. Le chorreó unas gotas de vino en el obligo y lo lamió con sensualidad.
—Me haces cosquillas. —Rió moviéndose.
Liaw subió besándola del estómago al inicio de sus pechos, luego le mordió suavemente la barbilla.
—Te amo Liaw —confesó antes de que llegase a su labios.
— ¿Esperas que te diga que también te amo?
—No, ahora no, pero ya lo harás —aseguró con confianza.
—Recién me conociste ayer. —Se echó de espaldas y la joven lo usó de almohada.
—Sí, ¿y eso qué?
Liaw rió, rodeándola con un brazo.
—Creo que ya estás ebria.
—Tal vez un poco. —Rió también, segura que Liaw lo amaría tanto como ella ya lo amaba a él.
Los sirvientes les llevaron el desayuno a la habitación en la mañana. Charleen saltó de la cama y se sentó a la mesa central del cuarto. Ethan la imitó, tomándose las cosas con más calma. Desde hacía días que no comían algo tan delicioso y abundante. La muchacha se atragantaba con pan tostado y huevos revueltos mientras Ethan bebía una taza de café, arqueando una ceja.
Al ver la forma extraña en que la Ethan la observaba, tomó las cosas con más calma, se acomodó bien en el asiento y untó un pan con mantequilla.
—Buen día —saludó sin recibir respuesta—. ¿Qué haremos hoy? —Intentó iniciar un tema de conversación.
—Nos quedaremos por hoy a que repongas fuerzas, no descansaste lo suficiente al salir del hospital.
—Porque cierta persona me sacó a tirones de ahí —reclamó, Ethan no le dio importancia a sus palabras—. Ethan, estaba pensando... —Comenzó nerviosa—. Anoche ese sujeto Dante me transportó del parque donde estábamos a uno muy lejano ¿es posible que lo haga de nuevo? ¿Transportarme lejos?
—No. —Tomó otro sorbo—. No te transportó en realidad, no tenemos esa habilidad. Creó un agujero en el parque donde estábamos, una especie de portal. Lo atravesaste al escapar. No lo sentí de inmediato, pero cuando finalicé mi pelea con Aishla me di cuenta y lo atravesé antes de que se desvaneciera, por eso llegué tan rápido. —Charleen no pareció tranquilizarse con la explicación.
— ¿Pero puede crear otro portal no?
—Puede, pero me daría cuenta, se necesita mucha magia para un hechizo como ése, y si estás cerca de mí es imposible que no me percate, debería transportarnos a ambos en ese caso. Además, este tipo de portales no transportan a demasiada distancia y se desvanecen con el tiempo; debes crear la entrada y la salida, ir a ambos lugares. Dante creó la entrada en el parque, debió estar ahí antes que nosotros, y la salida en el laberinto.
Su respuesta aún no la convencía. No sabía demasiado de magia, pero con ésta cualquier cosa parecía posible, y ni en su día de máxima adicción por la aventura y el peligro, habría deseado encontrarse con los mindag de nuevo.
El guerrero suspiró y dejó su desayuno de lado. Revisó en un joyero que yacía sobre el tocador y tomó un collar y un dije sencillo.
Charleen se aproximó a ver qué hacía cuando un brillo salió de las manos del guerrero. Ethan cerraba los ojos y concentraba su poder en el collar. Al abrir las manos, descubrió el dije, el cual había cambiado. Ahora parecía un pequeño cristal con forma de una gota de agua. Colgó la cadena alrededor del cuello de la muchacha y el dije adquirió un color violeta intenso.
—Cambia de color de acuerdo a la magia y a las auras de su alrededor. Si hay un objeto o hechizo poderoso cerca, empezará a brillar con más intensidad. Si eso sucede, no te muevas de tu lugar y llámame.
La joven lo tomó con entusiasmo entre sus manos, maravillada por el precioso objeto.
—Gracias Ethan, es hermoso.
—Es para tu protección, no lo tomes como un obsequio. Tal vez se desintegre en unos días, le pediré a Liaw que lo mejore. —Regresó a su asiento para continuar desayunando.
Charleen lo miró sospechosa y se acomodó nuevamente en su lugar.
—¿Sabes?, he notado algo. Cuando se trata de magia confías más en Liaw ¿No eres tan bueno como él no? —preguntó con suspicacia.
Ethan la apuntó con frialdad.
—Soy mejor que él en todo, solo no estudié tanta magia. Los niños de mi raza estudian ciencias y magia hasta los diez años, más tiempo si es que van a dedicarse a eso. Yo me concentré en mi entrenamiento físico y fui a la guerra cuando tenía siete años, aprendí la magia necesaria para atacar y defender, el resto de tonterías como ésta. —Señaló el dije—, no me son de utilidad.
La joven se quedó con "ir a la guerra a los siete años" grabado en su mente. Ethan no había tenido infancia, no imaginaba a un niño tan pequeño peleando en combate y arriesgando su vida. Seguramente por eso era tan frío y odioso en ocasiones; tal vez, nunca se había divertido. Le causó algo de pena el considerarlo. Pese a todo, Ethan era amable compasivo a su manera, a lo mejor, necesitaba vivir todo lo que le habían negado de pequeño.
Liaw dio el visto bueno al dije y le prometió a Charleen que éste no se desintegraría nunca. La joven se alegró, no sólo por tener una alarma colgada del cuello, sino, porque quería conservarlo como recuerdo por siempre, tanto de sus aventuras, como de Ethan. Le dolía pensar que al regresar a su pueblo posiblemente no volvería a verlo nunca.
Despejó la negatividad y fue a encontrarse con Orietta, lo mejor era vivir el presente, el futuro era incierto y preocuparse por lo que pasaría le quitaría la emoción al momento.
Orietta la esperaba en la sala, tomando té mientras acariciaba a su mascota, uno de los animalillos que abundaban en la zona "Talis", según Charleen había averiguado.
—Ven cariño. —Orietta la llamó con una mano—. Ustedes pueden irse. —Lanzó una mirada de desprecio a los dos guerreros, quería conversar en privado con Charleen.
—Yo no me muevo. —Ethan se cruzó de brazos y se plantó en la puerta, retando a quien quiera que se animase a intentar moverlo.
Orietta gruñó, ese hombre en verdad era terco. Enganchó su brazo al de Charleen y caminó con ella bordeando la mansión, con su mascota siguiéndolas de cerca. A Ethan y a Liaw les puso una restricción de siete metros para que caminaran detrás de ellas.
— ¿Cuánto vas a quedarte? Podemos ir por la ciudad de compras y de paso te presumo.
— ¿Presumirme? —Charleen no encontraba nada en ella que fuera presumible.
—Sí, a la gente de aquí le gusta hablar a mis espaldas, que si tengo amantes, que si recojo forasteros... me da importancia sabes, al menos no se olvidan de mí. Acá la gente es muy cerrada y arcaica, creen que una mujer debe pertenecerle a su marido y si enviudas tu vida debe detenerse y vivir de luto hasta pertenecerle a otro.
—En mi pueblo son similares, a la mayoría de las mujeres las obligan a casarse a los dieciocho años.
— ¿Entonces vas a casarte?
— ¡No! —Reaccionó rápido, atisbando hacia atrás para asegurarse que Ethan no hubiese escuchado—. Yo les dejé en claro que no soy un objeto y no cambio de dueño.
—Excelente. —Sonrió felicitándola—. Ojalá yo me hubiese plantado así. Mi madre me obligó a casarme a los quince años.
— ¿De verdad? —Se sorprendió, ella protestaba por entregar su vida libre a los dieciocho, no se imaginaba sirviendo a un hombre y a un hogar a tan temprana edad, siendo casi una niña.
—Sí, me cambiaron como mercancía. —Recordó con atisbos de furia, al darse cuenta relajó su expresión—. Mi familia era muy acomodada, teníamos joyerías, pero la crisis nos afectó, la gente comenzó a darse cuenta que antes de joyas con mero valor ornamental, necesitaban vivienda y alimento. Estábamos al borde de la quiebra, nuestra única opción era vender las joyerías al empresario más rico de la ciudad, o crear una fusión. Para lograr dicho cometido, mi madre me ofreció como su esposa, como un obsequio esperando convencerlo. Víctor aceptó, era un desagradable hombre de ochenta años.
Liaw escuchaba con atención, aprendiendo más del pasado de esa joven. Charleen no salía del asombro. Al menos ella se casaba con un apuesto y joven General que la trataba con extrema gentileza.
— ¿Y cómo murió?
—La gente rumorea que yo lo asesiné a los dos meses de casados porque tenía un amante.
— ¿Y lo hiciste? —Se preocupó, Orietta hablaba con tanta calma que podría ser verdad.
—En cierta forma. —Sonrió con picardía—. Salía a escondidas con un apuesto jardinero, mis padres nunca lo habrían aprobado. Luego me cansé de él y lo despaché, pero eso no tuvo nada que ver con la muerte de Víctor; él...digamos que no aguantó mi ritmo y tuvo un paro cardiaco.
—Auch... —comprendió.
—Sí, lo bueno es que me quedé con todo, absolutamente toda su fortuna y sus empresas pasaron a mi poder. Mis padres insistieron en que se las otorgarse, o vendiera a los accionistas. Me creían una niña inútil que no podría manejar finanzas, al igual que toda la ciudad. Les demostré lo contrario. No amparé las joyerías de mi familia y me hice cargo de todo, aumenté las empresas de producción de alimentos a bajo precio y potabilización del agua. Los pobres me ven como a un heroína, la clase alta como una amenaza. Ahí incrementaron los rumores y la alta sociedad comenzó a vigilar cada uno de mis movimientos. Me critican por ser independiente, por no haber buscado otro hombre que se hiciera cargo de los negocios mientras yo organizo reuniones de té; sobre todo me critican por salir con una amplia variedad de hombres.
—De verdad te admiro. —Charleen se detuvo y la observó algo pasmada—. Excepto por lo de los hombres, yo prefiero no tener ningún tipo de relación con nadie, luego les agarras aprecio, te enamoras y te vuelves una estúpida que termina entregándoles su vida. Después ellos te abandonan y te destrozan. Hay que ser muy masoquista o idiota para enamorarse.
—No Charleen, por supuesto que no —se explicó—. No pienses que soy una reacia al amor. Estoy segura de encontrar al amor de mi vida, tal vez lo encuentre pronto. —Volteó hacia Liaw, sonriendo coquetamente—. Mientras tanto ¿Qué daño hace divertirse y ver las opciones? Siempre que un hombre no busque dominarme o se crea mejor que yo, es bienvenido. Aunque también tienes razón, los hombres te abandonan, por eso no debes dejar que eso pase nunca. En cuanto sospeches que van a dejarte, terminales antes, de la forma más humillante y despreciable posible, para que el resto sepa que no debe jugar con tus sentimientos —le recomendó seria, causando cierto espanto en Liaw—. Tampoco te entregues a cualquiera, si vas a unir tu vida con alguien, asegúrate que comparta tus intereses, o al menos los respete. Es triste vivir sin amor... y los hombres, aunque son brutos e insensibles y siempre quieren tener la razón, son necesarios... exquisitamente necesarios. —Finalizó mirándola directamente a los ojos.
Charleen tomó con algo de escepticismo sus palabras. Ella no quería enamorarse. Sabía que en cuanto lo hiciera sería el principio del fin y el inicio del dolor, el amor lo arruinaba todo según había atestiguado y no quería ser presa de él.
*Orietta
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Gracias por leer. Recuerda que lo único que recibo a cambio por escribir son tus votos y comentarios así que no dejes de hacerlo.
Ya les queda solo hasta mañana para participar del concurso!!!! anímense!
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