De regreso al sendero
Emmet regresó al cuartel después de su vigilancia nocturna. Uno de sus subordinados le entregó la correspondencia. Habían varias cartas para él y un par para Charleen, de Kennan y Orietta. Las guardó y se dispuso a salir cuando lo interrumpieron.
—General, un joven lo busca.
Extrañado le dio permiso de ingresar. Un muy delgado muchacho de apariencia tímida ingresó, jugueteando con un libro de cubierta de cuero entre las manos.
—Yo... ¿eres Emmet? —preguntó nervioso.
—Sí...
—Mi nombre es Lucian, debo darte esto, en realidad, debía entregarlo hace unos meses, pero me perdí en el camino, luego me asaltaron y me robaron el dinero que me habían dado los unuas así que intenté colarme en un barco, me descubrieron y estuve en prisión...
Emmet se mareaba con la velocidad a la que hablaba el chico, lo detuvo con un gesto de la mano y recibió el libro. Lucian se deshizo en disculpas nuevamente y tras recibir una paga de Emmet, salió corriendo hacia el puerto, quería regresar a casa y dejar su improductivo trabajo como mandadero de los unuas.
Tras el extraño encuentro, abrió el cuaderno y reconoció de inmediato la caligrafía de Charleen. Aquello parecía un diario, o una bitácora. Lo hojeó primero y luego se puso a leer detenidamente.
Se tomó su tiempo para regresar, había mucho que pensar. Al día siguiente era su boda con Charleen y ya no estaba seguro de qué hacer.
De pronto el caballo relinchó y se movió bruscamente tirándolo de la montura. Antes de levantarse alguien lo agarró del cuello y lo empujó contra un árbol.
—Es demasiado escotado —se quejó Charleen viendo la parte superior del vestido de novia, que dejaría expuesta la marca de su pecho.
—Siempre andas medio desnuda por la playa ¿desde cuándo un escote te molesta? Tienes senos grandes, va a quedarte bien —repuso su tía. Obligándola a probárselo.
—Pues... es distinto, no quiero que el día de mi boda todos me anden mirando los pechos, solo ponle algo, un tirante grueso, o uso una chalina.
— ¡No puedes casarte con una chalina! —se enfadó—. Voy a ver qué hago. —Le arrebató el hermoso vestido de las manos y salió de la habitación. Era su boda después de todo, Charleen tenía derecho a protestar sobre el vestido.
Con un extenso suspiro se lanzó sobre la cama. No podía creer que ya solo faltaran horas para su matrimonio. Su vida cambiaría radicalmente de nuevo y ese cambio no le agradaba. Se incorporó al escuchar la puerta, pensó que se trataba de su tía, pero era Carol.
—Mi madre dice que no te agrada el escote del vestido.
—Es muy descubierto.
—No puedo creer que sigas aquí —soltó sentándose a su lado.
— ¿De qué hablas?
—La verdad, estaba segura que no te importaría lo que pasara, agarrarías tus cosas y te irías. Tú no estás hecha para tener un hogar convencional, menos quedarte en el mismo lugar. Siempre envidié tu independencia. De hecho te envidié mucho cuando hace un año tomaste tus cosas y te fuiste sin que te importara lo que pudiese suceder.
— ¿De verdad? —se sorprendió—. Créeme que me gustaría, pero hice un trato con Emmet. Necesita casarse por esto del ejército y yo tendré el presupuesto necesario para dedicarme solo a escribir.
— ¿Eso es lo que realmente quieres? —la tomó con ambas manos y Charleen liberó un par de lágrimas.
—Lo que quisiera en verdad es seguir viajando, que Ethan me enseñe el resto del continente, vivir aventuras a su lado, escribir cada noche a la orilla de un rió y hacer el amor todas las noches bajo las estrellas. Pero eso es un sueño.
—Como digas. —Encogió los hombros—. Si yo fuera tú, o fuera la Charleen que conocía antes, esta misma noche agarraría mis cosas y no me importaría nada ni nadie más que mi propia felicidad.
Sus palabras dejaron muda a Charleen. Siempre había pensado que Carol quería que viviera una vida convencional en el pueblo. Además tenía razón... ¿qué diablos estaba haciendo? Había roto un círculo vicioso de hacía siglos de antigüedad tomando la decisión de no matar a Ethan, y ahora no podía tomar las riendas de su vida.
No necesitaba a Emmet, ni a Ethan. Ya tenía la fuerza y experiencia necesaria para valerse por sí misma. Sonrió de felicidad por primera vez en ese tiempo y corrió a los brazos de su prima, agradeciéndole hacerla entrar en razón.
Alistó su pequeño equipaje, esta vez tuvo la precaución de guardar medicinas y vendajes, escribió una carta a sus tíos y en la madrugada salió en busca de Emmet. El General no había regresado en toda la noche, pero ya debía estar en el pueblo, la boda era en doce horas y de seguro querría dormir antes de la ceremonia.
Habría sido más fácil dejarle una carta o un mensaje con Carol, pero debía hacerlo personalmente. No se sentiría bien dejándolo plantado como un estúpido en el altar, y mentir y evadir sus responsabilidades le habían traído problemas antes.
Con ropa de viaje, su bolsa y Nathe durmiendo dentro de ésta, dio vueltas por el pueblo. El caballo de Emmet estaba en la caballeriza. Siguió el sendero hacia el puerto y lo vio de espaldas, mirando el mar, estaba algo lastimado y con el uniforme maltrecho, como si hubiese tenido una pelea la noche anterior.
— ¿Qué te pasó? —preguntó aproximándose y se dio cuenta del objeto que llevaba entre manos. No podía creerlo ¿cómo había aparecido ahí su bitácora?— ¿De dónde la sacaste?
—Tú mensajero se atrasó varios meses ¿y qué importa eso? Me mentiste —dijo con un dejo de enfado poco común en él—. ¡Eres pareja de un unua! Te dio su marca, ¿sabes lo que eso significa para ellos? Nuestras relaciones están delicadas ahora, algo como esto puede traer un conflicto.
Charleen se quedó anonadada. ¿Qué andaba mal con los hombres, Ethan la dejaba por ese motivo y ahora Emmet?
— ¿Tú también? Solo fue... fue mi culpa, los engañé a ambos. Me enamoré de él y la verdad pensaba no volver. Y sí, sé que fue una decisión egoísta, inmadura y estúpida y merezco lo peor. Por eso no puedes casarte conmigo. Ambos queremos cosas muy diferentes y la verdad no tienes por qué aguantarme.
—Charleen, sabes que no iba a obligarte a nada. Solo me lo hubieras dicho.
—Ojalá Ethan me hubiera dejado explicarle. ¿Por qué hacemos esto Emmet? No me amas y sabes que no te amo.
—Tenía la esperanza de llegar a amarte de verdad y que tu sintieras lo mismo. Pero sé que no va a suceder. —Sonrió ligeramente—. Él vino anoche ¿sabías?
Charleen negó con la cabeza, extrañada, no podía creer que Ethan estuviese cerca.
—Creo que tenía la intensión de asesinarme y hacerlo parecer un accidente. Por suerte pude razonar con él.
— ¿Razonar? Él no razona ¿qué diablos quiere?
— ¿Tú qué crees? A ti. Te está esperando, si tú estás dispuesta a perdonarlo. Creo que deberías hacerlo, los unuas son tercos, pero se nota que significas demasiado para él.
Charleen sonrió nuevamente, más feliz que antes y abrazó fuertemente a Emmet.
— ¿Qué vas a decirle a la gente? —preguntó soltándose lentamente.
—La verdad, que me engañaste con un guerrero y te fugaste con él —dijo bromeando.
—Emmet eres la mejor persona que conozco.
— ¿Y qué hay del unua?
—No es tan buena persona, pero yo tampoco lo soy así que supongo que nos merecemos el uno al otro. Solo, espero que a partir de ahora seas un tanto más egoísta, deberías aprender de mí.
— ¿De qué hablas? —preguntó ayudándola a levantarse.
—Que eres demasiado bueno, en exceso, y nunca serás feliz así, solo buscas hacer feliz al resto.
—Eso no es cierto —protestó, no pensaba que en realidad fuera tan condescendiente, solo intentaba hacer lo correcto.
—Sí lo es. Te esfuerzas demasiado en hacer las cosas que crees moralmente correctas sin importarte dejar de lado tu felicidad. Como que siempre te gustó Carol, pero te hiciste a un lado porque a tu hermano también le gustaba, y cuando murió, no creíste correcto el acercarte a su viuda.
—No es así... Carol nunca me quiso, por eso... —trató de excusarse, Charleen lo calló con un corto beso en los labios, el último que le daría y continuó su camino por el sendero hacia Fiso, antes de que llegara más gente y la viesen salir del pueblo el día de su boda.
El día era perfecto y se sentía como una persona diferente, al menos una muy distinta a la inexperta campesina que había salido de su pueblo un año atrás.
Al llegar a la bifurcación de Fiso, vio a un alto guerrero sentado en una roca, manteniendo la mirada fija en su espada. Ambos permanecieron en silencio, palpando la presencia del otro a escasos metros.
—La primera vez que puse un pie en este sendero buscando alejarme del pueblo mi mundo era demasiado pequeño —dijo Charleen en voz alta.
— ¿Es una meditación o me lo estás diciendo a mí? —preguntó Ethan levantando la vista, observándola por primera vez después de ocho meses. No había cambiado nada, seguía siendo esa niña de pose altanera y aspecto frágil.
—Para mí no existes —espetó caminando de nuevo.
—Si no existiera no me responderías.
— ¿Por qué viniste? —Se detuvo y lo observó también, notando la larga cicatriz ocasionada por Dante que empezaba en su hombro y se extendía hasta el pecho. Ni con su habilidad para sanar había podido borrar la marca de Reil.
—Pasaba por aquí —respondió secamente, ciñéndose la espada.
—Ah... ¿y parte del tour es amenazar de muerte a mi prometido?
—Si él siguiera siendo tu prometido estarías en este momento casándote con él.
—Decidimos tomarnos un tiempo... eterno. —Se cruzó de brazos y desvió la mirada—. Bien, debo seguir antes que se haga más tarde. Sé que hay un tesoro al norte del continente. Esta vez no es ninguna biblioteca. Es oro de verdad.
—Seguro que no existe. O es otra de tus mentiras. —La detuvo agarrándola del brazo, el contacto recorrió la palma de su mano como una corriente eléctrica.
—Quien sabe, soy impredecible. ¿Quieres averiguar? Te doy la mitad si lo hallamos —dijo presuntuosa.
Ethan volcó los ojos, un "lo siento" sería demasiado para Charleen. Él tampoco quería disculparse puesto que ambos habían cometido grandes errores. Sabían exactamente lo que el otro pensaba, las palabras no eran necesarias ya que compartían sentimientos. En silencio la tomó de la mano y siguieron por el sendero, empezando un nuevo viaje hacia el norte, durante el cual Ethan le mostraría el resto del continente, vivirían aventuras de las que Charleen escribiría y harían el amor cada noche bajo las estrellas.
Gracias por leer. todavía falta el epílogo que creo que lo dividiré en dos partes nos vemos mañana. No se olviden dejarme su opinión y ver mis otras novelas.
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