¿Crees en el destino?
Mi historia, Ojos de cielo, no está siendo un éxito en ningún lado, pero sería bueno que la leas, sé que te va a gustar.
—Pierdes la cordura demasiado rápido, incluso más que yo ¿y así quieres pertenecer a la Legión? ¡Eres un chico imbécil! —le gritó Ethan, Neil no parecía escucharlo.
Gimiendo roncamente se levantó, mientras su oponente caminaba hacia él espada en mano. La última vez que había tenido una pelea así de difícil, había sido en ese mismo lugar once años atrás, luchando contra su padre por su puesto en la Legión. En un combate cuerpo a cuerpo no lograría vencer al muchacho que ya había perdido la conciencia. Cerró los ojos y flotó un par de centímetros sobre el suelo.
—No me digas que va a hacerlo —dijo Liaw, apoyándose con pose aburrida contra el barandal.
— ¿Hacer qué? —preguntó Charleen.
Ethan abrió los ojos de pronto y en sus manos un destello comenzó a crecer paulatinamente hasta ser más grande que él, convirtiéndose en un escudo brillante decorado con símbolos unuas.
Aquel escudo se separó de sus manos y golpeó a Neil con demasiada fuerza, la suficiente para dejarlo inconsciente. Abby suspiró aliviada. Parecía que todo había acabado. Aunque Neil no había ganado, seguía con vida.
Ethan se aproximó a Neil, comprobando que siguiera vivo y desmayado. Pero en cuanto guardó su arma, el joven se incorporó dándole un gancho y doblándolo de dolor. Esquivó un segundo golpe, Neil le mostraba los dientes y atacaba de forma errática, solo deseando acabarlo, olvidando hasta lo más básico.
—Abby contrólalo, si no puedes, acaba con él. —Dahl apareció detrás de la muchacha, instruyéndola. Neil no iba a recuperarse, si Abby no lo detenía, Ethan se vería forzado a asesinarlo.
—No, solo dale tiempo.
—Mientras más pase más peligroso va a volverse. Neil no sirve para esto, se pierde en la ira demasiado rápido.
Ethan agarró el puño de Neil y lo sostuvo con fuerza.
—Cálmate, no me hagas acabarte, no me caes bien, pero Abby no me lo va a perdonar —le dijo haciendo esfuerzo por mantenerlo controlado.
Abby se movió nerviosa y finalmente saltó sobre el barandal hacia el campo de batalla.
— ¡¿Qué está haciendo?! —gritó Liaw, saltando también para detener a su hermana.
— ¡Neil cálmate! —le ordenó la joven, en tanto que Ethan hacía esfuerzos por mantenerlo quieto.
— ¡Abby no te metas! —le gritó Ethan.
Liaw, la agarró del brazo, instándola a retroceder.
— ¡No! Por favor, solo... —sollozó.
Los otros miembros de la Legión se hicieron presentes, rodeando a Ethan y Neil.
—Abby, es tu deber, sabes lo que ser su seyu significa —dijo Gael.
La joven hacía odios sordos, era absurdo, Neil nunca se había enfadado de esa forma, era un guerrero poderoso y muy razonable, solo debían darle tiempo, estaba segura.
—Si no lo haces tú tendremos que hacerlo nosotros y no creo que eso te agrade —Dahl habló con tono grave. Liaw y Ethan no comentaban al respecto. Ninguno de los dos deseaba acabar con Neil.
Abby se relajó, haciendo que Liaw la soltara. Bajó la vista y pronunció "Vetero". De pronto los guerreros que se encontraban ahí perdieron movilidad en piernas y brazos, sintiendo sus cuerpos pesados.
—Qué diablos... —exclamó Dahl.
Abby se aproximó lentamente hacia Neil, quien intentaba moverse.
—Lo siento —le dijo dulcemente tomándolo del rostro —. Trafi —pronunció con temor.
Neil salió del efecto del hechizo anterior y comenzó a retorcerse de dolor en los brazos de Ethan, gritando fuertemente como si lo quemaran en vida.
Abby se alejó un par de pasos, sin atreverse a mirarlo. Los Legionarios recuperaron el control de su cuerpo nuevamente preguntándose qué estaba pasando.
— ¿Qué hiciste Abby? —le preguntó Liaw, Ethan ya había soltado al joven General y éste se retorcía todavía en el suelo.
—Es... un hechizo, lo descubrí hace un tiempo. Neil sufrirá hasta entrar en shock —habló con arrepentimiento y se retiró del lugar. No podía verlo sufrir, además que sentía parte del dolor de Neil en su corazón.
El guerrero apretó su pecho un momento hasta cerrar los ojos y perder la conciencia por completo.
—Ese hechizo sí es útil —consideró Liaw.
—Demasiado peligroso —añadió Ethan, alejándose de Neil, a quien ya asistían.
—Eres muy poco original, intentaste acabarlo igual que como acabaste con nuestro padre. —Relajado y olvidando todo lo que había sucedido, como si fuera cuestión de rutina, se aproximó con Ethan al lugar preferencial de la Legión.
—Lo que importa es ganar, no cómo ganes.
—Pero si no ganas con estilo no hay gracia.
—Esto fue una pelea, no uno de tus shows ridículos que hacías para los humanos.
—No hay más retadores —les avisó un guerrero, instruyendo a otros mientras retiraban a Neil.
Charleen los escuchó y viendo que no tenía nada que hacer con ellos, corrió fuera en busca de Abby.
—Bien... eso es todo por hoy—Gael se estiró, feliz por poder irse.
—No es todo —Dahl cortó su emoción—, debemos reunirnos en el templo, todos. —Miró a sus compañeros—. Hay cosas que debemos tratar —dijo lo último mirando hacia Liaw.
—Debes aceptar que eres un peligro para todos, estas en poder de Valia —Aaric habló diplomáticamente, no mostrándose agresivo con Liaw como el resto de sus compañeros.
— ¿Cuándo vas a decirlo? —Ethan cruzó los brazos observando a Charleen irse, luego volteó hacia su hermano.
— ¿Decir qué? —Liaw se hizo al distraído.
—De tu marca... —Resopló y le hablo al resto—. Si Valia la tuviera no duden que yo mismo lo habría asesinado. Se lo diste a esa mujer de Dédalo ¿no es así? —lo confrontó burlándose.
—Y si lo hice qué —espetó orgulloso—. ¿Por qué lo piensas? —consideró en qué momento Ethan se había dado cuenta.
—Vino a buscarte hoy. ¿Se lo diste a ella o a Valia? —continuó con su interrogatorio. El resto de sus compañeros esperaban ansiosos. Si una humana era la dueña de la marca de Liaw, poco les importaba.
— ¡Bien, sí! —se exaltó—, se la di a una humana antes que Valia intentara engañarme —confesó por fin.
— ¿Y por qué no lo dijiste? Kari estaba convencida de que se la habías otorgado a Valia —le preguntó Aaric, algo divertido por la situación. Dahl y Gael ya no prestaban atención. Los problemas amorosos de Liaw no les llamaba la atención.
—Porque la mujer lo echó a la calle —se entrometió Ethan, satisfecho por lo ridículo que Liaw se sentía.
—Eso ya no importa —Dahl sentía que perdía el tiempo, no eran momentos para jugar a los chismes como lo hacían las sirvientas humanas—. Hay otras cosas de que hablar, más serias. Mañana nos encontraremos en el templo de Foris.
— ¿Y qué hay de Kari? —le preguntó Ethan.
—Eso es uno de los puntos principales a tratar —dijo Gael antes de desvanecerse.
Ethan y Liaw permanecieron solos, intercambiando miradas. Tenían el mal presentimiento de que sus compañeros de la Legión les ocultaban algo, y no sería de extrañarse que confabularan en su contra.
Después de buscar por más de una hora en la noche durante los últimos festejos, Charleen se rindió. Abby de seguro quería estar sola o había ido a buscar a Neil. Estaba tan cansada que se reunió con Ethan y regresaron a su habitación. Las mejores celebraciones y los banquetes empezarían recién, pero ninguno tenía ánimos de asistir. Charleen tenía sueño y pese a que Ethan no quería admitirlo, estaba herido y necesitaba descanso para que su cuerpo comenzara con el proceso de curación. Por otro lado, la humana estaba realmente feliz con su mascota. Su pequeño tali tenía apenas el tamaño de un ratón, un pelaje negro y espeso, grandes orejas y un hocico pequeño y alargado.
— ¿No viste mi bitácora? —le preguntó a Ethan, moviendo una pila de libros y haciéndola caer estrepitosamente.
—No, dejas todo tirado y este lugar parece una maldita biblioteca —se quejó mirando alrededor; pilas de libros llenaban el espacio y habían hojas con las anotaciones de Charleen por todo lado.
—Son de estudio, los devolveré cuando los termine —respondió tomando una pera de un frutero y dándosela a Nathe.
—Entonces buscarás nuevos libros y de nuevo estaremos enterrados en ellos. —Puso la mano sobre su frente y se tumbó en la cama, estaba tan agotado que no tenía ni fuerzas para algo de intimidad con su pareja.
—Sólo el tiempo que nos quedemos aquí —avisó reanudando su búsqueda. Siempre la tenía a mano para anotar cosas y ahora tenía ganas de relatar todo lo vivido en el día.
—Mañana pregúntale a las sirvientas.
Descontenta, Charleen le arrebató al pera a Nathe, creyendo que ya había comido demasiado, lo acomodó en un pequeño cojín junto a la cama y se recostó algo nerviosa.
Desde hacía tiempo que Ethan había dejado la costumbre de leer su bitácora asegurando que le aburría, aunque ella sabía que en realidad Ethan sí respetaba su privacidad. Pero no le convenía que cayera en cualquier mano, ahí tenía escritas algunas cosas sobre Emmet, y ya había decidido nunca volver con él. Total, de seguro ya todos en su pueblo pensaban que estaba muerta y con suerte Emmet había conseguido otra pareja, o tal vez hasta se había casado con Carol. Era una salida muy cobarde y rompía su promesa, pero era la mejor opción que tenía: llevarse el secreto de Emmet a la tumba.
Durante toda la mañana Charleen revolvió la habitación, buscando libro por libro. Ethan se retorcía tapándose la cabeza para no escuchar el alboroto de la joven.
—Deja de hacer ruido —le ordenó, Charleen no le prestó atención, estaba desesperada.
Pese a tener solo un día de nacido, Nathe corría por la habitación, buscando en cada rincón algo para comer, a esa edad los talis comían todo lo que se ponía a su alcance y no se detenían a menos que sus madres o sus dueños los alejasen del alimento.
—Tu rata está corriendo por la cama. —Ethan agarró a la pequeña criatura por la piel sobresaliente de su cuello.
—No es una rata, es un tali, tú mismo me lo regalaste y se llama Nathe —Charleen se arrodilló frente a él arrebatándole al animal.
— ¿Nathe? ¿De dónde sacaste ese nombre?
—Es una anagrama de Ethan —explicó orgullosa. Ethan le arrebató al tali de nuevo y lo observó, después lo dejó caer sobre la cama.
—Pues Nathe es hembra —dijo recostándose nuevamente para seguir durmiendo.
— ¡No le andes mirando sus partes íntimas! —Charleen lo golpeó con una almohada y continuó su búsqueda—. Igual se llama Nathe —añadió ofendida y sintiéndose algo tonta, ni se le había cruzado por la mente que su mascota podía ser hembra.
Ethan suspiró con sufrimiento y ayudó a Charleen en su búsqueda, tal vez así lo dejaría descansar en paz, esa noche debía enfrentar a sus compañeros de la Legión y necesitaba reunir ánimo.
Charleen recorría los pasillos buscando a las sirvientas mientras Ethan seguía buscando por la habitación. Sahori apareció frente a ella, caminando en sentido opuesto, luego desvió su atención a un arco y se aproximó a ver cómo caía la cascada.
— ¿Puedo hablar contigo? —le pidió a la humana. Charleen se le acercó —. ¿Crees en el destino? —le preguntó de pronto.
—Pues no lo sé, antes estaba segura de que no existía y eran tonterías, pero últimamente empezó a creer que sí.
—Pues crees mal, no existe —la cortó tajante—. Existen las decisiones, y cada decisión que tomamos nos conduce por un camino que a su vez se abre en miles de otros. Todo el tiempo, a cada segundo del día, tomamos decisiones y cambiamos nuestro futuro. Las posibilidades son infinitas y es casi imposible saber qué pasará, a menos que hagamos un esfuerzo porque algo en concreto suceda. ¿Sabes que hay en el templo de Foris? —le volvió a preguntar, tras dejarla pensativa.
—Puertas, o algo así. Sé que son siete y que todas pueden mostrarte un futuro alterno, o el pasado. Puedes retroceder cuanto quieras, pero solo avanzar a un tiempo cercano.
—Sí, aunque a veces las puertas te muestran un futuro más alejado. ¿Sabes cuál es el problema de ver el futuro? —preguntó, mas esta vez no le dio tiempo a Charleen de contestar—. Que solo vemos una mínima fracción de lo que puede suceder, mientras más lejos en el futuro mires, hay más predicciones. Generalmente vemos una que nos agrada y nos aferramos creyendo que es lo mejor que podremos conseguir. Nos sugestionamos con que no existen más salidas. Eso es lo que la gente tontamente confunde con destino. Por eso me niego a ser Vade del templo, no me gusta cerrarme a las opciones, pero por otro lado, conocer algunas posibilidades es interesante —dejó la atención a la cascada y la dirigió a la joven—. Nos ayuda a tomar decisiones... es un arma de doble filo, hay que saber usar bien las predicciones.
—No entiendo. ¿Al final saber el futuro es bueno o es malo? —Charleen había intentado ordenar las explicaciones de Sahori y saber a qué se refería.
—Siempre hay más opciones de las evidentes, y generalmente las mejores son las que no repiten el pasado —como siempre contestó lo que quería contestar, ignorando si respondía o no a la pregunta que le hacían. Le sonrió, y como si ya no estuviera la humana presente continuó su camino.
Charleen miró de reojo a Nathe, quien ya había hallado algo de comer y lo devoraba sentada sobre su hombro. Meditó un poco las palabras de Sahori. Si el destino no existía ¿Cómo era que había conocido a Ethan? ¿Una casualidad? Era confuso, no creía en casualidades, y según Sahori tampoco debía creer en el destino. Perdida en sus cavilaciones siguió avanzado por el pasillo, de pronto, sin haber traspasado ninguna puerta se encontró en un lugar completamente diferente a la construcción de mármol bañado magníficamente por la luz solar.
Se dio la vuelta, atrás de ella había una pared, y al frente una sala circular, donde varios arcos elegantemente decorados giraban alrededor de Freya.
Bueno, alguien va a morir pero no dije en qué capítulo :D
Espero qu elo sigan disfrutando, ya nos acercamos al clímax de la hsitoria! lean también mi otra hsitoria de fantasía que está completa (Ojos de cielo) y en un rato subo Después de clases y Mi visa: Un show
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