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Como fichas de un juego

Como el día anterior, Liaw salió a hurtadillas de Selo. Lo más seguro era que tanto Sahori como Abby lo supieran, pero en realidad no le importaba demasiado, él podía hacer lo que quisiera y Ethan ya estaba al tanto de parte de su "situación".

Orietta se cepillaba sus dorados cabellos con un cepillo de cerdas finas, sintiendo de inmediato la presencia de Liaw. Gracias a la marca que él le había entregado tiempo atrás, era más perceptiva, algo más rápida y fuerte también, cualidades que ella sentía innecesarias, aun así le daba cierto sentimiento de poder.

—Volví como dije. —Liaw se tumbó de espaldas en la cama, cruzando los dedos detrás de la cabeza y sin reparo alguno en pisar el cobertor con sus botas—. Debiste venir, te hubiera agradado.

—No es un lugar al que pertenezca —determinó posando el cepillo en el tocador.

—Pero podrías.

—En realidad no quiero. —Se levantó terminado de acomodar su vestido—. Mi decisión es firme, me iré en unas semanas y tú puedes venir cuando quieras, quedarte el tiempo que desees y marcharte cuando veas conveniente. Me ahorras el aburrirme de ti —dijo pretenciosa, acechándolo juguetonamente, caminando elegantemente por la cama para recostarse a la altura de su rostro.

—Realmente eres la mujer ideal para mí —dijo Liaw, estirándose y acomodándose mejor—. Sólo tengo una petición: quédate en Selo los próximos siete meses. Es posible que tengamos conflictos pronto, no quiero que estés en una zona que puede ser peligrosa, además necesitarás ayuda.

— ¿Ayuda para qué? —preguntó entre indignada y sardónica.

—Orietta —se puso serio—. Entiende que no será un niño humano. Puedes criarlo los primeros años, pero al cumplir seis, empezará su entrenamiento.

La joven guardó silencio. Era una situación complicada en la que se encontraba. Iba a ser madre de un niño unua y no estaba segura si sus tradiciones y normas le agradaban del todo. No le importaba demasiado el ir y venir de Liaw, pero no le agradaba que en un futuro fuese a su hijo o hija a quien viese esporádicamente, mientras aprendía como ser un guerrero y a vivir para morir en batalla.

Por el templo de Foris, Gael guiaba a su nueva discípula hacia la parte inferior, donde estaban las habitaciones. La niña caminaba derecha, disimulando la curiosidad y los nervios. Gael sonreía quedamente, percibiendo la ansiedad de Maya.

—Luego podrás explorar todo lo que quieras.

— ¿Vamos a quedarnos aquí mucho tiempo? —le preguntó a su nuevo maestro.

—Sí, vivo aquí en realidad, Freya suele necesitarme con frecuencia. Todo depende de cómo vayan unos asuntos el día de hoy y muy posiblemente te llevaré a otros lugares. Es importante que conozcas el continente y las rutas. —Le abrió la puerta a una habitación construida en piedra, como el resto del templo. Lo que le llamó la atención a Maya fue que no tuviera ventanas, solo unas elegantes rejillas en forma circular cerca al techo permitían la entrada de aire, y hermosos candelabros de metal que llevaban velas color oro iluminaban el ambiente—. Tienes todo lo que necesitas, no eres la primera niña que vive aquí.

— ¿Tienes otros discípulos? —preguntó nerviosa, decidiendo si le agradaba su nueva vivienda.

—Por el momento sólo a ti. En el pasado tuve a varios, algunos ya son adultos, otros murieron en la guerra. Las sirvientas te traerán algo de comer, mientras tanto acomódate, descansarás unos días antes de que empecemos el entrenamiento —finalizó haciendo el intento de irse cerrando la habitación a su paso.

—Espera —lo detuvo—. ¿Qué hay de mi madre? ¿Ya saben algo de ella? —preguntó impaciente, no veía a Kari desde hacía bastante y no podía creer que hubiese faltado al día de agradecimiento cuando ella mostraría ser apta para empezar a entrenar. Tampoco era lógico que la hubiesen enviado a una misión de la cual el resto de la Legión no estuviese enterado.

Gael pensó un momento, de espaldas a ella, sin mirarla, hasta que habló finalmente.

—De eso hablaremos luego —determinó cerrando la puerta detrás de él, dejando a Maya sola en la sombría habitación que a la pequeña, acostumbrada a paredes de cristal y amplias ventanas, le parecía más bien un calabozo.

—Ven Charleen, acércate —le ordenó Freya sin mover los ojos, enfocados en las puertas que se movían rodeándola, observando las imágenes que pasaban por cada una.

La humana no daba crédito a lo que había pasado. Seguramente la había transportado como en aquella ocasión en Dédalo. El collar que Ethan le había hecho no la había prevenido.

Extrañada tomó Nathe entre sus manos y se aproximó admirando el suelo, que era transparente, un ventana a las profundidades del lago, dejando que se distinguiese a la perfección los animales y plantas de especies desconocidas para los humanos. Subió tres escaleras de piedra y esperó que una de las puertas pasara frente a ella, y antes de ser golpeada por la segunda corrió hacia el centro. Freya la miró y las puertas dejaron de girar.

—Bien, ya que insistías en hablarme, aquí me tienes —le dijo notando que Dahl, Gael y Aaric ingresaban también a la sala.

Freya la rodeó contemplándola de pies a cabeza, mientras los miembros de la Legión se acomodaban cada uno frente a una puerta.

—En cada reencarnación luces igual, es curioso —observó Freya, dibujando con el dedo una palabra en el aire que enseguida se materializó, como si hubiese sido pintada con líquido dorado. Una de las puertas, que para ese momento era más bien un arco vacío, reflejó como si fuese un espejo.

— ¿De verdad he reencarnado? —le preguntó, notando que su imagen en el espejo se hacía difusa.

—Seis veces. Igual que Ethan. Y seguirán reencarnando, sus almas están atrapadas en un círculo vicioso —le explicó acariciando uno de los tallados de la puerta, un dragón devorando su propia cola—. Es un ciclo, en la Legión durante años nos hemos encargado de mantenerlos en él.

—No entiendo —la voz de Charleen perdió seguridad.

—La estás confundiendo —intervino Gael y la tomó cariñosamente por los hombros, incentivándola a mantener la atención fija en el reflejo de la puerta—. Sahori ya te mandó unos adelantos, sin autorización claro está. —El reflejo de Charleen desapareció por completo y de forma muy apresurada pasaron varias imágenes irreconocibles—. Seis de las puertas te muestran el futuro, y solo una el pasado, porque el futuro es un conjunto de posibilidades, en cambio el pasado es único e inmutable.

—Pero primero vamos a dejar el futuro de lado, es el pasado en lo que debes concentrarte. —Freya hizo un movimiento con la mano y las puertas comenzaron a girar de nuevo, una se detuvo frente a ella y otra imagen que reconoció de inmediato se hizo visible.

—Eso es... —intentó hablar mientras el corazón se le encogía. Allí estaba ella, a los siete años, mirando desde el puerto hacia el mar, gritándoles a sus padres que regresaran a la costa—. Soñé con esto muchas veces.

—Sí, a veces pasa, cuando reencarnas sueles ver escenas que marcaron tu vida pasada.

Charleen volteó a verlo, pero Gael le movió la cabeza obligándola a ver cuando Ethan la tomaba firmemente y le clavaba la espada. La joven se sobresaltó y comenzó a temblar, revivir esa escena no era agradable, más ahora que sabía que no era una pesadilla. Allí estaba ella, pequeña, frágil, con los ojos cerrados tiñendo de carmín la madera. Por el contrario, Ethan se mantenía firme, observándola con frialdad, dejando que la lluvia lavara el filo de su espada. De pronto el guerrero fuerte e inmutable se quebró. Cayó de rodillas sosteniendo con fuerza su pecho, cambiando su mirada fría por una de terror, comprendiendo lo que acababa de hacer. Otro guerrero le daba alcance en ese momento y Ethan lo apartaba.

—Lark ya está hecho. Vámonos —le decía.

— ¡No! No debí hacerlo, estoy condenado por lo que hice —pronunció levantando el pequeño cuerpo de la humana y hundiéndolo en su pecho, manchándose con la sangre que fluía ayudada por la lluvia.

—Eso es lo que buscabas Lark. Con ella muerta serás casi inmortal.

La imagen se desvaneció. Charleen permaneció en silencio, esperando escuchar explicaciones.

—Esa fue tu primera vida, una muy corta, y el momento cuando comenzó su maldición —dijo Gael—. En esa vida te llamabas Lorey y con el paso del tiempo hemos conocido cada una de tus reencarnaciones con ese nombre. Lark, fue el primer nombre de Ethan. Él vivió hace doscientos años, era un General unua. En ese tiempo la Legión no existía todavía. Lark al igual que muchos, creía que las colonias eran innecesarias, que el tiempo de los humanos sobre la tierra ya había pasado y los unuas debíamos expandir nuestro territorio. En realidad fue gracias a él que Ithia creciera tanto en relación a otras naciones, pero tomar por completo el continente le llevaría demasiado, más de una vida. Sus seguidores creían que sin Lark era imposible llegar a conquistar el continente, y puesto que él iba siempre al frente de la batalla, era muy posible que lo perdieran en combate antes de lograr su meta.

»Por eso creyeron que era conveniente asegurarse de tener a Lark en una siguiente vida, la única forma conocida para reencarnar, es matando al portador de la mitad de tu alma antes de hacer el rito de unión. Por varios años buscaron a la mujer que estaba destinada a ser la seyu de Lark y finalmente la encontraron. Era una simple niña humana de siete años llamada Lorey, quien podría representar un peligro en unos años. Como viste en la puerta, Lark la asesinó y fue condenado a reencarnar de nuevo.

»Como esperaban, Lark murió solo un par de años después, sin lograr su cometido. Varios opositores, quienes creían que para mantener el equilibrio necesitamos a los humanos, crearon la Legión, con el pretexto de mantener el orden y la igualdad militar en las tres naciones, pero el verdadero fin, es asegurarnos que Lark no vuelva a surgir. Los seguidores de Lark se convirtieron en nómadas, y cada cierto tiempo buscan la reencarnación de su líder, son a quienes conoces ahora como Mindags.

Acabar con Lark es difícil, se hace más fuerte en cada reencarnación y los mindag buscan protegerlo. Por eso en las últimas cuatro reencarnaciones nos adelantamos a ellos, buscando a Lorey, manteniéndola a salvo hasta que alcanzase una edad adulta y fuese ella misma quien nos ayudase a identificarlo.

—Te encontramos hace unos años —continuó Freya—. Afortunadamente habías nacido en un pueblo muy alejado de la guerra y no necesitamos mantenerte segura. Y esta vez fue Ethan quien te encontró, aunque en esta vida él nació con la marca de Lark y no fue difícil identificarlo.

—Todo esto suena demasiado irreal. —Charleen estaba consternada, mientras más comprendía más dudas le surgían—. Pero, ¿de qué les sirve encontrarme en cada reencarnación?

—Para mantenerte a salvo de los mindag y eres la herramienta más útil para asesinar a Lark —Dahl habló por primera vez, con la gravedad de siempre.

Charleen abrió los ojos con impresión esperando no haber comprendido bien.

— ¿Asesinar? ¡¿De qué hablas?!

—En todas sus reencarnaciones Lark comete el mismo error, te da su marca, te entrega su vida y con ella en tus manos solo debes disolverla. Si lo matamos nosotros podemos traer inestabilidad. Ithia se volcaría contra las otras dos naciones, y pese a que vivimos para la guerra, en este momento tenemos el peligro constate de los mindag y los salvajes del exterior. —Dahl la miró a los ojos—. Ese es tu destino, están condenados a reencarnar y morir una y otra vez para mantener el equilibrio.

—El destino no existe —Charleen se apartó bruscamente, apretando los dientes—. Esto es estúpido. ¿Lark reencarna porque no hace el rito de unión no es así? ¡Bien, lo hare con Ethan y esto se acaba!

—No es tan sencillo, si lo fuera lo habríamos considerado desde hace mucho. Los mindag no lo van a permitir, ni nosotros. Ethan no va hacer el rito contigo. Lo hemos revisado una y otra vez Charleen. Si tú no lo matas él va a matarte. De todas formas, ni siquiera estamos seguros de que el rito sea efectivo. Nadie sabe ciencia cierta que pasa al morir, ni si el rito de unión sirve para no reencarnar de nuevo, son solo suposiciones.

—Charleen —Aaric se aproximó calmado, sus motivos eran difíciles de explicar—. El eliminar a Lark mediante su seyu nos ha servido por siglos para mantener el equilibrio y la paz con los humanos. No podemos tomar riesgos, por más que hicieras hoy el rito con Ethan, eso no nos asegura nada, es una creencia popular, solo eso.

— ¡No! ¡Me sigue pareciendo estúpido!

— ¡¿Esto te parece estúpido?! —Dahl perdió la paciencia y agarró a Charleen fuertemente de la cabeza, obligándola a mirar una de las puertas del futuro—. En cincuenta años vamos a morir todos, unuas y humanos. Ethan y Aishla destruirían a los humanos, a los tuyos, y eso provocará nuestra extinción. Los mindag creen que será una plaga. Una enfermedad que atacará a los mestizos y que por ese motivo no debemos mezclar nuestra sangre con la humana. En realidad no hay tal enfermedad. Ethan acabará con nuestros aliados humanos y los salvajes serán tantos que solos no podremos contra ellos. Si Ethan no muere ahora, en unos días se pondrá de parte de Aishla y lo primero que hará será desintegrar la colonia de Ithia. Tu misión es eliminarlo por el bien de tu propia raza.

Freya apartó a Dahl, quien más que convencer a Charleen la aterraba. Se paró junto a ella y le habló con cariño.

— ¿Ya lo viste verdad? —cambió las imágenes de la puerta, Charleen se vio en una preciosa casa en su pueblo natal, rodeada de libros y papeles, escribiendo con satisfacción en la mirada. Emmet aparecía y se sentaba a su lado, curioseando lo que escribía; ella le devolvía una sonrisa cubriendo su escrito con el brazo, para que él no pudiese leerlo hasta que no estuviese terminado—. Te irá bien si cumples con tu misión. Si no lo acabas, Ethan te matará para asegurarse nuevas reencarnaciones. Pero tienes otra oportunidad. —Cambió a otra imagen de Charleen y Emmet, esta vez un futuro un poco más alejado donde ambos tenían una familia—. Puedes salvarlos, a todos los humanos y ser feliz en esta vida.

Una tibia lágrima resbaló por su rostro. ¿Cómo podían mostrarle cosas tan horribles? Hasta hace solo una hora atrás se sentía la persona más feliz del mundo, ahora solo sabía que había nacido para asesinar a una de las fuentes de su felicidad.

—En esta vida. ¿Pero qué hay de las siguientes? ¿Mataré a Ethan una y otra vez hasta el fin de los tiempos?

—Sí no hay más opción —intervino Dahl sin nada de sensibilidad.

—Charleen, es por el bien de todos, piénsalo. Si no lo acabas, él lo hará antes contigo, se unirá a Aishla y acabarán con todos. Lo mires por donde lo mires es la mejor opción.

Alguien va a morir!!!! muhahaha, díganme que opinan?  ya estamos cerca del final, así que ayuden a que esta historia sea más conocida, cómo? votando y comentando, eso ayuda a que la novela tenga más visibilidad en el ranking y por supuesto compartiendola.

También estoy resubiendo Después de clases, ya pueden leer hasta el capítulo 5 y pueden leer Mi vida un show, que subo capis casi a diario.

Los y las quiero un montón!!!!

PD: sigo haciendo y mandando los premios del concurso. Si no les ha llegado aun, por favor tengan paciencia, son más de 100 certificados personalizados que debo hacer y me toma tiempo.

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