Atrapados bajo tierra
La semana pasó tan rápido que se les escapó de las manos y les hizo olvidar que se encontraban atrapados bajo tierra. Charleen ayudaba a Biako en la biblioteca e intentaba anotar y recordar todo lo que el anciano le contaba. A Biako, la joven le resultaba un ser curioso. Era la primera vez que conocía a un humano con una sed tan insaciable de conocimiento.
Terry se paseaba por la biblioteca leyendo libros y revisando documentos, e intervenía de vez en cuando en las conversaciones del unua y la humana. Charleen seguía destilándole ese aire despectivo, el que aumentaba cada vez que Terry parecía echarle en cara los años de estudios que tenía.
La humana sólo había tenido la oportunidad de estudiar la primaria en el colegio de su pueblo, el resto lo había aprendido de forma autodidacta leyendo cuanto libro estuvo al alcance de sus manos. No sabía si tenía envidia o simple resentimiento hacia la alquimista que había tenido más oportunidades que ella para aprender e incluso estudiar una profesión. Las opciones que ella tendría al regresar a su pueblo serían ínfimas. Debería resignarse a cuidar de su hogar igual que la mayoría de mujeres de su pueblo, escribir en sus momentos libres y tal vez, si corría con suerte, abrir la biblioteca que deseaba.
Liaw ayudaba con entusiasmo a Terry en todo lo que le pedía. Su hermano lo contemplaba con extrañeza, manteniéndose siempre al margen. Ni con Orietta, Liaw se había comportado de esa manera. Parecía obsesionado con complacer a Terry en todos sus deseos. De no haber sido porque consideraba a su hermano un idiota que se comportaba cada día más como un humano, que habría pensado que esa mujer estaba usando algún ardid con él.
Pese a aprender mucho y realizar un trabajo que de verdad le gustaba, el agobio caía pesadamente sobre sus hombros. Extrañaba el aire fresco y contaba los días para que la tormenta cesara y las puertas se abriesen de nuevo. Necesitaba salir de esa ciudad lo antes posible.
Con desgana tomó una escalera y clasificó en orden los libros del estante superior. Terry y Liaw entraron conversando amenamente como siempre. Terry dejó su morral sobre una de las mesas y acomodó bocetos y anotaciones. Liaw le ayudaba con la ingeniería de algunas armas que había ideado.
—Liaw, ¿puedes revisar que esto esté en orden? —le pidió amablemente—. Olvidé un par de libros que revisaba anoche.
Rápidamente Liaw asintió y observó la esbelta silueta de la alquimista desaparecer tras la puerta.
—Ethan tiene razón, eres patético —dijo Charleen.
— ¿Patético por qué? —se exaltó, saliendo del ensueño al que Terry lo transportaba con su sola presencia.
—Porque piensas con las hormonas. Actúas como su perro faldero, ni con Orietta estabas tan idiotizado ¿Qué tiene ella que te atraiga tanto?
—No sé... es solo que... —consideró extrañado. ¿Qué le atraía tanto de Terry?—. Te juro que no puedo explicarlo, es como si no pensara cuando está cerca de mí.
—Eso ya lo notamos todos. Es tan... petulante. Además que intenta jugar a dos puntas.
— ¿A dos puntas?
—Significa que coquetea contigo y con Ethan al mismo tiempo. Es una zorra.
— ¡No digas eso! —Liaw se levantó de la mesa—. Es bella e inteligente; eso te vuelve loca, que sea más inteligente que tú. —Se sorprendió a sí mismo, nunca se había plantado así por nadie.
Ethan aprovechaba de meditar en la soledad de su habitación. Biako y Sabrina habían salido a la ciudad. Liaw estaba con Terry y Charleen en la biblioteca. Abrió los párpados después de un momento y se dispuso a salir. Estaba tan aburrido que hasta ayudar a Charleen a acomodar viejos libros parecía entretenido.
Al salir tropezó con Terry, quien ingresaba sin invitación. Algo en ella no le agradaba y tampoco era despistado para no notar que siempre lo observaba con notorio interés.
—Tú de nuevo, ahora qué —espetó.
Con agilidad Terry se escabulló dentro de la habitación y contempló a su alrededor.
—En verdad quiero ver tu espada —declaró seria—. Liaw me deja examinar la suya, ¿por qué tu no?
—Porque Liaw no se tiene respeto. Si digo no, es no. A menos que con espada te refieras a otra cosa y aun así la respuesta es no.
Terry sonrió, pero no risueña y encantadora como siempre. Como si su rostro dulce se hubiera transformado, su aspecto era ahora sensual y más atractivo.
—Tal vez necesitas que te convenza —habló con voz licenciosa, bajándose por los hombros el vestido que llevaba puesto.
Ethan contó hasta diez mentalmente, solo le faltaba que intentaran seducirlo. Con gracia y elegancia, Terry se despojó de toda su ropa. Maliciosamente, Ethan esperaba para lanzarla desnuda al pasillo y que así entendiera de una vez que no quería nada con ella.
—Ah... —exhaló la mujer notando la falta de interés del guerrero—.Es cierto, te gusta más el cabello largo, ¿qué tal así? —preguntó y enseguida su cabello oscuro y corto se aclaró y creció hasta su cintura, su cuerpo y rostro sufrieron una transformación, su piel se tornó más bronceada y su cuerpo de mujer se convirtió en uno más juvenil, tomando la apariencia de Charleen.
— ¡Demonios! —Ethan desenvainó su espada y aprisionó la punta contra la yugular de la mujer desnuda.
—Vamos, no es enserio, estoy jugando —rió, su cabello adquirió una tonalidad rojiza, así como sus ojos una verde esmeralda.
—Valia —expresó con desprecio—. Cómo no me di cuenta...
—Por favor, hasta Kari estuvo aquí y tú y Liaw no se dieron cuenta, ¿crees que esa baratija que pusiste alrededor del cuello de la humana funciona conmigo? Si eso sucede es porque yo quiero que suceda. Sólo quiero hablar. Es importante. Freya está intentando manejarte como a su juguete y está usando a la humana para eso.
— ¿Te refieres a que piensa que soy Lark e intenta usar a Charleen para manipularme y no me una a ustedes? Ambos son unas idiotas si piensan que tomaré un bando o el otro.
—No es cuestión de bandos. —Lo rodeó desfilando su bien formada figura—. Freya y la Legión quieren eliminarte. Usarán a la humana para ello. Como lo han hecho durante siglos. Aishla, Dante y yo queremos hacerte un favor al deshacemos de ella primero. Así tu alma no estará condenada. Ethan comprendió las cosas de golpe, y su preocupación pasó a ser Charleen.
—De verdad Liaw ¿Qué le ves?, no es tan inteligente, solo más... educada. Orietta era mucho mejor, no entiendo por qué la dejaste —le seguía reclamando, mientras Liaw acomodaba los papeles, bostezando, sin fijarse el orden en el que realmente debían ir.
—Orietta quería encadenarme y no soy como Ethan, no pienso pertenecerle a una sola mujer. Hay mucho de mí para ofrecer a todas las mujeres del mundo.
— ¿Y desde cuando Ethan le pertenece a alguien? —preguntó parada sobre la escalera.
Liaw le lanzó la mochila de Terry, para que perdiera el equilibrio.
—En verdad no sé si eres tan ingenua o pretendes serlo —dijo sentándose nuevamente.
Charleen se afianzó ayudándose con el estante y regresó a su labor, farfullando en voz baja.
Entre las protestas incoherentes de Charleen y el sonido de los libros, Liaw percibió un rastrero y casi imperceptible sonido cerca de la humana.
Paró los oídos y sacó una de sus dagas; la lanzó hacia el tercer peldaño de la escalera.
— ¡Oye deja de lanzar cosas! —Charleen saltó al piso antes que la escalera cayera.
Liaw volvió a lanzar una daga y Charleen recién se percató a qué le apuntaba. Del morral salían cientos de serpientes diminutas, rojas y delgadas, retorciéndose una sobre la otra, creando un circulo a su alrededor.
—No te muevas, son ciegas, pero detectan el movimiento —le avisó Liaw. Quiso sacar a Charleen de la habitación y recién cayó en cuenta que otro grupo de serpientes lo rodeaban también. Eran serpientes de fuego, altamente letales, incluso para un unua. Dante se le vino de inmediato a la cabeza; él era el único ser inteligente lo suficientemente desquiciado para criarlas.
Charleen intentaba apaciguar su respiración. Las serpientes cerraban el circulo a su alrededor cada vez más. No tenía ni sus pistolas para abrirse paso y Liaw esperaba el momento oportuno para avanzar. Esas criaturas eran extremadamente veloces.
En un ágil movimiento, saltó hacia la parte superior de uno de los estantes, las serpientes brincaron al mismo tiempo, cerrando sus colmillos a escasos milímetros de sus piernas. Zigzagueando treparon el estante destilando un fuerte olor a piel quemada mientras lo perseguían.
—Al diablo... ¡Ethan! —gritó Charleen.
Liaw ya casi le daba alcance, sacó la última daga que llevaba y le atinó a una serpiente que intentó sorprender a Charleen saltándole a la pierna. Varias más arremetieron contra ella... las pateó. Sin embargo, algunas de esas criaturas se habían escabullido y en el instante en que Liaw la jaló hacia arriba, una serpiente de fuego clavó sus colmillos envenenados en el cuello de la joven.
Mañana subo el siguiente! y también empezaré a mandarles sus premios a quienes participaron en el concurso!
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