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3.3 Epílogo

Las doce audiencias

Tercer templo

Tercera parte: El futuro de los gemelos

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3

Epílogo

Varios días mas tarde

A Saori llegó la noticia sobre una fotografía enmarcada que Saga tenía en su habitación haciéndola sonreír mientras terminaba su llamada mensual con el personal del hospital. Conocía la postura del hombre respecto a esa foto y la respetaba profundamente, por lo mismo, aquel cambio en él en ese detalle le resultaba enternecedor.

El haber encontrado a la joven llamada Althea fue una tarea algo difícil, pero logró completarse con éxito afortunadamente. La diosa la visitó en su hogar ubicado en Paloukia sin previo aviso un martes por la mañana, decisión que le pareció maleducada a Saori en un inicio sin embargo, poner sobre aviso a la mujer haría que se negara a recibirla. La diosa no era aficionada a ese factor sorpresa aunque, siendo las cosas lo que eran, no quedó más que ejecutarlo.

La casa de la joven estaba ubicada en un barrio residencial de la ciudad y apenas Saori cruzó la puerta, tras mucha labor de convencimiento, noto el ambiente familiar y acogedor que la antigua cortesana había logrado desde que sus hijos nacieran; además no vivía sola precisamente, tenía una pareja que fungía como padre "oficial" de sus hijos.

—Ahora veo porque Saga estaba tan confiado en que estarían bien y su presencia no es necesaria en la vida de esta familia —pensó la diosa un poco avergonzada por estar ahí.

Althea era una joven muy bella, tal y como Saga la describió a pesar de ir vestida como cualquier mamá que acababa de dejar a sus hijos en el colegio. Vestía una camisa informal azul claro, pantalón negro, zapatillas blancas y llevaba el cabello recogido torpemente; y cuya primera reacción fue de rechazo al escuchar la identidad de la joven empresaria a quien no le había creído en primera instancia. Saori lo tomó con mucha calma entendiendo lo difícil que debía ser sin esperar lo siguiente.

—Perdone lo que voy a decir, Señorita —replicó la joven tomando asiento en el sofá más grande de su casa sin dejar de observar a Saori con mirada severa—. La petulancia de los dioses fue lo que hizo que Saga estuviera mal por tanto tiempo, que jamás pudiera tener un minuto de paz mental mientras lo traté y por quien habría hecho lo imposible por ayudarle. Ahora usted me dice que ha jugado con sus memorias creyendo que eso le curaría sus males. No puedo creer lo fácil que ustedes los dioses ejecutan decisiones de esta forma tan arbitraria.

—Entiendo tu sentir completamente Althea sin embargo, debo aclararte la razón detrás de mis decisiones.

Saori resumió mucho su versión de los hechos y la audiencia de Saga, gracias a su confesión es que ella supo de la existencia de la cortesana cerrando con la estancia de éste en el hospital de Perama a fin de curar sus males de forma definitiva o, caso contrario, hacer que su vida fuera lo más llevadera posible. Al finalizar su relato, Althea observó a la diosa gravemente meditando por varios minutos lo que acababa de escuchar.

Ciertamente, Althea, quien conocía a Saga de muchos años, dedujo que el querer tratar sus males era una decisión muy sabia a fin de cuentas aunque, aceptar la manipulación de los dioses una segunda vez no le parecía muy inteligente que digamos, pero ya estaba hecho y nada se podía hacer para revertirlo, según palabras de la misma diosa Atena.

—Nuevamente le pido me disculpe —continuó algo molesta— ¿Está confirmando que fue contra los deseos de Saga, y los míos, investigando información que él no desea saber?. No quisiera decirle que me parece muy atrevida de su parte semejante intromisión. Los deseos de él fueron muy claros y no quiero ir contra ellos.

—Eso también lo sé y lo entiendo —replicó Saori ya un poco cansada de semejante actitud que levantaba muro tras muro entre ambas—, sólo entregaré una información muy básica sin ahondar en detalles. Jamás haría algo que los perjudicara, tanto a él como a ustedes, simplemente es para hacerle saber que todo está bien. Algo que brinde luz a sus días mientras está internado. No se le revelará la ubicación de esta casa ni nada relacionado a los dos niños, tampoco se le alentará a hacer investigaciones.

—Ya veo... —Althea no entendía la actitud de la jovencita metiche pues solo escuchaba a una chiquilla caprichosa que no se marcharía hasta haber obtenido lo que deseaba— Bien, si así son las cosas —la joven se puso de pie dirigiéndose a un mueble repleto de cajones de donde extrajo un folder de papel que colocó en la mesa de centro.

Saori recibió una foto a color en papel mate tamaño A4. La foto mostraba a los gemelos sentados en la banca de madera de lo que parecía ser un parque de juegos. La imagen enterneció el corazón de la diosa mientras la cortesana la observaba fijamente. Althea le pidio la fotografía para anotar los nombres de los niños en la parte posterior devolviendola en el acto.

—Solo le pido mantenga la secrecía de este lugar. Si no es posible hablar con él sobre nada del pasado, entonces es mejor que no tengamos datos el uno del otro tal y como deseaba. Si mis hijos llegaran a enterarse de esto, harán muchas preguntas que no es posible responder. Le pido que no me ponga en una posición difícil.

—No lo haré, Althea. Tienes mi palabra.

Las dos mujeres se despidieron en medio de un ambiente incómodo. Saori entendía lo que ella deseaba pues, justo eso mismo quería Saga. Ninguno deseaba saber del otro por seguridad de ambas partes y era perfectamente respetable. Tras despedirse, Saori mandó mecanografiar una información muy básica metiendola en un sobre que Shaina le haría llegar a Kanon.

—La información está sobre la mesa y ya él decidirá que hacer con eso o, tal vez, no hará nada y se quedará como algo que existe solamente —se dijo pensativa terminando su té de la tarde.

Saga ya lleva un tiempo internado y, aunque había mostrado mejorías considerables, la diosa no estaba preparada para dejarlo ir. El antiguo custodio del tercer recinto era el lazo con su extinta orden dorada. Incluso pensó en saltarse los deseos de su padre y mantener algún contacto con él, idea desechada en seguida.

—Le brindaré ayuda solo un año más y, luego de eso, deberá valerse por sí mismo. Saga espero estés preparado para ese entonces. Porque creo que yo no lo estaré... —se reafirmó con tristeza llorando por un rato.

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Cinco años después

Saga salió de su empleo en el hospital aquella tarde luego de un día intenso organizando grupos de apoyo, revisando expedientes, tratando con el personal y demás. Tenía poco más de tres años como empleado del hospital y viviendo por su cuenta en las cercanías ya que, por precaución a su salud, no se alejaba demasiado de su lugar de trabajo. Dicha decisión sorprendió mucho a Kanon. No obstante, ambos sabían que era lo mejor para los dos.

—¿Estás seguro de esto? —inquirió Kanon aquella mañana en la que ambos volvían de hacer las compras.

—Si, lo estoy. Me siento nuevamente capaz de hacerme cargo de mí mismo y... hay que ser honestos, Kanon: no sabemos vivir juntos, estos meses bajo el mismo techo han sido terribles para los dos. No puedes negarlo.

—Pues... no pensaba decirlo con esas palabras, pero tienes razón —reconoció avergonzado y sorprendido por las buenas decisiones que su hermano mayor tomaba últimamente.

—Estar en el hospital los pasados meses me hizo reflexionar muchas cosas. No quiero pasarme la vida encerrado ni tampoco quiero estar a tus expensas. Encontré un apartamento pequeño pero perfecto en las cercanías del hospital, así estaré cerca en caso de no encontrarme bien.

—Es una idea práctica. Siendo así, espero no te moleste que me mude más lejos, sabes que estoy enamorado de la costa Este, extraño el clima y vivir allá.

—Me parece muy bien. Espero que, al menos, consideres dejarme visitarte de vez en vez.

—Por supuesto.

Lo ayudó a mudarse y, pocas semanas más tarde, Kanon emprendió el viaje a alguna ciudad de la costa Este griega. Saga sabía que su hermano estaba bien y este confiaba en que no tendría problemas de salud de ahí en adelante. El mayor de los gemelos aspiró el fresco ambiente aquella tarde de verano abriendo una lata de soda fría y acelerando el paso un instante después ya que debía terminar de empacar.

Saga se contactó con algunos de sus viejos amigos de Atenas cuando, uno a uno, lo visitaron en el hospital: Milo, Camus, Afrodita y Shaka se dejaban ver de tanto en tanto ayudando mucho a que su salud mental mejorara. Gracias a ellos es que el antiguo caballero dorado encontró la motivación para empeñarse en ser independiente al percibir que su salud iba para arriba y, la mejor parte, para organizar su tiempo y viajar a sus respectivos hogares. Llevaba meses planeando visitar a Afrodita en Suecia concretando el viaje unas semanas atrás.

—Dos semanas en Suecia serán perfectas como mis primeras vacaciones fuera del país —se dijo llegando a su apartamento para revisar la maleta nuevamente repasando cada artículo colocado ahí esperando no olvidar nada.

Mientras organizaba el pequeño maletín de a bordo fue que sus ojos se toparon con la fotografía enmarcada y colocada en la mesa de noche al lado de su cama. Tomo asiento por un momento dibujando una sonrisa triste mientras la observaba con nostalgia pues, a pesar de que era firme en su decisión, por lo bajo anhelaba tener una imagen actualizada. Ambos niños ahora tendrían trece años, si sus cálculos no fallaban, y él sentía curiosidad por el aspecto actual de los dos. Por un breve instante, tuvo el deseo de poder acceder a alguna vía de comunicación con ellos, enviarles una postal, hacerles una llamada sin embargo, una vez más, lo desechó.

Si bien esa foto era una de las razones más fuertes que le permitió empeñarse en su salud mental, también le ocasionaba una que otra tristeza.

—Tomé esta decisión hace tanto tiempo que... ahora no tengo derecho a quejarme.

Tras lanzar un largo suspiro, dejo la foto en su sitio tratando de enfocarse en su equipaje, el maletín de a bordo y en el hecho de que su vuelo salía mañana a las cinco de la mañana. Debía darse prisa pues quería dormir algunas horas al menos. Enviaría un mensaje de texto a Kanon por la mañana cuando llegara al aeropuerto solo para dejarle saber que había llegado con bien.

Suecia pintaba ser una experiencia nueva e interesante, seguro que Afrodita le mostraría sitios divertidos pues, todo parecía indicar, que algún colega de Atenas se uniría a la reunión. Un abanico de posibilidades estaba abierto delante de él.

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Agios, costa este de Grecia

Kanon había pasado los últimos tres años remodelando y poniendo su hogar en orden, siendo este su objetivo durante ese periodo. Apenas llegó a Agios, consiguió comprar una casa de buen tamaño a un costo decente, el asunto con la propiedad era el estado en el que se encontraba.

—No tiene importancia —se dijo entusiasmado por hacer de ese sitio su pequeño castillo.

En realidad, el empeño que puso en esa obra, no era solo por él sino por ella, por la joven rubia que aún estaba en su pensamiento tanto tiempo después y cuyo recuerdo no deseaba sepultar aún. La fecha del reencuentro la tenía presente cada mes del calendario, la tenía en mente año con año esperando el día acordado con ansias. Y, al mismo tiempo, con miedo.

El temor de que ella se hubiera encontrado a otra persona, que hubieran cambiado sus pensamientos y sentimientos hacia él, y, lo peor, que no se presentara se le antojaba desalentador y terrible. No podía corresponder el beso ni sus tiernas intenciones en aquel entonces, pero ahora era diferente. Esos años sin saber de ella habían incrementado su deseo por verla, por saborear sus labios como era adecuado y anhelar su compañía y presencia en su vida llegando incluso a rechazar a otras mujeres cuando se presentaban en su camino.

Ella habitaba en sus recuerdos y su imagen estaba más viva que nunca en su cabeza. De hecho, Kanon invertía el grueso de su tiempo en su hogar o en el trabajo, rara vez salía con alguien y, si era el caso, eran salidas casuales que jamás terminaban en nada. No importaba si eran más maduras o no, si tenían más experiencia en la vida o no, simplemente, no eran Thetis y esa era razón suficiente para alejarse.

—Faltan un par de días... —el calendario tenía marcado el día del reencuentro encerrado en un gran círculo rojo.

Finalmente la temida fecha estaba a la vuelta de la esquina sintiendo como el corazón estaba por estallarle. Estaba decidido a corresponder sus sentimientos, a devolver el beso robado, a estrecharla entre sus brazos y no dejarla ir; en resumen, a convertirla en la reina de su pequeño palacio.

—Basta... basta —se dijo molesto tomando asiento en la butaca más cercana siendo presa de un ataque de pánico—. No pienses en nada negativo, pero ten en mente un escenario donde ella no acuda a la cita.

Kanon pasaba tiempo en sus ensoñaciones imaginando a Thetis en el muelle donde se vieron por última vez. En esos escenarios se veía a sí mismo hablándole, dedicándole largas miradas. A veces trataba de recrear su imagen de mujer adulta. ¿Sería más alta, más esbelta? Y lo más importante de todo.

¿Aún sentiría lo mismo por él?

Esa pregunta era la que normalmente lo atemorizaba llegando a pensar en no presentarse el día acordado. Le daba terror el que ella no fuera, el no saber de la joven nunca más le atemorizaba. No obstante, a veces trataba de convencerse de que era una posibilidad a fin de cuentas: que la chica, al verse rechazada, decidiera enfocar su atención en otras personas y vivir su vida como cualquier otra mujer; lo cual era bueno y estaba bien pues era lo que también Kanon deseaba para ella con lo que conllevaba.

Llevaba varios años atormentándose con eso, siendo el último el más doloroso en ese sentido, dando vueltas sin descanso sobre las mismas ideas.

—Ya basta, si ella no se presenta ese día, se terminó. Me daré la oportunidad de conocer a otras personas de ahí en adelante —se dijo resuelto por vigésima vez esos días.

En vez de preocuparse nuevamente y atormentarse, intentó de varias formas mantener su mente ocupada revisando su casa de arriba abajo; todo en orden, tal y como a la rubia le gustaba. Su casa ahora podría llamarse hogar gracias a la decoración en tonos cálidos y la presencia de alguien que había puesto el esmero suficiente en ello. Tras verificar que todo estaba como quería, decidió buscar una postal que llegó por correo el día anterior.

La enviaba Radamanthys desde una ciudad lejana ubicada al norte del continente. Sitio al que Kanon se trasladó por unos días hacía cosa de ocho meses más o menos ya que su amigo rubio tuvo que volver a casa luego de una larga ausencia, según comentó, tratándose de un asunto de trabajo más que otra cosa. Aquella tarde, mientras ambos compartían una cerveza en un pub medio vacío ubicado no muy lejos de Leicester Square, el gemelo le preguntó socarronamente por la chica del cabello verde con quien salía advirtiendo su ya conocida expresión turbada que le causaba mucha gracia.

—Ah ella... —Radamanthys no sabía cómo explicarle que para él no era necesario vivir en el mismo sitio que la joven para visitarla cuando quisiera así que tuvo que recurrir a otra clase de mentira para zafarse— Nos separamos por ahora —dijo al fin adoptando una actitud resuelta bebiendo un poco de cerveza.

—Que mala noticia, pero imagino que la distancia es un problema tomando en cuenta que esta ciudad está demasiado lejos de Grecia —comentó Kanon—. Además de que es sumamente costoso todo aquí —pensó preocupado haciendo cálculos mentales de cuánto presupuesto disponía para ese día.

—Si, en parte.

Radamanthys se vio en la necesidad de poner distancia de Kanon poco a poco así que su supuesto traslado a otra ciudad era una excusa perfecta.

Hablando la joven del cabello verde, siempre era discreto con ese tipo de cosas en su vida, no solo con Kanon si no con quienes lo rodeaban, en general. Jamás solía compartir con nadie si salía con otras personas y bajo qué condiciones. Por lo mismo, había dado pocos detalles a su amigo de su trato con Shaina más por evitar la posibilidad de revelar algún dato indebido a porque le tuviera desconfianza; así que, únicamente se refería a esa relación como una intensa montaña rusa y solo eso, sobretodo porque en cosa de unos dos años a la fecha las cosas habían subido de tono entre la amazona y él.

Así que, en verdad, era una montaña rusa muy intensa.

Tras la "mudanza" de Radamanthys es que Kanon y su amigo ya no mantenían una comunicación tan constante y ambos lo entendían, era comprensible de muchas formas. El gemelo tenía la mente puesta en otros asuntos ya que estaba deseoso por un cambio en su vida y prioridades; por primera vez en muchos años, deseaba algo para él, no algo material, sino un hogar, una compañía constante en su vida ya que el trabajo siempre ocupaba la mayor parte de su tiempo y en su mente. Ya había sido suficiente.

—Debería de dejar de hacerme tantas expectativas en la cabeza, solo pensar en que todo salga bien y en un plan B en caso de que las cosas sean diferentes —tras lanzar un largo suspiro es que se dirigió a la cocina para preparar un poco de café y mirar el televisor por un rato.

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En alguna ciudad de Dinamarca

Thetis volvía al pequeño apartamento ubicado a las afueras de la ciudad tras un largo día de trabajo. Ya llevaba algo así como tres años viviendo por su cuenta en ese país no estando segura ya de esa decisión hecha precipitadamente. Había intentado acercarse a Julían en más de una ocasión en los pasados años sin conseguirlo y, como último recurso, anuncio que se marchaba de su casa para ser independiente esperando que el magnate la detuviera; no obstante, el joven dios la animo a que siguiera su destino deséandole mucha suerte en sus siguientes pasos.

—Puedo brindarte toda la ayuda necesaria para establecerte en la ciudad que elijas —le comunicó sonriente aquel día mientras la joven rubia hacía lo posible por no llorar en su presencia.

Se arrepintió un tiempo, no obstante, pasadas algunas semanas, llegó a reconocer que no era tan malo después de todo. Julián no estaba cerca y, como fuera, al no tener al magnate en los alrededores podría sanar su desengaño de ahí en adelante. Cosa que intentó por diferentes medios a veces prometedores, a veces no.

Tras dejar sus pertenencias en la mesa más cercana, la joven revisó el calendario aquella tarde rasgando la hojita de otro día más observando la fecha atentamente.

—El reencuentro con Kanon —dijo instintivamente observando sorprendida—, no pensé que este día llegara tan rápido.

La joven de casi veintidós años tomó asiento en la silla más cercana sonriendo. Había tratado de olvidar a Kanon, realmente lo intentó, buscándose otras amistades y dando oportunidad a chicos como Baian o sus mismos compañeros de trabajo en búsqueda de una relación que borrara esos sentimientos. No obstante, se había acostumbrado a tener el estándar muy alto ya que, inconscientemente, los comparaba a todos con el Dragón Marino. Había tratado de no hacerlo, pero, a su lado, los demás chicos le parecían inmaduros.

Incluso, tiempo después, el mismo Julían parecía poco hombre al lado de Kanon.

—Tengo que preparar mi viaje a Grecia a sabiendas que quizás él no se presente —se dijo lanzando un suspiro de tristeza—. Si no coincidimos en este reencuentro, será lo último que dedique a este asunto. Pero... no quiero. ¡Estoy cansada de no pertenecer a ningún lugar, de no tener un hogar definitivo! —se dijo llorando— Un hogar... Oh Kanon, ¿por qué no he podido sacarte de mi cabeza?, ¿por qué no permitiste que viera tu reacción ese día?, ¿por qué no te deje marchar sin hacer esa tontería?... O, ¿por qué no me detuviste?

Se arrepentía de haberlo besado no por sus sentimientos, si no porque no considero si eso causaría molestias al Dragón Marino. Fue algo tan espontáneo y que jamás se imaginó hacer, que no pudo anticiparse a él. Había hecho análisis extensos en su cabeza relativos a ese día, al tono de voz de este, a como dijo aquellas palabras "reencontremonos en cinco años" no llegando a ninguna conclusión útil. Tan solo logró deducir que se lo dijo a fin de ganar tiempo, a fin de que ella lo olvidara y lo dejara pasar.

La única persona con quien pudo hablar del tema fue con Io, el chileno la vio tan triste luego de ese evento que se ofreció a escucharla amablemente. Io terminaría siendo una amistad bonita aunque breve.

—Como quisiera que Io estuviera aqui, podría pedirle consejo. Su apoyo me vendría bien en estos momentos.

Io notó cómo la hacía sentir Julían, como el magnate la hacía a un lado constantemente, pese a no poder interceder por ella, trataba de ser su consuelo y su amigo.

Tenía un par de amigos por esos días sin embargo, no dejaba de sentirse muy sola en la fría Dinamarca. No había resentido esa situación cuando vivía con Kanon en Noruega y con frecuencia se hacía labor de auto convencimiento cuando aún vivía en casa de Julían.

No obstante, reconocía que no le había faltado techo y comida en ningún momento, a pesar de sentirse como alguien transitorio en la vida de los marinos y el dios.

Decidió que era momento de anunciar a su casero que era momento de marcharse comenzando a empacar. Volvería a Grecia apostándole todo a ese reencuentro, de no suceder, buscaría un sitio donde estar para analizar sus siguientes pasos.

—Si, eso haré en caso de que todo resulte una pérdida de tiempo. Encontraré el modo de seguir adelante yo sola. Se que Kanon habría confiado en mí, en que lo lograría sin ayuda de nadie.

Era momento de poner manos a la obra y finiquitar ese asunto en Grecia. Ese reencuentro que tanta angustia le ocasionaba a veces, debía llevarse a cabo y concluirse o terminaría por volverse loca.

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Grecia

El día acordado

Thetis aterrizó en Grecia aquel día por la tarde, para su mala suerte, no encontró ningún vuelo disponible más temprano y solo contaba con dos horas para sortear la locura del aeropuerto y trasladarse hasta Perama, ciudad ubicada bastante lejos de ahí. Tras lograr salir del lugar llevando su pesada y estorbosa maleta, es que pasó varios minutos buscando un taxi que la trasladara hasta su destino.

Estaba desesperada y dispuesta a pagar lo que fuera por el largo viaje con tal de llegar a tiempo. No se perdonaría jamás el que Kanon se presentara marchándose enseguida al ver que ella no aparecía. Tampoco tenía modo de hacerle saber que estaba en Grecia debido a que él no tenía cosmos y ella tenía prohibido su uso, además de que no tenía su número de teléfono o algo.

Para su buena fortuna, en cosa de unos veinte minutos más, logró conseguir un taxi. Le dijo que no importaba el costo, que la llevara hasta el malecón de Perama, a la zona del ferry para mayor referencia poniéndose en marcha enseguida.

—Por favor, vaya lo más rápido que sea posible, tengo mucha prisa.

Solo esperaba que las condiciones y el tráfico fueran favorables.

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Kanon llegó al lugar de la cita una hora antes de lo acordado, sus nervios no le permitieron dormir la noche anterior tomando la decisión más saludable, olvidarse de conciliar el sueño a eso de las cinco de la mañana dedicando un poco de su tiempo a mirar alguna película en el televisor de la habitación de hotel.

Buscó hospedaje lo más cercano al sitio del reencuentro reservando una habitación para dos personas, ¿por qué lo hizo sin tener la certeza de que la segunda persona aparecería? No tenia idea, lo mejor era anticiparse a que si sucedería aunque no existiera posibilidad alguna. En medio de los comerciales televisivos, dedicó una mirada al espacio aún vacío a su lado pensando en lo ridículo que ya le resultaba aquello; no era la primera vez en que fantaseaba con verla recostada a su lado, pero, a esas alturas, era demasiado.

—Voy a ducharme, luego bajaré a desayunar con tranquilidad y veré en qué más invierto el tiempo —estaba agotado por todo así que una larga ducha caliente lo ayudaría así como la primera taza de café de esa mañana.

Apenas pudo, salió a las calles de Perama para recorrerlas con calma a pesar de conocer la ciudad mejor que la palma de su mano evitando el sitio de reencuentro pues aún faltaban muchas horas para eso. Tampoco podía excusarse así mismo visitando a Saga ya que él estaba de viaje en Suecia y no volvería hasta dentro de semana y media más o menos. Buscando en qué matar el tiempo y calmar sus ansias, recorrió librerías, el centro comercial, parques públicos e incluso su antiguo edificio de apartamentos.

A eso del mediodía encontró donde almorzar algo sintiéndose un poco más tenso al ver que la hora acordada ya no estaba lejana invirtiendo la mayor cantidad de tiempo posible en comer. Ordenó otro plato, unas dos tazas de café y el postre deseando tardar, al menos, dos o tres horas. Sintiéndose cual pelota, dejó el restaurante a eso de las tres caminando con paso lento para hacer tiempo mientras iba hasta la zona del ferry.

Estaba sentado en una banca de piedra varios metros más allá del sitio del reencuentro observando el mar frente a él, los lujosos yates, el ferry que llegaba con pasajeros provenientes del otro lado de la costa y más. Su encrucijada mental no lo había dejado en todo ese tiempo asi que, totalmente resignado, buscó el mejor modo de calmar sus nervios observando a las personas salir del ferry tratando de no pensar en nada.

Miró el reloj un momento después y faltaban solo quince minutos para la hora acordada enfocando su atención en cualquier otra cosa a su alrededor. Paso la mirada a la izquierda, hacía la zona de desembarque del ferry, la cual tenía más allá una larga escalera que iba hacia arriba topando con el mirador además del largo estacionamiento del puerto marítimo y, más allá, el camino que llevaba al psiquiátrico.

—Ya es la hora en punto... —se dijo en voz baja aumentando sus expectativas.

Fue cuando sus ojos visualizaron a una chiquilla menuda y alta, de cabellos castaños recogidos en una alta coleta y que parecía estar perdida pues observaba ansiosa a su alrededor. Kanon no se movió, no obstante la observó para distraerse un rato y no mirar el reloj cada cinco minutos; la chiquilla pidió alguna orientación a la persona más cercana quien señalaba la larga escalera gesticulando que debía ir más allá.

Kanon volvió a observar el reloj, ya eran más de quince minutos después de la hora conteniendo su impaciencia.

Vista desde atrás, la chica del cabello café llevaba una pequeña mochila colgada en sus espaldas e iba despacio por la escalera, como si también estuviera demasiado nerviosa. El joven no había visto su rostro hasta ese momento y no lo vería ya que apenas llegó a la cima de la escalera, se perdió de su panorama.

El reloj marcaba media hora después de la hora acordada.

Lanzó un largo suspiro ya que, todo parecía indicar, la joven no se aparecería. No obstante, decidido a dar el beneficio de la duda, se reacomodó en su postura dispuesto a esperar, otra hora más al menos.

Thetis aún iba en el taxi tratando de no derramar un par de lágrimas ya que no deseaba ser cuestionada y menos que la vieran llorar. El reloj marcaba casi cincuenta minutos después de la hora acordada y aún faltaba para llegar a la zona del ferry. Lo único que podía hacer era mantener la calma orando porque él aún estuviera ahí.

Kanon miró el reloj otra vez, había pasado casi hora y veinte desde la hora acordada. ¿Qué debía hacer ahora? Marcharse, no, aun no deseaba hacerlo aunque algo dentro de él lo impulsaba a decidirse. No quedaría más que buscar con que sanar su corazón roto de ese desengaño para el cual ya estaba mentalizado.

—Era de esperarse... —pensó— Se que no está con Julían Solo ya que él aún sale con la bonita noble —aquella nota había salido en los noticieros anoche asi que eso estaba confirmado—. Quizás, al final, decidió dar una oportunidad a Baian o Io o alguno de ellos.

Había esperado casi dos horas notando como, de nueva cuenta, la chiquilla de cabello castaño y coleta volvía a la zona del ferry bajando la escalera. Fue en ese momento en que Kanon reparó en su rostro, había algo familiar, algo que sentía haber visto en otro sitio. Sin embargo no pudo observarla con tanto detenimiento como habría deseado ya que la chica iba con paso rápido y expresión ansiosa rumbo a la fila del ferry para abordarlo.

—Esa niña... —se dijo— He visto su rostro en otro sitio —en su mente apareció brevemente la fuente: la fotografía enmarcada que Saga conservaba—. Esa niña es...

—¡KANON!

Una voz lo sacó abruptamente de sus pensamientos llamándolo una y otra vez. El joven la reconoció enseguida buscando su origen girando con impaciencia hacia ambos lados; a la izquierda y derecha sin encontrarla.

—¡AQUÍ ARRIBA!

Al volver la vista hacía el mirador pudo verla con claridad: Thetis lo saludaba sonriendo efusivamente desde las alturas y en cuanto el joven devolvió el saludo, la chica llevando su pesada y estorbosa maleta, se aproximó con pasos rápidos a la escalera mientras Kanon hacía lo propio yendo a la estructura de piedra lo más rápido que sus pies le permitían. Desde abajo noto claramente lo mucho que a la chica le costaba maniobrar la valija pues debía jalarla con ambas manos haciendo un esfuerzo.

Dicho esfuerzo ocasionó que la valija se girara sobre sí misma mientras la rubia perdía el control de la misma haciendo que esta se fuera escaleras abajo. Thetis observó aquel evento horrorizada deseando que la valija no fuera a tumbar a nadie en su caída. Kanon se adelantó lo más rápido que pudo deteniendo la maleta justo a la mitad viendo a la joven acercarse aliviada.

—La detuviste —la chica llegó hasta donde él estaba sonriendo ampliamente con expresión sorprendida— ¡Lamento llegar tarde, el viaje desde el aeropuerto fue muy largo!

—No te disculpes —respondió con calma—, lo importante es que ya estás aquí.

Antes de decir nada más, ambos fueron al muelle mientras el ferry anunciaba su salida del puerto. Para esos momentos, la niña del cabello café había salido de la mente de Kanon completamente; la chica, Alena, abordó el ferry luego de dejar una carta en la recepción del hospital psiquiátrico pues la persona que anhelaba ver no se encontraba.

La jovencita solo deseaba que esa persona leyera la carta y le diera una respuesta en algún momento del año.

Kanon y Thetis se alejaron de la multitud caminando muy juntos el uno del otro buscando donde tomar asiento para que la chica respirara un poco ya que se le veía muy agitada. Apenas ocuparon un sitio en una banca de piedra, la contempló de arriba abajo: sus hermosos ojos claros, sus labios ahora lucían un ligero color rojo, sus facciones eran más maduras y hermosas y, siguiendo el camino hacía abajo, se topó con un par de enormes y redondos... en ese punto se turbó un poco tratando de disimularlo.

—Pensé que ya no estarías aqui cuando llegara... —dijo ella de pronto mirándolo con aprehensión mientras Kanon le devolvía los mismos ojos.

—Espera un poco... —susurró.

Acto seguido, se cobró el beso robado sujetándola del rostro con ambas manos mientras Thetis hacía lo propio rodeándolo con sus brazos. El abrazo del hombre que la acompañaba se sentía no solo cálido o lleno de ansias, también la hacía sentir como si hubiera llegado a un sitio donde su presencia era requerida desde hacía mucho; se sentía como si hubiera llegado a casa luego de vagar por varios años, tal y como Kanon hiciera tiempo atrás.

Kanon había deseado tanto tenerla a su lado que no la soltó, al contrario, incrementó la efusividad de su abrazo, acaricio su rostro por momento dedicándole la mirada más tierna que tenía siendo correspondido en su totalidad. Thetis se recargó en su pecho apenas se separaron por unos momentos lanzando un suspiro y sonriendo ampliamente.

—La verdad, hace una hora creí que no vendrías. Que tenías algo mucho mejor en tu vida y esto no era necesario —comentó sujetando la mano de la joven.

—También pensé lo mismo que tú —añadió ella sorprendida—. Como no supe qué pensaste de ese beso que te robé hace cinco años, creí que te habías molestado conmigo y que tal vez hoy no te aparecerías.

—¿Molestarme? No. Eras muy joven en aquel entonces y no iba a aprovecharme de ti. Además de que terminaría preso por eso —indicó en tono socarrón—. Tenías que vivir más, conocer otras personas y hacer otras cosas. Eso es lo que quería decir con mis acciones. Lo siento si se malinterpretaron.

—No, en absoluto.

—Bien, ¿podrías explicarme por qué vienes del aeropuerto? —preguntó señalando la enorme valija— ¿No vivías con Julián?

—Es una historia muy larga, te la contaré después. Dejé su casa hace unos tres años tras darme cuenta de que estaba perdiendo el tiempo. Y pues... me sucedieron muchas cosas desde entonces, viví en Dinamarca una larga temporada y solo eso.

—¿En Dinamarca? Es decir que volviste para buscar a tu familia, ¿es asi? —preguntó Kanon con curiosidad.

—Si, pero no encontré nada. Viví donde pude de ahí en adelante. Ayer avisé a mi casero que me iba, empaqué mis pocas pertenencias y aquí estoy.

—Lo lamento.

—Yo no. No esperaba encontrarte pero ahora que estoy contigo, parece que veo el camino un poco más claro.

—Si así es, vamos —dijo él de pronto poniéndose de pie sin soltar su mano.

—¿A dónde me llevarás ahora?

—Vamos a casa.

Él la ayudó con la valija mientras los dos, tomados de la mano, volvían al hotel a pasar un par de días en Perama ya que después iniciarían el viaje de regreso a Agios. A su nuevo hogar.

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FIN

Notas: Ya tenía el final en mente desde hacía semanas así que solo era poner las ideas en orden y armar el capítulo. Hay un par de cosas que darían lugar a side stories como lo de Thetis y la historia de la carta de Alena dirigida a Saga.

Ya veremos si lo completo más adelante. Nos veremos después en alguna otra historia. ¡Saludos!

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