2.5 El emperador inmortal
Las doce audiencias: Tercer templo
Segunda parte: Kanon
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El emperador inmortal
en una tierra mundana
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Saori abrió mucho los ojos al enterarse que Kanon tenía la mira puesta en todas partes pues, ni siquiera, el "Torneo galáctico" escapó de su conocimiento. Era Thetis quien le ayudaba con los diarios locales mientras Kanon relacionaba en su cabeza diferentes piezas como lo eran: el hecho de que Saga hubiera usurpado el poder del Patriarca en el Santuario, pero que, de alguna forma u otra, unas personas extranjeras se hubieran hecho con la armadura dorada y, curiosamente, la de Sagitario.
—Me tomo tiempo tratar de comprender como es que esa armadura pudo dejar el Santuario y, claro que, la respuesta era simple: el asesinato de Aioros y el punto en que él, seguramente, solicitó ayuda a un externo entregándole la armadura poco antes de morir. Eso nos lleva al hecho de que Atena no estaba en el recinto.
Kanon narró como es que un diario local de Grecia hizo una leve mencion, en una columna casi oculta entre sus páginas, al asesinato de Aioros. Se decía que un extranjero encontró su cuerpo sacándolo de los alrededores del Santuario, claro que dicha teoría no pudo ser comprobada por nadie en esos momentos, pero, para Kanon, todo tenía sentido: Saga ocasionó un caos en el Santuario haciendo que su amigo cercano muriera.
—Creo que nadie en el Santuario estaba al tanto de que Atena no estaba ahí —Saori supo esto cuando ella misma conocio a los caballeros dorados uno a uno.
—Bueno —comentó Kanon pensativo—, es muy probable que los tuvieran con la idea de que Atena estaba oculta en una habitación y los demás lo pasaban metidos en sus asuntos y como borreguitos sin cuestionar, veo posible que estuvieran ignorantes de todo.
—¡Kanon!
—Lo siento... En fin, en algún punto consideré que esos chiquillos de bronce buscarían confrontar al Santuario y bueno, no me imagine todo lo que conllevaría. La gran batalla de las doce casas, la cual solo pensé que podría ser posible. Y, tengo entendido, que ocurrió tal cual.
No obstante Kanon tenía la mente en la planeación de la guerra Santa y apoyado por Marinos como Io o Krishna es que, a veces, subían al poblado de Noruega para mirar las noticias esperando que las actividades del Torneo Galáctico fueran anunciadas sorprendiendose porque aquel evento se hubiera suspendido de pronto y, prácticamente, la Fundación Graude se hubiera desentendido de todo como si nada hubiera ocurrido dejando a las personas sin esa diversión momentánea.
—Solo era cuestión de ser paciente —decía Kanon a Saori— y, las cosas se acomodarían solas a su debido tiempo. Claro que, no conté con que tus caballeros de bronce ganarían la batalla de las doce casas y... que finalmente Saga sería sometido a tu juicio dejando este mundo.
Saori observó su rostro al decir todo eso: las facciones de Kanon se ensombrecían aunque ella no podía saber en esos momentos si era a causa de la pérdida de su hermano o del repentino cambio en sus planes. La joven espero paciente a que continuara con el desenlace de su relato.
—¿Y cómo tomaste esa noticia, Kanon? —preguntó observándolo fijamente— ¿te afectó saber sobre la muerte de tu hermano estando tan lejos?
—Debo confesar que me tomó por sorpresa ya que, toda la motivación de mi plan era vengarme de él y del Santuario, sin embargo sin esa razón en mi lista, me propuse encontrar otra mientras tanto. Ya estaba ahí, no iba a desbaratar toda la operación por un cambio de motivaciones. Aún le guardaba cierto rencor a Saga, pero después de trece largos años hay sentimientos que se van asimilando o van perdiendo fuerza y matices.
—Entonces... jamás pudiste perdonarlo del todo aunque lograste reconciliarte con la idea, ¿es correcto?
—Así es Atena. Lo siento —Kanon la observó con vergüenza esperando un poco antes de continuar—, a esas alturas de mi vida y de las circunstancias, debía encontrar otra motivación para ejecutar mi plan como estaba armado.
No se atrevió a decir que, muy en sus adentros, tuvo sentimientos encontrados por la muerte de Saga: alivio porque hubiera sido castigado y tristeza por su pérdida.
Mientras encontraba algo que le devolviera al camino que llevaba recorrido, es que tuvo la idea de que era momento de deshacerse del oráculo, cosa que debía realizarse cuanto antes pues ya no le era de utilidad y menos luego de su última charla acontecida semanas atrás.
—Hay algo de lo que no me has hablado —le dijo autoritario—, algo que insistes en ocultarme.
—¿De qué se trata Dragón Marino?
—La identidad de la Sirena. Te he pedido que me reveles quien es, no puedo comprar esa idea absurda que tienes de ella. ¡Era una chica ordinaria que fue traída aquí contra su voluntad y nada de lo que objetes me hará cambiar de parecer!
—No es absurdo Dragón Marino, es una verdad. No te he mentido en nada respecto a la joven.
El oráculo insistía, sin quitar el dedo del renglón, en que la chica no era humana cosa que Kanon había refutado en varias ocasiones pues él, personalmente, podía comprobar la "humanidad" de Thetis ya que había convivido con ella de cerca y lo suficiente recabando evidencia que echaría para atrás esa ridícula teoría. No era un ser sobrenatural sino una chica de quince años, para esos momentos, hábil y capaz como cualquier otra persona y más humana que cualquier poblador de Noruega.
—Bien, bien —replicó Kanon molesto perdiendo aquella contienda nuevamente— ¿cómo podría ella recuperar lo que perdió, sus recuerdos y su vida pasada?
—¿Sus recuerdos, es eso lo que ella desea?
—Si —indicó rápidamente el gemelo—, es algo que desea con fuerzas y en algún momento quisiera transmitirle.
—Hay una forma...
Pasada una media hora más o menos es que Kanon salió de la sala del oráculo refunfuñando y cerrando los puños con tal fuerza que, por poco, hace que el scale se le incruste en la piel de sus palmas.
—Maldito oráculo idiota, se nota a leguas que nunca ha vivido bajo el mismo techo que una mujer o con un ser vivo siquiera. Si supiera todo lo que yo sé de esa chiquilla, no sugeriría las tonterías que dice —Kanon pensó un poco en qué hacer con la información que poseía deliberando quele diría a Thetis lo que necesitaba saber, únicamente, al término de la Guerra Santa.
Kanon se imaginaba que lo que debía comunicarle respecto a cómo recuperar sus memorias, no le gustara en lo absoluto, eso era algo que podía anticipar sin problemas. Ese mismo sentimiento le decía que la sirena terminaría odiandole cuando le revelara esa información, pero en esos momentos no estaba seguro del por qué, solo sabía que la joven le tendría mucho desprecio y rencor. Lo mejor para ella, sería que las cosas se dieran solas para poder ejecutar lo que indicaba el oráculo y recuperar su vida perdida.
—Así que te deshiciste del oráculo —comentó Saori observando a Kanon quien ocupaba la silla frente a ella.
—Si, ya no me era útil y no me resultaba conveniente tenerlo cerca ya que desconocía que tanto poder tendría a pesar de llevar tratando con él una larga temporada; además temía la influencia que podría ejercer en el dios marino, ¿entiendes? No lo podía dejar arrebatarme ese poder. Lo último que le permití comunicarme fue el momento de subir por el Emperador.
El oráculo mencionó, tanto a Kanon como a la Sirena, que la fecha de esa mañana era 21 de marzo. Justo el día en que el huésped del Dios Poseidón debía llegar a Atlantis para ocupar su sitio como Emperador de los Mares. La entidad dio indicaciones muy precisas a Thetis sobre el momento en que debía subir a la superficie, como presentarse ante el dios y cómo trasladarlo con seguridad hasta el templo marino.
—Comprendo —asintió la chica postrándose humildemente delante del oráculo a quien tenía mucho respeto y confianza—. Haré tal y como se me indica sin fallar. El Emperador estará aquí al final de este día, tiene mi palabra.
Tras finalizar esa última reunión con el oráculo, en la cual Dragon Marino hablo poco limitándose a escuchar lo que la entidad le diría a la chica. Kanon y la sirena se dirigieron al salón del trono donde este observó a Thetis pasar una mano por el mueble con actitud soñadora dibujando una sonrisa en sus labios. La sirena se sacó el yelmo de su armadura con actitud de servicio y lista para los siguientes pasos muy entusiasmada al respecto.
—¿Qué clase de persona crees que sea el Emperador? —preguntó la jovencita sin apartar la mirada del trono con la actitud de cualquier adolescente que está por encontrarse con su ídolo favorito.
—Debería ser alguien con una capacidad de liderazgo extraordinaria —eso fue lo único que Kanon respondió a su pregunta sin permitirle a Thetis comportarse como una fanática cualquiera pues, desde hacía cosa de una semana o dos, la chica hablaba y hablaba sobre el emperador sin parar.
Kanon estaba algo cansado de esa devoción enfermiza.
El hombre sabía que clase de sujeto era Julián Solo pues, un par de veces al mes, la familia Solo llegaba a aparecer en medios impresos como revistas rosas mencionando el Imperio marítimo que poseían, sus conexiones con la realeza griega y de cómo el único hijo sería el heredero de todo. Alguien con semejante perfil solo podría ser un mocoso engreído, poco útil y autoritario. En esos momentos, Kanon cayó en cuenta de que quizás Julian podria a ser un problema si no sabía manejarlo adecuadamente para que hiciera su voluntad, debía pensar en cómo hacerle creer que toda la guerra santa era para su beneficio.
—No había pensado en lo problemático que el Emperador podría ser... —se dijo Kanon montando guardia en su pilar mientras que la sirena soñadora iba a la superficie trasladándose hasta Grecia— No debo permitir que el mocoso se me vaya de las manos —se dijo con desprecio.
Apenas Thetis salió del templo, Kanon se encargó del oráculo pues no deseaba que este, bajo ninguna circunstancia, conociera al Emperador. Así, usando su técnica Triángulo dorado, desbarató la sala donde la entidad residia borrando todo rastro de él.
—Esa noche se celebraba la ridícula fiesta por los dieciséis años de Julián. Se sabía que la crema y nata de las sociedades mundiales se reunirían ahí. Pensé que la sirena podría colarse, no obstante eso supondría problemas muy serios para ella en caso de ser descubierta. Así que deseché el plan —dijo Kanon observando a la diosa.
Saori recordaba, con cierto desagrado, la fiesta del magnate Julián Solo. En particular, como este se le propuso de la nada, sin conocerla siquiera, sugiriendo que se casaran; él con dieciséis años y ella con trece. Por supuesto, aquello no podía ser más que un disparate de mal gusto salido de la boca de un joven orgulloso y prepotente ya que la sola idea era absurda, además de que dicha unión estaba destinada al fracaso desde ese instante. La joven lanzó un suspiro discreto de fastidio al tener que pensar en eso siquiera.
—El dios comentó que estuviste presente en esa fiesta y, debo confesarte, que la idea de llevarte hasta lo profundo del mar no fue mía. Eso fue una iniciativa suya —indicó Kanon comiendo otra madalena acompañada por el rico café que le generaba un especie de adicción.
—Lo sé, tuve la oportunidad de charlar con él mientras estuve en Atlantis. Julián ideó todo ya que no pudo soportar mi negativa. Habrase visto semejante desplante por el rechazo de una desconocida —Kanon rio un poco ante el comentario.
Algo le decía que, tanto él como la diosa, podrían compartir una tarde entera hablando mal a las espaldas del magnate heredero.
Thetis observaba el desarrollo de la fiesta lo suficientemente cerca del enorme balcón-terraza de la residencia. Esperaba pacientemente que Julián se alejara de la molesta joven de cabellos lila para cumplir con el mandato. Algo dentro de ella había quedado encantada por ver al futuro Emperador, aunque fuera de lejos, encontrando al joven atractivo y de un porte que ninguno de los marinos poseía, no obstante aquel parecía estar absorto en la compañía de la otra mujer. La chica cuya sola presencia disgustaba a la sirena sintiendo una especie de rabia e incomodidad.
La llegada de Julian Solo provocó revuelo entre los marinos que estaban ya postrados delante del trono mientras que Kanon observaba la escena grabando en su memoria las expresiones de dos o tres de los presentes: Isaak, el joven difícil, que miraba a Poseidón como si este fuese el salvador de la humanidad; luego puso sus ojos en Sorrento quien miraba al dios con el deseo ardiente de lamer sus pies hasta cansarse. Y, por último, observó a Thetis quien parecía estar deseosa por pedirle una cita romántica al mocoso rico.
Apenas el dios se dirigió a su sala privada, Kanon tomó la palabra para devolver a los tres soñadores a la realidad.
—El emperador ya está en el templo del mar. Es momento de demostrar por qué estamos aquí —les dijo autoritario e impasible—. Voy a ser honesto, no me interesan sus opiniones respecto a la estrategia. ¡Apéguense al plan y punto!
Momentos más tarde, Dragon Marino se reunió con el dios personalmente encontrándolo, temeroso al inicio, pero con un carácter fuerte y confiado que sería excelente si Julian fuese a ser la cara principal del imperio del mar y el Director de Relaciones Públicas de este. Kanon se guardó sus impresiones iniciales postrándose delante del Emperador antes de iniciar esa charla cara a cara ya que este debía percibirlo como humilde y a su servicio.
—La diosa Atena —comenzó a decir pensativo acomodando su capa por debajo del scale tras tomar asiento en una mullida y bonita silla—, debe recibir un castigo excepcional por haber rechazado mi propuesta de dominar el mundo a mi lado. ¿Qué opinas de eso dragón marino?
—Me pudiera dar más detalle al respecto de ese rechazo —Kanon no sabía a qué se refería el recién llegado ya que, mitológicamente, Atena no podría desposarlo. Aunque no estaba seguro de la condición de la diosa como humana.
—Por supuesto —fue así que Julian narró, con detalle, lo ocurrido esa noche en su fiesta de cumpleaños cuando trató de convencer a la empresaria adolescente de matrimoniarse recibiendo una negativa por respuesta llevándolo a molestarse como nunca—. Nadie me ha rechazado así sabes. A lo largo de mi vida me he hecho con lo que he querido y jamás se me ha dicho que no.
—Entiendo.
—Podría comprar el poblado más cercano si quisiera, ¿entiendes? Ese es el poder que poseo, Dragon Marino —decía calmadamente sin prestar atención a nada más.
Kanon vio la oportunidad de oro que tanto necesitaba para desatar la guerra santa que llevaba planeando años: el despecho de un chiquillo orgulloso, y dios de los mares, era una excusa perfecta. Tomaría poco tiempo el convencerlo de usar Asgard como intermediario y, cuando fuese el momento justo, dejaría que el Dios diera el golpe final secuestrando a Atena.
—Me parece Excelencia —comentó Kanon educado pero sin ocultar su malicia—, que es una razón de mucho peso para hacerla pagar no solo a ella sino a toda su gente en el Santuario.
—¿Consideras que es necesario escalar tanto el asunto? —Julian solicitó le sirvieran otra copa de vino mientras sonreía de soslayo ante la insinuación de su general marino— Yo pensaría que con solo traerla aqui para vengarme, bastaría.
—No es tan simple, Excelencia. Si traes a Athena al templo marino desatarás el poder de su fuerza de élite y ellos querrán enfrentarnos. Es absurdo creer que sus caballeros se quedarán de brazos cruzados viendo como su diosa es secuestrada.
—Es cierto... —dijo Julian de pronto— Sus caballeros, me había olvidado de eso por completo. ¿Cuál es tu sugerencia, entonces?
—Haremos como dices Emperador: traeremos a Athena al templo marino, sin embargo considero que debemos usar un plan enmascarado u oculto para semejante propósito y agotar sus fuerzas sin dejarles saber nuestras intenciones desde el inicio.
—¿Cuál es?
—Los llevaremos al territorio de Asgard para debilitarlos —dijo Kanon triunfante—. Los dejaremos a merced de los dioses guerreros, de esa forma los combatientes no tendrán energía para impedir que traigas a Atena hasta nuestro territorio y, en caso de que se atrevan a poner un pie en el templo marino, podremos derrotarlos con facilidad.
—Eres brillante dragón marino, es como si leyeras mi mente. Pero, dime una cosa, ¿qué podríamos usar como pretexto para que Asgard quiera atacar el Santuario o viceversa?
Kanon sabía que Hilda de Polaris tenia fama de ser una sacerdotisa leal a su pueblo y lo suficientemente pacífica como para no desear nada que estuviera fuera de su alcance o de acuerdo a las leyes de su nación. Fue así que el dragón marino sacó su As bajo la manga, un detalle que había leído muchas veces en los pergaminos antiguos de la biblioteca y que serviría para someter a la sacerdotisa de Odín. Así sus ojos reesplandecieron dando al emperador todos los jugosos detalles sobre aquel hallazgo.
—Estupendo —decía Julían por lo bajo sonriendo satisfecho—, por cierto. Noté a mi llegada la existencia de la alta columna que está detrás de mi templo. ¿Qué es ese sitio? —preguntó el joven.
—El gran soporte principal —Kanon explicó a detalle qué era aquel sitio y que papel jugaba dentro del templo haciendo que el Emperador sonriera discretamente con malicia.
—Llevaré a Atena ahí en caso de que me rechace de nuevo. Todo el desarrollo de mi plan saldrá a la perfección.
Poseidón creía que todo el plan había sido su idea gracias a que Kanon no lo desmintió ni hizo otras observaciones al respecto. El marino dejaría que el dios se creyera la mente maestra detrás de todo saliendo de esa sala de audiencias sonriendo ampliamente ante lo que estaba por acontecer en cosa de unos días.
—¿Tú le hablaste a Julián sobre el anillo de los Nibelungos? —pregunto Saori en un hilo de voz.
—Si, fui yo. El emperador creyó que era su idea, pero solo yo sabía sobre la existencia de aquel accesorio y como funcionaba.
—Como pudiste Kanon... ¡El uso ese objeto contra una joven inocente arrastrándola, a ella y a su pueblo, a una guerra innecesaria que conllevo muchas pérdidas!
—Lo sé Atena. Sé perfectamente cómo usó el dios el anillo contra la sacerdotisa ya que también le expliqué como hacerlo.
—Kanon...
—Julian no tenía curiosidad respecto a nada realmente, ni tenía idea de como usar el cosmos o la armadura. Prácticamente tuve que explicarle qué hacer y de qué forma. Como te dije, iba a llevar la batalla hasta sus máximas consecuencias —Kanon lanzó un largo suspiro antes de continuar apartando la mirada de su diosa—. El asunto del diluvio fue idea suya completamente, yo deseaba vengarme y que Poseidón gobernara el mundo a sus anchas para aprovecharme de eso, aunque una medida así me parecía exagerada, pero él insistió.
—Bueno, al menos no tuviste culpa en ese único punto.
—Después de que Poseidón colocó el anillo en Hilda, fue cosa de esperar a que ella convocara a sus dioses guerreros y todo diera comienzo.
Unos días antes del inicio del combate en Asgard, fue que Kanon llegó al salón del trono donde vio a Sorrento postrado delante del Emperador en actitud demasiado servicial y a Thetis arrodillada al lado de este lista para recibir indicaciones. Dragon Marino cruzo la sala sin prestar atención a los dos sirvientes postrados solo mostrando respeto al Emperador.
—Todo está listo para el inicio de la gran guerra —anuncio Dragon Marino a Poseidón quien lo observó complacido.
—Perfecto. Por cierto, dragón marino, ¿qué piensas de que organice una celebración por nuestra futura victoria?
—¿Una celebración? —Kanon no podía creer lo que escuchaban sus oídos pues, lo ideal, sería celebrar una vez que hubieran ganado y no antes. No obstante, Julián era la cabeza al mando de Atlantis— No lo sé, excelencia. Creo que es un mal presagio celebrar antes de haber ganado la batalla.
—¿Acaso no confías en las capacidades de los marinos a mi servicio? —pregunto el dios con voz sedosa— Tengo los recursos suficientes para echar la casa por la ventana y ofrecer un banquete de gala para todos. También la certeza de que harán un buen trabajo.
Kanon estaba impresionado por la alta confianza que el dios tenía en los marinos lo cual era positivo, sin embargo la idea de organizar una celebración le parecía innecesaria y fuera de lugar. No sabía cómo manifestar su inconformidad sobre aquel plan aunque, consideró que, lo mejor, sería mantener una actitud neutral ante semejante idea.
—Como determines, excelencia. Me atengo a tus indicaciones —al final del día, se dijo Kanon, era el dinero del ricachón. El costearía esa clase de gastos a fin de cuentas.
Por esos días, Julian consiguió que todos subieran a la superficie emprendiendo el camino a la ciudad más importante ubicada en las cercanías. La elegida fue Bergen, ubicada al sur del país en la costa oeste y cuyos altos edificios con vista a la costa lograban un ambiente elegante. Con ayuda de Sorrento, el Emperador de los mares consiguió rentar el salón más elegante, aunque pequeño, del mejor hotel de la ciudad.
—Solo un ricachón engreído como él podría perder el tiempo con semejante tontería —decía el gemelo a Saori quien reía discretamente a las impresiones de Kanon sobre esa fiesta—. Era evidente que Julían deseaba retomar los festejos por su ridículo cumpleaños. Algunos de nosotros, los marinos, no estábamos de acuerdo. La mayoría para ser exactos, a pesar de que la cena fue espectácular, el salón de fiestas parecía salido de un castillo francés y todos fuésemos forzados a llevar levita negra.
—Veo que se trató de una gran cena de gala.
—Es correcto.
La noche de esa fiesta observó con interés al emperador quien, realmente, parecía haber llegado de un reino lejano y desconocido pues era el claro ejemplo de una divinidad ajena a este mundo. Como si fuese un personaje atemporal, extraño e indiferente, a la realidad de muchas personas y viviera en su propio universo. Un universo lejano y, prácticamente, de acceso imposible a personas como los marinos quienes no tenían semejante trasfondo y todos procedían de orígenes humildes.
El emperador inmortal en una tierra mundana.
Dragón marino observó a los demás sentados a la larga mesa notando sus expresiones desanimadas ya que nadie pudo negarse a asistir al evento: Isaak observaba molesto su copa de vino, la cual sujetaba con ambas manos, sin atender nada más. A su lado, Krishna estaba silencioso cruzado de brazos. Io trataba de divertirse un poco yendo de una mesa de bocadillos a otra, a pesar de que la cena estaba por ser servida y Kaza también parecía querer divertirse al ritmo de la música en vivo bailando con una de las bonitas acompañantes traídas por la gente de Julián. Y el último, Baian, parecía interesado en sacar a la sirena a bailar pues no dejaba de observarla con mucho interés.
Sin embargo, tanto Sorrento como Thetis, parecían ser los que más disfrutaban ese evento, por encima de los demás, alabando al dios por su estupenda elección del lugar, por la magnífica cena, la música de orquesta y por haber tenido la atención de llevar a toda la fuerza de élite. Kanon no podía dejar de observarlos conteniendo sus ganas de vomitar y de gritarles a todos que ese evento no era más que una rotunda pérdida de tiempo.
Lanzó un largo suspiro pidiendo que le sirvieran más champaña costosa, la cual había por litros, deseando que algo fuera de los planes sucediera y tuvieran que suspender la celebración.
—¿Por qué no intentas divertirte un poco aunque sea? —Thetis se sentó a su lado en la mesa de banquetes observandolo con expresión risueña.
—Me conoces bien —respondió el gemelo molesto—, sabes lo que pienso de esta clase de fiestas. No tenemos tiempo para perderlo en tonterías.
—Oh vamos Kanon, solo es esta única ocasión. El emperador se ha visto muy generoso con nosotros al organizar este evento. Esta noche es para ustedes pues cree firmemente en su habilidad para ganar la guerra. Creo que saldremos victoriosos.
—Eso espero. Al menos estamos de acuerdo en eso.
Rara vez sabía de la adolescente pues, la mayor parte del tiempo, lo pasaba postrada al lado del trono a la espera de ordenes del dios. Kanon no se cuestionaba si extrañaba su compañía o no ya que tenía sus propias ocupaciones y preocupaciones. Esa noche, Thetis llevaba un vestido largo color rosa oscuro cuyos hombros estaban al descubierto sobre un escote con forma de corazón, su atuendo lo complementó con unos guantes de ópera blancos y un poco de joyería discreta. Todo eso proporcionado por la organización del evento de Julián.
—Por lo menos es bueno comprando la lealtad de su gente —se decía Kanon irónico bebiendo mas champaña.
—Anda, vamos a bailar —Thetis tomo una de sus manos invitándolo a la pista de baile.
—No, disculpa —Kanon sonrió levemente señalando a Baian frente a él—, ¿por qué no bailas con el caballo marino? Yo tengo un portentoso par de pies izquierdos y no quisiera pisar tus bonitos zapatos.
—Bien, como quieras —Thetis, visiblemente molesta por la negativa, accedió a pedirle a Baian una pieza la cual el joven aceptó gustoso.
No obstante, Kanon observaba la mirada de la chica puesta en el Emperador quien charlaba amenamente con Sorrento. Era evidente que ella habría deseado compartir un baile con el chiquillo rico por alguna razón que iba más allá de solo querer bailar con el jefe; sin embargo, Julián apenas si reparaba en la bella joven pese a llevar un atuendo mucho más bonito de costumbre.
El Emperador inmortal solo gustaba de las alabanzas más no de actitudes simples como compartir un baile con una chica que solo deseaba resplandecer para él esa noche. Tras lanzar una suspiro de fastidio, Kanon se puso de pie aproximándose a la sirena tras concluir su baile con Baian.
—Anda, bailemos una pieza —le dijo condescendiente sonriendo solo para ella.
—Claro. Me alegra que te animaras —Thetis lo llevo a la pista encantada por la compañía aunque no fuera la que ella deseaba—. Hace tantos días que no charlamos, Kanon.
—Pues me cambiaste por el dios —respondió molestándola un poco.
—Que... —la jovencita visiblemente turbada apartó la mirada cambiando su expresión totalmente por una de desconcierto— ¡No es verdad!
—Sabes que solo bromeo. Sé que estás a su servicio todo el tiempo y debes atenderlo cuando te requiera —Thetis sonrió al mismo tiempo que Kanon observaba discretamente como sus ojos buscaban al Emperador cada tanto.
—Lo sé, ojala me tomara en cuenta como hace con Sorrento —dijo la jovencita en tono soñador.
Kanon estuvo tentado a decirle que mejor buscara ese afecto en otro sitio habiendo chicos a su alrededor que parecían estar interesados en ella, como el caballo marino, e intentara no entrar en el mundo de Julián pues ahí no tenía lugar sin embargo, se contuvo guardando sus comentarios para si mismo.
La noche culminó con un pequeño baile pasada la medianoche y por la mañana volvieron al templo marino tras un copioso desayuno.
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Poco después, dio inicio la batalla de los guerreros de Atena en Asgard.
Kanon estaba al tanto del desarrollo del combate en el reino de Odín ya que en Tromsø se habían suspendido actividades de comercio con los vecinos de la montaña y toda clase de habladurías llegaban desde el interior de la ciudad cerrada. La mayor preocupación de los asgardianos era la salud mental de Hilda. En el mercado local la gente creía que la joven, simplemente, no fue capaz de cumplir con su tarea y que fue demasiado para ella llevándola a una crisis mental entre otras cosas que eran falsas.
—Los pobladores solo sabían que Asgard pasaba por un especie de crisis interna que conllevo a un enfrentamiento armado que, esperaban, no tuviera más repercusiones y eso era todo. Sin embargo, conforme los caballeros de bronce avanzaban sobre el territorio, más y más visitantes llegaban del exterior. Supe que dos amazonas del Santuario consiguieron penetrar las fronteras de la ciudad.
—Cierto... —comentó Saori— Shaina y Marin entraron a Asgard para apoyarnos.
—Toda esa información llegaba hasta mis oídos gracias a que, finalmente, logré hacerme de un oyente y soplón que se vio afectado por el cierre del comercio. Él nos informaba de lo que ocurría y de cómo los dioses guerreros iban cayendo uno a uno.
—¿También estabas al tanto de la armadura de Odín y la espada que, finalmente, liberó a Hilda de la maldición?
—No —reconoció Kanon con sorpresa—, ese detalle me era totalmente desconocido. Cuando Sorrento informó acerca de esa armadura, corrí a la biblioteca donde no encontré ninguna información al respecto. La armadura de Odín era el secreto mejor guardado del pueblo de Asgard.
—¿Tu enviaste a Sorrento?
—No. El emperador en persona daba órdenes para esos momentos. El envío al mensajero para dejarle saber, tanto a tus caballeros como a la gente de Hilda, quien estaba detrás de todo. Quien era la mente maestra. Para esos momentos yo me resguarde en las sombras ya que nadie debía saber que, en realidad, el Dragon Marino era el titiritero detrás de la guerra santa.
—Ya veo... —Saori guardó silencio por un momento recapitulando el desarrollo de la batalla de Asgard.
—Con tu llegada al templo marino y posterior encierro en el soporte principal: dio inicio la guerra santa en Atlantis.
Saori suponía la clase de detalles que Kanon compartiría esa noche ya que ella sabía previamente, aunque no por su propia boca, que él estuvo detrás de todo. Claro que, a su debido tiempo, Poseidón despertaría y notaría la cantidad de cosas hechas por un simple mortal usando su nombre para desatar caos a nivel mundial. La diosa no quería culpar enteramente a Julian por su falta de experiencia con personas como Kanon y por permitir que le endulzaran los oídos sin tomar nada más en consideración.
Lo conocía poco, pero le pareció extremadamente descuidado de su parte o, quizás, confiaba demasiado en Kanon aunque no lo conociera bien. No lo sabía pues no había hablado con él desde que la batalla terminara. Ni deseaba hacerlo pese a que estuvo presente en sus negociaciones con Zeus acontecidas hacía pocos días. No obstante, el asunto de la fiesta ofrecida le parecía algo muy propio del heredero rico ya que, todo parecía indicar, se trataba de un joven deseoso por impresionar a todos a su alrededor con la cantidad de dinero que poseía y todo lo que podía comprar con sus interminables recursos financieros.
—¿Qué impresiones tienes del desarrollo de la guerra? —pregunto Saori con calma bebiendo un poco más de café.
—¿Deseas saber lo que realmente pienso al respecto? —Kanon se puso de pie yendo a la ventana tras lanzar un largo suspiro de fastidio.
—Si, eso quiero saber.
—Fue completamente decepcionante. Uno a uno los generales marinos dejaban en claro su falta de habilidad para llevar a cabo un combate correctamente. Las habilidades dadas por una armadura scale o sapuris no son suficiente para vencer a un oponente que ha dedicado años y años al entrenamiento, eso está claro.
La derrota de Baian, quien fue el primero en enfrentarse a los santos de bronce, le dejo en evidencia a Kanon que los chiquillos no estaban debilitados en absoluto, además de que tenían otros recursos a su disposición al estar mejor organizados: un aprendiz les llevó una caja con la armadura de libra -informado por Thetis- y con ella se apoyaron para destruir el primero de los siete pilares.
—No tome en cuenta que podrían llevar algún recurso externo a la batalla y, menos, que el anciano maestro de Libra los apoyara prestando su armadura a la causa. Eso fue inesperado y útil siendo honestos.
—¿Por qué no consideraste la ayuda de los caballeros dorados?
—Cuando yo era aprendiz, había una marcada diferencia en los rangos. Un caballero dorado jamás, ni soñando, habría prestado ayuda a uno de menor rango. El que fuesen tan serviciales era evidencia de su reciente derrota: libra, acuario, sagitario se dejaron ver en los cielos de Atlantis casi al término de la batalla para apoyar a solo cinco santos de bronce.
—Creo que gracias a eso y a sus habilidades es que lograron triunfar, ¿no crees?
—Por supuesto, no lo pongo en duda aunque, de todos ellos. El que más me impresionó fue Ikki.
—¿El fenix?
—Si, su capacidad de combate me pareció superior a la de los demás? Por cierto, ¿dónde se encuentra ahora?
—Lo desconozco Kanon, lo siento. Ikki es muy inestable, a veces está y a veces no. ¿Te habría gustado hablar con él esta noche?
—Si, fue un gran oponente. De hecho la batalla con él es una de las que más recuerdo de esa guerra santa.
Kanon enfrentó al fénix en su momento en un combate sumamente interesante para el dragón marino quien, a esas alturas, deseaba salvar un poco de la, casi, fallida empresa en la que estaban metidos. La derrota parecía ser inminente, no obstante Kanon estaba más decidido que nunca a no perder.
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Continuará...
*Notas: Ya casi se acaba la audiencia de Kanon, disculpen que esta parte haya resultado tan extensa.
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