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2.3 La diosa y el fugitivo, p2

Las doce audiencias: Tercer templo

Segunda parte: Kanon

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3

La Diosa y el fugitivo,

parte 2

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Saori noto que la tensión entre ella y Kanon bajó considerablemente luego de que éste sacara varias cosas dolorosas de su pecho. La diosa se imaginó que ambos, Kanon y Saga, tendrían mucho que decir aunque no podía anticiparse a lo diverso y doloroso de su circunstancias. En las dos audiencias previas, con Mu y Aldebarán, las cosas fluyeron relajadamente, por decirlo de algún modo, ambos se abrieron con tranquilidad narrando ciertos aspectos de su vida.

Claro que, aquello fue en parte por lo diferente de sus caracteres y personalidades. Los dos primeros santos dorados tenían una disposición distinta a lo visto con Saga, ahora con Kanon y, seguramente con DeathMask. La diosa no se apresuró a emitir juicio alguno sobre el menor de los gemelos; él tenía sus razones para guardar tanto rencor, aunque lo que más deseaba era que esas reuniones fueran catárticas tanto para ella como para sus caballeros.

—Así que dejaste la zona de Atenas poco después de lo ocurrido con tu maestra —comenzó a decir con calma mientras ambos bebían un poco más de café acompañado por diversos dulces y panes traídos por Tatsumi.

Kanon no pudo evitar sentir como se le abría el apetito al ver las suculentas madalenas, los rollos de canela, bollos y galletas colocadas frente a él. Tras disculparse por su glotonería fue que tomó uno de cada uno dispuesto a devorarlos.

—Disculpa, Atena —dijo algo avergonzado—. Esto es delicioso.

—No te disculpes por nada, come todo lo que desees.

Tras terminarse uno completo, fue que el gemelo reanudó su relato.

—Es correcto. Luego de sepultar a mi maestra y despedirme. Deje su cabaña en orden, tal y como a ella le gustaba retirándome de ahí. No debía permanecer en las inmediaciones del Santuario por mi propia seguridad así que, tras finalizar con la tarea, me puse en marcha dirigiéndome hacia Volos. Una ciudad costera del este.

El joven consideró permanecer en los alrededores y zona conurbana de Atenas, pero no estaba seguro si algún soplón del Santuario pudiera reconocerlo así que, sin pensarlo más tiempo, es que salió del área sin mirar atrás buscando algún transporte que lo llevara hacia donde fuera. A esas alturas, Kanon solo deseaba dejarlo todo atrás abordando un autobús que lo sacó de la ciudad llevándolo a un destino incierto.

Volos se trataba de una ciudad costera ubicada a tres horas y media al norte de Atenas, sobre la costa del Golfo de Pagasetico. El autobús llevo al viajero fugitivo por toda la autopista E75 cruzando por diferentes ciudades, unas ubicadas más hacia el centro de Grecia y otras en la costa Este del país. Kanon se sentía más seguro para esos momentos aunque decidió que, lo mejor, era llegar hasta donde el autobús terminara su ruta en Volos. Lo ideal para él era que en el Santuario se le diera por preso en Cabo Sounion, o bien, muerto para esos momentos. Ninguno de los habitantes se esperaba lo que ocurrirá en trece años cuando inicie la guerra Santa contra Atlantis.

—No sabrán qué los golpeó —se decía sonriendo malicioso seguro de que todo saldría bien en el futuro—. Saga. El Patriarca y tu, pagaran muy caro su menosprecio. El haberme subestimado encerrándome lejos del Santuario será tu ruina.

La bella ciudad costera lo recibió con un clima estupendo, el joven descendió del autobús adentrándose poco a poco por las calles de lo que sería su nuevo entorno de ahí en adelante encontrándose con un sitio casi paradisiaco. Las avenidas con altas palmeras, el hermoso cielo azul y el mar le dieron la bienvenida.

—Bien —se dijo lanzando un suspiro de tranquilidad—, debo buscar donde pasar la noche.

Decidió que lo mejor sería perderse en el anonimato lo más que fuera posible aunque, su forma de vestir tan sencilla y su aspecto desaliñado no le ayudaban en lo más mínimo. Apenas llegó a un parque público busco donde sentarse analizando un poco sus siguientes pasos.

—Si comienzo a robar para vivir, me atraparan y seguro que la noticia llegara a los oídos del Santuario. No, eso no me es conveniente —pensaba y pensaba notando que delante de él estaba un sencillo negocio de herrería que solicitaba un empleado a medio tiempo— ¿un empleo, yo? —se dijo con molestia—. No, creo que no seguiré ese camino —se dijo con desprecio.

Llevaba una valija consigo que tomo de la cabaña de Fedra metiendo en ella un par de vaqueros viejos, unas dos camisas, una muda de ropa y un par de calcetines. Solo tenía un par de zapatos que llevaba puestos y algo de dinero. Muy poco en realidad. Él mismo sabía que eso no le serviría para vivir ahí el tiempo que necesitara.

—Son trece malditos y largos años —se dijo desesperanzado.

Sin tener una idea muy clara de qué hacer se puso en marcha buscando donde pasar una noche, al menos.

—Lo cierto, Atena —comentó Kanon comiendo otro bollo de canela con calma—. Es que cualquier ciudad no recibe bien a un desposeído, alguien como yo. Encontré un sitio donde pasar esa primera noche, no obstante me esperaban aún trece años por delante. No podría vivir sin tener un techo o qué comer. Mi necedad solo me permitió aguantar un par de días.

—¿Un par de días? —repitió la joven muy interesada en la narración.

—Si, finalmente sucumbí al negocio de herrería que buscaba ayuda. Sin más me presenté una tarde preguntando por el puesto.

Kanon iba con pasos lentos al lugar en cuestión bastante molesto y avergonzado porque un chico con una misión excepcional como la suya, tuviera que recurrir a la ayuda de unas personas ordinarias a fin de no morir de hambre. El negocio era un local pequeño ubicado en el centro de la ciudad, como a veinte minutos de donde Kanon se alojaba, en medio de una tienda de comestibles y la oficina de correos sobre una avenida que por las mañanas gozaba de gran bullicio. Al entrar indicando que estaba interesado en el empleo fue recibido por una jovencita de su edad.

—Así que vienes por el empleo —le dijo mostrando una sonrisa picarona que Kanon ignoró categóricamente.

—Es correcto, creo que tengo lo que se requiere —respondió educado, pero hermético sin prestar atención a la chica dependiente.

—Iré a buscar a mi padre, dame unos minutos.

Era una herrería en toda la extensión de la palabra, ahí se elaboraban puertas metálicas para casas o locales comerciales, los diseños iban desde garigoleados con gran detalle hasta laminados sobrios. También elaboraban enrejados para ventanas y puertas traseras o barandas para balcon.

—¿Cómo es que pase de ser el aspirante a una armadura, el elegido por un dios para ayudarle en su misión a tener que buscar como sobrevivir recurriendo a sitios como este? —se dijo autocompadeciendose de su mala suerte.

—Me dice mi hija que preguntas por la vacante de empleo, ¿es correcto? —un sujeto bajito, rechoncho, de rostro redondo, espeso bigote y unas amplias gafas redondas se dejo ver observando a Kanon con curiosidad.

—Si, así es. Verá estoy interesado.

—Bien pues, pasa a mi despacho para charlar.

El despacho del dueño, quien respondía al nombre de Dimitri, lo condujo por el ajetreado interior en el cual había otra persona trabajando el acero ardiente. Kanon observó sin interés tan solo notando que no sería un trabajo sencillo y, por lo menos, le ofrecería algún tipo de reto.

—¿Cuántos años tienes y cuál es tu nombre? —preguntó el hombrecillo abriendo la puerta de un despacho en cuyo interior había tal cantidad de objetos de oficina que el escritorio apenas si se veía.

—Eh... Me llamo Kanon y cumplí quince años hace poco —respondió el gemelo tratando de abrirse paso entre las sillas, mesas y archiveros que le salían al paso.

—Eres muy joven pese a que te ves mucho mayor. Tienes una buena constitución física para lo que requiero aqui. El trabajo es pesado ya que hay que cargar piezas voluminosas y mi otro empleado ha tenido algunos problemas con eso.

—No tengo ningún inconveniente con esa clase de tareas —indicó confiado.

—Espero que no seas de esos que solo busca algún empleo de verano y no se aparezca por aqui luego de las vacaciones —indicó Dimitri desconfiado mientras su espeso bigote daba brincos con cada palabra que salía de su boca.

—No Señor, la realidad es que necesito este empleo pues no tengo otro modo de supervivencia.

—¿De verdad? Y eso a que se debe, ¿podrías decirme?

—Ahm, pues, mi madre murió y mi hermano me echó de la casa —mintió acomodando los hechos para que sonaran lo más normales posible.

—¡¿De verdad?! —dijo Dimitri alterado cambiando su tono de voz— ¡Es horrible, que un hermano haga eso! Te diré algo muchacho, a mi me paso exactamente lo mismo que a ti. Verás, allá por el verano del 63...

Kanon se mantuvo en silencio escuchando el aburrido relato de Dimitri sin interrumpirlo, si acaso añadía frases de simpatía. La parte positiva fue que, gracias a eso, el joven consiguió el empleo sin mayor problema.

—Asi que ese hombre te dio un empleo solo por haber escuchado su historia —comentó Saori sonriente.

—Si, justo eso —Kanon estaba tentado a llevarse otro bocado a la boca, sin embargo pensó que la diosa estaría apenada por verlo comer y comer como si no hubiera mañana asi que enfocó su atención en el café—. A mi ex jefe le gustaba que la gente lo escuchara cuando refunfuñaba, cuando tenía alguna anécdota que contar y cuando lograba alguna venta memorable. Era muy fanfarrón e Idalia, su hija, apenas si le prestaba atención.

El tiempo voló y un año transcurrió en un abrir y cerrar de ojos. Kanon, ahora de dieciséis años, se sentía mucho más confiado en sus siguientes pasos ya que, pese a recibir una paga que entraría entre lo apretado y semi decente, había conseguido ahorrar un dinero suficiente como para dejar ese empleo y trasladarse a otra ciudad.

—El dios me dio la indicación de trasladarme a la entrada de su reino, en Asgard, al cabo de trece años, ¿por qué no usar estos trece años para acercarme poco a poco a dicha ubicación? —se decía pensativo delante del espejo de la diminuta habitación que ocupaba terminando de prepararse.

Cuando estuvo listo abrió la ventana un momento para que entrara aire fresco observando la magnífica vista delante de él. Había conseguido una habitación en un edificio cuya ventana daba al mar lo que le brindaba tranquilidad y una paz mental indescriptible. El haberse alejado del Santuario por tanto tiempo, fue la mejor idea que tuvo y más por las recientes habladurías que llegaban hasta él desde aquel lugar maldecido, según palabras de los diarios y noticias locales.

—¿Kanon estás ahí? —la voz adolescente de Idalia lo sacó de sus pensamientos pues la chica golpeaba la puerta con calma pero constantemente— Vine a buscarte.

El joven salió de sus meditaciones algo molesto antes de atender la puerta.

—Idalia —le dijo un poco enfadado de pie en el marco de la puerta mientras ella entraba al interior—, si tu padre sabe que estás aqui, querrá matarme a golpes.

—Oh vamos, no creas que es tan ingenuo. Él sospecha que hay algo entre nosotros, pero le gusta hacerse de la vista gorda ya que te tiene mucho aprecio.

—¿De verdad? Es decir... no hay nada serio entre tu y yo —replicó algo seco.

—Solo es un juego ¿no? —respondió la chica divertida— Un juego entre dos chicos de la misma edad.

Idalia era la única hija de Dimitri, su madre murió unos cinco años atrás haciendo que la actitud del jefe fuese de lo más errática con el paso del tiempo. Ella y Kanon eran de la misma edad, ambos eran extrovertidos y la joven solía abrir la boca dejando salir sus pensamientos sin analizarlos antes. El gemelo sabía que estaba interesada en él cosa que le importunaba ya que no podía distraerse de su misión, y menos por alguien que parecía acosarlo sin descanso. Idalia proclamaba tener una relación con él, pero todo era un simple juego en el que salían de paseo a veces y eso era todo.

—Si, solo un juego —confirmó Kanon buscando una chaqueta ligera para salir de casa ya que debía llegar a tiempo pues un cliente iría a revisar el avance de un trabajo solicitado hacía unas semanas—. Vamos, hay que darnos prisa.

—No podré acompañarte hoy ya que debo ir al colegio, pero te veré más tarde, ¿esta bien?

—Si, como gustes.

Salían por la puerta principal del edificio cuando la chica hizo algo que a Kanon tomó desprevenido. Idalia no se contuvo en plantarse delante de él y, antes de que el chico pudiera hacer o decir nada, ella se adelantó robándole un beso. El primer beso que Kanon había recibido en su vida.

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó contrariado y turbado sin saber qué hacer o qué decir.

—¿Por qué? —Idalia lo observaba como si la respuesta fuera lo más clara solo para ella pero no para Kanon quien esperaba una explicación— No me digas que no tienes idea.

—No, no tengo idea. Dime, ¿por qué lo hiciste?

—¡Eres un tonto de primera! —ella se alejó con pasos rápidos de ahí dejando a Kanon sin saber qué pensar o qué decir.

Sin embargo, conforme iba sobre la calle, pensó que lo que acababa de ocurrir podría, de alguna forma, desviarlo de su misión. No se había planteado mirar a Idalia con otros ojos, jamás se había cuestionado si era bonita o no. El solo estaba en esa herreria ya que necesitaba algún sustento que lo mantuviera con vida. En cambio, ella lo había besado, Idalia si que lo veía con otros ojos.

—Ella fue la primera persona que me mostró lo que era vivir en otras circunstancias, Atena —decía Kanon mientras Saori lo observaba sonriente bebiendo un poco más de café—, en un escenario como ese uno se pregunta que sucedería en otro tiempo y momento distintos. Pero como llevaba el peso de un dios encima es que rechacé toda posibilidad amorosa, además de que a esa edad me resultaba raro. En particular, porque mi maestra fue condenada por enamorarse.

Kanon no supo de la chica en los siguientes días sintiendo una especie de tranquilidad a su alrededor, no obstante su jefe llegó esa tarde con un diario bajo el brazo encendiendo el televisor localizado en el área "comedor" del pequeño local causando alboroto.

—Dicen que en El Santuario las cosas se ponen interesantes —decía Dimitri señalando el noticiero y mostrando el diario mientras el corazón de Kanon daba un respingo.

—¿El Santuario?

—Si, ya sabes esa comunidad cerrada a la que nadie puede entrar a pesar de que los griegos pagamos por ella con nuestros impuestos. ¡Deberían abrirla al público!

Fue así que Kanon supo algunas verdades ocultas acerca del Santuario a través de los diarios que su jefe llevaba al local.

El territorio era considerado por el gobierno griego como "Comunidad independiente" establecida desde hacía cientos o miles de años dentro de la nación y la cual era financiada por Grecia, aunque operaba con sus propias leyes y el gobierno tenía prohibido interferir o abogar de algún modo. La entrada al territorio estaba prohibida a los ciudadanos comunes y corrientes, así mismo, ninguno de los habitantes salía de ahí sin un permiso especial del gobernante o Patriarca. Cosa que, no siempre aplicaba. No obstante, y a pesar de que sus fronteras estaban resguardadas bajo el más mínimo secreto, sus actividades siempre eran del interés del ciudadano promedio.

—El Santuario generaba curiosidad en la gente —decía Kanon seriamente—, lo que sucedía ahí aparecía en los diarios. Las atrocidades que se cometían siempre ocupaban alguna página.

—Quieres decir que las personas ordinarias sabían lo que ocurría a puertas cerradas.

—Más o menos, no se sabía a detalle pero tampoco pasaban desapercibidos. Por ejemplo, se sabía que el "hermano menor" del Patriarca había llegado y la población estaba a la expectativa de los cambios que se llevarían a cabo.

—¿Cómo es que toda esa información llegaba a los oídos de la prensa? —preguntó la diosa algo molesta por saber esos detalles.

—Lo desconozco, imagino que algún soplón filtraba información con los medios a cambio de dinero, pero no supe de nadie que fuese castigado por eso. Como sea, eran noticia y lo fueron los siguientes trece años. Lo recuerdo bien.

Kanon comenzaba a planear sus siguientes pasos una tarde libre en la que estaba en su habitación con un mapa sobre la mesa.

La mejor forma de movilizarse hacía Asgard, ubicado en Noruega, sin usar el cosmos bajo ninguna circunstancia era trasladarse hacía el norte paulatinamente. Así que su siguiente destino sería la ciudad de Salónica, para después dirigirse rumbo a Macedonia, Kosovo, Belgrado, Budapest, Viena, Praga, Berlín y Copenhague, en ese orden. Se dijo que ese era el mejor plan: nueve ciudades en nueve años llegando a Tromsø, al norte de Noruega, en el año once, pues ya había pasado el primer año en Volos. Así tendría dos años más para planear a detalle la guerra Santa y verificar el reclutamiento de los marinos que servirían a la causa del dios Poseidón.

—Será perfecto —se dijo malicioso dibujando una sonrisa triunfante en su rostro—. Ya tengo mi ruta planeada, es momento de dejar esta ciudad y moverme a Salónica cuanto antes.

Nuevamente, sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta, Kanon dobló el mapa colocando un diario encima y atendió rápidamente olvidando, por unos instantes, quién podría estar llamando.

—Hola Kanon —Idalia lo observaba calmadamente a través de sus ojos avellanados y tiernos.

—Idalia... no deberías estar aquí, te lo he dicho varias veces —dijo Kanon sosteniendo la puerta con aprehensión dispuesto a no ceder y a no permitir que ella le robara otro beso.

—Como me dices eso luego de que te bese aquella mañana —replicó la joven algo molesta aproximándose deseosa por entrar en la habitación.

—No debes estar aquí. No quiero problemas.

—¿Y qué harás si no me marcho? —Idalia no parecía tener su habitual buen humor además de su extraña ausencia de la herrería, pero Kanon no deseaba indagar más en eso.

—No te dejaré entrar, además no me gusto que me besaras el otro día —dijo filoso solo esperando que ella se fuera.

—Si no te gusto entonces por qué no me apartaste o algo cuando te besaba —respondió aún más filosa que él.

—Porque... todo sucedió muy rápido y no me diste tiempo de nada.

—Mentiroso —replicó impasible—. Vamos, déjame entrar.

—No, vete a casa.

Lo más sencillo sería haberla apartado un poco con la mano cerrándole la puerta en las narices, sin embargo algo dentro de Kanon estaba disfrutando ese jueguito más que otras veces. Algo dentro de él deseaba saber qué tan lejos llegaría sin esperar lo que ocurrió después: Idalia, haciendo gala del carácter fuerte que poseía, uso ambas manos golpeando la puerta con tal rabia que Kanon retrocedió haciendo que esta se abriera de golpe.

—Lo ves —dijo sonriente y orgullosa de su proeza—, te dije que me dejaras entrar por las buenas.

—Bien —el gemelo trago duro antes de preguntar lo que fuera—, ya estás aqui ¿que deseas?

—Otro beso —la chica autoritaria se aproximó a él con pasos rápidos tomándolo por el cuello de la camisa y pegando sus labios a los suyos dejando a Kanon, nuevamente sin saber cómo reaccionar—. Vine a despedirme —confesó al fin separándose un poco de él.

—¿A despedirte? —Kanon saboreo levemente sus labios que ahora tenían un ligero gusto a fresas— ¿a dónde irás?

—Papá me mandará con unos tíos a Patras. Estudiaré un año con mis primos, antes de trasladarme a Atenas para matricularme en la universidad.

—¿A Patras? Pero eso está muy lejos —respondió sin pensar.

—Lo sé, por eso vine a despedirme y... quería pedirte algo —Kanon se mantuvo en silencio ya que no sabía de qué trataría esa solicitud exactamente.

Idalia, una jovencita que apenas llegaba al 1.60 de estatura, muy delgada, de cabellos negros sujetos en una coleta alta y ojos avellanados, se convirtió en la primera experiencia sexual de Kanon esa tarde en su habitacion.

Aquella memoria no la narró a la diosa Atena a pesar de que sus recuerdos lo llevaron hasta ahí, no era necesario pues se trataba de algo muy personal. Aquella tarde en Volos, Kanon supo el poder que esa clase de vivencias podían tener en la vida de una persona y él no deseaba sentirse atrapado por ese poder. Agradeció el que la chica se marchara lejos ya que algo así sería un enorme obstáculo en el desarrollo de su plan.

Esa fue la última vez que vio o supo algo de Idalia. Aunque, meses después, se cuestionaría el por qué no la detuvo o protestó al respecto cuando ella se lo propuso ejecutando sus avances sin miramientos. ¿También él lo deseaba por lo bajo? No estaba seguro, pero no había modo de cambiar ese hecho, pues él tampoco hizo nada por autocontrolarse o detenerse.

Kanon no sabía cómo sentirse al respecto después de esa experiencia así que dejó ese recuerdo en lo profundo de su memoria.

—Asi que planeaste recorrer todas esas ciudades en un lapso de nueve años —comentó Saori pensativa y sorprendida por la cantidad de experiencias que Kanon había vivido hasta ahora.

—Si, aunque no todas las ciudades por las que pase me ofrecieron gran cosa —añadió el gemelo posando sus ojos en los dulces restantes en la bandeja, los cuales Saori señaló indicando que podía comer los que gustara ya que, para eso, estaban ahí—. Te agradezco. Como decía, Salónica no me ofreció más que la tranquilidad de una bella ciudad costera. Aún así, me pasaba los días detrás de los diarios locales a la espera de alguna noticia referente al Santuario.

—¿Hubo algo de relevancia?

—No. Sorprendentemente la muerte de Aioros la mantuvieron en el más absoluto de los secretos. Me enteré de esto mucho más adelante. Un año más tarde, me trasladé a Macedonia donde, de igual forma, viví una vida como la de cualquier persona.

Kanon bebió un poco más de café sin ahondar en detalles.

—El trabajo en la herrería de Volos me ayudo a conseguir un empleo similar en Salónica. Meses después un cliente me contrató para su negocio atendiendo motores de barcos de vela en el puerto.

—Dime una cosa —dijo Saori con suavidad—, ¿tuviste la oportunidad de hacer algún amigo?

—Si, muchas personas se acercaban a mi: chicos con quienes salir por una cerveza de vez en cuando, la mayoría eran del trabajo, estos me presentaban a sus hermanas o primas así que también tuve una amiga o dos, aunque no recuerdo sus nombres ya que mi mente estaba en la misión la mayor parte del tiempo. Al terminar ese segundo año, me trasladé a Macedonia.

Kanon dejo su empleo, Salónica y Grecia al mismo tiempo sintiéndose extraño al dejar su tierra natal. No era que le tuviera gran afecto al país donde vivía la gente que detestaba, pero era su hogar a fin de cuentas.

Así, abordando un autobús, cruzó la frontera hacía el norte sin detenerse en ninguna ciudad hasta llegar a Skopje, capital de Macedonia, en la cual Kanon se encontró con una cultura e idiomas distintos a los que conocía; sin embargo, siempre acompañado por la buena fortuna, logró abrirse paso ya fuera por sus habilidades o por algún oculto carisma que le atribuía la gente a su alrededor. De herrero pasó a ser reparador de botes cambiando de oficio en Macedonia.

—Trabaje en sector turístico, ¿puedes creerlo? —dijo con aire entre irónico y molesto.

—¿De verdad? —respondió la joven indicando a Tatsumi que les llevaran más panes dulces.

—Si, de ahí en adelante tuve empleos de ese tipo. Organizando grupos, autobuses, promoción y esa clase de actividades humillantes.

—No es humillante Kanon, la gente regular suele tener ese tipo de empleos. No hay nada de lo que debas avergonzarte aunque sé que habrías esperado algo más.

—La realidad es que no puedo quejarme al respecto —añadió sin dar más importancia—, solo era un modo de mantenerme y resistir. Así que mi paso por Macedonia no tuvo mayor impacto.

—Kanon —comenzó a decir Saori dejando lentamente su taza con café en el carrito de servicio—, escuchando que has tenido tantas experiencias entre la gente común y corriente, ¿alguna vez conociste o tuviste a alguien especial en tu vida? Mencionaste que conociste chicas que te recordaban a tu maestra.

La diosa lo miraba con cierta ternura mientras Kanon estaba tentado a decirle que no, que nunca tuvo tiempo para esas cosas ya que lo distraerían de su objetivo real pese a que conoció a chicas que le recordaban a Fedra, que eran como ella y le agradaba esa compañía en particular.

No obstante, si hubo alguien que se alzó por encima de las demás mujeres que conoció el gemelo, una persona trágica en su vida por la que, por poco, dejo de lado su misión. La que le hizo cuestionarse si valía la pena seguir con eso.

—Pues... —dijo titubeando un poco sosteniendo la taza con café caliente entre sus manos analizando si valía la pena narrar aquello— No conocí a personas especiales en mi paso por Kosovo y Belgrado hasta que llegue a Budapest. Tenía veintiún años y esa fue la primera vez que me enamoré de alguien.

—¿De verdad? —Saori esbozó una sonrisa al escuchar esa confidencia— ¿cómo era ella, qué te atrajo?

—Solo recuerdo que se llamaba Szofi y era barista en una cafetería ubicada en Pest, en la zona más bonita de la ciudad. Mi trabajo en turismo me llevaba ahí todos los días por lo que era sencillo entablar cualquier tipo de conversación, además ella preparaba el mejor café de la zona.

Saori noto que el semblante de Kanon se ensombrecía poco a poco conforme narraba eso estando segura de que el relato no terminaría precisamente bien, sin embargo le permitió continuar ya que ella había formulado la pregunta sin pensar en que, tal vez, no era un recuerdo agradable.

—Para no hacerlo tan largo, en cosa de dos o tres meses de haber llegado a Hungría me involucré con ella. Le llamaba la atención mi origen griego, la plática era sencilla, fluida, amena y, siendo honestos, la compañía agradable me venía bien.

Szofi vivía en Buda, la zona regular de la ciudad al igual que Kanon, tras conseguir su numero de teléfono fue que charlaban a diario y quedaban para ir juntos al trabajo.

Los inviernos en esa parte de Europa eran duros y cuando Kanon llegó ahí fue poco antes de la época invernal. La joven rubia, de tez pálida, cuerpo curvilíneo y ojos azules le daba consejos asumiendo que Kanon sería malo ajustándose a un clima como ese. Poco a poco el gemelo se iba perdiendo en los ojos de la chica, en los rizos de su cabello, en su sola compañía y, por primera vez, su misión pasaba a un segundo o tercer plano.

Conforme transcurrían los días, ella iba ocupando un puesto más y más elevado en su lista de prioridades.

—Su familia vivía en otra región del país asi que la soledad era algo que teníamos en común. Durante ese largo e intenso año me olvidé por completo de todo dedicándome a ella, casi, en cuerpo y alma. Nos mudamos juntos, hacíamos todo juntos y así comenzamos a planificar los días venideros, las semanas, los meses. En menos de un año, mi vida dio un giro más brusco que lo ocurrido en años anteriores en donde siempre me mantenía firme en mis objetivos.

Kanon lanzó un largo suspiro antes de continuar frunciendo el ceño evitando mirar a la diosa sentada a su lado. Saori estaba expectante por el resto del relato.

—Una mañana, luego de un año de intensa relación, me cuestioné todo. Analicé detenidamente si valía la pena continuar con el mandato de Poseidón, si valía la pena jugarme mi futuro en ello ahora que había alguien por quien sentía algo que me sobrepasaba. Estaba profundamente enamorado de Szofi. Llegue a visualizar mi destino a su lado, a fin de cuentas, en Grecia se me daba por muerto y nada me ataba al Santuario.

—Kanon...

—¿Por qué no? Me decía con regularidad a mi mismo. El primer amor es el más intenso ya que uno no siempre sabe qué hacer con las emociones que se desbordan como líquido de un vaso.

—¿Ella te presentó a su familia o algo asi?

—Lo hizo. Sus padres me conocieron, ella me llevo a su casa un par de ocasiones y aún me veo observándola con su vestido rosa de mangas largas, su cabello recogido y el delicioso aroma de su loción para el cuerpo.

—No lo dices con una amplia sonrisa en el rostro —comentó Saori triste observando lo evidente delante de ella.

—No, porque, como supondrás, aquello terminó muy mal. Llegué a odiarla más que a mi propio hermano. Ella me destruyó como nadie en esos momentos, me traicionó como ninguna persona lo había hecho desde el asunto con Saga.

—¿Puedo saber qué sucedió? —preguntó la diosa casi estupefacta.

—Sí claro —respondió Kanon con un tono entre firme y molesto—. La última vez que la vi fue una noche, al inicio del invierno. Yo volvía a nuestro apartamento tras concluir con el trabajo del día llevando una pequeña sorpresa conmigo: un ridículo anillo de compromiso, el cual me alegro de no haber entregado.

Saori abrió mucho los ojos sorprendida por lo que escuchaba.

—Había llamado a casa durante el día sin recibir respuesta, pero justificándolo todo: quizás salió de compras, quizás aún no termina su trabajo, lo que fuera lógico me cruzó por la cabeza en esos momentos. Que cosas malas podría esperar alguien tan ingenuo como era yo en esos años.

Kanon iba por las oscuras calles de la ciudad buscando una florería ya que no deseaba entregar el anillo sin algún otro adorno, considerando la clase de persona a quien se lo entregaría. Durante esas fechas, anochecía más temprano que de costumbre y el frío se dejaba sentir desde los primeros días del invierno. No obstante, Kanon se sentía en la primavera de su vida.

—Me había decidido: lo dejaría todo atrás por esa chica. Poseidón se podía ir al demonio junto con mi venganza, mi hermano y todo lo demás. Tenía tal seguridad en mis decisiones que no lo pensé dos veces cuando me mudé con ella, cuando comenzamos a hacer planes a pesar de que sus padres creían que éramos demasiado jóvenes y precipitados. Nada me importaba.

El apartamento se encontraba algo lejos del mercado central, entre las oscuras y estrechas callejuelas por las que él joven se internó observando desde la calle que la luz de su apartamento estaba encendida.

—Esta en casa y no respondió el teléfono —se dijo extrañado—, tal vez estaba en camino cuando llamé —se repetía.

Cruzo la puerta principal como siempre hacía deseoso por llegar a su cálido hogar, abrazar a su amante compañera y disfrutar de una cena caliente, era lo que más deseaba en esos momentos imaginando que habría algo como Goulash para cenar. El apartamento estaba ubicado en el segundo piso al que llegó con pasos rápidos abriendo la puerta para encontrar silencio, un silencio extraño pues el televisor o la radio estaban apagados. Kanon tuvo un extraño presentimiento ya que a esas horas Szofie estaba en casa, ya fuera mirando el televisor o en la cocina o lo que fuera, pero ella estaba ahí.

No obstante la joven no estaba por ningún sitio así que, extrañado y algo preocupado, fue directo a la habitación para meter su chaqueta en el armario y llamar a su trabajo preguntando por ella. La puerta de la alcoba estaba entreabierta y apenas Kanon abrió se topó con algo que jamás hubiera imaginado: Szofie completamente dormida y desnuda sobre el pecho de otro hombre.

Saori se quedó boquiabierta, y sin saber qué decir, al escuchar el desenlace del relato mientras que Kanon ensombrecía más y más su semblante.

—Me quedé helado por varios minutos antes de reaccionar. ¿En qué momento pudo hacer algo así en mis narices? Algunas personas son sorprendentes en el arte de mentir y jamás me paso por la cabeza que mi novia lo fuera. Siempre creí que era honesta conmigo, que lo sabía todo de ella. Me abrí lo más que pude, le narré lo que ocurrió con mi maestra, mi hermano y mi vida en Grecia y mi recompensa fue que me traicionaran en mi propia cama.

—No sé qué decir Kanon...

—No importa, fue hace más de siete años. Obviamente no me quede callado ni nada de eso. Encendí las luces y ya podrás imaginar la expresión en su rostro cuando me vio de pie en la habitación. Hubiera corrido al sujeto a golpes, pero en vez de eso, tomé mi valija, meti mi ropa y me largue de ahí sin mirar atrás. Ni siquiera quise escuchar lo que tuviera que decir.

—Dioses...

—Ella lloraba detrás de mí, me rogaba que la escuchara pidiéndome perdón. ¿Por que habría de perdonar? Jamás le falté al respeto, jamás la traicioné como ella hizo, nunca levanté la voz pese a que no siempre estábamos de acuerdo. ¿Cuál había sido su excusa entonces? No tengo idea. Solo sabía que debía largarme de ahi.

Al salir del edificio Kanon fue con pasos rápidos a la ladera del Danubio para arrojar la cajita con el anillo al rio, de ahí se dirigió a la estación del tren más cercana, tenía que alejarse de Budapest cuanto antes ya que necesitaba sacar lo que sentía. A pesar de ser tan tarde, logró conseguir un pasaje a donde fuera rumbo al norte.

—Esa fue la última vez que vi o supe de Szofi. No preciso decir que, apenas el tren me llevo a una ciudad lo más lejana posible, baje en búsqueda de un sitio privado donde gritar a los cuatro vientos lo mal que estaba, donde llorar como nunca lo había hecho pensando en qué había hecho mal, ¿por qué merecía semejante castigo? Y llegué a una conclusión.

—¿Cuál es esa conclusión?

—Que no debí dejar de lado mi misión. Que enamorarse era para otra clase de personas, no para mí y debía retomar mi camino. Así que, lleno de resentimiento y más deseoso que nunca de venganza emprendí el viaje a Viena, la siguiente ciudad en mi itinerario manteniéndome alejado de las relaciones, incluso las casuales, hasta estar convencido de que nada me volvería a distraer.

—Lo lamento Kanon, de haber sabido no habría preguntado...

—No te preocupes. Después de tantos años, al fin, entiendo que son experiencias por las que pasa cualquier persona. Tampoco es bueno mantenerse ajeno a ello porque, cuando menos lo esperas, llega alguien que es capaz de girar tu mundo 360 grados y, sin experiencia en esas cosas, es fácil perder la cabeza y el norte.

Saori noto como el semblante de Kanon se volvía más cándido poco a poco, a pesar de lo que dijera, se notaba que necesitaba sacar aquello de su pecho.

—¿Y aún deseas recordar a esa chica luego de esta noche?

—Es una pregunta difícil, pero creo que sí. Así la siguiente vez que me enamore, sabré estar atento a las señales y banderas rojas.

—Veo que no estás negado a esos aspectos de la vida —comentó la diosa.

—No, como te dije, me agrada la compañía que me recuerda a Fedra. En Praga conocí a otra persona que tenía potencial, pero que, lamentablemente, me vi en la necesidad de lastimar para que se marchara ya que amenazaba con entrometerse en mi misión.

Tras lanzar un suspiro continuo.

—He de confesar que no me sentí mal al respecto pese al enorme cariño que sentía por ella: me lastimaron y terminé lastimando a quien no lo merecía. Así es la vida.

—Kanon, no deberías ser tan duro contigo mismo y con los demás.

—Qué puedo decir. A fin de que no ocurriera de nuevo, me mantenía lejos de las interacciones, no tuve amigos en Praga o Berlín. El tiempo se acababa y debía llegar a Copenhague en la fecha que me había fijado.

Kanon llegó a la fría y oscura Dinamarca una tarde de enero. Apenas serían las cuatro de la tarde cuando sobre su cabeza se veía un cielo negro como si fuese medianoche. Tras salir de la estación del tren, se dirigió con pasos rápidos a buscar un hotel. Así, el joven de veinticinco años, llegó a la capital danesa a la espera de que se año volara como los anteriores ya que su siguiente destino era Noruega.

—Solo debía estar ahí un año o quizás menos ya que, para mi extraña suerte, hacía mediados de ese periodo, el dios en persona comenzó a hablarme en sueños. Me mostró como entrar a su reino cuya puerta estaba ubicada en Asgard así que acorté mi estancia en Dinamarca, a unos cuantos meses dirigiéndome a Oslo al término del invierno.

Saori lo observaba más interesada que hacía un rato ya que Kanon, finalmente, había llegado a la parte donde él solo planificó una guerra santa completa que involucró tres reinos: El Santuario, Asgard y Atlantis.

—Mi destino final era Tromsø —dijo resuelto— y ya no tenía tiempo que perder.

.

Continuará...

.

*Notas: Las aventuras de Kanon aún no terminan. Gracias por leer.

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