2. 2 La diosa y el fugitivo, p1
Las doce audiencias: Tercer templo
Primera parte: Kanon
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La Diosa y el fugitivo,
Parte 1
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Saori regresó a la sala de visitantes apenas concluyó con su llamada telefónica sintiéndose un poco culpable, aunque sin arrepentimiento, pues algo dentro de ella creía que, finalmente, Saga vería con buenos ojos la información que ella pidió investigar. Aquello sería un proceso largo y, a pesar de que el caballero no pudiera recordarla ni nada parecido en el futuro, le haría llegar lo que se pudiera encontrar.
—Saga, espero puedas perdonarme en el futuro —pensó lanzando un suspiro mientras desviaba su atención al sonido de la puerta, la cual se abrió siendo Tatsumi el que entrara a la sala de estar.
—Mi Señora, Kanon de géminis ha llegado —anuncio formal.
—Estupendo, hazlo pasar.
Kanon entró con paso lento observando a su alrededor notando como solo estaban ahí la diosa y el sirviente. No había nadie más en los alrededores sintiendo algo extraño ya que, pensó que habría algún guardián con ella, pero nadie había ahi, todo estaba en silencio y calma escuchando solo el tictac del reloj de pared.
Atena y el fugitivo cruzaron mirada por primera vez desde la guerra santa, evento en el cual ella otorgó el permiso a este para que pudiera participar en el evento, limpiar su nombre, y pedir perdón a la diosa por haberla insultado uniéndose al bando contrario desatando una difícil batalla contra Poseidón. No obstante, no hubo tiempo para hablar de otras cosas que ella deseaba saber en aquel entonces.
—Me alegra mucho que estés aquí, Kanon. Hay varios temas pendientes de los que debemos hablar. Lamento mucho que sea a estas horas.
—No hay problema, Atena. Soy un ave nocturna asi que estoy bien a pesar de lo tarde que es —respondió el gemelo postrándose ante ella como signo del respeto que le tenía.
Se le veía más confiada y segura de sí misma aunque esa reunion fuese una audiencia. Kanon la recordaba de los días en medio de la batalla contra Julian Solo, cuando su cosmos dejó ver su inmensa compasión, además de eso, en ese cosmos se percibía que aún le faltaba madurar y estaba en vías de lograrlo. En cambio, su desempeño en el combate contra Hades resultó diferente, Atena era una diosa mucho más hábil cuya presencia se sintió por todo el Inframundo en el momento oportuno. El gemelo la admiraba a pesar de su juventud: su experiencia, su brillo. Todo en ella la hacía ser Atena y no sólo su mero nacimiento.
—Por favor toma asiento —indicó la joven sonriendo con amabilidad— ¿algo que pueda ofrecerte para beber, un té o café?
—Si, gracias. El café sería grandioso.
Apenas Tatsumi acercó una mesa de servicio provista con una tetera de porcelana con agua caliente, tazas y demás servicio de cafetería fue que ambos se dispusieron a charlar de lo que debían.
—Me gustaría mucho, saber de qué va todo esto, Atena. La carta misteriosa, la profundidad de esta reunión y ¿qué sucederá conmigo luego de esta tarde?
—Te aseguro que todas esas preguntas tienen su respuesta. Empezaré por el principio: lo que debo discutir respecto a tu futuro.
—Si, eso quisiera saber.
—Veras —Saori sentía como su corazón latía con fuerza tomando un poco de aire antes de hablar—. Lo decidimos entre Zeus y yo, es lo mejor para Ustedes —dicho esto se sintió aún más tensa para continuar respirando profundamente frotando sus dos manos mientras daba esa introducción a los dos tratos—. Es la oportunidad que les estamos dando de vivir una vida totalmente normal, lejos de las futuras batallas y de los dioses que solo los usan para sus fines malévolos. Son dos tratos que debo ponerte en la mesa.
—¿Dos tratos? No entiendo... —Kanon la observó extrañado esperando lo peor.
—Los dioses han usado sus almas y sus cuerpos a su antojo, eso le expuse a mi padre Zeus. Ambos negociamos con todos los dioses del Olimpo y así yo recibí dos directivas para ustedes.
La diosa lo observó seriamente mientras Kanon tragaba duro ya que no tenía idea de lo que venía exactamente sintiendo un poco de miedo.
—La razón por la cual dejaron las armaduras en el Santuario y salieron de este, son estos dos tratos. El primero: debo quitarles el cosmos y reconstruirles la memoria. No podrás recordar que existen los dioses y todas las batallas que has peleado serán sustituidas en tu cabeza por otros recuerdos.
—Reconstruir mi memoria y sellar mi cosmos —repitió pensativo tratando de encontrar sentido a esas palabras siquiera— ¿cuál es el segundo trato? —pregunto rápidamente deseando que fuera más esperanzador.
—El segundo: sería que renacieras por completo. Una familia nueva y una vida nueva aunque no podría garantizarte que te rodearan cosas maravillosas o felicidad, incluso, que tu camino no te llevara de vuelta al Santuario ya que todo es muy al azar.
—Me imagino que lo es, pero... —ella lo miraba titubear tratando de articular palabra, como pensando con calma que estaba por decir y, tras varios minutos meditando impaciente, respondió— Es demasiado repentino. Entiendo que haya sido idea de Zeus y tú debas cumplir la orden, pero sin memoria de quien soy o lo que hice, no tengo propósito en la vida, ¿entiendes? Siempre he sabido qué objetivos perseguir y cómo desde que supe que no sería el portador de la armadura.
Trató de ser diplomático intentando suavizar su mirada cuanto le era posible, sin embargo esa decisión le calaba hondo ya que "la prueba final" fue el evento que desató ese deseo de ser alguien, de llegar más allá que su hermano y la orden dorada. De sus aspiraciones de grandeza. De pronto, la diosa a quien respetaba profundamente quería quitárselo todo.
—Lo entiendo —respondió ella con suavidad—. Escucha Kanon, no te dejaré sin memorias, solo las cambiaré por otras más acordes. Por los recuerdos que podría tener cualquier persona que haya vivido fuera del Santuario. Solo no sabrás que los dioses existen, que el cosmos existe o que yo existo.
—No lo sé... me lo quitarás todo. Mi entrenamiento, mis vivencias y lo que me hace ser yo, ¿a eso te refieres con reconstruir mi memoria? —repitió casi suplicante.
—Exacto y lo siento tanto. Los llamo a estas audiencias para que me hablen de ustedes, de quienes eran antes de llegar al Santuario y, en base a eso, puedo ajustar sus nuevos recuerdos.
Kanon permaneció en silencio buscando en su cabeza cómo objetar, que argumentos usar para manifestar que no estaba de acuerdo hasta el momento con el plan. No obstante, la diosa esperaba impaciente que aceptara las instrucciones; sin más tretas a las cuales recurrir, lanzo un profundo suspiro abriendo la boca.
—Seguro Saga ya te hablo de nuestra infancia, viviendo entre pordioseros sin hogar en un viejo edificio, eso no me dolería olvidarlo, pero no me gustaría perder el recuerdo de mi maestra, por ejemplo —dijo de pronto frunciendo el ceño—. Ella era muy importante a pesar de que Saga le quitó la vida tiempo después de ganar la armadura. ¡Fedra no merecía algo así, luego de todo lo que hizo por él, tuvo que mentir al Patriarca para protegerlo de su propia estupidez! —tras contenerse un poco, respiro profundo postrándose ante la diosa— Perdóname Atena, perdí los estribos por un momento.
—No te disculpes. Me alegra escuchar lo que hiciste por tu maestra. Si, él la mencionó entre sus confesiones, me dijo lo que hizo y por qué. Yo también le dejé eso en claro, que la joven no merecía ese final. Ninguno de los dos la olvidará, eso puedo garantizarlo.
—Eso me tranquiliza un poco. Así qué Saga confesó sus pecados, tal y como lo supuse —dijo filoso e impasible—. Él se merecía tu castigo divino, Atena. No tu perdón.
—Kanon...
En esos momentos, fue más claro para Saori la dimensión de la mala relación que había entre ambos. Si bien Saga se refirió a Kanon como alguien ausente, había expresado su deseo por un reencuentro pacífico y, tal vez, catártico, no así Kanon no tenía una sola palabra de simpatía para este. No era empatico en absoluto notando que la reunión de los gemelos sería complicada y llena de altibajos. Aún así, trataría de apoyarlos a ambos.
—Por cierto, Saga está aquí también —dijo la joven de pronto analizando las expresiones del hombre frente a ella.
—¿Mi hermano, por qué? —inquirió el gemelo sin entender— Su reunión contigo ha sido tan complicada como para retenerlo en tu casa, supongo —indicó con desaprobación.
—No, él quiere reunirse formalmente contigo. Lo verás cuando hayamos terminado nuestra charla. También ha sido agotador para él.
—De acuerdo —respondió Kanon de buena manera sin estar convencido de la honestidad de Saga—. Me parece que ya había hablado algunas cosas contigo previo a la última guerra santa, Atena. ¿Es correcto?
—Si —Saori lo observó por unos instantes mientras Kanon bajaba la mirada sujetando la taza con café con ambas manos adoptando una actitud pensativa—, pero no olvides que fue por unos momentos brevemente. Lo recuerdo más como un permiso para poder combatir a nuestro lado que una charla formal, te concedi el perdón en aquel momento. No obstante, te hice el comentario que tendríamos una reunión para hablar a detalle.
—Si, disculpame. Olvidé eso ya que, poco después de esa plática, recibimos la visita de los espectros del Inframundo y los traidores, incluido mi hermano.
Saori le dedicó una mirada de desaprobación por unos instantes mientras Kanon daba un leve respingo notando la molestia de la diosa ante su mala actitud.
—No seas tan duro con él, Kanon. Hay aspectos en la vida de Saga que necesitas conocer para poder comprender sus acciones. No todo es lo que parece además, no lo has visto en trece años.
—Lo sé, pero con mi hermano no siempre se sabe. No abandoné el tercer templo y el Santuario solo por haber perdido la prueba final o por capricho, lo hice porque Saga comenzaba a perder la cabeza llegando a temer por mi vida.
La diosa se mantuvo en silencio dejándolo continuar. Estaba deseosa por saber qué otros detalles revelaría Kanon esa tarde. Los dos gemelos eran la mitad de un todo, sus historias estaban entrelazadas aunque sus destinos fueran diferentes hasta esos momentos y el odio los separara. Parecían el norte y el sur, el cielo y el infierno.
—Fedra, nuestra maestra, no pudo encontrar la cura a los "males" que aquejaban a mi hermano y con el Patriarca exigiendo una fecha para la prueba final, no tuvo más remedio que ceder y programar el examen. Perdí la prueba como bien sabes y Fedra aconsejo que, apenas Saga iniciara su papel como custodio, yo debía salir del tercer templo como estaba programado. Ella también estaba obligada a salir, sin embargo continuaría buscando la cura para él.
El gemelo bebió un poco de café antes de continuar mientras que la diosa lo miraba con aprehensión.
—El haber perdido esa prueba final, fue la razón por la cual tuve que dejar el templo y buscar donde vivir, para después aspirar a otra armadura y rango disponible en aquellos momentos. Bien pues, unos días antes de eso, cuando mi maestra ya no estaba con nosotros debido a su salida del Santuario, fue que Saga y yo tuvimos una fuerte discusión. No fue algo relacionado con la prueba ni con la armadura. No, tenía que ver con la maldad que vivía dentro de él y que amenazaba nuestra existencia día con día.
—¿Crees que realmente era malvado por iniciativa propia? —inquirió la joven con tristeza— ¿Lo que ocurrió en el templo de Ares no te hace sentido?
—Lo unico que vi ese dia fue a mi hermano tratando de matarme, al hermano con quien comparti tantas penalidades intentando ahorcarme como si yo no valiera nada —repuso molesto algo fastidiado de la simpatía que la diosa sentía hacía Saga.
Parecía como si ella estuviera empeñada en darle la razón al otro y no a él encontrándolo, francamente, cansado y, casi, parecía ser una batalla perdida ahí también, en la casa de la diosa. Trató de contenerse permitiéndole continuar.
—Kanon, sabes bien que los objetos en los templos prohibidos tienen poderes extraños. El yelmo de Ares... —trato de argumentar la joven mirándolo con sus ojos muy abiertos.
—No culparía enteramente a una maldición y al final, nunca mencione a Fedra que Saga toco el yelmo en el templo de Ares. A esas alturas lo que el merecia era un castigo. ¿Crees que todo lo que ocurrio con el fue solo cosa de una maldicion?
La interrumpió molesto perdiendo la paciencia por unos instantes.
—Saga decía que había algo en su cabeza que le ordenaba ser malvado, que le daba instrucciones como si él no tuviera voluntad de decidir y tenía que someterse. Claro que, para mi, eso era ridículo, Saga es un sujeto inteligente y ha sabido cómo convencer a otros: a nuestra maestra, al Patriarca y al hombre custodiaba el noveno templo. Así pudo salirse con la suya y convertir al Santuario en un lugar maldito al que toda Grecia temía.
—No imaginé que tuvieras a tu hermano en ese concepto, Kanon —comentó la diosa con tristeza—. No pareces tener ninguna memoria agradable a su lado —el joven lanzó un bufido de molestia antes de continuar.
—Ya lo habia encarado antes, pero el día fatal en que intenté denunciarlo, fue poco más de un año después de la prueba final en la que él ya lucía la armadura dorada. Ese día decidí confrontarlo y decirle sus verdades a la cara.
Kanon fue en búsqueda de su hermano aquel día por la tarde. No lo encontró por el tercer templo ya que, días antes, Kanon se había dado a la fuga pasando la noche en cualquier otro sitio lejos de las doce casas. Su camino lo acercó a las costas de Ormos con sus templos y edificios en ruinas donde alcanzó a ver a Saga en la lejanía, su figura alta y sus cabellos azulados, en esos momentos ya portaba el ropaje sagrado.
—No pensé que te encontraría aquí —Kanon se aproximó con paso rápido y desafiante mientras Saga lo observaba sorprendido ya que no se imaginó que se lo encontraría en esa costa.
—¿Dónde has estado Kanon, llevo semanas sin saber de ti?
—Ya buscaste en las cabañas de los aspirantes o bien podrías preguntar a nuestra maestra por mi con más frecuencia —respondió irónico sonriendo ampliamente dedicandole una mirada feroz.
—No tengo por qué investigar tu paradero cada que te viene en gana largarte —indicó Saga ahora molesto por la actitud ofensiva de su hermano menor—, ¿qué necesitas de mi luego de todos estos días?
—¿Qué necesito? —espetó molesto— ¡Que digas la verdad Saga! La verdad de tu actitud malvada y errática, ya les mentiste a todos estos años y es momento de que Shion sepa la verdad: eres un maldito embustero.
—¡Cierra la boca, es falso! No tienes idea de lo que he sufrido, no sabes lo que es escuchar voces en tu cabeza y que no te dejen en paz ni un minuto del día.
Saga lo miró con sus ojos perforantes por unos instantes esperando un poco de simpatía por parte de Kanon, sin embargo este dibujo una sonrisa maliciosa retomando sus ataques verbales.
—Si escuchas voces... que esperas para comunicarle al Patriarca que no estás bien y eres incapaz de mantener el puesto como caballero dorado. Todos creen que eres buen elemento y una gran persona, pero, y a pesar de esas supuestas voces, yo sé lo que eres en realidad.
—¿Ah sí? —Saga lo tomó por el cuello de la camisa con actitud desafiante— ¡¿Que se supone que soy según tú?!
—Un malvado, un mentiroso y un canalla. ¡Engañaste al Patriarca y a Fedra, pero a mi no! Ya basta de tu teatrito.
Kanon observo como, claramente, el cabello de su gemelo cambiaba de color de su azul obscuro a gris mientras sus ojos se tornaban rojos y brillantes cual inyectados de sangre. El menor de los gemelos sintió un auténtico terror que trataba de ocultar debajo de una actitud fanfarrona hasta que, en cosa de segundos, observó cómo Saga lo tomaba del cuello de la camisa nuevamente.
—Asi que quieres decir a todos la verdad... —siseo deslizando sus manos al cuello de Kanon— Asi que deseas gritar a los cuatro vientos algo que no te concierne, bien pues no te dejare. He trabajado muchos años por la armadura dorada y, próximamente, por el puesto del Patriarca.
Una sonrisa amplia y torcida se dibujó en las facciones de este mientras apretaba el cuello de Kanon con ambas manos sometiéndolo para evitar que se defendiera. Más y más cerrado era el agarre sobre el cuello del menor de los gemelos, más y más ejercia presion esperando que se desvaneciera en cualquier momento logrando que este no manifestara su cosmos ni su poder ya que Saga se había valido de algo más para dejarlo noqueado: una técnica mental que aturdia al oponente y que Kanon no conocía.
Era la primera vez que Kanon entraba en contacto con el "Satan imperial" por breves instantes.
—Será una auténtica pena que Kanon, el hermano menor de Saga, sea encontrado muerto por accidente.
—¡Ya basta Saga! —Kanon no cedería, como pudo logró repeler la técnica aturdidora buscando con qué sacar a Saga de su trance.
Una piedra suelta, con algo tan simple logró hacerlo reaccionar, así Kanon la azotó una sola vez en la sien de su hermano soltándose de su agarre retrocediendo rápidamente mirándolo con horror y estupefacción.
—¡Cometiste alta traición! —bramo un enfurecido Saga sin volver en si, tan solo apartandose un poco señalando con su largo dedo índice— ¡El castigo por atacar a un caballero dorado es la pena de muerte!
—Ya veremos quien te cree esas mentiras, hermano. ¡Al menos quiero el beneficio de un juicio justo y que nuestra maestra esté presente así como el Patriarca!
Saori escuchaba aquellas revelaciones complementando el relato previo de Saga sacando sus propias conclusiones: el poder e influencia de Ares tenía poseído a Saga a tal grado que, para Kanon era casi imposible ver la verdad y distinguir entre su hermano real y la imagen corrupta y rota creada por el dios de la guerra.
—¿Qué ocurrió durante ese juicio? —preguntó la joven observando a su interlocutor con calma mientras Kanon, de nueva cuenta, lanzaba un suspiro de cansancio.
—No hubo juicio alguno. En cosa de segundos varios guardias me sometieron no sé bien cómo llevándome a las cárceles ocultas bajo la estatua de Atena. Ahí me tuvieron un par de días sin comer ni nada.
Kanon regresó a esos duros momentos en sus recuerdos. Dentro de esas cárceles no había ventanas, el ambiente se sentía muy húmedo y agobiante además de que se trataba de un único pasillo oscuro, apenas si iluminado por un par de antorchas que proyectaban una luz muy débil, dejando ver una fila de puertas metálicas. El menor de los gemelos intentó llamar a su maestra con el cosmos lo más discreto que pudo. Necesitaba algún apoyo y entre ambos había una muy buena relación a pesar de todo.
La llamó por varios minutos sin recibir respuesta, lo intentó varias veces en esos días añadiendo súplicas, plegarías y demás. No obstante Fedra, simplemente, no respondía, ni ella ni su cosmos, nada. Era silencio e indiferencia lo que Kanon recibió como respuesta sintiéndose traicionado.
—Al día siguiente me llevaron delante de Shion quien ejecutó el castigo sin permitir que me defendiera, sin dejarme argumentar. Me señaló cuál criminal dictando mi sentencia
Kanon dejó la taza vacía sobre el carrito de servicio yendo despacio a la ventana mientras Saori lo seguía con la mirada manteniéndose en silencio por un momento.
—En el salón del trono me hicieron postrarme ante el Patriarca. Saga no estaba por ninguna parte. Shion me habló de un ataque con ventaja, que mi actitud agresiva pudo costarle la vida a un caballero dorado y que yo siempre había sido una deshonra. Al final, mi castigo era el exilio en Cabo Sounion.
—El exilio... —repitió la joven con tristeza.
—Si, me llevarían a una prisión allá donde estaría recluido de por vida. Sin acceso a nada. Protesté a voces, exigí que se me hiciera un juicio justo, que se juzgara a mi hermano también, pero nada resultó. ¡Shion no creía en mi palabra en absoluto, de hecho, ni siquiera parecía ser él!
—¿Cuánto transcurrió desde ese momento hasta que fuiste llevado a Cabo Sounion?
—Horas —respondió molesto apretando los puños con fuerza—. Apenas si logré que me permitieran darme un baño, pero no pude llevarme pertenencia alguna conmigo, así como estaba me llevaron preso hasta allá. En esos momentos yo deseaba hablar con mi maestra o algo, sin embargo eso tampoco se me permitió.
Kanon se giro posando sus ojos en la diosa mirándola gravemente.
—No vivíamos en la misma cabaña y en esos momentos tenía un mal presentimiento sobre ella. No era normal que no recibiera respuesta alguna, al menos una señal de vida debió darme. Sin embargo, nada de eso ocurrió. Exigí verla antes de partir y Shion solo me daba evasivas indicando que no era posible, todo era muy extraño y poco usual. No obstante me cansé de pelear, de gritar el nombre de mi maestra, de mi hermano y cedí.
El traslado desde el Santuario hasta Cabo Sounion tomaba alrededor de una hora y quince minutos viajando en automóvil por las principales carreteras. El lugar se encontraba en el extremo sur de Grecia en una zona abierta y poco turística. La prisión a la que Kanon sería encerrado estaba alejada de todo y solo eran llevados ahí los acusados de máxima traición para ser dejados a su suerte hasta que murieran.
—Esto no se quedará así... —se decía el gemelo rechinando los dientes sin oponer resistencia ya que maquilaba algún plan en su cabeza y solo deseaba que los guardias se marcharan.
Sin embargo, las cosas salieron peor para Kanon de lo que imaginaba. La zona en que se ubicaba la cárcel de piedra eran las costas mismas, de tal forma que durante las noches la marea subía y, mañana tarde y noche, era azotada por las salvajes olas del mar del Canal de Kea. Más de una vez, Kanon se acabó la voz pidiendo ayuda y maldiciendo el nombre de las personas que lo abandonaron.
—A pesar de las habladurías —comenzó a decir tomando asiento en una silla delante de Saori—, solo estuve encerrado ahí un par de días, una semana a lo mucho. Como sabrás, Atena. El poder del dios Poseídon necesitaba a un tonto para manifestarse o, en mi caso, a un necesitado de ayuda urgente.
Kanon recordó que, en los pocos días de su encierro, un poder lo ayudó a no morir a pesar de la marea y la furia del mar. Un cosmos le ayudó a mantenerse con vida el tiempo suficiente como para darle otro tipo de oportunidad: el tridente del dios de los mares se manifestó dentro de la cárcel envolviendo al joven con su magnífico poder.
—Recuerdo claramente que me desvanecí en algún momento de mi encierro y, en cosa de segundos, me encontré con el tridente. Tras tocarlo levemente, aparecí en el desolado templo del mar. En Atlantis. Ahí fui guiado por la voluntad del dios hasta el Soporte principal, a su trono y a las escamas que portarían los marinos. Estaba realmente sorprendido ya que, jamás imaginé, encontrarme con algo así dentro de una simple y olvidada prisión.
El gemelo vio en esos momentos lo que sería su oportunidad de hacer algo, de ser alguien, no teniendo que competir por una ridícula armadura ganada injustamente. Fedra creyó que él estaba destinado a hacer cosas diferentes a Saga, a sobresalir de un modo distinto. El dios Poseidón quiso saber quién era el hombre que lo había despertado, el nombre que dio el gemelo fue contundente: Dragón marino.
—Jure venganza —continuo Kanon suavizando su tono de voz aunque era firme—. Me cobraría con creces ese encierro injusto y haría pagar a todos lo que me ocurrió: a Saga, al Santuario y sus leyes absurdas, al Patriarca por débil y mentecato. A todos.
Saori lo observó con compasión por unos momentos sin añadir nada, tan solo esperando a que este continuara limitándose a servir más café para ambos, cosa que Kanon agradeció asintiendo con la cabeza.
—Poseidón me mostró el camino a seguir: el huésped sería un niño de tres años en aquel entonces. El miembro más joven de una familia de empresarios famosa por sus actividades de lavado de dinero, escándalos y conexiones con la desaparecida realeza griega. Ese chiquillo sería el siguiente en cumplir con la voluntad del dios cuando tuviera la edad adecuada. Para eso aún faltaban trece años. Transcurrido ese tiempo debía trasladarme a Atlantis por mis propios medios y comenzar a planificar la batalla.
—Trece años...
—Si. Para mi buena fortuna, tras la breve reunión con el dios, me encontraba fuera de la prisión. A muy pocos metros del templo en ruinas. Jamás me había sentido tan aliviado por eso, era libre. Libre del Santuario y de mi hermano, de todo. Debía poner manos a la obra.
Kanon festejó su gran logro gritando a los cuatro vientos la felicidad que sentía, aspirando todo el aire que sus pulmones le permitieran sabiendo que tendría trece años de absoluta libertad antes de que el dios del mar ocupara su huésped. Lo primero que haría sería corroborar que su maestra estuviera bien ya que esa idea no dejaba de darle vueltas en la cabeza.
—La llamé muchas veces estando en el encierro y nada. Tampoco recibí respuesta así que, sin más, robé algunas prendas y comida de las casas del poblado más cercano y emprendi el camino. Debía pasar desapercibido, también aprendí a no usar mi cosmos en ningún momento. Conseguí viajar en camiones de carga hasta la zona sur de Atenas. Cruzar la ciudad era sencillo y eso hice dirigiéndome al límite sur del Santuario donde estaba su cabaña.
Fedra había dejado el tercer templo apenas Saga ganó la armadura, de acuerdo a como lo indicaban las reglas para cualquier maestro de la orden dorada. Solo el custodio del templo podía permanecer en el recinto a tiempo completo. No obstante, Kanon y ella no perdieron contacto en ningún momento pues, así como la joven estaba empeñada en apoyar a Saga al máximo, también lo estaba por el aspirante que no pudo ganar la armadura.
—Ella y yo fuimos inseparables un año más o menos. Me ayudaba en lo que podía, me daba ánimos y me escuchaba despotricar en contra de mi hermano. Sabía que había algo mal, pero siempre creyó que era físico debido a que Saga se quejaba de migrañas y jaquecas. Consiguió libros y libros a fin de intentar averiguar algo que le sirviera para resolver su problema —una sonrisa nostálgica y triste se dibujó en su rostro mirando a la nada—. A estas alturas, luego de haber leído libros y libros, ya sería una psiquiatra brillante. Eso lo doy por hecho.
—Kanon...
El joven lanzó un largo suspiro antes de continuar.
—Era obvio que debía saber por que nunca respondió a mis llamados. Sin tiempo que perder me dirigí a su hogar y lo primero que encontré fue la puerta abierta y las luces apagadas. Estaba por caer la tarde y ella siempre encendía las luces un momento antes de la puesta del sol. Me acerqué con pasos rápidos al interior comprobando mis temores.
—Tus temores...
—Si. Adentro todo estaba boca abajo, sobre la mesa estaban utensilios de cocina como si ella hubiera estado a punto de servir la cena, había más objetos sobre la estufa apagada, otros muebles como las sillas estaban hechos pedazos por el suelo y no había rastro de ella.
El corazón de Kanon latía con la misma intensidad que en aquellos momentos en los que descubría la extraña ausencia de Fedra y la razón detrás de su silencio. Una sensación sobrecogedora lo acompañó mientras examinaba la cabaña no queriendo confesarse a sí mismo lo que había ocurrido.
—La asesinaron... —dijo con tristeza en la voz— No me respondió porque ya no vivía desde hacía quién sabe cuánto tiempo —nuevamente apretó los puños sintiéndose impotente— Lo peor fue que a nadie le importo. No sé cómo el estupido Patriarca no se percató de su ausencia. Fue negligente con su muerte, de haber enviado ayuda, al menos habrían recuperado su cuerpo.
Se levantó un momento tratando de contenerse y evitando que se le quebrara la voz.
—¡¿Quién querría matar a la única persona que nos trató con decencia a mi y a Saga?! —apretó los puños más y más al hacer estas confesiones— ¡¿quién haría algo tan despreciable a una joven que tuvo que renunciar a lo que más amaba para cumplir con su deber?!
—¿Renunciar a lo que más amaba? —repitió Saori sin entender.
—Si. Poco después de que nos llevara al Santuario, supimos una verdad importante acerca de ella: estaba enamorada del custodio del onceavo templo, del caballero que estaba a cargo en aquel entonces. Ambos tenían una relación ilícita y esa unión dio un fruto prohibido.
—¿Te refieres a...?
—Es correcto —confirmo con pesar en la voz—. No podía conservarlo si quería ser nuestra maestra de acuerdo a las leyes ancestrales y ridículas. Fedra lloraba por las noches ya que ese mismo amorío le costó a Bogdan su rango y armadura siendo exiliado en Siberia. Con inmenso dolor, renunció al hijo de ambos y, de muchas formas, Saga y yo nos convertimos en sus hijos desviviendose por nosotros, por nuestro entrenamiento y nuestro futuro.
—Por eso la llamaste en tus momentos más difíciles.
—Sí y me partió el alma descubrir su muerte. Dediqué días y días a buscar su cuerpo. La cabaña estaba ubicada cerca de un peñasco que daba al mar, temiendo lo peor nadé y nadé hasta que, la buena fortuna, me permitió encontrarla varios metros mar adentro.
Saori lo observó con tristeza al notar que una lágrima resbalaba discretamente por la mejilla del joven.
—Había sido Saga... el bastardo infeliz lo hizo. La atacó con la explosion de galaxias ya que en su cuerpo estaba la marca de su técnica. Su maldad lo llevó a asesinar a la persona que más lo amaba en el mundo. ¡La que dio su mundo por él! —tras un momento, se recompuso ya que no había compartido esa historia con nadie más— En fin, le di sepultura adecuada y, en lugar de buscar al canalla de mi hermano y partirlo en dos, decidí que debía alejarme de las inmediaciones de Atenas dirigiéndome al norte ya que debía ganarme la vida de algún modo los siguientes trece años.
—Lo siento tanto Kanon. No tenía idea de lo que significaba tu maestra, del lazo que los unía y el enorme respeto que sientes por ella. Tampoco estaba al tanto de los demás detalles. Saga tambien mencionó que Shion fue negligente con su muerte.
—Eso es cierto —afirmó Kanon—, independiente de las causas de su muerte, el Patriarca debió haberle dado sepultura, aunque...
—¿Aunque?
—De haber investigado habrían dado con el culpable y este habría desatado la locura en el Santuario antes de tomar el lugar del Patriarca. Como verás Atena, todo estaba fríamente calculado.
—¿Hablarás de esto con Saga? —preguntó la joven en un hilo de voz.
—Si, no lo dejaré pasar —afirmo ya un poco más calmado sonriendo levemente—. Sabes, ahora que lo pienso con calma, creo que gracias mi maestra es que me gusta estar con chicas del mismo estilo: fuertes, amorosas, que jamás se rinden ni pierden la fé en alguien ni siquiera en último minuto. Me agrada mucho esa clase de compañía, como ya era libre y, de no haber tenido la guerra santa en puerta, quizás estaría viviendo una vida normal al lado de alguien como Fedra.
—Esas apreciaciones son muy interesantes Kanon. Quién lo diría.
Ambos aminoraron la tensión mucho riendo un poco antes de continuar.
—Luego de eso, emprendí el camino y, he de confesar, que no esperaba las sorpresas que me aguardaban los siguientes trece años.
.
Continuará...
.
*Notas: La vida de Kanon no ha sido fácil y, como verán, de los hermanos es mi favorito aunque Saga ha sido un reto ya que, de los dos, es el que más trabajo me ha costado.
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