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1.3 El otro

Las doce audiencias: Tercer templo

Primera parte: Saga

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3

El Otro

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El aún caballero de géminis tomó aire nuevamente tratando de controlar el temblor de su cuerpo y los asfixiantes latidos de su corazón antes de continuar con su confesión.

Esa mañana Saga se sentía extraño, presentía que el "otro" estaba por aparecer y su repentino dolor de cabeza era la clara muestra de ello. Tras meterse un rato en la tina, pensando que el agua caliente sería de gran ayuda, se sintió un poco más relajado lanzando un profundo suspiro preparándose lo mejor que pudo para su presentación ante el Patriarca. Deseaba, de todo corazón, que el puesto lo ganara el mejor aunque fuera Aioros y no él.

El día estaba magnífico lo que lo hizo sentirse bastante bien, al ir escaleras arriba penso en pasar por Aioros antes de subir al templo del Patriarca y, tras dejar atrás varios recintos vacios, se encontró en el noveno templo sonriente por ver al arquero y al entrar, a pocos pasos de la puerta, se encontró con este, Aioria y un jovencito de cabellos negros que charlaba animadamente con los hermanos.

En esos momentos Saga no conocía la identidad del recién llegado, así que espero en la puerta un poco observando al muchachito del cabello negro detenidamente, llamó su atencion el que este estuviera tan animado charlando con el arquero. Fue en ese momento en que el gemelo noto un ligero brillo en los ojos de aquel niño quien parecía un recién llegado de entrenamiento, su cuerpo entre niño y adolescente mostrando unos incipientes músculos terminarón por molestar a Saga. ¿Por qué estaba ahí mirando a Aioros con ese brillo en los ojos?

—Buenos días Saga —Aioros lo observó con alegría invitándolo a pasar—. Este es Shura, acaba de volver de su entrenamiento y ocupará el décimo templo.

El niño lo saludó con alegría sonriendo y mirándolo con sus ojos verdes chispeantes mientras Saga lo observaba con cierto resentimiento, puesto que algo dentro de él estaba agitado por haberlo visto charlando con Aioros.

—Debemos irnos —indicó serio y sin decir más se adelantó sin corresponder el saludo dejando al recién llegado con un amargo sabor de boca.

—Si claro... espera.

Salieron del noveno templo con dirección al salón del trono mientras Aioros hablaba alegremente sobre su nuevo vecino.

—¿Por qué estaba él en tu templo? —preguntó Saga sin ocultar su molestia— Se que estará en el recinto junto al tuyo, pero verlo hablarte con tanta familiaridad, no me gusto.

—¿Qué? Estas imaginando cosas, Shura es solo un niño y fue a visitarme porque acaba de volver. No pienses cosas que no vienen al cuento.

—Lo siento... —se detuvo un momento sintiéndose mal por su repentino ataque de celos fuera de lugar— Tienes razón, es solo un niño y se le nota, sus ojos brillan y su actitud es animada —sin añadir más, sonriendo fueron escaleras arriba más calmados.

Sin embargo la prueba fue mucho más complicada de lo que ambos esperaban. Para dar comienzo a la examinación, el Patriarca solicitó un despliegue de su cosmo energía. Saga estaba intimidado ya que el "otro" se sentía cerca y, en cuanto el Patriarca lo notara, quedaría descartado para el puesto además de que ese hallazgo desataría muchas complicaciones para él.

El puesto del Patriarca es nuestro —la voz de Ares retumbó en su mente haciéndolo dudar—, deja ver tu cosmos. Lo demás no tiene importancia.

—¿Saga estás bien?

—Si, Señor.

—Bien, quiero ver el cosmos de ambos.

Dos poderosas auras blancas se dejaron ver por todo el salón del trono, Saga trataba de mantener el control sin dejar que el otro se interpusiera. En ese momento, deseó no perder ante Aioros, el anhelo de obtener el puesto se adueñó de él maximizado por la influencia de Ares. Más que otra cosa, en ese momento deseó fervientemente el puesto de Patriarca.

—Estupendo —indicó Shion visiblemente complacido—, esta elección será muy difícil ya que ambos poseen lo necesario para ser mi sucesor así que la siguiente prueba no será dura, pero si seré muy meticuloso con la selección.

—Si, Excelencia —respondieron al unísono.

Sin embargo, no pudieron continuar ya que un destello dorado se dejó ver en el cielo cercano, el cual cubrió los cielos del Santuario con su potente brillo. Shion salió con prisa a ver qué era y supo lo que debía hacer esa noche, pues se trataba del evento que habían esperado por 243 años. Era el presagio del que todos sabían: la siguiente venida de la diosa Atena estaba cercana.

—Mucho me temo que tendremos que dejar esto por ahora. Debo atender un asunto urgente. Programaremos la siguiente prueba en breve. Pueden retirarse por este día —indicó el Pontífice seriamente dirigiéndose a la puerta con pasos rápidos —. Hablaremos de este evento en una junta magistral que tendré con todos. ¿Entendieron?

Shion se retiró con premura dejando perplejos a los dos chicos quienes se miraron con cierto alivio aunque, con dudas respecto a esa actitud sorpresiva.

—¿Qué habrá sido ese destello en el cielo? —preguntó el arquero extrañado por ese repentino giro de los hechos ya que no estaba al tanto de la profecía en esos momentos.

—No lo sé Aioros, solo espero no sea un mal presagio ya que Shion actuó muy extraño.

—No creo que sea nada malo, solo inesperado.

Ambos fueron escaleras abajo, volvieron al templo de géminis para estar un rato a solas tras pasar rápidamente por el noveno templo y comprobar que Aioria dormía la siesta.

Saga entró en el cuarto de baño privado, un par de horas después, ya que el dolor de cabeza era monumental buscando el botiquín de emergencias tratando de encontrar algo para su migraña. En ese instante noto claramente como su cabello cambiaba de color y sus ojos se tornaban rojos, un rojo intenso como la sangre.

No es necesario esperar a la siguiente prueba —dijo el otro, la voz de Ares era contundente en su cabeza—. El Satán Imperial es una técnica poderosa que te otorgo para que puedas manipular a Shion y que él te reconozca como su hermano pequeño, aquel que no existe, pero que tú interpretaras. Tendrás el poder para tomar decisiones en el suceso que se avecina.

—¿Qué suceso? —respondió Saga sin entender y abrumado por la jaqueca que apenas si le permitía tener los ojos abiertos.

La venida de la diosa Atena. En un mes la diosa reencarnara, aparecerá en el recinto sagrado preparado para ella en la noche programada. Debemos eliminarla pues será una amenaza en cuanto su cuerpo alcance la edad adecuada.

—Eliminar a la diosa Atena... —se decía en medio de un trance sin razonar sus palabras, sin entender de qué iba todo — No, imposible.

No te estoy preguntando, lo harás. Harás mi voluntad o lo pagarás caro —resonó la voz autoritaria haciendo que el cuerpo de Saga se moviera por sí mismo mientras este lo observaba aterrado—. La vida de Aioros será mía si no haces mi voluntad, ¿eso te gustaría?

—¡No, detente!

Su cabello y ojos volvieron a la normalidad mientras esté, angustiado, volvía a la cama. Las palabras del dios Ares estaban frescas en su memoria causándole gran dolor ya que él no deseaba hacerle daño a la diosa, por eso mismo estaban ahí: para protegerla y no dañarla. Tampoco deseaba lastimar a nadie, en especial, a Aioros. Se giró dando la espalda al cuarto de baño derramando lágrimas amargas; en esos momentos se sentía impotente ante el otro sin nadie a quien recurrir por ayuda.

Inútilmente creyó que podría contenerlo, que podría imponerse contra aquella terrible presencia. Acudió a visitar a su maestra unos días después, a fin de calmar su mente siendo ese el fatídico momento en que ella lo descubrió todo.

—Saga... —dijo ella horrorizada— Tus ojos y tu cabello.

—¿Saga? —respondió el que fuera su discípulo— Ese hombre ya no existe.

—¡¿Quién eres, quién demonios eres?!

Lo último que escuchó de Fedra fue su grito desgarrador antes de arrojar su cuerpo al mar.

La mente de Saga volvió al momento en que estaba sentado al lado de Saori, en medio de una audiencia con ella bebiendo el té de la tarde. La joven lo observaba con atención deseosa de que este llegara a la parte donde eliminaba a Shion y al joven sagitario, pero, al mismo tiempo, sintiendo mucha pena por lo que Saga estaba dejando en el camino: su lazo con Aioros, la vida de su maestra y sus convicciones.

—Cómo pudiste hacer algo así a tu maestra Saga... —dijo ella consternada en voz baja.

—El otro me obligó a ello y, cuando logré reaccionar, estaba muerta. Fedra no noto nada extraño en mi conducta en años anteriores ya que el Otro fue excepcionalmente discreto en su presencia. Todo se desató luego de la prueba final y de que ella saliera del Santuario.

—¿Y Shion no notó su ausencia a pesar de ya no vivir en el Santuario?

—No, fue negligente de su parte, pero así ocurrieron las cosas.

—Saga —indicó ella con reproche—, deberás pedir perdón a su memoria, tu maestra no merecía semejante final ya que, al inicio, ella buscó el modo de ayudarte aunque no tuviera idea de cómo hacerlo, sé que hizo su mejor esfuerzo.

—Lo sé... —indicó con la voz quebrada— También Kanon lo intentaba con frecuencia, aunque sin resultados. El siempre supo lo que estaba mal y, aunque es cínico y bocón, debí escucharlo.

Era la primera vez que Saga caía en cuenta de lo diametralmente distintos que eran él y su hermano. Kanon siempre se había mostrado muy decidido y con carácter fuerte, en cambio el mayor era más cauteloso y emocional. Pareciera como siempre hubiese dejado de lado esos detalles hasta el momento de la audiencia.

Apenas si volteó a verlo cuando estaba dormido en el tercer templo. Su gemelo menor merecía más reconocimiento de su parte.

—Bien, volviendo al relato —continuó la diosa con calma—, el evento de sucesión se suspendió.

—Es correcto, no hubo tal prueba. Shion subió a Star Hill a recibir las instrucciones de tu siguiente venida y eso le dio al Otro el tiempo suficiente para infiltrarse en el templo en los siguientes días, robar una máscara de algún Patriarca anterior y ropa adecuada. Así que cuando Shion bajó de Star Hill aproveché para interceptarlo y lanzarle un Satán Imperial.

—La técnica más poderosa de Ares —dijo ella en voz baja—, con eso lo neutralizaste para que hiciera la voluntad del dios, del otro.

—Así es, me presenté como el supuesto hermano menor, el que había estado en viajes largos por el mundo y, al estar poseído por el Satán, no me cuestiono nada.

—¿Shion te reconoció antes de eso?

—Por supuesto, lo último que alcanzó a decirme fue "Saga, ¿qué has hecho?".

—¿Qué sucedió con Aioros después? —Saori lo miró con compasión al hacer esta pregunta.

—Subió a informar que yo había desaparecido pidiendo que enviarán a buscarme. Recuerdo que lo vi en el salón del trono y se le veía destrozado, no podía creer que yo hubiera desertado y me hubiera marchado así de la nada, sin ninguna explicación ni previo aviso. El no lo creía bajo ninguna circunstancia, a pesar de eso, esa noticia falsa se esparció como pólvora entre los santos dorados que ya habitaban las doce casas: que yo había salido del Santuario cual vil desertor.

—Saga...

—Mi parte consciente no quería lastimarlo pero, de mi yo consciente, no quedaba nada, cada día me perdía más y más en el hechizo de Ares —miro a la diosa sin poder ocultar su tristeza—. Y luego pasó lo inevitable.

—¿Por qué elegiste a Shura para eliminarlo? —preguntó la joven con calma rememorando los hechos ocurridos aquella terrible noche— Bien mencionaste que sólo era un niño, ¿por qué hacer algo así a una persona tan joven?

—Por celos, por querer quebrar su espíritu enviándolo a matar a la persona a la que más admiraba en esos momentos —respondió lentamente apretando los párpados con fuerza.

La noche que Aioros salvó a la bebé Atena de ser asesinada, le dio la oportunidad a Saga de pedir que trajeran al joven santo de capricornio y decirle dos que tres cosas que jamás olvidaría apenas este se postró ante él.

—Aioros intentó matar a la diosa recién llegada—le dijo puntual dejando al joven Shura sin saber qué decir o qué hacer—. Saldrás en este momento a buscarlo para ejecutarlo por semejante traición —indicó firme e impasible.

—¿Perdone, Excelencia? —inquirió el joven santo de capricornio sin dar crédito a lo que escuchaba observando al pontífice.

Saga se deleitó observando el miedo en el rostro de Shura y el terror en sus ojos, los cuales estaban muy abiertos pareciendo más grandes de lo que eran. Se notaba a leguas que el niño no daba crédito ni a lo que oía ni a la solicitud del hermano del Patriarca.

—¡Cómo escuchaste! —la voz de Saga, ahora Arles, retumbó por todo el salón del trono haciendo que el santo de capricornio diera un respingo—. Aioros es un traidor, así que demostrarás tu fidelidad a la diosa ejecutando a su secuestrador. ¿Te quedó claro?

—Si... si, Excelencia.

El jovencito salió con prisa a realizar lo solicitado. Arles pensó en lanzarle el Satan Imperial antes de que este se retirara, sin embargo sería mucho más divertido que Shura lo ejecutara estando en pleno uso de sus facultades mentales. El otro gozaba con esa clase de actos y nada sería más satisfactorio que romper el espíritu fresco de un chiquillo enviado a matar a su ídolo y, siendo adulto, lo volviera un hombre tan lleno de culpas como él.

No obstante, más tarde, en una habitación contigua, el que lloraba aquella orden era Saga, el hombre real detrás de Arles, quien no pudo mantenerse en pie dejándose caer llorando amargamente.

—¡Aioros!

No podía con esa orden, no podía con esa muerte ejecutada por un simple niño que quedaría más que roto luego de esa noche. Tras un momento el Saga real volvió a dormir, El otro, Arles, logró callar su molesta y ruidosa voz que no hacía más que lloriquear por el arquero en vez de ver los grandes beneficios que su muerte traería para ambos.

He removido los obstáculos, ¿por qué no eres capaz de ver la fotografía completa? —decía en su cabeza.

—¡Silencio! —ordeno el Saga real antes de que su voz se apagara.

Varias horas más tarde, Shura volvió y se postró delante de Arles tratando de mantenerse ecuánime.

—Ejecuté la orden como me indico Excelencia —Arles noto como el joven santo dorado hacía un gran esfuerzo por no quebrarse tratando de articular sus palabras una a una—. Aioros está muerto, pero no pude recuperar el cuerpo porque un hombre apareció y pidió ayuda para que se lo llevaran.

—¿Un hombre?

—Si, un hombre mayor que estaba cerca se llevó el cuerpo de Aioros y había un bebe con él.

—El cuerpo caído no importa y el bebe tampoco, pues ya lo recuperamos. Ese bebe es la diosa Atena y está de vuelta en el Santuario —mintió descaradamente—. Lo has hecho bien Shura de Capricornio, puedes retirarte sabiendo que eliminaste a un traidor y eso lo tendré en cuenta. Eres muy fiel a la diosa Atena eliminando al hombre que trató de secuestrarla, tenlo muy en mente.

—Gracias Excelencia...

Arles lo observaba por el rabillo del ojo gozando del momento en que el jovencito se iba con paso lento del salón del trono haciendo un esfuerzo por no tambalearse y, tras cerrar la puerta, se alcanzaron a escuchar sus pasos veloces por el pasillo. Era un hecho que lloraría durante todo el camino hasta el décimo templo y aquella experiencia jamás la olvidaría mientras viviera.

Ya lo ves —decía en voz alta—, he cobrado tu venganza. Lo odiaste apenas lo viste hablando con Aioros y ahora, ninguno de los dos se volverá a ver; uno está muerto y el otro quedó muerto en vida luego de esta noche.

—Eres un maldito y un miserable... —la casi imperceptible voz del Saga real se escuchó en la mente de Arles.

Saga no podía mirar a Saori luego de esa confesión, no podía. Los ojos de la diosa lo juzgarían duramente si trataba de mirarla siquiera así que trató, lo mejor que pudo, de ocultar el perenne temblor de sus manos evitando cruzar la mirada con ella.

—Eso fue muy cruel Saga... —Saori no pudo decir más ya que este se había quebrado y lloraba amargamente a su lado.

—Lo sé... lo sé... nunca podré perdonarme lo que les hice a todos ellos: Aioros, Shura y mi maestra. ¡Ojalá pudiera verlos y pedirles que me perdonen por todo! —fue imposible para él articular palabra llorando amargamente mientras que la diosa no pudo más que abrazarlo.

Aquella confesión la hizo sentirse más tranquila. Saga no era malo sino que fue manipulado y el que sintiera esa pena por haber hecho algo terrible a tres personas cercanas a él era la más clara prueba de su inocencia. No obstante aún faltaba saber qué ocurrió con Kanon quien estuvo ausente del Santuario por mucho tiempo tras pasar cierto tiempo en una prisión en Cabo Sounion. Sin embargo, Saga se olvidó de su hermano por completo ya que el Otro lo había consumido desde la noche de la muerte de Aioros pues, en todo ese tiempo, es decir durante trece años, no hubo comunicación entre los dos.

—La verdad... lo mejor para Kanon fue el estar lejos del Santuario. Me llegó una noticia fugaz de que había logrado escapar de la prisión tiempo después de haberlo encerrado ahí.

—Él obedeció a la voluntad de otro dios —dijo Saori—, pero, ciertamente, fue mejor que estuviese lejos de ahí. ¿Tuviste alguna otra noticia de él posteriormente?

—No... no supe de mi hermano de ahí en adelante. Imagino que habrá vagado por Grecia hasta el momento del comienzo de la guerra Santa con el dios de los mares. Realmente, nuestro reencuentro fue hasta la guerra santa contra Hades y no fue cordial en lo absoluto.

Saori observó el reloj de pared notando que ya llevaban casi tres horas hablando sin parar.

—Saga... necesitas comer algo —indicó la joven con suavidad—. Vamos, el almuerzo está listo.

—Oh no, no quisiera causarte esa molestia. Esperaré aqui, no tengo problemas con eso.

—De ninguna forma, vamos —Saori lo sujetó del brazo guiándolo a un comedor ubicado en la parte posterior de la casa con vista a los jardines, dispuesta a no aceptar una negativa por respuesta.

Ambos hicieron una pausa para compartir el almuerzo puesto que, aún faltaba otro suceso extraño en la confesión de Saga.

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Con el asesinato de Aioros, y la desaparición de la diosa Atena a manos de un hombre mayor extranjero, el reino de terror en el Santuario había dado comienzo y se extendería los siguientes trece años.

Gigas, la mano derecha de Arles, estaba afuera de la habitación del Patriarca esperando a que este terminara aquel encuentro con una de las cortesanas a su servicio. Los gemidos de la mujer se escuchaban por todo el pasillo haciendo que el asistente se impacientara, así era varias noches a la semana en las que alguna de las jóvenes era invitada a los aposentos del Pontífice cosa que ellas consideraban un gran honor.

El hombrecillo estaba deseoso de llamar a la puerta, sin embargo se contuvo ya que era más el terror que sentía por su jefe que el esperar un poco más a que este terminara. En ese momento la puerta se abrió y del interior salió una joven envuelta en una túnica que evitó cruzar mirada alguna con él mientras Arles salía también de la habitación.

—¡¿Qué es lo que quieres a esta hora?!

—Perdone que lo interrumpa Maestro. Solo venía a informarle que el evento que estábamos esperando ya dio inicio. El Torneo Galáctico está en progreso en el televisor.

—Pide a tu gente que mire la transmisión completa e informame mañana si hay algo remarcable que debamos tener en cuenta.

—Como ordene Maestro.

La puerta se cerró de golpe en ese momento dejando a Gigas sin decir más.

—No tenía idea que hubiera cortesanas en el Santuario —Saori observó a Saga con reprobación en la mirada.

—Siempre ha habido mujeres que sirven a los altos mandos, pero Shion nunca tuvo esa costumbre. No abolió esa práctica, sin embargo no permitió la entrada de cortesanas hasta que yo tome su lugar.

—¿Y a quién servían? —preguntó la joven molesta.

—Casi siempre estaban con el otro dos o tres veces antes de... desaparecer.

—¿Qué quieres decir?

—Él las hacía desaparecer a veces. Pedía a sus asistentes que se llevaran los cuerpos sin vida y, al día siguiente, llegaba otra procedente de los campos de las amazonas.

La joven no daba crédito a lo que escuchaba.

—Lo siento —se excusó—, se que aun eres joven para entender.

—Lo entiendo perfectamente Saga, todo era abuso de poder y es horrible que esas chicas hayan perdido la vida a causa de la lujuria de un Dios maligno.

Saga guardó silencio por un momento no sabiendo cómo continuar el relato.

—No todas terminaron igual —comenzó a decir con calma recapitulando un poco—, hubo algunas a las que ayudé a salir del Santuario pues no siempre podían volver al campo de las amazonas, es lo único que podía hacer por ellas en mis momentos de lucidez. Una en particular fue a quien traté de apoyar de forma especial.

—¿De verdad?

—Se la conocía como Althea, nunca supe su nombre real y tenía la particularidad de ser muy observadora y buena oyente. Notaba cuando el Otro estaba presente y guardaba su distancia en esos momentos. Solo se acercaba a mí en las pocas veces que estaba en mis cabales.

—¿Por qué ella?

—No quise tomar un amante ya que deseaba mantener el recuerdo de Aioros. Cuando estaba en mi sano juicio no buscaba compañía, pero ella estaba ahí, una mujer un par de años más joven que yo. Y bueno, tampoco es que me privara de ciertas cosas.

Althea era una chica alta y curvilínea de cabellos cafés, tenía algo que vagamente le recordaba a su amigo muerto aunque ella no estuviera relacionada. Sin embargo, Saga la aceptó más por la necesidad de tener alguna compañía que por sentimientos hacia ella, solo por llenar ese vacío y soledad que sentía. Y aunque estaba movido por la necesidad, reconocía que la mujer era una hábil y sensual amante. Por lo menos podía olvidarse de todo aquello que lo aquejaba en las noches que pasaba con ella.

—¿Por qué el Otro no le quitó la vida?

—Como yo no tenía sentimientos hacia ella supongo no le vio sentido a matarla. Sin embargo, de haberlo intentado lo habría detenido. Le tenía simpatía a pesar de todo.

—¿Solo simpatía?

—Si, mi corazón era de alguien más aunque ella era un consuelo de cierta forma. Sabía escucharme y mantener la discreción sobre nuestras pláticas, se daba cuenta perfectamente de lo que ocurría a su alrededor y era cautelosa al respecto.

Saga se dirigió hacia la ventana recordando la última noche que estuvo con Althea. Luego de una ardiente sesión, ambos se quedaron un momento uno al lado del otro acompañados por un cómodo silencio y un par de velas en las mesitas de noche amenizaban su ambiente volviéndolo acogedor de cierta forma.

—Debes irte pronto —dijo él suavemente observando las sombras que la luz de la vela proyectaba en las paredes—. Aparecerá en cualquier momento y no querrás verlo.

—No me preocupa eso Señor, si no, lo que debo informarle —comenzó a decir con algo de temor en la voz.

—¿Qué sucede?

Saga se puso de pie dirigiéndose a la mesa para servir un poco de agua en dos vasos atento a las palabras de la joven. No tenía idea de lo que ella estaba por decir y solo deseaba que lo dijera para marcharse. Era peligroso que estuviera ahí. El hombre la observó notando como las sombras que proyectaban las velas cubrían su rostro con sombras y ella evitaba mirarlo siquiera girando su rostro, el cual quedaba ligeramente oculto en la oscuridad.

—Estoy embarazada, Señor.

—¿Qué dijiste? —la jarra se deslizó de sus manos haciéndose añicos en el suelo mientras la observaba estupefacto, casi, aterrado— Repite lo que dijiste.

—Estoy embarazada, mi Señor —respondió con firmeza girándose sobre las mantas para mirarlo de frente—. Lo descubrí hace unos días.

—¿Estás completamente segura?

—Si. Lo siento Señor, simplemente sucedió —replico con resignación pero sin pena en la voz.

Saga no sabía qué decir ni qué pensar de esa noticia. Camino con paso lento a la ventana de la habitación del Patriarca olvidándose de los vidrios rotos en el suelo, tan solo observando su reflejo tratando de que su mente razonara esas palabras. No miraba a Althea, no deseaba hacerlo, solo entender cómo había ocurrido aquello, cómo había cometido semejante descuido que podría costarle la vida a la chica.

—Diga algo, Señor... —dijo ella suplicante mientras los recuerdos de Saga lo traían de regreso al presente y donde, a través del reflejo de la ventana, podía ver la expresión en el rostro de la joven diosa.

Saori lanzó un suspiro de sorpresa ante la revelación pues se esperaba todo menos eso. Se quedó boquiabierta un momento sin estar segura de lo que debía decir.

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Continuara...

*Notas: Espero les esten gustando todas estas revelaciones. Gracias por leer. :)

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