Capítulo 9: Confusión
¡Terriblemente confuso! Aquella situación era muy, pero que muy extraña. Él, que siempre había tenido muy claro su sexualidad, ahora estaba en esa situación. Jamás había besado a un chico, ni otro chico había intentado besarle ni posiblemente había querido, pero hoy... ante esa situación que ni por un segundo se le cruzó por la cabeza que pudiera ocurrir, se había quedado completamente helado.
La pelota que tenía en su mano cayó al suelo frente a la sorpresa de que Kagami se hubiera abalanzado sobre él y entonces... al escuchar el rebote de la pelota contra el hormigón de la cancha, sintió algo...
¡Un recuerdo! Eso fue lo que llegó a su mente, el recuerdo de la sonrisa de su novia cuando botaba la pelota frente a él en sus juegos individuales a ese deporte que ambos amaban.
¡Kagami era tan parecido a su novia en muchos aspectos! Sus sonrisas, la forma en que amaba ese deporte, ese carácter juguetón que tenía con él, cómo devoraba las hamburguesas al igual que lo hacía Momoi...
No podía negar que se sentía cómodo con Kagami a su lado, y posiblemente era eso...la familiaridad con Momoi. Si creyese en las reencarnaciones, habría dicho que era Momoi reencarnada, pero no era posible, simplemente una mera coincidencia del destino que le hacía a él dudar todavía más sobre lo que ocurría.
Por un instante, se dejó llevar por lo que sentía, correspondiendo ese beso que tanto echaba de menos, permitiéndose él mismo sentir algo a lo que hacía años renunció.
Tras perder a Momoi, nunca más quiso volver a enamorarse, no quería acercarse demasiado a la gente para no sufrir nuevamente la pérdida de un ser querido y, sobre todo, no quería ser él responsable de lo que pudiera ocurrirle. Ahora, su cuerpo temblaba ante esa idea de volver a enamorarse, de sentir algo por alguien, de poder perderle...
Kagami sintió las manos de Aomine apoyarse en sus hombros y entonces... alejarse con suavidad de él. Cuando abrió los ojos frente a lo que sucedía, se dio cuenta de que Aomine lloraba. Sus lágrimas caían. Posiblemente, él mismo había despertado algún viejo y mal recuerdo para ese chico con su acto.
‒ Lo... siento – se disculpó Kagami con rapidez pese a que el daño ya estaba hecho – no creí...
‒ No pasa nada, es sólo que... no quiero darte falsas esperanzas. Esto no está bien, yo no puedo verte de la misma manera.
‒ En realidad... lo sabía. Estaba convencido de que te gustaban las chicas pero... ha sido un impulso estúpido.
Le gustaban las chicas, ¡sí! Y aun así... no le había rechazado de mala forma como algunas otras personas hicieron en el pasado. Aomine era educado y un buen chico. No le insultó, no le trató diferente ni agresivamente, sino todo lo contrario, lo entendía y comprendía y, por eso mismo, Kagami sentía que se enamoraba más de él. Ese chico era especial, sabía empatizar con la gente pese a que tuviera cierto carácter arrogante, sobre todo, cuando se trataba de baloncesto.
‒ No quiero enamorarme.
¡Sorpresa! Sí, eso fue toda una sorpresa para Kagami. Ni siquiera había empleado las frases que él esperaba como "no me gustan los chicos", "no es el momento", "no es por ti sino por mí"... no... había usado una frase que no cerraba la puerta en absoluto pero tampoco parecía abrirla, era una frase tan neutra que Kagami no supo cómo tomarla de un inicio hasta que entonces, vio a Aomine desplomarse y caer en un doloroso llanto como si recordase algo demasiado malo.
‒ Lo siento... no puedo... – susurró Aomine entre los llantos.
‒ Lo lamento, yo no quería que te pusieras así. No era mi intención remover viejas heridas.
‒ No puedo, Kagami, no quiero volver a sufrir con esto y...
¡La culpa! Era la maldita culpa. Se sentía tan sumamente culpable por aquel accidente que ahora no se permitía él mismo ser feliz, volver a amar, volver a sentir. Era eso, Kagami lo entendió al instante.
‒ Me gustas – dijo Kagami – y creo que tú has sentido algo o no estarías en este estado. No vas a poder ignorar eso, Daiki – comentó llamándole por su nombre para acortar la distancia. Era ahora cuando no podía permitir que se escapase.
‒ No siento nada por ti, Kagami.
‒ No es verdad, ésa es la culpa la que habla, esa misma que distancia a todo el mundo porque prefieres estar solo a volver a perder a alguien. Pero... ¿sabes qué? Yo no voy a distanciarme de ti, por mucho que lo intentes, por mucho que me grites o me digas que me odias, yo voy a seguir aquí porque aquello no fue tu culpa, fue un accidente y no mereces castigarte por ello. Momoi fue feliz a tu lado, muy feliz y no querría esto para ti, de eso estoy seguro.
Aomine sonrió con incredulidad. ¡Hasta sonaba como ella! Ese chico le confundía demasiado, era tan parecido a Momoi que la broma casi ofendía.
‒ Necesito espacio – comentó Aomine al final – no puedo respirar ni pensar bien cuando tú estás cerca. Me confundes. Tienes demasiados parecidos con Momoi y eso me abruma. A veces siento como si mi pasado siguiera atormentándome y cuando te veo... lo pienso todavía más.
‒ Eso puedo entenderlo, pero quizá no lo estás viendo desde la perspectiva correcta, quizá no es que tu pasado te persiga para atormentarte, quizá... quiere que sanes de una vez, quizá no es un castigo sino un regalo.
Jamás lo había visto desde ese ángulo pero ahora que Kagami lo decía en voz alta, Aomine, por primera vez, abrió los ojos pensando en esa opción que jamás barajó.
‒ Quizá soy tu segunda oportunidad, de esos trenes que sólo pasan una vez en la vida y sólo tienes una forma de comprobarlo: arriesgarte. Pero eso depende de ti.
Una segunda oportunidad sonaba muy bien pero... pese a lo bien que sonase, Aomine dudaba.
‒ ¿Es que ahora el gran Aomine Daiki tiene miedo? – preguntó Kagami en forma de reto – no me esperaba eso de ti. Podía esperar que me dijeras que yo no te gustaba, que no querías salir con alguien de tu mismo sexo, puedo esperar muchas cosas... pero ¿miedo? Eso me sorprende.
‒ No tengo miedo – dijo Aomine.
‒ ¿Entonces? ¿Qué es lo que te frena?
‒ Que no sé si siento tampoco algo por ti.
‒ Y no quieres averiguarlo porque te da miedo sentir algo y encariñarte conmigo, ¿no es así? Sigue siendo miedo.
Aomine pensó en aquellas palabras durante unos segundos y luego, en un silencio incómodo que se había formado, observó a Kagami recoger su ropa y vestirse.
Siempre había sido bueno para leer los momentos y lo que la gente pensaba, pero hoy, hoy no podía. En aquel tenso silencio y con esa breve conversación, Aomine se había quedado petrificado sin saber muy bien qué responder o cómo actuar. No estaba seguro de si Kagami estaba enfadado, frustrado, si se sentía impotente o qué pasaba por su cabeza en esos momentos. Lo que sí sabía era que no quería que se fuera de esa cancha con una mala sensación y era lo que ocurriría.
En cuanto vio a Kagami iniciar el primer paso para irse a su casa una vez vestido, Aomine quiso decirle algo, pero las palabras no salieron de su boca. No fue hasta que salió de la cancha cuando finalmente, la voz regresó a él.
‒ No quiero que te vayas así – remarcó.
‒ No estoy enojado ni nada semejante – remarcó Kagami – sólo... es que no sé cómo puedo acercarme a ti, no sé cómo curar tus heridas aunque sepa cuáles son. Supongo que eso sólo está en tu mano. Tendrás que decidir si quieres seguir castigándote por algo que no es tu culpa o si intentarás volver a tu vida y ser feliz. Yo no puedo ayudarte con eso.
Kagami volvió a caminar. Era tarde y posiblemente, en su casa ya todos durmieran, así que entraría con cuidado.
‒ Intentémoslo – susurró Aomine, lo cual hizo que Kagami se paralizase en el sitio como si no hubiera escuchado bien.
Incrédulo, giró el rostro hacia Aomine y le observó en silencio. ¿Realmente había pronunciado esas palabras? Estaba allí en la cancha aún, cabizbajo y no estaba seguro de si sólo fue su imaginación o lo entendió mal.
‒ ¿Qué? – preguntó Kagami.
‒ No puedo prometerte que lo consiga pero... estos días contigo he vuelto a ser por momentos como el antiguo Daiki, así que no quiero que te alejes de mí. Este lugar y, sobre todo, tú... creo que me está ayudando a recuperarme y quiero volver a ser el de antes. No puedo asegurarte que deje atrás la culpa que siento, no sé si algún día lo lograré, pero estoy dispuesto a intentarlo contigo. Has dicho que hay trenes que sólo pasan una vez en la vida, yo tengo una segunda oportunidad y eso ya es raro, así que no quiero dejarlo pasar. Por favor... si tú aceptas... me gustaría intentarlo.
Durante apenas unos segundos, los dos se quedaron estáticos en el sitio asimilando esas palabras. Kagami jamás pensó que Aomine daría ese paso, ni que decidiera tan rápido, pero estaba claro que ansiaba también volver a ser el que era y, sobre todo, esa decisión le decía que no estaba equivocado en lo que había sentido esas últimas semanas. Aomine tuvo que sentir lo mismo, esa conexión especial que fluía entre ellos.
De repente, Kagami sonrió y dio un par de pasos hacia delante para acercarse a Aomine. Sabía que a partir de ese instante, debería ir despacio con él hasta que ese trauma del accidente desapareciera. Una vez llegó frente a él, ambos se miraron fijamente a los ojos.
‒ Vale. Intentémoslo. Vayamos despacio y veamos cómo va todo. ¿Te parece? – le tendió la mano Kagami. Aomine sonrió antes de estrechar su mano.
‒ Me parece bien.
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