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Capítulo 8: Basket

¡Aomine y sus malditos tiros imposibles! Desde más de mitad del campo y había encestado sin problema alguno como si le resultase fácil hacerlo. Kagami sonrió. Quizá debió poner alguna norma contra esos tiros desde tan lejos, pero ahora ya era un poco tarde. No le extrañaba en absoluto que casi todos los clubes quisieran contratar a ese chico. Tenía un maldito don para ese deporte.

Haciendo caso a las normas y sin rechistar, Kagami se quitó la camiseta. No es que llevase demasiadas prendas y desde luego, prefería no empezar por las zapatillas, jugar descalzo sería todavía peor para su desventaja contra alguien como Daiki.

‒ ¿Te vi quizá en la prueba para entrar en el equipo? – preguntó Kagami súbitamente.

Recordaba claramente esas pruebas donde se presentaban para que los representantes de los clubes pudieran verles jugar y así, decidir sobre a quién patrocinar. Si Aomine consiguió una plaza, debió haber ido a jugar.

‒ No lo creo – comentó Aomine con su mirada fija en el balón que ahora tenía Kagami en posesión.

‒ Dijiste que te eligieron para jugar en el equipo en el que yo estoy.

‒ Nunca fui a la prueba pública – comentó Aomine – ya me tenían fichado desde la universidad. Me concertaron para una prueba privada y allí mismo me ofrecieron el contrato.

¡Paralizado! Así se quedó Kagami al escuchar esas palabras del propio Aomine. Una prueba privada no era nada fácil de conseguir y por eso mismo, al quedarse helado en el sitio y ver la sorpresa en su rostro, Aomine frenó en seco su marcaje.

‒ ¿Sorprendido?

‒ Un poco, sí. Es que... sabía que eras bueno pero... ¿hasta ese punto?

‒ Jugué mucho tiempo en la universidad. Muchos ojeadores me habían visto durante todos esos años. Estaban esperando a que terminase la carrera para ofrecerme el contrato. Prácticamente todos los meses recibía mensajes de algún representante que quería ser mi agente. Los rechacé todos hasta que acabase la carrera. Momoi siempre decía que la carrera de un deportista podía ser breve, así que me alentaba mucho para que tuviera mi carrera completa antes de lanzarme a otra cosa.

‒ Una chica inteligente – comentó Kagami – yo no acabé la carrera. El puesto quedó vacante antes de lo que esperaba y me tocó decidir. Aunque estuve cerca, supongo que en algún momento, podría retomar las últimas asignaturas que me quedaron y terminarla.

‒ ¿Qué estudiaste?

‒ Educación. Quería ser profesor en caso de que me ocurriera alguna lesión y tuviera que dejar el baloncesto profesional.

Aomine se detuvo un instante. Profesor era una buena carrera para alguien como ese chico, se le notaba a la legua que disfrutaba del deporte, de los niños y que le gustaba, sobre todo, entrenarlos. Esa semana que había venido como ayudante suyo había descubierto esa faceta.

‒ Te pega – sonrió Aomine – te he visto disfrutar con los niños. Y ahora, mueve ese dichoso balón o te lo robaré, volveré a encestar y... bye bye tus pantalones – sonrió arrogantemente Aomine dejando escapar un gracioso silbidito tras el "bye bye" que había pronunciado.

Kagami sonrió al escucharle tan animado. Era como ver a otra persona diferente, una mucho mejor de la que había conocido. Ese chico era sorprendente. Atento, cariñoso, educado, un poco arrogante en el deporte, pero eso lo hacía todo más interesante para él. Aomine Daiki era un gran chico... uno que le gustaba y ni siquiera era consciente de cuándo había empezado a sentir cosas por él, pero ahora estaba seguro. Pensar en volver a San Francisco y no volver a verle le dolía, no quería eso, pero Aomine jamás se movería de ese lugar. Estaba atascado allí por la tragedia que vivió, congelado en el tiempo y en su sufrimiento personal.

Volvió a botar la pelota. En un esfuerzo, Kagami trató de no pensar en la vida de ese chico, en su desgracia, en sus traumas o su culpabilidad, en no pensar en esas oportunidades que tuvo en la vida y que él, al final, dejó escapar.

Dribló a la izquierda con rapidez aunque no pareció ser lo suficientemente rápido. Aomine le siguió bien el ritmo y casi sentía que predecía sus movimientos. Driblar a izquierda, amagar a derecha... daba igual lo que pensase, Aomine le leía como si fuera demasiado obvio y entonces, decidió lanzar desde su posición. La pelota fue detenida por la mano de Aomine en un salto perfecto.

‒ ¿Demasiado obvio? – preguntó Kagami al verse detenido por él.

‒ Un poco. Tu rodilla derecha aún está resentida así que tiendes a amagarme a la derecha, pero en realidad, siempre vas a la izquierda confiando en tu rodilla buena.

¡Obvio! Sí, demasiado obvio para Aomine. Kagami dejó escapar una ligera sonrisa de derrota. Ni siquiera se había dado cuenta él mismo de que hacía eso. Su pierna ahora mismo era un completo lastre.

‒ Tu pierna está bien – dijo Aomine – tienes que empezar a entender eso. Puedo ver el miedo que tienes a lesionarte de nuevo, a que quizá tu rodilla no esté del todo curada como para hacer esfuerzos, pero eso sólo está ya en tu mente. Tienes que empezar a funcionar como antes o... – Aomine dribló con rapidez a derecha sabiendo que Kagami no le seguiría por ese lado por miedo a cargar el peso en su rodilla herida y entonces, encestó sin problemas – o seguirás quitándote ropa – sonrió triunfante Aomine – pantalones.

¡Eso iba mal! A este paso, él acabaría desnudo y Daiki ni había empezado a quitarse nada. Con un resoplido cargado de frustración, Kagami bajó la tira elástica de su pantalón deportivo y se quedó en ropa interior. Le lanzó los pantalones a su compañero y éste sonrió triunfante antes de dejarlos a un lado junto a la camiseta de Kagami.

‒ Vaya... qué poco te queda ya.

‒ Creo que te estás aprovechando de mí.

‒ ¿Yo? – preguntó Aomine – tú propusiste esto. Ya te dije que sólo yo puedo vencerme a mí mismo.

‒ Eres un poquito arrogante, ¿lo sabías?

‒ Sí, me lo decían bastante a menudo, pero que me digas esas cosas precisamente estando... así... medio desnudo, sólo me hace más gracia – sonrió Aomine.

‒ Ohhh, entonces tendré que cambiar eso. Dame la pelota, voy a encestar y haré que te desnudes.

‒ Solo me quitaría la camiseta. ¿Tiene eso algún mérito?

‒ Tratándose de ti... sí. ¿Cuántos han conseguido quitarte la camiseta?

Aomine pensó en algunos desafíos de ese estilo pero la verdad es que nadie había conseguido superarle...

‒ Mi novia – sonrió Aomine dando con una solución.

‒ ¿Aparte de ella?

‒ Aparte de ella, nadie.

‒ Pues yo seré el primero.

Con rapidez y esta vez decidido a conseguir al menos quitarle una prenda a ese chico, Kagami tomó la pelota y botándola frente a él, amagó a derecha para ir hacia la izquierda. Era algo que Aomine tenía previsto, tanto que prácticamente no hizo caso a su primer amago, sin embargo, la pelota cambió de nuevo de dirección hacia la mano derecha dispuesto a irse por allí. Aomine dio el paso hacia la derecha pensando que posiblemente iría a derecha por lo que él le había dicho de su lesión y que nunca iba a la derecha y entonces... tan fijo en la mano y el movimiento de ella para ver hacia dónde iría, la pelota pasó bajo sus piernas y Kagami le rebasó por la izquierda tomando la pelota de nuevo para ir a canasta.

Aomine sonrió. Aquello había sido un buen movimiento. La pelota entró perfecta en la canasta, ni siquiera rozó el aro, un tiro limpio y bonito con un gran salto por parte del lanzador. Ese chico saltaba mucho y estaba seguro de que eso no era nada en comparación a lo que podría hacer cuando se quitase el miedo a volver a lesionarse.

‒ Vaya... un truco muy sucio, no volveré a caer en esa – sonrió Aomine.

‒ Ya, claro... "sólo yo puedo vencerme a mí mismo". La camiseta – le tendió Kagami la mano para que éste se la diera.

Con un resoplido, pero a la vez, una sonrisa arrogante en su cara, Aomine se quitó con rapidez la camiseta y caminó hasta él para dársela en la mano como si fuera todo un honor haber conseguido algo así.

‒ ¿Por qué esa cara tan larga? – preguntó Kagami – no te preocupes, pronto me acompañarán tus pantalones.

‒ En tus sueños. Ese truquito no volverá a funcionarte. A ver qué se te ocurre ahora, estoy a una canasta de tu ropa interior – sonrió Aomine con una mirada juguetona en su rostro.

Aomine tomó la pelota en sus manos dispuesto a volver a atacar. Tenía que pensar en algo porque estaba claro que Kagami esta vez se esforzaría más en detenerle. Una canasta... y todo acabaría para él. Así que lo iba a dar todo incluso con su lesión. Era un cabezón, casi tanto como lo era él.

‒ Vamos allá – dijo Aomine iniciando la carrera.

La pelota botaba perfectamente a su lado y a gran velocidad, empezó a amagar. El engaño de hacia dónde iría era lo más importante en ese duelo, tenía que engañarle de tal forma que en su último movimiento, Kagami no pudiera seguirle, ya fuera porque no lo vería o porque su cuerpo no tuviera tiempo a la reacción. Sólo había un movimiento que el cuerpo humano era incapaz de procesar a gran velocidad... y era volver atrás.

Con eso en mente, tras cansarlo un poco con varios movimientos de derecha a izquierda, Aomine corrió a la derecha en paralelo sin poder librarse de él y entonces, frenó en seco lanzando la pelota hacia atrás primero y golpeándola con la otra mano por la espalda de Kagami. Tal y como predijo, Kagami no tuvo tiempo de reacción al ir a la carrera hacia delante como para volverse hacia atrás y ese fue el momento donde le rebasó por la espalda aprovechando su punto ciego para correr a canasta.

La pelota entró perfecta y Kagami se quedó sorprendido de aquello. Jamás había visto un movimiento como ese ni a esa velocidad.

‒ ¿Cómo has hecho eso? Tienes que enseñarme ese movimiento.

‒ Yo lo llamo "ganas las espaldas" – dijo Aomine con la pelota en su mano haciéndola rodar sobre su dedo índice – es bueno, ¿verdad? El cuerpo humano no puede reaccionar tan rápido para ir en dirección contraria a la que llevas la inercia. Luego, aprovechas el punto ciego que se crea y pasas por su espalda sin que apenas te vea.

‒ Quiero aprenderlo – sonrió Kagami.

‒ Ya... pues vas a tener que aprenderlo sin ropa interior. Es mía.

‒ ¿Y si te doy otra cosa en vez de mi ropa interior? – preguntó Kagami con cierto toque de picardía.

‒ ¿Otra cosa? ¿Qué podrías tener más interesante que eso?

‒ ¿Qué tal algo como esto? – preguntó Kagami que ya estaba lo suficientemente cerca de él, como para agarrar su nuca, acercar su rostro y unir sus labios a los de Aomine.

¡Se la jugaba! Sí, sabía de sobra que Aomine había tenido novia, seguramente no le interesaban los hombres, pero por una parte, Kagami quería hacer aquello, necesitaba sacarse esa espinilla de dentro. Para su sorpresa, Aomine no pareció rechazarle. La pelota cayó inevitablemente de su dedo rebotando varias veces en el suelo y pese a que se había quedado sorprendido, siguió el ritmo que Kagami marcó.

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