Único
Yoongi se sentía exhausto. Las calles, a esas alturas de la noche, se encontraban desoladas, eran las diez pasadas y la idea de volver a casa a descansar se volvía cada vez más tentadora. Apenas le quedaba gasolina y dudaba encontrar pasajeros a esas horas.
Se equivocó.
De pronto,las luces de los faros del taxi se reflejaron en las brillantes lentejuelas de una falda.Un destello plateado que llamó su atención. Un chico, bajo la penumbra de la noche, extendió una mano hacia la calle, esperando a que se detuviera justo donde estaba.
No tardó en subirse al taxi cuando se detuvo frente a él y, con una sonrisa educada, dio las buenas noches, indicando también la dirección a la que se dirigía.
Yoongi, observando por el retrovisor, no pudo evitar una punzada de curiosidad. El joven era rubio, y la imagen de un hombre con minifalda no era algo que viera todos los días, pero tenía que admitir que se veía realmente precioso.
En un breve movimiento, mientras el chico se acomodaba en el asiento, Yoongi notó el profundo escote en su espalda, que descendía hasta el inicio de su coxis. Su mirada se detuvo, casi imantada, en la delicada curva de su columna.
Bajo la tenue luz del interior, Yoongi pudo finalmente detallar mejor su rostro. Una profunda tristeza se reflejaba en sus facciones. Llevaba maquillaje, eso era evidente ahora, y una solitaria lágrima negra había recorrido su mejilla, dejando una línea oscura tras ella.
A pesar de que la curiosidad lo carcomía por dentro, Yoongi no se atrevió a preguntar nada en ese instante. Pero no podía dejar de observar. Sus piernas eran largas y bien torneadas, con muslos y pantorrillas que prometían firmeza. Y entonces, un detalle final capturó su atención: el delicado encaje de su ropa interior, fugazmente visible bajo el dobladillo de la falda. Sintiendo un nudo en la garganta, tragó en seco y regresó rápidamente la mirada al camino.
Era un viaje considerable. Ya eran las diez y cuarenta y el silencio se había extendido entre ellos hasta que, de repente, una voz melodiosa rompió la quietud.
—Me llamo Jimin —comentó así, de repente. Yoongi lo vio cruzar las piernas con gracia y sacar un cigarrillo de su bolso. No era un cigarrillo común. Estaba enrollado en un papel de colores vivos, uno de esos que pretendían dar risa.
Yoongi lo observó buscar de nuevo en su bolso, mientras el cigarrillo esperaba paciente en su boca. Se detuvo un instante, y rápidamente buscó su propio encendedor, extendiéndolo con una pregunta muda en la mirada. Jimin se acercó a la llama que el taxista encendía para él. Esta danzaba errática, de un lado a otro, evidenciando el nerviosismo del hombre porque en aquel auto no entraba ni una pizca de brisa.
—¿Por qué lloras? —Yoongi, venciendo una timidez repentina, al fin se atrevió a preguntar. La curiosidad, lo había empujado a romper el silencio.
Jimin dejó escapar una risa irónica, una bocanada de aire amargo, y respondió:
— Por un tipo… Cree que por tener dinero puede engañarme como si nada… — Su voz se quebró ligeramente al final, dejando ver una vulnerabilidad dolorosa.
—No deberías derrumbarte por amores, al contrario que eso te haga más fuerte —Yoongi lo observó fijamente por el retrovisor, buscando conectar con su mirada triste—. Cuenta con este servidor si buscas vengarte —añadió, con seriedad aunque con un deje de broma en el tono.
Jimin, esta vez, sonrió genuinamente. La tristeza en su rostro se disipó, revelando una belleza radiante. Y Yoongi, por enésima vez en la noche, tragó en seco. Era infinitamente más precioso así, con esa sonrisa luminosa, que verlo llorar. La idea de hacerlo sonreír de nuevo se instaló en su mente como una promesa silenciosa.
—Lo vi besando y abrazando a una humilde muchacha, se ve de clase sencilla, —continuó relatando Jimin, ahora con un tono más ligero, casi juguetón— y se que lo es por sus fachas… —añadió, con un matiz de desdén en la voz.
Le sonrió abiertamente por el retrovisor, y su postura se había vuelto notablemente más relajada, incluso algo coqueta. Se inclinó ligeramente en el asiento, dejando que una pierna se deslizara hacia un lado, mostrando más muslo.
Yoongi se sentía completamente idiotizado. El espejo retrovisor se encontraba completamente empañado, y se percató de lo sudado que estaba. Había un vapor visible en el auto, testimonio silencioso de la tensión que se había acumulado. La atmósfera era densa, palpable en cada centímetro del vehículo.
—Dobla en la esquina, iremos a mi casa —pidió Jimin, con una voz que había bajado un tono, volviéndose más suave y seductora. El taxista apretó con fuerza el volante, sintiéndolo resbaloso bajo sus dedos húmedos. Estaba sudando, sí, definitivamente estaba sudando, y no era precisamente por el calor—. Te invito unos tragos y veremos qué pasa después — mencionó el rubio, guiñándole un ojo con una sonrisa lasciva que encendió una chispa en el estómago de Yoongi.
Jimin no tardó en bajarse en cuanto Yoongi detuvo el taxi. Yoongi, por un instante, vaciló. Dudaba si había tomado la decisión correcta, si debía seguir adelante con esto. Pero entonces vio a Jimin detenerse frente a la puerta de su casa, mirándolo por encima del hombro, con una expresión expectante, casi una invitación silenciosa. Esa mirada fue suficiente. Sin pensarlo dos veces, Yoongi apagó el motor, se bajó del auto y caminó tras él, dejándose llevar por la corriente de la noche.
Al entrar en la casa, Yoongi dejó escapar un leve silbido de admiración.
—Lindo —mencionó, observando el espacio con una mirada rápida y apreciativa. Jimin giró hacia él, con una interrogación silenciosa en los ojos—. La casa, digo —aclaró Yoongi con una sonrisa nerviosa.
—Lo entendí —respondió Jimin entre risas, un sonido suave y melodioso que acarició los oídos de Yoongi—. Entonces, ¿te ofrezco algo? ¿Tequila?
— No lo sé… yo sí quiero recordar lo que suceda — respondió Yoongi con un tono deliberadamente ambiguo, jugando con la tensión del momento. Jimin, quien ya tenía una botella de tequila y un vaso en sus manos, detuvo sus movimientos en seco. Colocó dichos objetos sobre el mesón con un suave golpe. Una sonrisa divertida, llena de picardía, se escapó de sus labios.
—Bien —dijo simple, con una voz que había adquirido un nuevo matiz, más íntimo y prometedor.
Se acercó a Yoongi, acortando la distancia entre ellos hasta que sus cuerpos casi se rozaban. Envolvió sus brazos alrededor del cuello de Yoongi, en un gesto que era a la vez dulce y posesivo. Yoongi, por el contrario, instintivamente lo tomó de la cintura, sorprendido una vez más por lo increíblemente pequeña que era bajo sus manos, a pesar de las curvas que insinuaba su atuendo.
Sus miradas se encontraron por un instante, cargadas de una anticipación palpable, de un deseo silencioso que ya no podían ignorar. Y entonces, sus labios se unieron en un beso.
No fue un beso apresurado, ni salvaje. Fue un beso lento, exploratorio, como si se estuvieran dando permiso para conocerse, para saborear el momento sin prisas.
Empezaban a sentir el calor corporal del otro, lo cual solo lo hacía más excitante, Yoongi deslizó su rostro hacia el cuello contrario, besando entre la curvatura y las clavículas.
—Eso se siente bien —reveló Jimin en un murmullo.
—Es lo que buscaba…—contestó.
La parte superior de ambos desapareció en alguna parte de la habitación.
Yoongi lo tomó con cuidado y lo acostó en la alfombra de peluche, poniendo su mano de soporte para su cabeza. Continuó repartiendo besos por todo el pecho, lamió desde sus pezones hasta el ombligo mientras que Jimin se sentía en las nubes. Se hizo paso entre las piernas y con delicadeza, lo despojó de su ropa interior, Jimin lo ayudó elevando sus caderas y subiendo su falda.
—Tienes un cuerpo muy precioso— confesó el taxista, bajando a besar las pantorrillas y subir por toda la extensión hasta llegar a la entrepierna. La respiración sobre su piel, hizo a Jimin tener escalofríos por toda su columna vertebral.
No hubo otra palabra más, solo gemidos de Jimin y el sucio sonido de la boca de Yoongi al succionar su pene y de la saliva que escurría por todo el falo.
Los dedos pálidos se introdujeron en el interior del rubio, quien solo pudo tomar del cabello azabache y jalar de ellos, reprimiendo las ganas de correrse.
Cuando estuvo listo y lo suficientemente estirado, el hombre se colocó en posición y sacó de su billetera un condón.
Sus caderas se movieron lentamente, penetrando con suavidad, sus manos se encontraron y se entrelazaron por encima de la cabeza de Jimin. El rostro del susodicho se había convertido en un gesto de satisfacción; ojos poco abiertos, cejas fruncidas y labios medianamente abiertos, dejando escapar sonidos de agitación.
Yoongi introdujo su lengua en la cavidad entreabierta y jugó con la ajena, Jimin la saboreó, como hacía su cuerpo con el ajeno, se sentía bien, tan bien que había olvidado todos sus problemas, siempre quiso que alguien lo tratara tan bien como lo había hecho aquel hombre en unas pocas horas, lo hizo sentir como nunca, lo hizo sentirse amado.
Se abrazaron mutuamente y las embestidas aumentaron de velocidad, el rubio envolvió sus piernas en el cuerpo ajeno, clavando sus pies en la parte trasera, invitándolo a ir a más profundidad en su interior.
Yoongi también tenía mucho tiempo sin sentirse así, tan libre, excitado, con ganas de más de alguien. Se preguntó hace cuánto que no se sentía así.
Lágrimas silenciosas resbalaron por las mejillas de Jimin, brillando bajo la tenue luz de la habitación. ¿Tristeza, tal vez? ¿O quizás una mezcla confusa de emociones? Yoongi no lo sabía con certeza, y en ese instante, en la cúspide del placer, a ninguno de los dos le importaba nada más allá del momento que estaban compartiendo.
Esta vez, Yoongi profundizó el movimiento de su cadera, más lento pero implacable, más fuerte y certero en su búsqueda de la satisfacción. Un gemido escapó de los labios de Jimin, ahogado y extasiado. Su cuerpo se arqueó bajo el de Yoongi, desfalleciendo en una hiperestesia exquisita, cada nervio a flor de piel.
Alcanzaron el clímax juntos, en una explosión de sensaciones alucinantes. Sus gemidos de éxtasis quedaron atrapados en el abrazo apretado y los besos apasionados, sellando la conexión efímera pero intensa entre ellos. Sus cuerpos temblaron con espasmos suaves y se rindieron finalmente ante el placer.
Yoongi se retiró lentamente, haciendo que Jimin tiritara involuntariamente, buscando instintivamente aferrarse a él de nuevo. Se recostó a su lado sobre la alfombra desordenada, y por unos minutos, el silencio reinó, cargado con el peso del agotamiento y la marea de emociones aún vagando en el aire.
—¿Sabes? Te entiendo…—Yoongi finalmente rompió el silencio. Jimin se volteó para darle su total atención—. Debo confesar que mi horario ha hecho que mi relación con mi mujer ya no sea… lo mismo. Aunque la única diferencia real es que mientras tú sufres en una mansión, yo lo hago en los suburbios —concluyó con un deje de ironía melancólica en la voz.
Jimin no supo qué más añadir, dejando que el silencio volviera a caer. Se levantó con una agilidad felina y comenzó a recomponer sus prendas, con movimientos casi automáticos.
—Ven conmigo, quiero cortar esto de una vez por todas. — La voz de Jimin era firme, decidida. Yoongi lo observó acomodarse el cabello frente a un espejo improvisado, lavarse la cara en el baño cercano, eliminando con cuidado cada rastro de maquillaje. Observó las pequeñas y delicadas manchas que adornaban sus mejillas desnudas, y con cada minuto que pasaba, su belleza le parecía aún más exorbitante, casi irreal.
Salieron juntos al auto. Esta vez, Jimin se deslizó en el asiento del copiloto, con una nueva familiaridad en sus movimientos. Cogieron rumbo al bar donde se encontraba el hombre que había causado su angustia.
Jimin, de alguna manera, se sentía extrañamente tranquilo. No lograba comprender la raíz de esa serenidad, pero algo en la presencia de Yoongi, le brindaba una nueva confianza en sí mismo.
Entraron al bar, ahora más bullicioso y sumido en la penumbra de la noche avanzada, y lo encontraron en un rincón oscuro, abrazando con efusividad a una chica de cabello oscuro. Jimin se dispuso a avanzar hacia ellos, con una determinación recién adquirida latiendo en su pecho, pero fue abruptamente jalado de la muñeca. Yoongi lo arrastró de regreso al exterior antes de que pudieran percatarse de su presencia.
—¿Qué sucede? —preguntó Jimin, con el desconcierto reflejado en sus ojos. Yoongi miraba fijamente al piso, como si luchara por contener una emoción compleja. Y entonces, una risita sarcástica, cargada de ironía y resignación, escapó de sus labios.
—Está ciudad es chica, ¿no? —comentó Yoongi, con una amargura contenida. Jimin no entendió la conexión—. Es mi mujer —reveló Yoongi, finalmente levantando la vista para encarar la sorpresa en el rostro de Jimin. Sacó un cigarrillo de su abrigo con un movimiento lento, casi apático, y lo encendió, observando la llama danzar un instante antes de inhalar profundamente.
Jimin se quedó en silencio, atónito ante la revelación inesperada. No supo qué decir, y tampoco supo explicar por qué hizo lo que hizo a continuación, pero allí estaba, buscando refugio en la única familiaridad que tenía en ese momento, abrazando a aquel hombre con el que se había desnudado emocional y físicamente horas antes.
Ingresaron de nuevo al auto, el silencio incómodo ahora teñido de una nueva capa de complejidad. Pasaron de regreso a la casa de Jimin, donde se quedaron sentados, en la penumbra del auto, sin saber qué hacer o decir, perdidos en la maraña de sus emociones recién descubiertas.
—Mañana volveré a estar donde me recogiste…— dijo finalmente Jimin, con una voz suave que apenas rompió el silencio. Y sin más despedidas, Jimin salió del auto con una sonrisa inocente pero a la vez peligrosamente llena de complicidad, dejándolo solo con sus pensamientos.
Desde aquella noche inusual, las parejas de ambos continuaron encontrándose en el mismo bar, en sus rutinarias y engañosas citas, creyendo genuinamente que sus infidelidades pasaban desapercibidas, ignorantes de la conexión secreta que florecía bajo sus narices.
Pero lo que jamás sospecharon era que Yoongi, cada noche, volvía a recoger al mismo chico rubio, a la misma hora, en el mismo lugar… dando inicio a un nuevo ritual clandestino, tejido entre secretos y deseos prohibidos.
Un pequeño OneShot, basado en la canción "historia de un taxi" de Ricardo Arjona. La escuché y pensé en el yoonmin y aquí está. Espero que les haya gustado (. ❛ ᴗ ❛.)
18/06/2024
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