Tú, El Molde de Dios:
Amor mío, los días pasaron al olvido desde que el frió de la noche me hizo buscar refugio en tu cuerpo.
¡Oh, amor mío, tus pezones coronan tus senos, como los mejores que mis ojos hayan visto!
¡Como los más cercanos a la perfección, como los más cercano al molde que utilizo el mismísimo Dios!
¡Y me envuelvo en excusas, tan solo para no aceptar que mis propios deseos me hicieron ir hacia a ti, para dejar a un lado el hecho de que, a fin de cuentas, estoy arrastrándome con locura por donde pisas, como una hormiga diminuta que sigue el rastro de su hermosa reina!
Me arrastro hacia tu cintura danzante que predomina, aún hoy en día, en mis pensamientos, y que surge como una estatua a la que alabó, incluso en mis más largas noches de desvelo, incluso en mis más breves y alocados sueños.
Hacia tus ojos de llama negra, cálida y atrayente, vívida y resplandeciente, cuyo fulgor hace de la oscuridad una obsoleta e insignificante presencia arcaica.
Y caigo en la demencia al verte tan apasionada, tan llena de vida, tan llena de gracia, como un colibrí hambriento, saltando de flor en flor...
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