¿Como es posible que de nuevo seamos extraños?

¿Que paso con nosotros, acaso sumergiste nuestros corazones en vino de antaño?

¡Oh, la ingratitud del que ama: la necesidad de huir cuando ambas partes colapsan!

¿Que esperas ahora, si los castillos que construimos se caen abajo?

¿Acaso pasas horas buscando mi rostro entre las nubes, o es cierto que solo ignoras el hecho de que estoy junto a ti?

¿Que haces viendo siluetas en el espejo, si ninguna de ellas soy yo?

¿Me buscas a mi, a mis ojos marrones, o tan solo ves a través de mi, esperando, pacientemente, a que llegue alguien mejor que yo?

¿Que puedo hacer para buscarte, —¡Dime, tan solo dime!— si dejaste tirada tu voz en diferentes partes?

¿Que puedo hacer para buscarte, si tus pedazos se escabullen, en cuanto pueden, de mis manos?

¿Que puedo hacer, —¡La intriga empieza a matarme!— si tú alma, aquella que pensé que me correspondía, cada día está más lejos de mi?