Escucho tus pasos desnudos al irte, como pisadas en la nieve, como si pudieras caminar por el mar.

Veo tu sombra disfrazarse de distintas cosas, mientras intenta escapar: de una nevera que se que no tengo, de un abrigo colgado que no existe, de una puerta entreabierta que claramente no está.

Finalmente te escabulles y desapareces en el sótano del ocaso, mucho antes de que yo despertase, mucho antes de que pudiera ir detrás de ti.

¿Y quien sería yo para buscarte? Si tu huida no deja más que razones por las cuales debí dejarte ir,

Oh, desde hace mucho, ¡Si es que no, mucho más!

Perdóname entonces si no encontré el grito perfecto en mi silencio; fui un cobarde y lo siento; espero que perdones entonces a lo que quede de mi recuerdo, si es que algo de ello queda aún en ti.