La Nada:
La nada empieza a moldear tu figura en mi habitación, lentamente, lavando sus manos con las sombras y secandolas con mis esperanzas.
Escucho tus besos como rocas golpeando mi puerta, mientras la rojiza forma de tus labios baja como diminutas gotas de lluvia por mi ventana.
Las ramas de los árboles fingen estirarse para tocarme, pero sus cortes y sus astillas punzantes me recuerdan que no eres tú, y que jamás serás tú.
En espejos empañados tus ojos desaparecen, como si de una neblina se tratase; y no puedo perseguirlo, ni tan siquiera huir de ellos; escapar de aquello que amo, es similar a pensar que las estrellas ya no están durante el día, cuando ambos sabemos que no es así.
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