Las flores anhelan tu vestido; sus pétalos jamás podrán cubrir con tal delicadeza un cuerpo tan perfecto, como una simple costura lo hace con el tuyo.

La fría brisa coquetea con tus vellos, intenta saborear cada molécula de tu cuerpo, intenta hurtar tu aroma, en esos momentos en los que te descuidas, y estoy seguro de que planea no volver jamás.

Los charcos que pisas imitan una vez más el cielo, en un intento de reflejarte, y de secuestrar por fin tu reflejo, pero una vez más se hipnotizan contigo, y arden en vibraciones.

Para los autos que pasan eres un fantasma, vestida de blanco, deslizándote entre las breves miradas que te alcanzan, como una nube que, cansada de ser opacada por las estrellas, adquirió la forma de la más hermosa humana.