Dime si acaso el cielo deja de verse tan lejano cuando dices que me amas.

Dime si las nubes no se vuelven un pequeño charco gris cuando piensas en mí.

Dime si los cactus no se vuelven guitarras mudas clavadas al suelo cuando pronuncias mi nombre.

Dime si ves los poemas que he escrito durante años en los pequeños rincones de tu cintura.

Dime si es que acaso no escuchas los susurros del espacio profundo que nos rodea cuando hacemos el amor; dime si no sientes el leve roce del viento que nos motiva, o la forma en la que las partículas a nuestro alrededor cobran vida.

Dime si no percibes el temor de Dios al confundir el propio infierno del que tanto huye, con el interior de tu alcoba.

Dime si los dedos de tus pies tocan las estrellas cuando mis labios pasan por aquellas partes de tu cuerpo que juraste mantener en secreto.

Dime si tu armario enloquece, al igual que yo, cuando te desnudas enfrente de el, enfrente de mi; de toda ropa, de toda prenda, de toda vergüenza y de toda duda.

Dime si ves los rostros de tu pasado en el mío, dime si ellos también sonrieron como yo al verte, dime si también se arrodillaron ante la idea de tenerte;

Dime si solo soy una banal criatura, llena de trivialidades, que se disfraza de un ser humano tan solo para llegar a ti.