El frío me hace desear que cantes en mi oído, y que no pares hasta que los copos de nieve se derritan en mi cabello, hasta que las montañas de nieve vuelvan a pintarse de verde, hasta que la tierra reaparezca;

Querida, no me sueltes, no estoy listo para perderte; estoy al borde del colapso, la nieve se amontona cada vez más y temo que mis días se vuelvan tan blancos y pálidos que llegue a perder de vista tu sombra.

No me arrulles con melancólicas disculpas, si tú palabra tan solo es una hoja más que acaricia mi mejilla con el viento;

¿De que sirve que susurres que me amas desde tan lejos?

¿Desde cuándo la distancia se ha vuelto un ritual romántico?

¿Acaso es tan difícil para ti acercarte?

Me veo a mi mismo perdido en estas mismas palabras otra vez, quizas mañana, si es que vuelves para escucharlas, si es que continuas existiendo en mi cabeza:

¿Acaso tomas un descanso antes de seguir torturandome?