Recuerdo con tristeza el cactus que me diste, aquel que crecía rodeado de rocas y envuelto en espinas, como un tesoro prohibido y misterioso, que nadie debía tocar.

Observó con tristeza la maceta azul que me diste, aquella que reflejaba un cielo tranquilo, de nubes extintas, y que pasaron pacíficamente al olvido: así como yo en tu mente, así como tú en la mía.

Recuerdo con tristeza el cactus que me diste, aquel cuyas espinas no evitaron su desaparición.

Recuerdo con tristeza la maceta azul que me diste, aquella llena de rocas que se odian, y que se aplastan mutuamente. 

Recuerdo con tristeza el cactus que me diste, aquel que siguió floreciendo, en alguna parte de mi mente, contigo o sin ti.