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/Capítulo 33/

Daniel tenía la certeza de que sus minutos estaban contados y que debía aprovecharlos todo lo que pudiera.

Tragó saliva con dificultad y, cuando se asomó hacia el balcón que Griffin había mencionado, sintió un súbito mareo recorrer la boca de su estómago.

Pasó una mano por su cabeza y se dijo a sí mismo que era imposible que consiguiera bajar a través de este sitio.

¡Simplemente no había manera!

Sin embargo, debía hacerlo.

Tenía que intentarlo o tendría que quedarse ahí a ver cómo Griffin se sentía cada vez peor gracias a su herida.

Sí, le había dicho que huiría, y era algo que planeaba cumplir.

Notó de reojo que su hermano se había movido al unísono con él, y ahora le veía con un aire preocupado y el entrecejo fruncido, quizá preguntándose cómo planeaba salir de esa.

Daniel miró sobre su hombro sólo unos instantes, percatandose de que las personas al otro lado seguían insistiendo y su forcejeo no había cesado.

Tenía que apresurarse.

Tomó una honda respiración y se acercó al balcón, cruzandolo y llegando al otro lado. Una vez ahí, giró su cabeza, encontrando en el acto una larga y gruesa canaleta gris que iba hacia abajo.

Era peligroso y las posibilidades de que se cayera y se lastimara de gravedad eran muy altas.

Pero estaba escaso de alternativas y esa era la mejor que tenía.

Mordió su labio inferior y se acercó al borde del balcón. No lo pensó por miedo a sobreanalizarlo, y aferró sus manos a los pilares que impedían que una persona pudiera tropezar y caer del balcón por accidente.

Subió una pierna a uno de ellos y con gran temblor consiguió pasar al otro lado, quedando de espaldas hacia el balcón y con sus manos sosteniéndose con gran firmeza sobre el borde de los pilares, sintiendo cómo sus brazos se sacudían levemente en un temblor y maldiciendo por lo bajo este hecho.

No debía mirar abajo, se dijo a sí mismo, cosa que, como era de esperarse, no logró cumplir.

Sus ojos se movieron y miraron hacia el suelo que yacía a metros de distancia de él.

Ensanchó la mirada y sintió la bilis subir por su garganta. Tensó la mandíbula y se obligó a alejar el pensamiento de su mente, mirando hacia la canaleta que tenía delante suyo.

Ahora que la miraba mejor, le parecía que estaba más lejos de lo que había percibido en el balcón. Quizá la perspectiva le había engañado de forma cruel y vil.

Relamió sus labios y respiró con fuerza, inclinándose un poco hacia la canaleta y despegando una de sus manos del borde de los pilares.

Estaba cerca, tan cerca... Sin embargo, una repentina ráfaga de viento lo sobresaltó, haciéndole perder el control que había ejercido sobre su cuerpo para evitar caer hacia delante.

Debido a eso, la gravedad cumplió su trabajo y le quitó el equilibrio que hasta ese instante le mantenía sobre el borde del balcón.

Ni siquiera tuvo tiempo de gritar o hacer algún gesto antes de caer hacia la canaleta, apenas si logrando sostenerse de uno de sus costados que sobresalía. Sus dedos se aferraron con fuerza a esto, sintiendo un agudo dolor en sus muñecas y dedos gracias al impacto que esto representó.

Esgrimió una mueca y mordió su labio inferior con fuerza. Su agarre no duró por mucho tiempo, pues su manos no consiguieron reunir la fuerza suficiente para continuar sosteniendo el peso de todo su cuerpo, por lo que, cuando no logró mantenerse más tiempo en esa posición, acabó por soltarse y caer.

Se abrazó a la canaleta con la intención de disminuir el daño en la caída, aunque hirió su mejilla y pecho al hacer fricción debido a la velocidad. Sin embargo, esto no fue algo en lo que se permitió pensar.

Sólo transcurrieron unos microsegundos antes de que llegara al suelo. Daniel abrió los ojos que ni cuenta se dio que había cerrado por instinto. Se percató de que estaba ileso... O bueno, más de lo que había calculado en su mente.

Sonrió débilmente y miró hacia arriba, observando el balcón en el que hace sólo unos minutos atrás había estado de pie.

Descendió la vista y observó que había caído sobre un montón de hierba que se extendía a los lados sin el menor cuidado. Daniel se levantó con precaución, dirigiendo entonces una mirada a su alrededor para evaluar la situación.

Tal y como Griffin había mencionado, notó que el sitio en donde se había hallado preso estaba a mitad de un bosque, lo que en definitiva no le agradaba. El cielo sobre su cabeza estaba oscuro, sin embargo, no parecía haberse hecho de noche, sino que simplemente las nubes se habían arremolinado en él.

El frío no era demasiado, pero el viento que lo acompañaba lo hacía temblar. Se percató entonces de la presencia de James, quien se hallaba a su costado y también parecía examinar la zona.

—Deberías irte de aquí lo más pronto posible —dijo él, frunciendo el ceño y recorriendo con su mirada lo que les rodeaba—, este lugar no me da ni una buena espina.

Daniel asintió, recordando que Griffin seguía arriba, requiriendo de inmediato auxilio para su herida de bala.

—De acuerdo —respondió, mirando hacia el frente y notando que el bosque delante suyo estaba oscuro y teñido de un cierto aire tétrico, lo que ocasionó que sintiera un escalofrío recorrer su espina dorsal—. Sólo espero no perderme y llegar pronto a la ciudad. De casualidad no sabes dónde estamos, ¿o sí?

James pareció pensarlo.

—No, lamentablemente no lo sé —suspiró con leve tristeza—, me temo que tendrás que lanzarte a la suerte.

—Suerte es lo que más he tenido hasta ahora —masculló Daniel, rascando su cuello y frunciendo el ceño—, aunque mala, cabe aclarar.

Sacudió la cabeza y frotó sus manos, dando un paso determinado hacia delante, y luego dando más.

Antes de saberlo, estaba corriendo a través del bosque en busca de una salida.

El viento azotaba contra su rostro y todo su cuerpo se sentía adolorido, por no hablar del desgaste mental que implicaba ser consciente de que había dejado atrás a un peligroso asesino y a un buen amigo con una herida mortal.

James iba a su lado y parecía tener menos problemas al seguir el paso, quizá porque al final de cuentas seguía siendo un fantasma. En realidad no tenía idea de cómo funcionaba eso.

Daniel no sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que se despidió de Griffin, y esto lo estresaba en sobremanera. A esto se le sumaba el hecho de la gran cantidad de árboles que le rodeaban y el que no tuviera idea de a donde se estaba dirigiendo.

Únicamente podía tener la esperanza que el camino que había tomado fuera el correcto.

Casi suelta un grito de euforia cuando consiguió llegar al final de ese bosque se asemejaba más bien a un laberinto.

Ahí, entre los árboles y a solo unos metros de distancia, veía que se ubicaba una larga carretera que se trataba de nada más y nada menos que su salvación.

Soltó un suspiro de alivio y aminoró su paso, con la intención de recuperar fuerza para lo que seguía.

Se apoyó contra el tronco de uno de los árboles más próximos a él, sintiendo el rápido ritmo de su corazón y la adrenalina en sus venas que no se había detenido.

Inhaló y exhaló varias veces, sus pulmones parecían querer explotar y su garganta se sentía en verdad seca.

No obstante, no podía detenerse. Tenía que continuar.

Se incorporó, determinado a seguir hasta llegar a la policía y acabar con eso de una buena vez. Si hubiera sido por él, habría usado su celular para llamar a emergencias, pero, lamentablemente alguien se lo había quitado y ahora su única salida era buscar por sí mismo a las autoridades.

Sin embargo, se detuvo cuando sintió que los vellos de su nuca se erizaban tras oír un par de hojas secas crujir a sus espaldas, estando bajo el peso de unas obvias pisadas.

Daniel se quedó inmóvil y alzó lentamente la cabeza, con miedo de darse la vuelta.

Apretó los dientes y oyó una voz que, a esas alturas, le era más familiar que nada, una que con calma dijo:

—¿Por qué estás aquí?

Daniel mordió el interior de su mejilla con fuerza, tal vez con demasiada dado que percibió un ligero sabor a sangre. Miró la pistola que sostenía en su mano derecha, la cual no había soltado durante todo ese trayecto, aún si en realidad no estaba seguro de la razón.

Lentamente se giró sobre sus talones, observando sin mucha sorpresa que era Jasper quien se encontraba justo delante suyo.

De nuevo, su mala suerte era sorprendente.

Jasper también sostenía un arma entre sus manos, sólo que, a diferencia de él, no tenía ningún reparo en mantenerla y tampoco en apuntarla en su dirección.

—¿Sabes qué? No me importa cómo hayas escapado —espetó Jasper, dando un paso hacia delante y arrugando el entrecejo—, lo importante ahora es que esto no llegue más lejos... Creo que fue un error mantenerte cautivo y debía matarte en cuanto pude. Da igual, eso puedo hacerlo ahora mismo.

Jasper removió el seguro en su pistola y su rostro se llenó de una determinación que se mezcló con un aire eufórico y psicópata.

Daniel tragó saliva y sus manos temblaron con fuerza, sintiendo un nudo en su garganta y sin saber qué hacer.

Debía moverse, quizá atacar primero y hacer uso del arma de la que al parecer Jasper no se había percatado... Sin embargo, su cuerpo no se movía.

¿Por qué no podía moverse? ¿Acaso el terror lo había congelado por completo y ahora lo tenía preso?

Todo su alrededor se volvió denso y pesado, casi como si el tiempo se hubiera detenido en ese preciso instante. Podía ver por el rabillo del ojo la desesperación impregnada en el rostro de su hermano, quien claramente era incapaz de actuar, dado que sus energías estaban bajas y no le era posible poder manifestar el anterior poder para tocar objetos sólidos que antes presentó.

Observó cómo Jasper colocaba su dedo sobre el gatillo.

Y entonces disparó, aturdiendolo debido al estruendo que resonó en todo el bosque.

Daniel cerró sus ojos por instinto, maldiciendo por lo bajo no haber sido lo suficiente veloz para poder hacer algo.

Maldijo el hecho de que ni siquiera pudiera defenderse a sí mismo sin acabar congelado del miedo.

Maldijo el que fuera tan débil.

Pero ahora ya nada de eso importaba, ¿cierto?

No había manera de que sobreviviera a un disparo a esa cercanía y dirección.

Estaba seguro de que ese era su final.

Sin embargo, si realmente era así, ¿por qué el dolor en sus extremidades no había desaparecido?

Se forzó a abrir sus ojos, cosa que hizo con suma lentitud. Al hacerlo, cayó en la cuenta de que delante suyo se desarrollaba una escena que nunca se habría imaginado.

La bala no había impactado contra él, pero esto no se debía a alguna mala puntería de Jasper o algo similar.

Sino que la razón de que siguiera con vida era James.

Su hermano se hallaba justo delante suyo.

Sin embargo, eso no tenía sentido. No era como si un fantasma pudiera recibir una bala por él.

Pero Daniel se dio cuenta en ese momento, con gran confusión y desconcierto, que esta creencia no podía estar más lejos de la verdad.

La bala que habría terminado con su vida se encontraba en el pecho de James, sin embargo, no como una herida mortal (cosa que habría ocurrido si hubiera impactado en alguien vivo), sino como algo que se quedaba flotando en la nada.

Y unos segundos más tarde, la munición cayó al suelo.

Jasper no podía estar más incrédulo.

A decir verdad, Daniel también lo estaba.

¿Cómo rayos había podido suceder eso?

—¿Q-qué hiciste? —cuestionó Jasper, parpadeando varias veces como si por casualidad se hubiera perdido un suceso importante en el que no reparó.

Daniel sacudió la cabeza, sin siquiera poder articular una sola palabra.

—¡No importa! —soltó Jasper, con el miedo siendo palpable en su tono de voz—, te dispararé las veces que hagan falta...

Cargó el arma y apuntó de nuevo contra él.

Pero esta vez no llegó a disparar.

—¡Alto ahí en nombre de la ley! —exclamó abruptamente una profunda y autoritaria voz que los sobresaltó a ambos.

Daniel volvió su cabeza con rapidez en esta dirección, sintiendo un profundo y repentino alivio inundar su pecho al darse cuenta que se trataba de la policía.

Sintió unas profundas ganas de llorar y sólo a duras penas consiguió contenerse.

Y lo siguiente que supo fue que cayó inconsciente, demasiado cansado para poder resistir estar de pie un solo minuto más.

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