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/Capítulo 23/

Un poco antes.

Griffin había creído que era un buen plan el que Daniel había contado.

Es decir, sí, le pareció un tanto tedioso el pensamiento de recorrer las calles en busca de alguien cuya voz podía pertenecer a un peligroso hombre y a quién era posible que confundiera con alguien más, después de todo, no era como si tuviera un gran reconocimiento de voz. Tampoco era grato tener que andar ocultando su rostro tras un par de lentes que halló en su almacén y un gorro oscuro de lana... De acuerdo, quizá lo de los lentes había sido su idea.

Aunque, bueno, no era como si existiera una mejor alternativa que esa, por lo que no dudó en denominarla como su opción número uno.

Él nunca antes había asistido al Festival del Aniversario de Elección, en realidad, le parecía una fecha pretenciosa que buscaba celebrar para que el intermedio entre Halloween y Día de Acción de Gracias no se hiciera tan largo.

¿Un día dedicado a su Alcalde? En lo personal no le parecía un hombre importante, y tal vez ese pensamiento tenía que ver con el hecho de que le conociera del pasado.

Ah, sí, Henry Rash, no le había conocido directamente, sino más bien a través de su sobrino: Jasper, quien había sido un chico un par de años menor que él, uno que había estado en su escuela secundaria.

Había sido un pequeño (aunque quizá estaba subestimando la palabra) admirador de James, viéndolo como gran ídolo y ejemplo a seguir.

Griffin sintió una mezcla de melancolía y diversión al recordarlo, ¿cómo podría olvidar algo así? Jasper siempre consideró a James como una persona "cool". Probablemente el que constantemente él se metiera en problemas y tuviera un complejo en el que no pudiera tomar nada con seriedad fue el que influyó en esa manera de pensar, después de todo, no fue el único que vio a James como alguien sorprendente.

Griffin suspiró y forzó a su mente a alejar esas memorias, lo último que quería era que volvieran a él.

Aunque, ¿por qué había pensado en ello en primer lugar? Ah, claro, estaba pensando en el Alcalde.

Henry Rash no siempre fue el hombre responsable y atento con sus ciudadanos que todos conocían ahora, Griffin aún recordaba a Jasper hablar de él con tanto odio y desagrado.

—Él siempre intenta aparentar lo que no es; es un idiota, debería morirse — Llegó a decir Jasper en una ocasión.

Griffin, a decir verdad, nunca le tomó importancia, pues jamás fue lo suficiente cercano a ese chico como para querer saber más al respecto.

Sin embargo, ahora rememoraba a la perfección ese comentario y le hacía percibir un amargo sabor en su boca.

Se cruzó de brazos y continuó caminando por las calles vacías y desérticas de la ciudad. Se suponía que él se encargaría de concentrarse en el perímetro que rodeaba al Festival, conversando con todo aquel que se marchara y tratando de encontrar al tipo del acento británico.

Vaya, ¿en qué momento las cosas se habían tornado tan duras al grado de que estuviera buscando al posible asesino de su mejor amigo?

Pero valía la pena, pensó Griffin, si realmente lograba confirmar que James no había cometido suicidio, entonces todo eso valdría la pena sin duda alguna.

—¡Hey, hola! —saludó él a un joven que vio caminar por la calle, modificando un poco su timbre de voz para que resultara difícil de reconocer en caso de que se tratara de su sospechoso. Dado que no era el primero al que se acercaba, no tuvo problemas en rebuscar una mentira para hacerle hablar—, soy de parte de un grupo que busca encuestar a algunos que se animaron a venir a este Festival, ¿crees que puedas darme un poco de tu tiempo para responder unas preguntas?

No había forma en que no respondiera a eso, si se negaba, tendría que hablar para ello (y si no, entonces le forzaría a hacerlo por medio de molestas e insistentes tácticas), aunque si decidía acceder... Tampoco era como si no se le pudieran venir a la mente un par de preguntas en cuestión de segundos.

Sin embargo, el joven, que estaba de espaldas a él y con la cabeza inclinada hacia abajo, no respondió nada y siguió caminando como si no le hubiera oído.

Griffin arrugó el entrecejo, molesto por que hubiera pasado de largo de él sin ningún problema.

—¡Oye, amigo! —volvió a decir, acercándose a él y negándose a dejarlo ir—, por favor, sería útil para mí y mis compañeros de trabajo en el departamento de periodismo, ¡responder las preguntas no te tomará ni cinco minutos!

De nuevo fue ignorado, y Griffin comenzó a irritarse por la actitud del joven.

Plantó sus pies justo delante suyo y colocó una mano firme sobre su hombro. Era consciente de que tal abrupta cercanía era inadecuada, dado que se trataba de un completo extraño con el que nunca había intercambiado miradas, pero fue justo por eso que decidió hacer ese contacto.

El joven, viéndose obligado a ello, detuvo su andar, sin embargo, no levantó la mirada y la dejó clavada en el suelo.

Griffin observó con ligero temor el cómo el joven apretaba sus puños con fuerza.

Quizá sería mejor para él si simplemente lo dejara pasar como una excepción y volviera a su labor.

No obstante, tenía la plena certeza de que ese joven emanaba un aire que le hacía sospechar profundamente de él. Así que no retiró la mano de su hombro y tampoco demostró el flaqueo y vacilación que por dentro sentía.

—Disculpa, pero no me gusta ser ignorado —dijo Griffin, entrecerrando los ojos al ver al joven girar el rostro hacia un costado y apartar su hombro con brusquedad.

Y antes de poder obtener una respuesta por su parte o siquiera poder ser consciente de la situación, Griffin sintió un abrupto dolor en su nariz.

Su vista se nubló en cuestión de segundos y tal fue su sorpresa, que retrocedió un par de pasos y tropezó con sus propios pies. Habría caído al suelo si no hubiera sido por la pared a sus espaldas, con la que chocó y al menos detuvo el impacto.

Griffin parpadeó varias veces, sorprendido por el abrupto pero fuerte golpe que había recibido. Sus lentes se quebraron y la pasta de ellos se enterró contra su piel, creando unos pequeños y dolorosos cortes en esta superficie. Los lentes enseguida resbalaron por su nariz y cayeron al suelo en un ruido sordo.

Él alzó la cabeza y observó que el joven que le había golpeado se había dado la vuelta, con un aura de completa indiferencia y sin tener el más mínimo remordimiento por lo que había hecho.

—No me molestes —dijo él con tranquilidad.

Los ojos de Griffin se ensancharon al percatarse de que la voz era la misma que había oído en el depósito.

—Espera —contestó al instante, rehusándose a dejarlo marchar sin siquiera ver su rostro.

Pero enseguida se dio cuenta que era un error cuando el joven se giró de golpe y sin darle tiempo de procesar la información, le atizó otro puñetazo al rostro con una sorprendente velocidad.

Griffin golpeó la parte posterior de su cabeza contra la pared, trató de resistir al impulso de sus párpados por caer rendidos y al de su cuerpo por darse por vencido.

Unos pequeños puntos negros aparecieron en el marco de su visión y su nariz detectó un fuerte olor metálico que debía tratarse de sangre. Sus ojos lagrimearon un poco, debido a la zona en donde había sido golpeado, pero Griffin se negó a dar la situación por perdida.

A esas alturas, ya había caído sobre la acera, sus piernas estaban estiradas y su espalda apoyada contra la pared. Se forzó a ponerse de pie y no lo pensó dos veces antes de abalanzarse sobre el joven.

Sin embargo, él pareció haberlo visto venir, pues no le tomó ni dos segundos hacerse a un lado y esquivar su absurdo ataque.

Griffin, debido a esto, cayó de bruces. Lo único que detuvo que su rostro fuera estrellado contra el suelo fueron sus manos, cuyas palmas se rasparon en el momento en que se apoyaron sobre el duro concreto al igual que lo hicieron sus rodillas.

¿Quién era ese joven? Su velocidad y fuerza eran algo que nunca antes en su vida había visto, es decir, Griffin no era un hombre al que se podía derrotar con facilidad, en su adolescencia llegó a ser recordado por ser alguien que constantemente se metía en peleas.

Pero eso... Eso no era algo de lo que hubiera sido testigo en el pasado, incluso debía admitir que le resultaba humillante.

Sin embargo, en cierto modo, tenía sentido.

Después de todo, si ese joven realmente había asesinado a su mejor amigo, entonces no podía esperar menos de él.

Sus labios dibujaron una amarga sonrisa y levantó la cabeza. No le tenía miedo, decidió, no pensaba temerle a alguien como ese sujeto.

Estaba más que dispuesto a ser él quien se asegurara de que nunca volviera a hacerle daño a nadie.

El joven, cuyo rostro estaba oculto por la oscuridad de la noche, estaba de pie delante suyo.

—Eres tú —soltó el joven, su tono sonó sorprendido—, Griffin.

Él se quedó estático, sintiéndose perplejo.

—¿Eh? ¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó a cambio, tratando de levantarse y fallando miserablemente en el intento, cayendo una vez al suelo y con sus antebrazos apoyados sobre él. Eso era en verdad frustrante.

—Oh, es verdad —contestó el joven—, no me recuerdas. No te preocupes, no esperaba que lo hicieras.

Griffin arrugó el entrecejo, y lo último que vio fue el zapato del joven acercarse a su rostro, poco antes de, siendo algo inevitable, que su mundo entero se oscureciera y él cayera inconsciente.

.

Volviendo a la actualidad.

Daniel se sentía en verdad nervioso, y no dejaba de intentar pensar en posibles formas de salir de esa.

Quizá si gritaban alguien vendría a ayudarlos, ¿pero cuál era la probabilidad de que así fuera? Estaban muy alejados del festival y entre tanto barullo, nadie notaría los gritos a calles de distancia.

Podían tratar de correr, sin embargo, desconocía que tan veloz era el sujeto que estaba justo delante suyo, y tampoco sabía si acaso contaba con cómplices que estuvieran escondidos en las sombras y sólo esperaran por una señal para actuar.

Pelear tampoco era una opción, Sunder y él, pese a las veces en que se habían metido en problemas y disputas con chicos de años mayores, no sabían defenderse bien. Además de que él sujeto podía tener un arma escondida que les podría quitar toda posible escapatoria.

Intentar cualquiera de esas tres opciones sin conocer mejor a sus adversarios era un gran riesgo al que no quería que Sunder se expusiera.

Apretó los puños con fuerza y observó a la persona que le miraba con aire despectivo y curioso.

—¿Por qué no hablas? —preguntó él en su dirección, su tono era una extraña mezcla entre la calma y el odio.

Daniel decidió mantenerse en silencio, no aportaría nada a su favor el que ese hombre supiera reconocer su voz y entendiera que había oído su conversación con el Alcalde.

—Él es mudo... —contestó Sunder, aunque sonó más como una pregunta que una afirmación.

—Oh, ¿de verdad? —inquirió el hombre, balanceando entre sus dedos una pequeña navaja... ¿En qué momento la había sacado?—. Entonces supongo que sabrá hablar lenguaje de señas.

—Detente —dijo Rash, observando la navaja que claramente había sacado como una amenaza silenciosa—, siempre quieres meter a inocentes en esto, no tienen que haber daños colaterales. Sólo déjalos ir y deja de hacer drama, ¿quieres?

Sin embargo, el hombre negó con la cabeza, dando un paso al frente hacia Daniel y colocando la pequeña navaja justo sobre la superficie de su mejilla.

Él sintió el contacto frío del objeto y notó cómo su corazón comenzó a latir como si se tratara del de un caballo desbocado. Un nudo se formó en su garganta y le costó mantener la calma.

—¿Crees que no te reconozco? —preguntó el hombre, su voz sonó profunda y escalofriante. Daniel contuvo el impulso de alejarse—, tú y tu amigo cometieron un error al marcharse, no necesito haber visto tu rostro para saber que tú también estabas ahí.

Tanto Sunder como Rash estaban igual de confundidos.

—¿De qué hablas? —cuestionó el Alcalde sin entender—, ¿ya lo habías visto antes?

El hombre, en lugar de responder, empujó la navaja, haciendo un corte en la piel de Daniel. Él quiso retroceder un paso, pero le fue imposible cuando la otra mano de su atacante se aferró a su brazo, quitándole la alternativa de poder alejarse.

—Él y otro tipo escucharon nuestra conversación —respondió con suma lentitud, sin apartar sus ojos de los suyos—, incluso creo que son los mismos de los que sospechabas, viejo.

—¿Ellos? Pero son sólo niños...

—No ellos dos, idiota, sino este de aquí y otro más —Su mirada se tornó molesta y movió la navaja a través de su rostro, haciendo que acabara en su cuello y provocando que Daniel se sintiera en pánico—. Dime la verdad, chico, fueron ustedes los que anduvieron investigando, ¿no es verdad? ¿Quiénes son ustedes?

Daniel estuvo a punto de responder, pero antes de siquiera abrir su boca para emitir las palabras, Sunder se adelantó a él.

—¡Déjalo en paz, le estás haciendo daño! —exclamó, su tono impostado de un falso valor temerario.

El hombre miró a Sunder, quien se había colocado al lado de Daniel, y soltó una risa sin atisbo de gracia.

Y sin embargo; lo soltó.

—De acuerdo —dijo, una sonrisa se curvó en sus labios y retrocedió un paso.

Daniel soltó un suspiro de alivio, aún si seguía pudiendo sentir el ardor del corte en su piel. Miró de reojo que el Alcalde también lucía más tranquilo con esa acción.

Sin embargo, ambos se sorprendieron cuando el desconocido hombre metió su mano al interior de su chaqueta.

Sacando de ella la misma pistola plateada que Daniel había visto anoche.

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