/Capítulo 21/
Daniel no sabía por qué había esperado algo del festival del aniversario de elección, pues lo único que había logrado con ello era decepcionarse.
El festival se ubicaba en el centro de su ciudad, ocupando la plaza principal y algunas calles a la distancia. Las decoraciones no eran extravagantes o costosas, sino simples y muchas de ellas hechas a mano.
Daniel y Griffin se habían dirigido al festival temprano, con las intenciones de moverse a través del sitio y oír la voz de cada hombre que asistiera.
Si lo pensaba bien, Daniel sabía que sería exhaustivo cumplir esa misión, aunque la lista se reducía a aquellos que no conocía, pues estaba completamente seguro de que la voz de la persona que había amenazado con dispararles no la reconocía en lo más mínimo.
Eso acortaba a los posibles sospechosos, pero seguía siendo una labor tediosa.
El festival dio comienzo una hora más tarde luego de que hubieran llegado, las calles empezaron a llenarse y las personas llegaron de tantas direcciones, caminando a lugares distintos y comprando en diferentes puestos.
Ahí se encontraba otra razón por la que Daniel nunca había tenido el deseo de asistir a ese festival: La gente.
Los bullicios de personas y las multitudes (que probablemente asistían debido a no tener algo mejor que hacer un domingo por la tarde) que se creaban bastaban para desanimarlo de la sola idea de querer ir. Sin embargo, ya no era como antes, ahora no importaba cuanto quisiera irse, estaba comprometido a seguir con eso.
Se separó de Griffin luego de que el festival se hubiera llenado de tantas personas, decidido a oír las conversaciones entre otros y tratar de agudizar su oído para encontrar la voz del misterioso sujeto.
Para entonces la tarde se había tornado de un color arrebol, el cielo estaba despejado y las hojas caídas a causa del otoño se arrastraban por toda la ciudad debido al viento, aunque no hacía frío, y esto ya era una ventaja.
Daniel había vuelto a colocarse la capucha oscura para evitar ser reconocido y procuraba no mirar a las personas al rostro. No era sencillo vagar por las calles luciendo ese aspecto, pues unos que otros se le quedaban mirando con aire de desconfianza y se alejaban de él.
Tampoco era fácil tratar de oír conversaciones ajenas, porque los ruidos externos constantemente le complicaban la tarea.
Luego de media hora estaba comenzando a sentirse frustrado, al final de cuentas, seguía sin encontrar la voz desconocida, incluso se habría conformado con reconocer la que pertenecía al hombre anciano que había hablado primero.
Soltó un suspiro y pasó una mano por su cuello, se suponía que Griffin investigaría los alrededores del festival, acercándose a los grupos menores que estuvieran vagando por calles vacías, pero dudaba que tuviera más suerte que él.
Le estaba empezando a parecer una labor imposible.
—¿Daniel? —preguntó de pronto alguien a sus espaldas.
Él se quedó helado y, sin responder nada y con el pánico asomando en su rostro, dio un paso al frente, dispuesto a salir huyendo ahí antes de que la persona que le había hablado (cuya voz en ese momento le sonaba familiar, aún si no era capaz de ubicarla en su memoria) le reconociera por completo.
Sin embargo, no logró dar ese paso pues alguien le impidió seguir avanzando, una mano en su hombro, para ser más específicos.
Daniel maldijo en silencio este hecho, al principio se rehusó a girarse y encarar a la persona, pero la mano persistió y le obligó a volverse.
Soltó un respingo de sorpresa cuando cayó en la cuenta que era Sunder quien estaba delante suyo.
¿Acaso su suerte podía ser peor? Es decir, sabía del riesgo de toparse con alguien conocido, sólo que no había esperado que fuera su mejor amigo.
Sunder estaba igual de sorprendido que él.
—¿Cómo... ? —comenzó a formular Sunder, pero se interrumpió a sí mismo y sacudió la cabeza y colocó una mano en su frente—. No, no, mejor dicho, ¡¿qué haces aquí?!
Daniel mordió su labio inferior, tomó a su amigo del antebrazo y lo alejó de la multitud a un estrecho callejón por el que nadie transitaba.
—Shhh —dijo Daniel con cierta molestia y arrugando el entrecejo—, baja la voz.
Sunder se soltó de su agarre con un brusco movimiento.
—¿Para qué? ¿Para que nadie me escuche? —espetó con palpable irritación—, tienes que decirme que sucede, Daniel, huir de este modo y esconderte no es nada propio de ti.
Él suspiró y pasó una mano por su cuello, indeciso acerca de qué hacer.
—Lo siento, sé que esto debe ser muy confuso para ti, Sunder, pero no puedo decir...
—Oh, ya, claro, el gran y bondadoso Daniel no piensa decirme nada porque no quiere "involucrarme" —ironizó Sunder, cruzándose de brazos y dedicándole una mirada furtiva—, qué generoso eres. Ahora, ¿por qué no mejor me dices que es eso en lo que no quieres que me involucre y me dejas decidir si quiero o no ayudarte?
Daniel lo miró, exasperado. Cuando Sunder estaba nervioso, aburrido o asustado solía usar el sarcasmo como una metralleta, al grado de que resultaba completamente cansado lidiar con él.
—No se trata de eso, es complicado —musitó, aún cuando sabía que no lograría disuadir a su amigo de dejarlo ir.
Sunder soltó una carcajada, una amarga que le dio mala espina. Se acercó a él un paso y levantó su índice en una señal de amenaza.
—Oye bien, Stone —dijo Sunder con tono frío—, si yo quisiera ahora mismo podría reportarte con la policía y entregarte, ¿crees que tendría problemas con eso? No, porque ahora mismo suenas como un desquiciado que está a punto de cometer una gran locura, así que si no piensas contarme ni una sola cosa...
Daniel ensanchó los ojos y alzó las palmas de sus manos en señal de paz.
—Espera, espera —interrumpió, sabiendo a la perfección que Sunder era en verdad capaz de eso—, cálmate, no hagas eso, por favor.
Su amigo enarcó una ceja y bajó su dedo.
—Entonces cuéntame lo que te sucede.
Daniel apretó los labios con fuerza, mirando a ambos lados del callejón y observando que no había nadie.
Estaba perdiendo tiempo, mientras él hablaba con Sunder, el asesino de James ya podía haberse reunido de nuevo con el otro sujeto y haberse marchado sin siquiera dar señal de vida. Pero tampoco podía dejar ir a su amigo y darle la oportunidad de delatarlo.
—Hum, en pocas palabras, estoy buscando al asesino de James —murmuró, rascando su mejilla y rehuyendo su mirada.
Sunder le vio como si de pronto le hubiera crecido una tercera cabeza. Aunque su expresión pareció suavizarse y su entrecejo se arrugó.
—Mmm... Daniel, tú sabes que tu hermano se suicidó —respondió con cuidado en sus palabras, casi como si tuviera miedo de su reacción.
Daniel pellizcó el puente de su nariz, frustrado. Se preguntó por qué había creído que su mejor amigo le creería a la primera, quizá debió comenzar con otras palabras.
—Maldición, mira, Sunder, no tengo el tiempo para esto, hay muchas cosas que debo hacer y...
Sunder colocó una mano sobre su hombro y su semblante se tornó determinado.
—Honestamente no entiendo ni un comino de lo que estás pasando y al parecer no planeas decírmelo todo, está bien, quiero que sepas que sin importar qué estoy aquí para ti, eres mi mejor amigo... No, mi hermano, y da igual si vas a luchar contra zombies o a buscar al asesino de James, te voy a seguir y...
—Cállate, idiota, a ti no se te dan esos discursos —le interrumpió Daniel, burlón, pero en cierto modo aliviado de que Sunder decidiera no cuestionarlo—. ¿Eso significa que confías en lo suficiente para dejarme ir?
Su amigo bufó.
—No, eso significa que te voy ayudar.
—Sunder, ya te he dicho que no puedes y...
—¿Es peligroso? Vamos, si logramos envolver la casa del profesor Thompson en papel higiénico sin ser descubiertos, entonces creo que juntos podemos lograr más.
—Esto no es ninguna broma, es serio, incluso podrías herirte.
—¿Es decir que tú también podrías resultar herido? —Sunder me miró, expectante y alzando ambas cejas.
—Sí, supongo —masculló Daniel entre dientes.
—Más razones para ayudarte, me niego a permitir que mi mejor amigo sea parte de una peligrosa investigación que puede causarle daño, además, ya me has contado lo primordial de esto, si te vas y algo te ocurre, seré cómplice por no haber dicho nada, y si eso sucede me sentiré tan culpable y me atormentaré por años y años y..
—¡Está bien! —se exasperó Daniel, removiendo sus pies en el suelo con aire de incomodidad—, puedes ayudarme... Pero vas a tener que ocultarte de la policía y hasta mentirle a tus padres, ¿seguro que no te preocupa hacer nada de eso?
—Estás hablando con el mismo tipo que por un año hizo contrabando de una marca de soda ilegal en Estados Unidos, eso no es nada nuevo para mí.
—De acuerdo... Si vas a estar conmigo, primero debes callarte, seguirme la corriente y ocultar tu rostro.
Sunder asintió varias veces con la cabeza, metiendo su mano al interior del bolsillo de su sudadera y sacando un gorro de lana color rojo, el cual se colocó encima de su cabeza, cubriendo la mayor parte de ella.
—¿Con eso basta? —preguntó.
—Supongo que es mejor que nada —refunfuñó Daniel, sin sonar muy convencido.
Lo tomó de la muñeca y le guió fuera del callejón. Ambos salieron a la plaza en donde las multitudes no se habían apaciguado y en lugar de eso, únicamente habían incrementado.
A pesar de que su ciudad contaba con una población poco numerosa, ahí, siendo que la mayoría se concentraba, era como si se tratara de una de las grandes ciudades, siendo Nueva York un ejemplo.
—¿Qué buscamos? —inquirió Sunder luego de que Daniel pasara diez minutos acercándose a diferentes grupos de personas, en los cuales se hallaban hombres jóvenes que entraban en su lista de sospechosos.
—Busco a alguien —contestó Daniel, lamentando no haber tenido más tiempo para poder explicarle a mayor detalle a su amigo la situación.
—¿Cómo se ve?
—No lo sé...
—¿Qué edad tiene?
—Tampoco lo sé.
Sunder arrugó el entrecejo en incomprensión.
—¿Entonces cómo esperas hallarlo? —preguntó, visiblemente confundido.
—Por medio de su voz —respondió Daniel con calma, dando un paso al frente para inmiscuirse en una charla ajena y recibiendo un par de prejuiciosas miradas a cambio—, sólo escuché cómo hablaba, así que pienso reconocerlo por su voz.
—Oh, ya veo, ¿y es muy importante esta persona?
Daniel dudó, sopesando la idea de contarle o no a Sunder acerca de la conclusión a la que había llegado. Rascó su cuello y frunció el ceño, aminorando su paso.
—Sé que aún te falta mucha información —comenzó diciendo en un murmullo apenas audible—, pero tienes que saber que estoy seguro de que este desconocido es el mismo que mató a mi hermano.
Sunder detuvo su paso, mirándolo con asombro.
—Espera, ¿hablabas en serio con lo del asesinato de James? —cuestionó, jugueteando con sus pulgares y tensando su espalda.
—Por supuesto que sí, ¿qué pensabas?
—Bueno, pues...
El semblante de Daniel se ensombreció cuando entendió lo que significaba la forma en que Sunder le veía.
—No me creíste, ¿no es así? —preguntó, deteniéndose por completo para encararlo.
—¡No es que no te crea! Claro que te creo, pensándolo bien, ¿qué hacemos perdiendo el tiempo? Deberíamos estar buscando a ese asesino... ¿No?
Daniel mordió el interior de su mejilla y bajó la vista, riéndose de sí mismo por haber pensado que Sunder de verdad podía seguirle aún después de saber los motivos de su investigación.
Sólo un demente podía ir tras él habiendo obtenido esa misma información... Tal vez por eso Griffin era el único que le estaba ayudando.
—Por favor —murmuró—, Sunder, no tienes que hacer esto. No en vano te dije que no quería involucrarte... Está bien si no me crees, no esperaba que lo hicieras, sin embargo, estoy seguro de que James no cometió suicidio, tengo evidencias que lo comprueban, y ahora sólo necesito del tiempo para poder obtener más y llevar a su asesino a la justicia.
Los ojos de Sunder se mostraban indecisos y sus pupilas viajaban de un lado a otro, probablemente analizando los riesgos de darle razón a su palabra.
Luego de unos largos minutos, finalmente soltó un suspiro y sus hombros se relajaron.
—Lo siento —dijo él, sonando nervioso—, sé que esto tampoco es fácil para ti y vengo yo sólo para molestarte, honestamente me creer que James no se haya suicidado, digo, no lo conocí, aunque todos hablaban tanto de eso que siento como si así hubiera sido... El punto es, que no mentí cuando dije que quería ayudarte, y si lo que quieres hacer es exponer al asesino de tu hermano... Bueno, puedes contar conmigo.
Los labios de Daniel esgrimieron una sombra de sonrisa. Sí, seguía viendo a Sunder como un posible riesgo que incluso podía volverse un daño colateral.
No quería eso. Sin embargo, tampoco quería que se marchara.
Tal vez era un deseo egoísta si lo examinaba con atención, pero mentiría si dijera que no quería contar con el apoyo de su mejor amigo.
—Gracias, Sunder —soltó, soltando un suspiro que no se dio cuenta que había estado reteniendo.
Él asintió con la cabeza, sin responder.
De pronto, una voz los sobresaltó, una que provenía de los altavoces en las esquinas de las calles y anunciaba:
—Queridos ciudadanos, me da gusto anunciarles que el festival de elección recién está comenzando, ¡disfruten de esta pequeña celebración y sean bienvenidos a los puestos de comida, juegos y a las muchas otras cosas que se han planeado para este día!
Daniel se quedó congelado al oír esta voz y los vellos de su nuca se erizaron.
Reconocía esa voz... Era la primera que había hablado en ese almacén. Esa que había sonado vieja y ronca.
—Sunder —llamó—, ¿quién era la persona que habló hace un momento?
—¿Hum? —respondió el aludido—, ¿cómo no le reconoces, amigo? Vamos, si él es el Alcalde.
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