/Capítulo 19/
Daniel podía sentir la bilis subir por la boca de su estómago y volverse un nudo en su garganta, tuvo que apretar sus puños con fuerza para tratar de parar el temblor que sacudía sus manos.
Ya no estaba seguro de si tenía buena suerte o una muy terrible, pues estaba seguro de que se trataba del misterioso sujeto que había contratado a Sandy para robar las anfetaminas.
Miró hacia el cielo que se dibujaba justo delante suyo en la ventana, era luna llena y no habían nubes que la ocultaran, por lo que resultaba un paisaje encantador. O lo habría sido de tratarse de otras circunstancias.
Tragó saliva al oír cómo los pasos de fuera se aproximaron hasta llegar al interior del depósito. Entonces se volvieron en un gran eco que hacía que un escalofrío recorriera su espina dorsal.
Volvió su mirada hacia Griffin y notó que él no estaba alterado, sino por lo contrario, su semblante se hallaba en profunda calma y sus ojos estaban concentrados en el frente, donde se hallaba el alféizar de la ventana.
Se preguntó cómo podía estar tan tranquilo.
Aunque rápidamente sus pensamientos fueron reemplazados por las intenciones de saber a quiénes pertenecían los pasos. Podía calcular que eran dos personas a juzgar por el sonido que sus zapatos producían.
No, de hecho estaba seguro.
Cerró sus ojos y se concentró, pues en ese preciso momento las personas a sus espaldas que no sabían de sus presencias, comenzaron a hablar.
—¿Por qué me trajiste a este horrible lugar? —preguntó una voz ronca y profunda, una que le resultaba vagamente conocida a Daniel, sin embargo, él falló en tratar de ubicarla en sus memorias y sus labios se curvaron en una mueca.
—¿Acaso no se te ocurre una buena razón, viejo? —inquirió otra voz distinta a la anterior, pues esta sonaba más joven y ligera.
—Si estás aquí por eso entonces puedes dar media vuelta y marcharte, ¡no pienso darte ni un centavo por un trabajo mal hecho!
—¿Mal hecho? Maldita sea, idiota, ese fue el mejor trabajo que alguna vez verás en toda tu miserable vida, el daño colateral no fue mi culpa.
Un suspiro resonó en el depósito, aún si no Daniel no tenía idea de a quién pertenecía.
—De acuerdo —accedió la primera voz—, veré que puedo hacer... Pero debes asistir al festival del aniversario de elección si quieres que lo considere.
—A la mierda ese aniversario, ¿para qué me quieres ahí?
—Para saber si realmente quieres eso por lo que tanto has peleado... Eres más determinado de lo que me gustaría admitir, ¿sabías que tu padre era igual en ese aspecto?
—No hables de ese hombre.
—Como quieras. ¿Esto significa que hemos acabado aquí? Honestamente no quiero estar cerca de ti o que alguien me vea en esta alcantarilla infernal, ¿qué dirían los rumores si supieran que estuve aquí con una rata como tú?
—Probablemente dirían que no les sorprende. Si tanto deseas irte, lárgate, no pienso entretenerte más del tiempo necesario. Sin embargo, si se te ocurre tratar de delatarme te prometo que...
—Cálmate, niño, no planeo hacer nada de eso, si te hundes tú yo también lo haré. No me conviene en lo más mínimo decir algo de esto.
—Mmm... Bien. Entonces, te veré en el festival.
Daniel oyó cómo los pasos se alejaban de ahí, y sólo entonces pudo soltar el aire que inconscientemente había estado reteniendo.
No se movió, esperando a que transcurriera el tiempo suficiente para que las dos personas se fueran. Si bien podía salir e intentar descubrir la matrícula del auto en el que ellos habían venido, cabía el riesgo de que los descubrieran, y desconocía por completo qué tipo de armas llevaban, por lo que era más seguro quedarse ahí de momento.
El festival del aniversario de elección, había dicho la voz más vieja, eso era mañana: El tres de noviembre.
Ese festival era algo pequeño y local, en donde se reunían las personas en el centro de su ciudad para festejar a su alcalde, pues él, Henry Rash, había sido reelegido varias veces, siendo el alcalde de su ciudad por más de quince años, y este hecho parecía ser un motivo de celebración para sus ciudadanos.
Daniel nunca le había tomado importancia y jamás se le había ocurrido ir a una fiesta tan aburrida. Sin embargo, ahora que sabía que los dos desconocidos estarían ahí, se moría de ganas por asistir.
Aún no tenía idea de quiénes eran, o si acaso uno de ellos realmente había planeado el homicidio de su hermano y Félix, pero no podían tratarse de alguien más, ¿o sí? Sandy había dicho que ahí era en donde la persona que le había contratado hacía sus reuniones.
No podía ser coincidencia.
Los latidos de su corazón se habían ralentizado en gran medida, pues ya sólo podía oír el canto de los grillos y el silbido del aire al cruzar por de entre las hojas de los árboles.
Estaba tranquilo, y sin embargo; había algo que no se sentía bien.
Abruptamente, escuchó algo similar a un pequeño clic.
Ensanchó sus ojos, sin atreverse a girar la mirada.
Sabía de antemano que se trataba del mismo ruido que producía un seguro de arma al ser removido.
Miró de reojo como Griffin, a su lado, se tensaba.
Ninguno dijo nada ni tampoco se movieron.
—¿Quiénes son y por qué están aquí? —cuestionó alguien a su izquierda. Era la segunda voz que había oído en la conversación, sólo que en esta ocasión sonaba más seria y con un aire de odio.
Daniel finalmente reunió el valor suficiente para girar su cabeza hacia la persona que les había hablado. No le sorprendió ver que estaba de pie y les apuntaba con una pistola plateada en la que se reflejaba la luz de luna, su rostro estaba oculto gracias a la oscuridad, por lo que no era capaz de determinar su altura o aspecto.
La única cosa de la que estaba seguro era su género, sin duda alguna era un hombre joven, aunque su edad no podría decirla con precisión.
—¿No piensan responder acaso? —volvió a decir él, su tono sonó amenazador.
Daniel se puso de pie lentamente, mantuvo sus manos en lo alto y no realizó ningún movimiento brusco, sabiendo que sólo eso podía darle una excusa al sujeto para disparar.
Griffin le imitó con menor cuidado y con una actitud un poco más desafiante, quedando delante de Daniel y sin darle a él un campo de visión abierto para poder ver con claridad lo que sucedía.
—Nos perdimos, eso es todo —masculló Griffin con seguridad.
Daniel sabía que una mentira así no convencería en lo más mínimo al hombre que los amenazaba y que no tendría problemas en dispararles si lo consideraba necesario.
—¿De verdad? —ironizó él con atisbo de burla—, así que decidieron venir a esconderse y oír todo, ¿no es verdad?
—No quisimos escucharlos —aportó Daniel, sintiéndose en verdad nervioso y preguntándose si la otra persona también había optado por regresar para ayudar a su compañero, esperaba que no, o estarían en aún peor desventaja—, d-de hecho, ya nos íbamos...
—¿Irse? Ustedes no irán a ningún lado.
Daniel era consciente de que si él disparaba, la bala iría directo a Griffin, quien era el que se hallaba justo delante de su atacante, si quisiera, podría aprovechar eso y salir huyendo de ahí.
Se mortificó al darse cuenta de que realmente lo estaba considerando una alternativa.
Sacudió la cabeza. No, no podía permitir que Griffin resultara herido, era algo que ni siquiera podía pensar.
Necesitaba buscar una forma de que ambos salieran de ahí vivos.
¿Pero cómo?
De improviso, un ruido sordo llenó sus oídos y los sobresaltó a todos.
Su atacante dudó, y Daniel observó cómo retiraba el arma de ellos.
—¡¿Eres tú, viejo?! —preguntó él, volviendo su cabeza hacia la dirección del sonido.
Sin embargo, esos segundos de confusión bastaron para que Griffin decidiera lanzarse al frente, arrebatándole el arma al misterioso hombre y atizandole un golpe al estómago.
—¡Corre! —gritó él.
Daniel no lo pensó dos veces antes de obedecer, saltó por el alféizar de la ventana sin cristal y salió corriendo.
Su pulso aumentó de golpe y el color desapareció de su rostro, demasiado asustado para siquiera intentar mirar atrás.
Pero tras conseguir llegar al pie de un árbol sin oír ningún disparo, se atrevió a mirar sobre su hombro.
Observó que Griffin lo seguía de cerca.
—¿Por qué te detienes? —preguntó él, llegando hasta su lado y tomándolo del codo para que siguiera avanzando.
Daniel no contestó y se limitó a continuar corriendo.
No supo cuánto tiempo pasó, pues lo único en lo que podía pensar era en que tenía que huir,
sólo podía ver borrosas manchas verdes que debían tratarse de los árboles que le rodeaban. Él y Griffin finalmente llegaron a un claro despejado y desierto, en donde se encontraban altas hierbas que llegaban al nivel de su rodillas.
Una vez ahí, Daniel se desplomó sobre el suelo, exhausto y con sus pulmones gritando de dolor.
¿Ya hemos mencionado que él no era ningún atleta?
Las hierbas picaron contra la superficie de su espalda y podía ver con suma claridad a la luna alzarse por sobre su cabeza. Pasó varios minutos en un completo silencio, aguardando por que su respiración se tranquilizara antes de poder hablar.
—Gracias... por eso —dijo, su garganta se sintió muy seca y le costó un tanto conseguir emitir un ruido coherente.
Griffin, quien se había dejado caer a su lado y ahora miraba hacia el cielo, asintió con la cabeza. Él, como era de esperarse, no lucía exhausto por su pequeña carrera, la calma había vuelto a inundar su rostro, aunque quizá ahora se mezclaba con un aire pensativo.
—Si no se hubiera distraído probablemente no habríamos salido los dos de ahí con vida —masculló, arrancando un par de hierbas del suelo con sus dedos.
Daniel giró su cabeza hacia Griffin.
—Sí, supongo —murmuró. No era una idea en la que le gustaba pensar, pues había estado tan cerca y se había sentido tan real que ahora la odiaba profundamente. Mordió el interior de su mejilla, sintiendo que necesitaba sacar algo de su pecho antes de que el remordimiento lo consumiera—. Hum, Griffin, ¿puedo confesarte algo sin que me creas alguna clase de persona horrible?
Griffin apartó su mirada del cielo y la clavó en él.
—Claro —respondió sin pensar.
Daniel soltó un suspiro y colocó sus manos por debajo de su cuello, sintiéndose ligeramente incómodo, pero determinado a no dar marcha atrás.
—Honestamente, cuando vi que ese tipo de verdad planeaba dispararnos —comenzó diciendo—, Yo... pensé en huir, dejar que te disparara primero y luego salir corriendo... De verdad creí que era una posibilidad viable que podía justificarse con las circunstancias... Lo siento, no sé por qué lo vi cómo algo que podía hacer.
No tenía razones para contarle algo como eso a Griffin, era posible que la mayoría de las personas prefirieran guardarse un pensamiento como ese debido a que no aportaba nada bueno mencionarlo, pero sí podía llegar a generar fricción con su compañero.
Sin embargo, quería dejar de mentirse con cada cosa que hacía y pensaba, por una vez quería poder decir lo que pensaba en voz alta sin que ese susurro en el interior de su cabeza lo juzgara sin parar.
¿Que si estaba mal? ¿Que si era egoísta? Sí, quizá lo era con que sólo la idea cruzara por su mente, pero si lo era estaba cansado de pretender que no o de desear vivir en una mentira, cuidándose y temiendo dd lo que otras personas dirían.
—¿Por qué me dices eso? —cuestionó Griffin, tras quedarse callado por varios minutos.
Daniel se encogió de hombros, mirando lla luna y percibiendo que la noche había oscurecido aún más.
—No lo sé —admitió—, me sentí mal por pensarlo, tú no has dejado de ayudarme desde que todo esto comenzó, e incluso estabas dispuesto a hacerlo por ti mismo cuando me negué a participar... Si lo hubiera hecho, si ese tipo realmente hubiera disparado, tengo miedo de cómo habría llegado a reaccionar.
—Pero no lo hizo. Y aunque hubiera sido así, hubiera preferido que huyeras a que trataras de quedarte conmigo, ser un héroe no es lo tuyo, niño. A veces huir y renunciar a lo que te importa es la mejor alternativa si quieres vivir para algo o alguien más, no importa el precio que pagues por ello... Me parece que James nunca entendió eso, ¿ser un cobarde y huir? Él siempre lo vio como la peor deshonra del mundo, daba igual si era la única forma en que podía estar a salvo.
Daniel se sorprendió de oír a Griffin hablar de una forma tan seria, su tono no estaba teñido de ese deje humorístico o sarcástico que tanto lo caracterizaba, por una vez se escuchaba como una persona que había pasado por muchos horrores y había tenido que vivir para contarlo.
No estaba seguro de cómo reaccionar a sus palabras, al final de cuentas, también era nuevo que hablara de James, pues lo poco de lo que había llegado a confesarle eran datos triviales o poco profundos.
Pero eso era distinto.
—¿Crees que eso fue lo provocó que lo asesinaran? —preguntó Daniel con cautela, incorporando sus espalda y sentándose con las piernas cruzadas.
Griffin apretó los labios.
—No, no lo creo... estoy seguro de que fue eso —Soltó un suspiro y se puso de pie con lentitud—. Bueno, chico, creo que tenemos que dejar de perder el tiempo y confiarnos de que ese loco no nos encontrará.
—Cierto, cierto —contestó Daniel, levantándose de un salto y cruzándose de brazos—. ¿Alcanzaste a ver su rostro o algo útil?
Griffin pareció pensar en ello.
—Lamentablemente no —murmuró, pasando una mano por la parte posterior de su cabeza—, aunque llegué a reconocer un acento británico en su voz.
—¿De verdad? Yo no escuché ninguno.
—Era apaciguado y casi no se notaba, estoy seguro de que incluso se esforzaba por ocultarlo, pero ahí estaba, lo sé porque tengo una amiga que era inglesa, su acento eventualmente desapareció tras vivir aquí varios años pero nunca se fue del todo.
—Mmm... De acuerdo, otra cosa que sabemos de él es que es varón y en definitiva no está más allá de los treinta. Y también sabemos una cosa muy importante.
—¿Y cuál es?
—Que estará en el festival del aniversario de elección.
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