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/Capítulo 16/

Daniel sabía que no podía quedarse por más tiempo en el apartamento de Griffin, era una causa perdida ahora que sabía que el reproductor de vídeo tenía la capacidad de hacerlo volar por los aires y brindarle una muerte segura.

Pero tampoco podía irse, pues ese sitio era al que debían llegar y si se iba eso implicaba dejar a Griffin sin el conocimiento de la bomba.

Soltó un suspiro y se reclinó sobre el sofá. Haber tenido esa larga conversación con su hermano le había otorgado cierto alivio que no sabía que era capaz se sentir.

Pero en cierto modo no quería seguir hablando de eso, después de todo, las conversaciones sentimentales seguían siendo un territorio desconocido para él y no le agradaban del todo.

Sacudió su pelo y miró el reloj colgado sobre el televisor, apenas estaban dando las cuatro de la tarde, era temprano y a su vez sentía que se estaban quedando sin tiempo.

¿Por qué? ¿Sería que era consciente de que la posibilidad de que los asesinos de James y Félix huyeran era muy alta? No, no quería pensar en eso.

—¿Crees que tenemos tiempo para que me pongas al corriente de todo lo que sucedió cuando no estaba? —preguntó James, ligeramente indeciso.

Daniel lo miró y pensó en esto.

—Sí, supongo que lo tenemos, no es como si hubieran pasado muchas cosas.

Luego de que transcurriera una media hora y ambos hubieran finalizado su conversación, Griffin finalmente regresó.

—Nunca vayas a un hospital fingiendo tener un ataque cardíaco —Fue lo que soltó tras cruzar el umbral de la puerta—, los médicos te conectarán a una máquina y cuando vean que tu ritmo cardíaco está bien entonces te echarán a patadas... Al parecer no les hace gracia que los llamen para ese tipo de cosas.

Daniel enarcó una ceja.

—¿Sólo te echaron a patadas? —preguntó—, qué raro, cuando mi amigo y yo hicimos una llamada falsa a emergencias la enfermera nos maldijo por al menos una hora y llamó a nuestros padres para que nos castigaran.

Griffin se sentó a su costado, del lado opuesto a donde se hallaba James, y cruzó los brazos sobre su pecho.

—Dime que al menos no he pasado por eso en vano y conseguiste la grabación.

Daniel esgrimió una mueca.

—Hum... Sí conseguí la grabación, pero tenemos un problema.

—¿Cuál es?

—Es posible que tu reproductor de vídeo tenga una bomba.

Griffin ensanchó los ojos y recogió sus piernas de golpe, subiéndolas al sofá como si alguien le hubiera dicho que había una seria infestación de ratas saliendo del suelo.

—¡¿Cómo puedes decir eso tan tranquilamente?! —gritó, mirándolo como si de pronto le hubiera crecido una tercera cabeza.

—Y me regañas justo por hacer eso —dijo James con un ligero atisbo de humor en su tono.

Daniel fingió pensar la pregunta de Griffin.

—Digamos que ya llevo más una hora aquí y nada ha explotado, así que he tenido tiempo para asimilarlo.

Griffin se puso de pie de un salto y puso la mano sobre su pecho, haciendo un gesto que parecía ser un saludo a la bandera.

—¡No te preocupes, hermano de James! —exclamó con seguridad—, estoy especializado en el campo de desactivación de bombas, así que estoy perfectamente calificado para...

—¡Ah, ni hablar! —interrumpió Daniel de inmediato—, tú no eres nada de eso, ni se te ocurra acercarte a esa cosa.

Griffin se dejó caer sobre el sofá, desilusionado.

—Ah, si te pones así entonces no hay nada que podamos hacer.

—De cualquier modo no hay nada que podamos hacer —masculló Daniel—, acercanos siquiera un poco podría resultar suicida.

—Llamemos al escuadrón de bombas para que nos ayuden, pues.

—¿Y contarles qué cosa?

—Que alguien ha puesto una bomba en mi apartamento, obviamente.

—¿Crees que te harán caso?

—No lo sé, no nos cuesta tratar.

Daniel dibujó una mueca en sus labios.

—Eso haría que nos vieran, considerando que nos están buscan dudo que sea una buena idea.

—Podría ser una llamada anónima de alguien que vio a una persona sospechosa llevando un peculiar maletín y forzando la entrada al apartamento de su vecino  —sugirió James, quien a pesar de no poder ser oído por Grifdin se mantenía al tanto de la conversación.

Daniel le hizo saber esto al hombre y él asintió lentamente con la cabeza.

—Sí, eso podría funcionar —murmuró para sí mismo y en voz alta agregó:—. Bueno, en ese caso, será mejor que nos vayamos y llamemos desde una cabina de teléfono.

—De acuerdo —respondió Daniel—, tú haz eso, mientras tanto pensaré en alguna forma de conseguir un reproductor de vídeos lo más pronto posible.

Con esto en mente, ambos salieron del apartamento, separándose tras cruzar el umbral de salida y prometiendo encontrarse en el mismo café en el que habían estado esa mañana.

—¿Dónde encontrarás un reproductor a estas horas? —inquirió James a su lado. Los dos estaban caminando por la calle vacías que usualmente solían estar así, al final de cuentas era Wyoming, el estado menos poblado de su país—, por lo que entiendo no puedes volver a casa y dudo que puedas acudir a alguien que conoces.

Daniel chasqueó la lengua.

—Tienes razón —concedió y colocó su índice bajo su barbilla con aire pensativo—. ¿Qué tan probable es que una persona tiren a la basura un reproductor en perfecto estado?

Su hermano puso mala cara.

—No vas a hurgar en la basura sólo por esa remota posibilidad —espetó—. Mira, conocía a alguien que trabajaba en una tienda de vídeos, no sé si siga en el negocio o si incluso ya haya muerto, seis años pueden hacer mucha diferencia, sin embargo, me parece que no está mal revisat si aún existe su tienda y si es así, pedirle prestado su reproductor.

—Hum... De acuerdo, podemos probar, ¿su establecimiento está cerca?

—Puedo guiarte.

Seguir a James no era una cosa tan sencilla como cualquiera habría pensado, pues mientras que su hermano no tenía que detenerse al cruzar las calles o tener cuidado por chocar contra las personas, Daniel sí debía tenerlo y el que James no hacia que la diferencia entre su andar fuera muy notoria.

Parecía un niño pequeño siguiendo um globo que era arrastrado por el viento.

—No vayas tan rápido —se quejó luego de andar tras él de ese modo por dos calles enteras.

James se detuvo y se volvió a verlo.

—Es verdad, había olvidado lo debilucho que eras —bromeó, una sonrisa se curvó en sus labios—. La verdad es que esto de haber regresado como fantasma hace que mis pasos sean mucho más ligeros, aunque no sé bien como sé esto, no recuerdo como eran antes —Arrugó ligeramente el entrecejo—. Da igual, lo siento por apresurarte así. Pero mira, ya hemos llegado.

Daniel levantó la mirada y advirtió en que su hermano tenía razón.

Delante suyo se encontraba un local con una fachada color azul marino, su puerta tenía un pequeño letrero que en su centro gritaba: ¡Abierto!

Más arriba estaba escrito en altas letras negras el nombre del establecimiento, el cual era "Vídeo Sky", y en la pared del sitio habían pequeñas nubes pintadas sobre el azul marino, que era el fondo principal.

La decoración del exterior no era llamativa en sí, pero extrañamente cuadraba bien con el aura que emanaba ese local.

—¿No es grandioso que siga existiendo este sitio? —preguntó James, su mirada estaba fija en el nombre del establecimiento y una ancha sonrisa escalaba por sus labios.

—Lo es —contestó Daniel, aliviado por que al menos hubieran hallado una solución a uno de sus problemas.

.

—¡Aquí no dejamos entrar a delincuentes! —exclamó el encargado principal cuando Griffin (con quien se había reunido en el café más tarde y le había hablado de su descubrimiento) y Daniel quisieron entrar a Vídeo Sky.

El encargado era un hombre de facciones adustas e inexpresivas, sus cejas estaban enarcadas hacia abajo al igual que sus labios y sus brazos estaban cruzados con firmeza.

Griffin, que aparentemente también conocía ese lugar, soltó un suspiro.

—¡Vamos, Roger, hazlo por los viejos tiempos! —pidió, posando las palmas de sus manos sobre el cristal de la puerta.

Roger bufó.

—¿Viejos tiempos? Tú y tu cómplice se pasaban rentando vídeos aquí que jamás devolvían, justo cuando pensaba que se habían marchado por fin vuelves después de muchos años. ¡No vas a entrar a este honorable establecimiento de nuevo, Griffin Tanner!

—Sólo necesitamos que nos deje usar su reproductor unos minutos —alegó Daniel, decidiendo que era un buen momento para unirse a la conversación.

—¿Y tú quién eres? —cuestionó Roger, entrecerrando los ojos y mirándolo un tanto despectivo.

—Soy Daniel Stone...

—¿El hermano del cómplice de este idiota?

—Eh, sí...

—¡Menuda suerte la mía! Así menos les dejo pasar.

—Esto es muy importante —insistió Daniel—, no entiende la gravedad de esto, estoy tratando de descubrir si mi hermano en realidad fue asesinado.

El haber soltado una frase así debía ser lo más imprudente y tonto que alguna vez había hecho en su vida, sin embargo, estaba desesperado por saber qué había en esa condenada cinta y a esas alturas poco le importaba lo que las personas creyeran o pensaran de él.

Roger estaba innegablemente sorprendido por su abrupta confesión y bajó sus brazos.

—¿Qué dijiste?

Daniel se sonrojó por completo y bajó la mirada.

—Dije que es posible que mi hermano no haya cometido suicidio y es algo que estoy investigando —musitó, jugeteando con sus pulgares con aire nervioso.

Pensó que quizá Roger les gritaría que se marcharan y que incluso llamaría a la policía, supuso que de haber estado del otro lado de la puerta eso habría sido algo que él habría hecho.

No obstante, eso no fue lo que ocurrió.

Se desconcertó de oír el clic del seguro de la puerta siendo removido, y al levantar la mirada notó con sorpresa que Roger la había abierto por completo y ahora les miraba con aire inquisitivo.

Sus ojos viajaron hacia Griffin y lentamente preguntó:

—¿Es verdad?

—Por supuesto que lo es —contestó Griffin de inmediato.

Roger puso los ojos en blanco.

—¿Para qué demonios te pregunto a ti? —Volvió su rostro hacia Daniel—. Es peligroso eso que estás haciendo y espero que entiendas con lo que te estás metiendo al asumir que existe la posibilidad de que tu hermano haya sido asesinado.

Daniel apretó los labios en una fina línea recta.

—Sé bien lo que hago —aseguró, aún si su tono no sonó demasiado convencido—. No le estoy pidiendo mucho, sólo déjenos ver una grabación y eso será todo. Lo prometo.

Roger tensó la mandíbula, sopesando esto en silencio por lo que parecieron ser largos minutos.

—Está bien —accedió finalmente—, pero no hagan ruido y más les vale no asustar a los clientes. Pueden ver la grabación en la parte de atrás.

Griffin y Daniel (y también James, sólo que pasando completamente desapercibido) siguieron a Roger a través del interior del local, el cual era más grande de lo que aparentaba.

Habían filas y filas de altos estantes con innumerables cintas perfectamente acomodadas encima, habían de todo tipo, desde películas de acción hasta románticas, e incluso grabaciones de sesiones de yoga y karate.

Debía admitir que la variedad de cintas con las que Vídeos Sky contaba era impresionante. Los estantes eran cubiertos por un pálido color púrpura, dándoles un aspecto mágico y surrealista.

No se demoraron en llegar al extremo opuesto de la entrada, donde yacía una puerta con las palabras NO Entrar dibujadas en su superficie. Entraron y Daniel observó luego de cruzar el umbral que ahí no era muy grande.

Habían algunas cajas apiladas en la esquina más alejada, las paredes eran marrones y aburridas, había una pantalla al fondo de la pequeña habitación y al suelo lo cubría una delgada alfombra que soltaba polvo cuando alguien pisaba sobre ella.

—Es aquí —informó Roger, y miró el reloj que llevaba en su muñeca—. No se tarden mucho en ver eso a lo que han venido, ¿de acuerdo?

—Por supuesto —contestó Daniel, inclinando un poco su cabeza en su dirección.

Roger suspiró y salió del cuarto, cerrando la puerta detrás de sí.

Daniel no esperó a más y se puso de cuclillas para insertar la cinta dentro del reproductor que lo aceptó al acto, sobre éste se hallaba un televisor con una gruesa manta de polvo cubriendo su superficie, lo que no lo diferenciaba del resto de las cosas allí. Se alejó y tomó asiento en el suelo, buscando acomodarse lo mejor posible en un sitio como aquél. Griffin le imitó y ambos esperaron a que la grabación entrara.

No pasó demasiado antes de que esto sucediera, Daniel pudo avistar que la pantalla ahora les mostraba la grabación del día en que la farmacia había sido asaltada, más específicamente el área de farmacéutica, en donde yacía una joven tras el mostrador con aire aburrido, su mentón estaba apoyado sobre el dorso de su mano y sus ojos parpadeaban con pereza.

Tomó el control remoto del televisor y adelantó las partes donde nada interesante sucedía.

—Detenlo ahí —soltó Griffin de pronto, Daniel obedeció y dejó que la velocidad corriera normal.

Observó anonadado como en la pantalla transcurría la escena que habían estado buscando ver. La entrada de la farmacia se abrió de golpe y a través de ella entró un chico, portaba una vestimenta oscura y a sus ojos los cubrían unas gafas del mismo color.

La joven en la caja registradora levantó la mirada al verlo entrar y su entrecejo se arrugó ligeramente, quizá sospechando de la apariencia del nuevo cliente. El chico se apresuró por ponerse delante de ella y del interior de su abrigo sacó una pistola negra, apuntándole a su rostro de inmediato.

Él y la joven intercambiaron un par de palabras que ellos no pudieron escuchar, ella lucía muy asustada, el color de su rostro había desaparecido por completo y sus manos temblaban luego de que las hubiera levantado en señal de paz.

Ella acabó por entregarle unas cuantas cajas pequeñas que sabía de antemano que en su interior contenían dosis de anfetaminas.

La escena concluyó con el chico huyendo de la farmacia, sin dar pista alguna de su identidad.

Daniel pasó una mano por su frente y presionó el botón de pausa para detener el vídeo.

—No sé que esperábamos hallar viendo esto —murmuró—, él ni siquiera muestra su rostro... Ya veo porque el padre de Sunder se rindió con hacer una investigación al respecto.

Griffin dibujó una mueca en sus labios.

—Algo debemos poder sacar de esto —respondió—, seguro que hay algo que necesitamos ver bien para encontrarlo.

—¡Mira eso! —exclamó James repentinamente, señalando con su índice una esquina de la pantalla—, se puede ver que el chico tiene una clase de tatuaje en el cuello.

Daniel se acercó al televisor, examinando mejor lo que su hermano había dicho.

—Es verdad —murmuró, dándose cuenta que el chico había girado el rostro por sólo unos grados, sin embargo, eso bastaba para delatar el tatuaje que tenía justo bajo su oreja, no se veía muy bien, probablemente hubiera pasado como una mancha cualquiera si James no lo hubiera señalado.

—¿Qué cosa? —inquirió Griffin, ladeando la cabeza.

—Ese tatuaje —contestó Daniel—, ¿crees que pueda ser importante?

Una garganta carraspeó a sus espaldas y al girarse cayó en la cuenta que Roger había entrado en silencio y los miraba con los ojos entrecerrados.

Daniel pensó al instante que estaba ahí para decirles que su tiempo había acabado o algo parecido, pero no fue eso lo que salió de los labios de Roger.

—¿Ese tatuaje? —repitió el hombre, dando un paso al frente—, lo he visto antes, lo usan un par de vándalos que van a un bar que está a unas cuadras de aquí.

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