/Capítulo 14/
Daniel nunca se había interesado en el papel del líder.
Estaba acostumbrado a limitarse a seguir la vehemencia del resto, había pasado tantos años admirando en la distancia a su hermano mayor y otros más tratando de conseguir innumerables formas para lograr agradarles a sus compañeros de clase y los que vivían cerca del vecindario.
Recordaba que cuando sus padres, en algún punto del pasado, le llegaron a preguntar:
—¿Si tus amigos se lanzan de un puente tú también tu harías?
Daniel siempre solía pensar: "¡Por supuesto que lo haría, son mis amigos!"
No obstante, no fue hasta más tarde que descubrió que nada de eso era verdad, cuando cayó en la cuenta de que tras la muerte de James ya no había nadie a su lado y que en menos de lo que se había dado cuenta, se había quedado absolutamente solo. De pronto, todos aquellos que se habían proclamado sus amigos se esfumaron en el aire, al grado de que Daniel se llegó a preguntar si realmente estuvieron con él o simplemente fingieron estarlo y huyeron a la primera señal de problemas.
Era el motivo por el que Sunder era su mejor amigo, nunca había intentado agradarle por medio de falsas palabras basadas en la hipocresía y en las leyes no escritas de la sociedad. Había sido un buen compañero y oyente desde un comienzo, de vez en cuando era odioso y algo irritante, pero esta justo por eso el motivo por el que Daniel le tenía tanta estima, jamás fue alguien que no era y su silencio llegó a valer más que todas las frases que alguna vez llegaron a decirle sus falsas amistades.
Ésa era la razón por la que se había olvidado del deseo de hacer amigos. Si le dieran a elegir el tener miles de amigos falsos cuyo consuelo estaba basado en la monotonía o quedarse solo únicamente con un amigo... Entonces elegiría todas y cada una de las veces que le hicieran esa elección la segunda alternativa.
Así que, en retrospectiva, había pasado la mayor parte de su corta vida siguiendo a los demás y el resto de sus años entrando a un cascarón para evitar volver a hacerlo. Daniel había querido dejar de ser tan dependiente de la aprobación de las personas y de sus mismos padres, deseo que sólo se avivó con el paso de los años.
Sin embargo, ahora parecía haber vuelto a esa necesidad suya de seguir a quien tuviera enfrente, y en ese caso, ese alguien era Griffin. Él lucía sencillamente tan confiado y su rostro no denotaba ninguna duda.
¡Seguro que sólo era un indicio de un severo caso de mitomanía! Las mentiras, al final de cuentas, también se veían influenciadas en la postura y semblante de la persona que las decía.
Y aún pensando esto y desconociendo por completo el plan, Daniel no se resistió, ni siquiera se atrevió a insistir en obtener respuestas. Sino que se mordió la lengua y siguió Griffin sin rechistar.
Quizá tenía que ver el heho de que hubiera sido uno de los amigos de su hermano, quizá sólo era él tratando de aferrarse desesperadamente a una conexión con su James, quien sólo parecía aparecer siempre que ya estaba lejos del peligro.
Soltó un suspiro exasperado y sacudió la cabeza cuando entendió que ya habían llegado al frente de la farmacia en la que trabajaba el padre de Sunder.
Griffin puso la mano sobre su mentón y su inexpresivo rostro denotó un aire pensativo.
—De acuerdo —murmuró, bajando su mano y tronando sus nudillos—, es hora de empezar el show —Se volvió hacia Daniel y una sombra de sonrisa asomó sobre la comisura de sus labios—. Niño, entra y busca la puerta donde están las grabaciones, cuando veas que el encargado sale te escabulles y tomas la grabación que necesitamos, ¿entendido?
A Daniel le mosqueó un poco que le llamara niño, aunque se guardó sus pensamientos para sí mismo y asintió con la cabeza en su lugar.
—Está bien... Pero, ¿cómo haré para esquivar las cámaras?
Griffin arrugó el entrecejo.
—¿Acaso quieres que lo piense todo o qué? Ya lo descubrirás tú. Vamos, que no tenemos todo el día.
Daniel dibujó una mueca en sus labios. No objetó nada al respecto y bajó la mirada, puso la capucha de su sudadera sobre su cabeza y entró a la farmacia, se aseguró de no lucir lo suficiente oculto como para que creyeran que se trataba de un delincuente que buscaba asaltarlos, pero tampoco llamó la atención de nadie y cabizbajo se dirigió al frente, mezclándose entre los pocos pasillos de la farmacia.
Agradeció que el sitio estuviera totalmente vacío y esto lo hizo sentir un tanto aliviado. Fingió entretenerse observando un bote de shampoo y de reojo miró con firmeza la puerta que ya sabía de antemano que daba al área de grabaciones.
También sabía dónde se encontraban las cámaras por lo que sabía que si aún si encontraban la grabación sería difícil saber quién había asaltado el área de medicina, pues era consciente de que el asaltante era astuto, si sólo fuera un drogadicto cualquiera entonces no habría tenido el menor cuidado y si se tratara de un adolescente comenzando a experimentar la sensación que producían las anfetaminas entonces sólo habría robado uno o dos frascos, definitivamente no habría hecho ningún escándalo.
Además, sabía que fuera quien hubiera robado tampoco había dado la cara, de ser así, el padre de Sunder se habría visto forzado a acudir a la policía, la razón por la que había ocultado las circunstancias era por la creencia de que no eran la gran cosa o que era algo que al final de cuentas no tenía remedio, además, de que había llegado a la falsa conclusión que se trataba de Félix.
Por lo que Daniel podía deducir que no estaban tratando con cualquier persona, el asesino de Félix y James (el que su asesino fuera el mismo ya era algo a lo que se había hecho a la idea) era sin duda alguien que sabía lo que hacía.
¿Matar dos veces, hacerlo parecer un suicidio y no hacer que nadie vacile ante las evidencias? Tal vez estaban subestimando a su enemigo.
Tal vez eso era más grande de lo que podían alcanzar a entender.
Daniel vio a través del espejo que colgaba encima de su cabeza que Griffin había entrado a la farmacia.
—¡Necesito que llamen a urgencias, creo que estoy sufriendo un paro cardiaco! —gritó Griffin luego de acercarse al chico que se hallaba tras la caja registradora.
Griffin posó su mano sobre el lado derecho de su pecho y se dejó caer al suelo, comenzando a retorcerse de dolor como si de pronto alguien le hubiera disparado en el brazo. Daniel contuvo el impulso de poner los ojos en blanco.
¿Ésa era su gran distracción? Pensó por unos instantes en que no tenía caso y sería inútil, sin embargo, se asombró cuando cayó en la cuenta de que una mujer que portaba el uniforme de un guardia de seguridad salía por la puerta que había estado vigilando.
Daniel sabía que sólo había un guardia por turno, por lo que no lo pensó dos veces antes de aprovechar la oportunidad y deslizarse hasta el interior del cuarto, asegurándose de que la cámara sobre su cabeza no lo captara.
Aquella habitación estaba oscura y Daniel estaba seguro, a juzgar por la picazón de su nariz, de que el sitio aguardaba una considerable cantidad de polvo y estaba en un estado deplorable.
Arrugó la nariz para evitar estornudar y miró a su alrededor, examinando el cuarto a fondo. Delante suyo se hallaba una silla giratoria y un poco más allá habían cuatro pantallas que mostraban las cintas actuales de las cámaras, en la que estaba en la esquina inferior izquierda podía ver a Griffin inmóvil sobre el suelo y a la guardia de seguridad tratando de ayudarlo.
Al lado de estos monitores se encontraban una gran caja y enseguida supo que ahí se hallaban las grabaciones viejas. Se arrodilló junto a la caja y antes de poder acercar sus manos una voz lo sobresaltó diciendo:
—Hey, nos vemos de nuevo.
Daniel estaba tan nervioso que casi suelta un alarido. Pero se alivió de no haberlo hecho, pues no se demoró en caer en la cuenta de que la voz pertenecía a James.
¿En qué clase de extraño mundo vivía como para acostumbrarse a ver a su hermano difunto?
Daniel sacudió la cabeza.
—¿Dónde has estado? —inquirió, embargando sus palabras con molestia.
James fingió pensarlo y luego se encogió de hombros.
—Yo qué sé. Mi visión de esto es limitada, ¿sabes? Para mí esto es como un parpadeo, aún cuando soy consciente de que ha pasado un tiempo me parece que sólo han sido unos segundos. Es extremadamente frustrante.
Daniel suavizó su semblante tras oír esta revelación.
—Lo siento —musitó, pasando una mano por la parte posterior de su cabeza—, no tenía idea de que fuera así.
James arrugó el entrecejo.
—Te dije que no tenía control sobre esto, ¿acaso no me creíste?
—Mmm... Quizá no. Mira, da igual, ahora mismo tengo el tiempo contado, ¿de acuerdo? Ya te explicaré lo que sucede más tarde.
Daniel se inclinó sobre la caja y la abrió de par de par, comenzando a hurgar en ella, pronto se dio cuenta de que las cintas de grabación no estaban en ningún orden.
—Maldición —Alejó sus manos del interior de la caja y echó un rápido vistazo hacia la cámara que mostraba a Griffin, él había vuelto a abrir los ojos y tomaba a la guardia de seguridad de la muñeca mientras decía cosas que Daniel era incapaz de oír.
Volvió su cabeza hacia la caja y notó que su hermano se había acercado, mirando con detenimiento e intriga su interior.
—¿Qué cinta buscas? —preguntó James.
—La del lunes —respondió Daniel revolviendo las cintas con la intención de hallar la que necesitaba—, pero no están en orden, tengo suerte de que siquiera les hayan puesto fecha.
—¡Espera, es ésa! —gritó James, señalando con su índice una de las esquinas de la caja.
Daniel se sorprendió un poco al visualizar que tenía razón. Tomó la cinta y la miró, se preguntó si Griffin tendría un reproductor de VHS en su apartamento, había oído que ésas cosas se estaban quedando obsoletas y que sólo era cuestión de tiempo para que salieran del mercado. Supuso que Griffin no había sugerido esa idea de no tener un reproductor consigo.
Se puso de pie a la vez que James preguntaba:
—¿Te vas a ir así?
Daniel le dedicó una mirada confundida.
—¿A qué te refieres?
James lo señaló de arriba a abajo como si eso lo explicara todo.
—Dejando tus huellas por el lugar entero —agregó tras unos segundos—, cualquiera puede saber que estuviste aquí, pensaba que tendrías más cuidado después de lo que sucedió en la estación.
—Recuerda que sólo hago esto por ti, idiota, además, no me importa dejar mis huellas, nadie vendrá a aquí y si lo hacen dudo que se pongan a buscar huellas si estas grabaciones pasaron por las manos de tantas personas.
—¿Qué pasa si notan la grabación perdida?
Daniel esbozó una mueca. James tenía un punto. El padre de Sunder podía llegar a la conclusión de que alguien habría venido a llevarse la grabación para evitar ser descubierto, incluso podía armarse un escándalo que hiciera salir a la luz el robo que inmediatamente se relacionaría con el suicidio de Félix.
—Son demasiadas preocupaciones —espetó luego de meditarlo por los momentos que consideró suficientes—, no tenemos tiempo para eso.
James abrió la boca para agregar algo más pero Daniel no le dejó acabar antes de abrir la puerta y escabullirse hacia afuera. Al mirar sobre su hombro se dio cuenta de que James no le siguió.
Daniel regresó su vista al frente y se apartó de la puerta. Pudo ver que una ambulancia se había estacionado delante de la farmacia, no le hizo falta preguntar para saber los motivos de esto y pudo ver a lo lejos a Griffin siendo llevado en una camilla.
—Eso le pasa por un plan tan ridículo —dijo para sí mismo. Guardó la grabación que había robado en el interior de su sudadera y no se entretuvo más tiempo en la farmacia.
Salió de aquel sitio y se sintió mejor cuando sus pulmones se llenaron de un aire más fresco al que había dentto del cuarto de seguridad.
Sabía que había tomado muy pocas precauciones al entrar y era consciente de que todo el progreso que había tenido hasta ese momento podía derrumbarse con un solo accidente.
Pero por otra parte, Daniel no era ningún genio criminal y no quería tener que pensar en ese tipo de situaciones. En cierto modo no le consternaba el pensamiento de meter la pata.
Necesitaba evitar que supieran de su paradero, por supuesto, ¿pero preocuparse por dejar sus huellas? James sólo estaba exagerando.
En el fondo se sentía mal por su hermano, es decir, seguramente para él todo eso debía verse como una película la cual miraba en 3D y con múltiples cortes de escenas.
James había mencionado que la situación desde su punto de vista era muy frustrante, ¿y cómo no? Daniel se había quejado de la impotencia y no se había parado a pensar que su hermano podía estar experimentando la definición de ésta misma.
Ya no podía pensar en él como una alucinación creada por su dañado subconsciente, ahora ya tenía la plena certeza de que era algo más.
Era algo fuera de lo común, extraordinario y que rozaba con lo demente, también era fantasioso y muy difícil de creer.
Sin embargo, también era la verdad.
Daniel, lo quisiera o no, era consciente de que su hermano había vuelto para hacerle hallar a la persona que le mató e hizo que todos creyeran que había cometido suicidio.
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