Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

/Capítulo 10/


—¡Debes estar loco! —exclamó Daniel, y al comprender que cualquiera a varias leguas alrededor podía oírlos bajó su voz y agregó:—. No pienso robar nada a nadie, mucho menos a la policía.

La idea de acabar en la cárcel le parecía cruel, pues serían sus padres quienes tendrían que pagar su fianza y eso le parecía completamente injusto. ¿Por qué James no había podido tener amigos más normales? Quizá algo como un amigo bombero o un policía... Pero no, tenía que ser un mitómano con cierto afán a romper la ley.

Oyó como Griffin soltó una genuina carcajada desde el interior de su garganta, como si tal situación le causara verdadera gracia.

—No, no entiendes —respondió él luego de conseguir calmarse, como si estuvieran hablando de a dónde planeaban ir a comer, en lugar de discutir el hecho de ir o no a robar un expediente a la estación de policías—. Tú única tarea va a ser vigilar, tendremos 10 minutos una vez que abra la puerta y la alarma silenciosa suene.

Daniel sintió un escalofrío que le recorría la vértebra tras oír este hecho.

—¿10 minutos? ¿Por qué 10 minutos?

—¿Qué nunca has visto esas series de ladrones? —preguntó Griffin, incrédulo—, 10 minutos es el tiempo que la policía tardará en llegar a la estación, llegarían antes de no ser porque no ha habido necesidad en años de reforzar la seguridad. Robar en su sitio de confort los tomará desprevenidos.

Una duda surgió en la mente de Daniel, y con miedo y voz extremadamente baja susurró:

—¿Acaso tú ya has... Robado algo antes?

No podía ver bien a través de la oscuridad, pero pudo distinguir como los hombros de Griffin se tensaban y su rostro denotaba ligera incomodidad.

—Sí. No. Tal vez —fue lo único que contestó. Entonces lo tomó del brazo y lo guió a ciegas a través de la calle sin que Daniel pudiera poner una objeción previa, lo hizo tropezar con una que otra grieta en el suelo gracias a su nulo conocimiento de aquella calle mientras Griffin caminaba impasible, pues conocía de cabo a rabo ese lugar.

Daniel realmente quiso sentarse en el suelo como un niño pequeño que hacia una rabieta, ignorar todo eso y volver a casa sin mirar atrás. Pero no lo hizo, aún cuando Griffin le causaba una terrible espina no fue capaz de soltarse de su agarre y alejarse de él lo más rápido posible, no supo por qué fue incapaz. Decidió no pensar en esto, sino que con los nervios desbordando de su ser y con las piernas temblando se dejó guiar por Griffin, él parecía saber muy bien a dónde se dirigían.

—¿Vamos a ir a la Estación? —cuestionó Daniel, sintiendo como el hambre se retorcía por su estómago, realmente no había cenado del todo aún, a menos que unas galletas a las 7 de la tarde contaran como cena.

—No seas tonto —respondió el hombre, haciendo un ademán al aire con una de sus manos—. Todavía es temprano, y te habría citado más tarde pero para entonces ya no pasaría ningún transporte. Así que no, iremos a mi apartamento una media hora, y después saldremos ya preparados.

Daniel gimió de frustración, pero se abstuvo de responder.

No fue hasta una cuadra más tarde que las luces volvieron al camino, incluso aturdieron a Daniel varios segundos y tuvo que parpadear para adaptarse a la nueva luz. Ésta producía un verdadero cambio y hacia que fuera más sencillo transitar por esas calles.

Llegaron al edificio descolorido y pequeño que Daniel había visitado hacia apenas el día de ayer, sólo que en esta ocasión James no se encontraba a su lado para ayudarlo a superar esa situación, y tuvo que caminar al costado Griffin, quien no dejaba de taraear canciones desentonadas, un hábito que era en verdad molesto.

Se detuvieron en la puerta que mostraba el número 4, Griffin sacó un par de llaves del interior de su chaqueta y las insertó sobre la cerradura, empujó la puerta y ambos entraron al apartamento, todo se encontraba en su lugar salvo por un par de cosas y esto no hacia que Daniel se sintiera precisamente más seguro.

Recordaba a la perfección el estruendo que las balas disparadas en dirección de ese apartamento habían causado. Era algo que estaba seguro de que no podría olvidar. Daniel tragó saliva e intentó concentrar su mente en otros asuntos, por ejemplo, en formas de romper el frío silencio que se había asentado.

Griffin debió haber pensado lo mismo porque decidió comentar:

—Por si te preguntas, volví aquí luego de que te fuiste, la policía había llegado antes cuando varios vecinos llamaron al oír el disparo. No les dije que aquí había ocurrido, cubrí las ventanas con tablas y solo fue cuestión de que se fueran todos los entrometidos.

Daniel en realidad no se le había preguntado, sin embargo agradeció la información con un asentamiento de cabeza, y caminó hasta la cocina de Griffin, siguiéndolo a él.

Griffin se paró frente a su refrigerador y posó dos de sus dedos sobre su mentón.

—Bueno, te diría que te ofrezco algo —dijo, bajando su brazo— pero ando corto de dinero, digo, me mato allá fuera cazando hombres lobo y nadie aprecia mi esfuerzo. Así que no tengo nada, es culpa del Gobierno que no aprecia los buenos trabajos.

Daniel comenzó a creer que si seguía tratando con ese hombre llegaría a un punto donde sus extrañas e inexplicables mentiras se volverían normales y comunes. Aunque curiosamente este pensamiento no lo molestó y simplemente le causó curiosidad.

—Está bien, ya he cenado —mintió sin darle importancia al asunto. Griffin pareció contento con esta respuesta.

Mataron el tiempo de la siguiente media hora viendo un partido de golf en la televisión de Griffin, quien extrañamente parecía realmente interesado en este deporte y gritaba siempre que uno de los golfistas metía la pelota a un hoyo. A Daniel sólo le parecía extremadamente aburrido y sin sentido, pero preferiría guardarse esas opiniones antes que mencionarlas y tener una disputa con Griffin al respecto.

Para cuando reloj dio las 10:30 de la noche, dos figuras encapuchadas y vestidas de negra salieron del edificio, evitando caer en los charcos de agua e intentando caminar como personas normales y no como dos individuos que planeaban asaltar el expediente de una persona muerta.

Daniel caminaba detrás de Griffin intentando no perderle de vista, pues la zancada del segundo era más ancha y su andar era más veloz mientras que la de Daniel... Bueno, él sólo intentaba ser rápido.

La estación de policía de la ciudad se encontraba a tres cuadras de distancia, sólo era una estación, ya que en realidad no hacía falta tanta protección en una ciudad de Wyoming, sus residentes eran tranquilos, su población poca y sus límites más cerrados.

Se demoraron un poco en llegar, puesto que Daniel solía perder el ritmo de Griffin y éste debía esperarle a que lo alcanzara. Porque recuerden: Daniel no era ningún atleta ni mucho menos y tenía un enorme miedo de que las personas que habían ocasionado el disparo volvieran.

Cuando finalmente llegaron el reloj rozaba con las once, y las calles estaban tan silenciosas como un cementerio, salvo por uno que otro susurro del viento o de las hojas de los árboles cercanos que se agitaban en el aire.

La estación sólo constaba de una planta, estaba cerrada y oscura en su interior por lo que era imposible verla detenidamente. Daniel sintió un súbito mareo y por un instante deseó declinar y volver, y Griffin tuvo que tironear de su brazo para llevarlo frente a la puerta.

—¿Qué harás? —preguntó Daniel. Odiaba sentirse tan curioso con esa situación, ¡la curiosidad había matado al gato! ¿Por qué no podía entenderlo él? Suspiró por la exasperación que sentía consigo mismo y se aseguró de no decir nada de ello.

—Tú sólo vigila, cuando oigas la sirena cerca de aquí deberás gritarme. No será nada fácil encontrar los archivos, para empezar no tengo idea alguna de donde los dejen —contestó Griffin, hincando una rodilla en el frío suelo, agachando su cuerpo y sacando un delgado alambre del interior de su bolsillo.

Daniel estuvo a punto de decir "¡No podrás hacerlo, eso sólo lo hacen las personas en las películas!" Pero se quedó callado cuando Griffin incrustó el alambre en la cerradura, y tras forcejear con ella unos instantes, por fin consiguió que cediera y la puerta de la estación se abrió hacia adentro.

Vio una ancha sonrisa aflorar en el semblante del hombre y luego miró como desaparecía, perdiéndose en la oscuridad del escalofriante lugar. Daniel se sentó en el suelo, recargando su espalda en la pared junto a la puerta, agradecía el hecho de que no hiciera demasiado frío o si espera ahí habría sido mucho más desagradable.

Miró las desoladas calles y los postes de luz que alumbraban palidamente su alrededor, se preguntó si sus padres ya se habían percatado de su ausencia, o si en realidad no estaban ni siquiera enterados.

Se guió por la segunda, más que nada porque deseaba que eso fuera lo que sucediera, odiaba el pensamiento de tener que volver y darles más mentiras de su paradero.

Daniel de pronto creyó haber oído en la lejanía el sonido de una sirena, pero tras agudizar el oído comprendió que sólo se tratan de su imaginación. Quizá sus nervios comenzaban a hacer que imaginara cosas, no sería la primera vez si ese era el caso.

Aunque, segundos más tarde, comprendió que no era su imaginación, sino que la sirena sí estaba cerca... Terriblemente cerca, incluso podía calcular que el ruido sólo estaba a dos o tres cuadras de donde se hallaba.

Presa del pánico, Daniel gritó al interior de la estación algo parecido a:

—¡Ya están llegando!

Y como respuesta por parte de Griffin obtuvo:

—¡Entra y ayúdame!

Daniel, sintiéndose avergonzado y asustado obedeció a la orden, y dando varios traspiés logró entrar a duras penas.

Allí encontró sólo oscuridad, que fue irrumpida por la repentina y dolorosa linterna de Griffin, que lo apuntaba directamente al rostro.

—¡Baja esa cosa! —gritó Daniel, molesto, y oyó como Griffin soltaba una risa y bajaba la linterna con lentitud.

—Está bien, está bien —respondió con una gran calma—. Aquí están los archivos, sólo ayúdame a hallar el de James y nos largamos

Daniel asintió con la cabeza y siguió al hombre a través de la estación, el sitio en sí no era muy grande y sólo constaba de escritorios por aquí y por allá con lámparas sobre los mismos y largas columnas que dividían secciones. Llegaron a una habitación grande y que se hallaba casi al fondo, la cual podía resumirse en lockers repartidos de una pared a otra formando filas y filas que no parecían acabar.

Daniel y Griffin comenzaron su búsqueda, y aunque desconocían como estaban ordenados buscaron desde fechas hasta alfabéticamente. Daniel estaba tan ensimismado en ver fechas y nombres que no prestó atención a la sirena hasta que por fin calló y todo se sumió en silencio.

Se quedó quieto cuando cayó en la cuenta de que en sus manos tenía el expediente de Félix, el mismo chico que había muerto hace tan poco y de la misma forma en que su hermano lo había hecho, era un archivo no muy pesado y que podía sostener sin ningún problema, sentía la curiosidad carcomiendo sus huesos y deslizó su dedo sobre la superficie del archivo.

Si tan sólo lo abriera podría confirmar su muerte, podría al menos saber que Lara no había mentido... Tal vez se sacaría esas dudas por fin, aún cuanso hasta ese momento no había presentado vacilaciones en cuanto a lo que Lara le había dicho. Tal vez podría saber si habían más similitudes entre Félix y su hermano.

—Griffin —susurró Daniel sin pensar y se dio la vuelta en busca del hombre, sin embargo sintió como uno mano se aferraba con brusquedad a su brazo y tiraba de él. Por un instinto Daniel retrocedió un paso y trató de soltarse.

—¡Soy yo, idiota! —gritó Griffin, y Daniel dejó de forcejear—. ¡Ya tengo el expediente! Debemos irnos, pero no podremos hacerlo por la puerta principal.

—¿Qué es lo que sugieres?

Griffin no le dió ninguna respuesta y sólo se limitó a correr hasta el final de la estación, donde un ventanal de cristal se encontraba, antes de que Daniel pudiera preguntar qué estaba haciendo, Griffin tomó una de las sillas de escritorio y la estrelló contra el cristal con una fuerza que no se habría pensando al verlo.

Daniel lo miró sorprendido, y estuvo tentado a negarse y huir por otra parte que no fuera a través de un marco con numerosos y afilados picos de cristal sobresaliendo. Pero todos sus pensamientos racionales se esfumaron cuando oyó como alguien abría la puerta a varias leguas de distancia, así que tomando impulso brincó por la ventana ya rota justo detrás de Griffin.

Su corazón palpitaba con fuerza contra su pecho, y cuando estuvo del otro lado cayó de bruces y como si fuera magia se levantó de inmediato, sin percatarse del corte en su sien y palmas que varios de los vidrios le habían ocasionado.

Corrió detrás de Griffin como si su vida dependiera de ello, preguntándose cuándo dejaría de correr y huir de potenciales riesgos, ¡y pensar que hace una semana era más sedentario que un caracol!

No paró de correr hasta que tuvo la certeza de que nadie lo seguía, y cuando miró hacía atrás se alivió de ver las calles tan desérticas como antes.

Soltó un suspiro y se tumbó en el suelo, en uno de los callejones al lado de Griffin.

—Bueno, chico —dijo Griffin sin sonar tan agitado como Daniel—, eso es todo, puedes volver a tu casa y fingir que nada de esto pasó. Yo me puedo encargar desde aquí.

Daniel asintió pero no se movió de su lugar, pues el golpe de adrenalina había pasado ya y podía sentir el ferviente y agudo dolor en su cuerpo, tanto de los cortes como muscular, y sus pulmones pedían a gritos que se detuviera por más tiempo.

Pero no pudo, teniendo un extraño presentimiento de lo que podía estar ocurriendo en su casa se puso de pie, y así, plenamente adolorido emprendió una marcha de vuelta a su hogar.

Sin embargo, aún estaba aferrado al archivo de Félix, algo que no había notado en todo ese tiempo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro