Epílogo
Epílogo
Pasaban ya varios minutos de la media noche cuando un grito procedente de la sala continua interrumpió la partida de cartas. Víctor miró de reojo a Kara y a Will, cómplice, y puso los ojos en blanco.
Hacía rato que esperaba aquella reacción.
Dejó las cartas boca abajo sobre el tapete de la mesa y vació de un trago su vaso. Al igual que sucedía con sus dos compañeros, aquel no era el primero de la noche, ni sería el último. Después de lo que había vivido en la carpa de los horrores, como la llamaba Kara, se lo había ganado.
—Ahora vuelvo. Sabré si habéis levantado mis cartas, así que ni se os ocurra —les advirtió—. Ahora soy vuestro jefe: puedo hacer que lo paguéis muy caro.
—¿Estás seguro de querer amenazarnos tan pronto, Rubio? —respondió Kara con un asomo de sonrisa cruzando su cara—. Eleonora sigue siendo un planeta sin normas en el que podemos hacer lo que nos dé la gana... te lo digo por si ya se te ha olvidado.
—Bonita forma de amenazar al jefe —exclamó Will, divertido, y le dio una calada al cigarrillo que sostenía entre los labios—. No necesitamos mirar tus cartas para ganarte, Rubio. Eres un pésimo jugador. Pero si te vas a quedar más tranquilo, tienes mi palabra de que no las tocaremos.
Víctor les dedicó una última mirada antes de salir de la sala. Aquel par seguían siendo tan odiosos como de costumbre, irónicos y maliciosos hasta la médula, puede que incluso más que antes, pero después de lo que habían vivido juntos en Eleonora, nada lograría separarlos jamás.
Nada salvo la muerte, claro.
—Que os den.
Antes incluso de cruzar el pasadizo que separaba las dos estancias, Víctor ya oía sus voces. Hasta entonces todo había permanecido muy tranquilo, en silencio, pero ahora que al fin había despertado, el alboroto volvía a apoderarse de la sala de curas. Y aunque en otro momento lo habría aborrecido, en aquel entonces Víctor agradeció que, tan enérgica como de costumbre, Sarah estuviese discutiendo a voz en grito con un Leo Park incapaz de retenerla en la camilla donde llevaba horas inconsciente.
Se detuvo bajo el umbral para observar el espectáculo. Su compañera no lo sabía, pero el arqueólogo no se había separado de ella en ningún momento durante las últimas seis horas. Will sospechaba que quería embaucarla para alguno de sus futuros planes. Kara, en cambio, se decantaba porque, en realidad, lo que quería era sonsacarle todo lo que supiese sobre hechicería. Ella tan mal pensada como de costumbre, aunque visto lo visto, no le faltaba razón. Sin embargo, a ojos de Víctor, ambos se equivocaban. En el fondo todo era mucho más sencillo y es que tan solo había necesitado mirar a Park a los ojos para comprender que simplemente le gustaba aquella chica.
Sin duda, tenía un gusto pésimo.
—¡O me sueltas o te juro por mi alma que te corto la mano, Park! —le gritaba Sarah en aquel preciso momento.
—¡Pero no debes levantarte! ¡El doctor ha dicho que...!
—¿Doctor? ¿De quién demonios hablas? Maldito seas, ¡te he dicho que me sueltes!
Resultaba divertido verlos forcejear. Incluso recién llegada de las puertas de la muerte, Sarah tenía fuerza, y eso le gustaba. Su actitud en general era detestable, sí, pero si había algo bueno en ella, además de su capacidad de sacrificio, era esa energía innata que con tanta fuerza bullía en su corazón. Una energía que la hacía única y gracias a la cual, le gustase o no, seguían todos vivos.
—Park, ¿de veras te puede una niña?
—¿Una niña?
Ignorando su mirada, capaz de fulminar hombres, Víctor atravesó la sala para saludarla con un fuerte abrazo. Hasta entonces nunca había habido demasiada cercanía entre ellos, pero después de lo ocurrido todo había cambiado. Aquella jovencita se había ganado el respeto de todos, y aquella era su forma de demostrárselo. Una forma que, por supuesto, la cogió totalmente por sorpresa y frente a la cual no supo qué decir ni hacer.
Sarah tardó unos segundos en reaccionar.
—¿Qué pasa, Rubio? ¿Te ha dado un aire? —le dijo, correspondiendo a su abrazo con un fugaz beso en la mejilla—. ¿O es que te han dado un golpe en la cabeza? No me asustes. Si no me equivoco, tú eres mi nuevo jefe.
—Ambas cosas, imagino —respondió él y, cogiéndola por las manos, la guió hasta la camilla, donde la obligó a sentarse con ayuda de Park—. Y sí, soy tu jefe, y como tal te informo de que de momento no tienes permiso para levantarte, así que vas a tener que aguantar tumbada un poco más: lo ha dicho el médico.
—¿Médico? —Incrédula, la agente miró a los dos hombres sin llegar a entender lo que le decían—. Esto no va en serio, ¿verdad? Es una maldita broma. Seguimos en Eleonora... ¿o no?
—Ya te lo he dicho, Sarah —intervino Leo—. Estamos en Eleonora... y sí, ahora tenemos un médico que, por cierto, insiste en que necesitas descansar. Si hubieses visto su cara cuando te examinó, te aseguro que no te moverías.
—Un médico... —repitió ella, y se dejó caer de espaldas sobre la camilla—. En el fondo es cosa de Shrader, ¿verdad? Lo de quedarme quieta, me refiero. Él lo manda.
Los dos hombres intercambiaron una fugaz mirada ante la ocurrencia de su compañera. Aunque quizás en cualquier otra situación lo habría hecho, lo cierto era que Ehrlen aún no había pasado a visitarla desde que lograse revivirla en la arena. Las cosas habían cambiado mucho desde entonces, y aunque Shrader había mostrado su preocupación en varias ocasiones, aún no había tenido tiempo para visitarla... y mucho menos ordenar que no se moviera.
Por suerte para ella, Víctor se había ocupado de ello.
—Argento, lo mando yo, y punto —sentenció Rubio—. Deja de discutir.
—Pues vaya... —murmuró ella, y cruzó los brazos sobre el pecho—. ¿Y dónde se supone que estoy? Esta no es la sala de curas de siempre. Además... ¿qué ha pasado? Lo último que recuerdo es a Mason estrangulándome.
—Pasó lo que tenía que pasar —simplificó Víctor, tomando asiento en el lateral de la camilla, a su lado—. Dijiste que la bola mágica estaba debajo del sombrero y acertaste. Shrader acabó con ella.
—¿De veras?
Los ojos de Sarah se iluminaron al ver a los dos hombres asentir con la cabeza. Alzó el puño, triunfal, y volvió a incorporarse, ansiosa por saber absolutamente todos los detalles sobre lo ocurrido.
—Eh, eh, calma —pidió Víctor—. Tenemos mucho tiempo por delante. Tardaremos al menos una semana en abandonar Eleonora, así que vas a tener tiempo de sobras para enterarte de todo. Por el momento basta con que sepas que, gracias a ti, estamos vivos... todos estamos vivos.
—Casi todos —corrigió Leo con tristeza—. Brianna no lo ha conseguido.
—Cierto... —Víctor apoyó la mano sobre su hombro y lo presionó con suavidad—. Ni tampoco Silvanna, ni Kare, ni algunos otros, pero sí muchos de los hombres de Volker. Dentro de lo que cabe, debemos sentirnos orgullosos, Park. Eleonora nos ha arrebatado mucho, pero al menos hemos logrado sobrevivir. —Hizo un breve alto para coger aire. El mero hecho de pensar en lo ocurrido le formaba un nudo en el estómago—. Pero insisto, ya habrá tiempo para que lo sepas todo, Argento. Ahora me basta con que sepas que me alegra mucho tu regreso. Ah, y por cierto, que sepas que cuentas con el apoyo y el respeto de todo el equipo de seguridad.
Sorprendida ante sus palabras, Sarah no pudo evitar sonrojarse. Empezaba a caerle realmente bien aquel hombre.
—Vaya, gracias —respondió—. Solo he tenido que salvaros el culo a todos para ganármelo. Debo sentirme afortunada, ¿verdad?
Víctor contestó con una sonrisa. En cualquier otro momento aquel comentario habría ocasionado una disputa, una de las grandes y con un final bastante desagradable, pero en aquel entonces no tenía ganas de pelear. Ya habría tiempo para ello. Con Sarah Argento en el equipo, el conflicto estaba asegurado... pero también la supervivencia, así que, al menos por el momento, le consentiría alguna que otra salida de tono.
—Como sigas estirando de la cuerda la vas a romper, Argento —advirtió Víctor en tono jocoso, y le guiñó el ojo a modo de despedida—. Cuando el médico te dé permiso para levantarte, ven con nosotros. Te hemos guardado un hueco en la mesa y una copa limpia. La gente de Volker nos ha enseñado un juego nuevo de cartas bastante entretenido. Si logras mantener la bocaza cerrada, puede que te deje ganar alguna partida.
—Todo un honor, vaya.
Sarah y Leo acompañaron a Víctor con la mirada hasta la salida. A continuación, de nuevo a solas en la sala, volvieron a centrar la atención el uno al otro, tal y como habían hecho hasta entonces. Permanecieron unos segundos con los ojos fijos en los del otro... hasta que finalmente, dándose por vencida, Sarah dejó escapar una risotada.
—No vas a dejar que me levante, ¿verdad? —preguntó ella, aunque en el fondo ya conocía la respuesta.
Una sonrisa afloró de nuevo en los labios del arqueólogo.
—Ni lo sueñes, preciosa.
—Pues vaya... por cierto, ¿te has fijado? Creo que me han aceptado en el equipo.
—Yo diría que sí —admitió Leo—. Eso parece. Enhorabuena.
—Gracias. Por cierto, lamento lo de Brianna, Park. Sé que erais buenos amigos.
Volver a recordar a su querida compañera logró que los ojos de Park se enturbiaran. Hacía tan solo unas horas que se había despedido de ella, y aunque la visión de su pecho lleno de sangre le había impactado enormemente, aún no se hacía a la idea.
Le costaba plantearse la vida sin su querida Brianna.
—Su pérdida es muy dolorosa —confesó—. Y no solo para mí. Personalmente me unía una gran amistad con ella, pero sé que para todos era alguien importante. La clara demostración de que se puede sobrevivir en la "Pirámide". Sin ella, creo que se pierde algo de esperanza... ¿sabes? Creo que esta vez nos va a costar recuperarnos del golpe. Han muerto muchos, más de lo que jamás hubiese imaginado... pero lo lograremos. En el fondo no nos queda otra alternativa. Todos sabíamos en lo que nos metíamos cuando firmamos el contrato.
Sarah negó suavemente con la cabeza como respuesta.
—Yo diría que en realidad nadie lo sabía, pero bueno, poco importa ahora. Oye, ¿qué tal si me cuentas lo que ha pasado? ¿Cómo está Ehrlen? ¿Y el capitán?
—Ehrlen está bien... el jefe es listo, ya le conoces. Logró salir bastante bien del circo... y el capitán también. Él y Erika se han encargado de conseguir que la nave de Mason vuele. ¡Ah! Por cierto, ¿sabes quién está bien también? ¡Tracy Steiner! La encontramos por los alrededores de la carpa. Por lo visto, ella provocó el incendio. Su aparición ha sido una gran noticia. —Leo se cruzó de brazos, pensativo. Llegado a aquel punto, Sarah sabía que tardaría bastante en dejar de hablar, y en cierto modo lo agradecía. Poder disfrutar de un poco de paz y aburrirse era un lujo que había empezado a echar de menos—. ¿Y que más...? Oh, sí, tu amigo, el tal Mysen. A ese también lo encontramos, aunque en peor estado. Por lo visto, Jonah, Tracy y él se organizaron para encontrar a la cría y salvarnos... está muy grave, por cierto, pero por el momento aguanta. Nei dice que mientras su sobrina grite tanto va a ser imposible que se muera. Ya la conoces, ella tan simpática como siempre... ¿y qué más puedo contarte...? Han pasado tantas cosas que no sé ni por dónde empezar.
—Así que es cierto: al final vamos a lograr escapar.
—Eso parece. Ya has oído a Van Der Heyden y Lovelace, la nave tiene combustible suficiente para llevarnos a todos de regreso.
—Vaya... parece increíble. Estaba casi convencida de que íbamos a morir aquí... que Eleonora se iba a convertir en nuestra tumba. Nunca podré agradecer suficiente todo lo que habéis hecho por nosotros, Ehrlen. Estoy en deuda con tu unidad.
Ehrlen no respondió. En lugar de ello desvió la mirada hacia el frente y contempló en silencio cómo el amanecer arrancaba de la noche tenebrosa la hermosa ciudad de Cáspia. Desde la azotea de la base las vistas eran impresionantes, pero aquella visión no era comparable a la que ofrecía la plaza del aeropuerto. De pie junto a la escultura de agujas, Ehrlen podía ver a la perfección cómo los rayos de luz se colaban entre las espigas de metal, arrancando brillos iridiscentes a las ventanas y las fachadas.
Resultaba estremecedor pensar que pronto aquel lugar quedaría abandonado para siempre. Después del esfuerzo invertido en su construcción y de todas las vidas que habían quedado en el camino, parte de la esencia de los "Hijos de Isis" y de "Veritas" perduraría para siempre en aquel lugar maldito.
—Solo cumplíamos con nuestro deber.
—Ambos sabemos que eso no es cierto.
—Puede, pero te voy a ser franco. Después de lo que hemos vivido aquí, dudo mucho que ninguno de mis hombres vaya a tener ganas de volver a cruzarse contigo o los tuyos nunca más —confesó Ehrlen—. O al menos durante una temporada.
—No sois los únicos que necesitáis olvidar, te lo aseguro.
—Eres consciente de que cuando volvamos tanto tú como yo vamos a tener que dar muchas explicaciones sobre lo ocurrido, ¿verdad?
Ella asintió. Después de haber sobrevivido a la gran pesadilla en la que se había convertido Eleonora, ansiaba poder dejar aquella etapa cuanto antes. Deseaba cerrar los ojos y olvidar... tratar de arrancar de su mente todos los fantasmas. Desafortunadamente, sabía que aún tendría que pasar mucho tiempo para conseguirlo. Como bien decía Ehrlen, además de abandonar el planeta, aún tenían mucho camino que recorrer juntos. Por suerte, tarde o temprano todo acabaría y aquella experiencia llegaría a su fin.
El recuerdo, sin embargo, quedaría eternamente grabado a fuego en sus memorias.
—Lo sé. En fin, creo que va siendo hora de que vuelva con los míos. Aún hay muchos heridos a los que atender y muchos otros a los que consolar. Dudo que hayan logrado descansar esta noche. La sombra de Mason nos perseguirá eternamente.
Ehrlen asintió con gravedad. Parte de Mason siempre viviría en el corazón de todos.
—Adelántate, yo no tardaré en volver.
—Nos vemos después entonces.
—Sí, nos vemos después... Por cierto, creo que aún no te lo he dicho, pero me alegro de conocerte al fin, Lara.
Volker sonrió al escuchar su nombre en boca de alguien externo a su equipo. Pocas veces algo tan sencillo como un su propio nombre le había hecho sentir tan viva.
Alzó la mano a modo de despedida.
—Lo mismo digo, Shrader. Cuídate.
Ya a solas, Ehrlen se encaminó hacia una de las avenidas, dispuesto a perderse en el gran laberinto que era Cáspia. Jamás podría llegar a sentirse seguro en aquel lugar, pues incluso después de haber acabado con la maldición creía poder sentir la presencia de Mason y los suyos en la ciudad, acechando, espiando, pero en aquel entonces necesitaba hacer aquel viaje solo.
Unas horas después, con el cielo ya iluminado y el viento arrastrando únicamente el silencio perpetuo de Cáspia, Ehrlen se detuvo junto a la orilla del Tauco. En su superficie tranquila y cristalina podía ver su propio reflejo, aunque ya no se reconocía en él. El hombre que ahora le miraba desde el otro lado del velo había cambiado; había sido tocado por la magia, y nunca volvería a ser el mismo. No obstante, no era aquello lo que le había llevado hasta allí. Ehrlen era consciente de que parte de él había muerto en aquel planeta y no había nada que pudiese hacer para evitarlo. Pero aunque la maldición lo acompañaría eternamente, había otra herida aún más profunda de la que jamás podría recuperarse.
Ehrlen tomó asiento junto al agua y alzó la mirada hacia el cielo. A continuación, dando la espalda a la ciudad, se dejó caer de espaldas en el suelo y cerró los ojos. Neiria había descrito el Tauco como uno de los grandes yacimientos de las "Asces" en Cáspia. Según ella, gran parte de la magia y el poder de aquella civilización se encontraba bajo aquellas aguas, a muchos metros por debajo de la superficie, y Ehrlen quería disfrutar una última vez de su poder.
Extrajo del bolsillo uno de los fragmentos que se había guardado de la esfera hechizada de Volker y lo acarició con la yema de los dedos, melancólico. Más allá del cristal, incluso con los ojos cerrados, podía percibir las miradas de siete personas.
Unas miradas lejanas y apenas perceptibles, pues se encontraban al otro lado del velo negro, pero lo suficientemente cálidas como para que, por última vez, Ehrlen los sintiese a su lado.
—Kare, Jöram, Alex, Patrick, Silvanna, Brianna... y Jack. Mi querido Jack. No os hacéis a la idea de cuánto os voy a echar de menos, amigos míos... el destino ha querido que nos separemos momentáneamente, pero tened por seguro que tarde o temprano volveremos a vernos. No sé si será hoy, o mañana, o quizás dentro de veinte años, pero nuestros caminos volverán a cruzarse. Hasta entonces, disfrutad del sueño eterno que os brinda Eleonora. Os doy mi palabra de que aunque la decisión comporte un gran fracaso para la "Pirámide", nadie lo perturbará jamás. Este planeta no es apto para los humanos.
FIN
...
Y el viaje de nuestros queridos pre-colonizadores acaba aquí... al menos por el momento. Os aconsejo que si os ha gustado la historia, no perdáis de vista a sus protagonistas puesto que es posible que en un futuro regresen con algún nuevo viaje.
Espero que hayáis disfrutado de la aventura. Como siempre digo, este viaje no habría sido igual sin vosotros. Os mando un saludo.
¡Hasta pronto!
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