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Capítulo 28

Capítulo 28




El estruendo de un centenar de pares de manos aplaudiendo despertó a Sarah. Atrapada en un sueño duradero que se había alargado más de lo debido por petición expresa de Mali Mason, Sarah abrió los ojos un día y medio después de haber sufrido el accidente. La agente parpadeó un par de veces, confusa, sintiendo el peso de los párpados como si fuesen de hierro, y trató de incorporarse sin éxito. Para su sorpresa, estaba firmemente atada a la butaca en la que llevaba cerca de veinte horas sentada.

—¿Pero qué demonios...?

—¡Maldita sea, ¿ahora abres los ojos!? ¿¡En serio!? ¡Me he quedado afónica tratando de que despertaras!

Aún demasiado aturdida como para percibir el nerviosismo con el que Alysson estaba hablando, o mejor dicho, gritando, Sarah desvió la mirada hacia ella. La superviviente de "Veritas" se encontraba a su lado, sentada en otra de las butacas azules, maniatada y con el rostro amoratonado. A diferencia de Argento, ella sí que había estado despierta durante las últimas horas y el recibimiento que Mason le había reservado no había sido el mejor precisamente.

Sarah le mantuvo la mirada durante unos segundos, en silencio. Poco a poco, a su alrededor todo empezaba a cobrar sentido. Los colores tan llamativos, la música, las ovaciones, los gritos...

Parpadeó de nuevo para aclararse la vista. Sarah alzó la mirada hacia el techo bicolor, ladeó ligeramente la cabeza y asintió para sí misma. Al bajar la vista descubrió que, ante ella, aguardaba una gran arena circular en cuyo centro dos hombres vestidos con ceñidísimos monos de color verde distraían al público de las graderías haciendo malabares con bolas de fuego.

El hilo musical, flautas y violines, se le clavó en los oídos.

—¿Dónde estamos? —dijo al fin, liberándose de la prisión de confusión en la que había permanecido hasta entonces atrapada—. ¿Qué ha pasado?

—¿A ti qué te parece? —exclamó Alysson—. ¡En el circo de Volker!

Sarah miró hacia el graderío. Atados a sus butacas tal y como pasaba con ellas, que se encontraban en una zona algo más elevada y centrada, había muchas personas. La mayoría de ellas se mantenían totalmente quietas, con sonrisas rojas pintarrajeadas en sus rostro sin vida y los ojos muy abiertos gracias al pegamento en los párpados. Los otros, sin embargo, los supervivientes de los "Hijos de Isis" que quedaban tras el aparatoso accidente, se agitaban con nerviosismo en sus asientos, ansiosos por escapar. Por su aspecto no habían recibido buen trato. Mali los había vestido con ropas limpias y elegantes para la ocasión, pero incluso a través de las capas de maquillaje se podía ver los cortes y las heridas.

—Cielos, ¿es esa Brianna?

—¿A la que le han puesto una peluca verde? —Alysson asintió con tristeza—. Me temo que sí. Creía que no sobreviviría.

Sarah logró localizar, además de a Brianna y a Will, ambos sentados juntos, a Leo Park. El arqueólogo se encontraba unas cuantas filas más abajo, vestido con un elegante esmoquin rojo y aparentemente estaba bien. Neiria, sin embargo, que estaba a su lado, tenía el rostro cubierto por feos cortes que le atravesaban las mejillas. Localizó a Jöram también en la zona, pero tal era su palidez y la posición de sus miembros que dio por sentado que no estaba vivo. Tampoco lo estaba Alex Steiner, que había sido situado junto a una Kara cuya cabeza había sido afeitada y pintada de color rojo, ni tampoco Silvanna... si es que realmente era ella, claro. Sarah sospechaba que sí por las ropas, pero al tener el rostro cubierto por una máscara ganchuda era complicado de saber. De Van Der Heyden no había ni rastro, al igual que tampoco de Erika, Jonah o Tracy. De Cailin, sin embargo, sí. La mujer de los tatuajes estaba en lo alto de una de las graderías, rodeada por varios cadáveres de sonrisa macabra. Por el modo en el que miraba al vacío, debía estar aturdida... aunque no tanto como Víctor. El nuevo líder de los agentes de seguridad, que se encontraba en la primera fila, tenía los ojos en blanco y la cabeza ligeramente torcida hacia la derecha. Sarah no sabía si estaba vivo, pero dado que su piel aún conservaba algo de color, prefirió pensar que sí.

—Faltan muchos —murmuró—. ¿Los han matado?

—No lo sé.

Y aunque en un principio solo se había fijado en sus compañeros, lo cierto era que había más vivos entre el público. Aunque a simple vista pasaban inadvertidos entre la marea de cuerpos, los supervivientes de "Veritas" aplaudían y gritaban con entusiasmo de pie en los laterales de las filas de asientos, añadiendo júbilo y alegría a un circo que, de no ser por ellos, habría estado en completo silencio.

Varias luces parpadearon sobre su cabeza. Sarah alzó de nuevo la mirada hacia el techo piramidal y entrecerró los ojos cuando los focos emitieron una potente y lúgubre luz verdosa. Más allá de la carpa, la oscuridad total había sumido a Cáspia en la noche más tenebrosa de todos los tiempos.

Sarah estiró las manos, tratando de descubrir con qué la habían atado. Por el frío tacto del material tenía la sensación de que se trataba de unas esposas estándar, pero el sonido que emitían al chocar contra los hierros de la butaca no se correspondía al del metal. Debía tratarse de alguna otra cosa... la gran duda era, ¿qué?

—Échate hacia delante —le pidió a Alysson.

Obediente, la mujer alejó la espalda del respaldo, permitiéndole ver los aros rojos que rodeaban sus muñecas y la mantenían atada a su asiento. Sarah trató de acercarse el máximo posible para poder inspeccionar el material, pero al ver imposibilitado el movimiento por la firmeza de sus esposas, decidió darse por vencida. Volvió a centrar la mirada al frente, donde las dos figuras verdes seguían haciendo malabares de fuego con las manos al desnudo, y trató de patalear. Al igual que las muñecas, sus tobillos estaban también inmovilizados.

—Esto tiene mala pinta —dijo tras comprobar que no iba a ser fácil liberarse—. ¿Puedes soltarte?

—¿A ti qué te parece? —respondió Alysson a voz en grito—. ¿¡Qué demonios te pasa!? ¡Llevo horas intentando despertarte! ¿¡Es que acaso no me oías!?

—No... —Sarah negó con la cabeza—. Lo último que recuerdo es estar a bordo de la "Medianoche". Cailin y Leo...

Al mencionar sus nombres, Sarah volvió a buscarlos con la mirada. No sabía cómo había acabado el accidente, pues ella se había estrellado contra unas cajas y había perdido el conocimiento, pero por la violencia del golpe era de suponer que no todos hubiesen sufrido la misma suerte que ella de sobrevivir.

—Parecen estar bien, ¿no te parece?

—Creo que sí.

—Es curioso, justo antes de que aconteciese el accidente estábamos a punto de escapar. Queríamos volver al planeta para ayudar a Mysen a localizar a su niña y a Shrader. Ahora que lo hemos conseguido, la verdad, no le veo mucho sentido. No sé qué pretendíamos hacer.

—El idiota —sentenció Alysson—. Empiezas a ser una experta en la materia.

—Que te den —respondió son sencillez—. Bueno, parece que al menos aquí no tenemos muertos, ¿no?

Sarah volvió la mirada hacia atrás, comprobando así que el resto de las butacas presidenciales estaban vacías. Seguidamente, girándose por primera vez hacia el otro lado, descubrió con sorpresa que no estaban solas.

Dio un brinco de puro sobresalto.

—¡Demonios! —exclamó a voz en gritos al ver a Ehrlen sentado a su lado en completo silencio. El hombre miraba al frente con aparente tranquilidad, mucho más relajado de lo que estaba Alysson—. ¡Podrías haber dicho que estabas aquí! ¡Casi me da un infarto! —Negó con la cabeza—. Ya imaginaba que no nos iban a dejar solos...

A su lado, Ehrlen ladeó la cabeza para mirarla a los ojos y sonrió. Pero no fue una media sonrisa vacía ni lejana como las últimas que había visto en él. Al contrario, fue una sonrisa tan cercana e inteligente que, por un instante, Sarah tuvo la sensación de que iba a volver a despedirla.

Abrió ampliamente los ojos.

—¿Ehrlen, eres tú? ¿Me conoces?




—Espero que me perdones...

Sentada en el suelo, frente al voluminoso dispositivo de criogenización en cuyo interior yacían los restos de Jack, Erika era incapaz de reprimir las lágrimas. Durante el accidente el cristal de la urna se había roto, provocando así la pérdida de todo el líquido conservante. Además, el motor de la maquinaria se había quemado, por lo que ya nada quedaba de la avanzada tecnología que mantendría intacto el cuerpo de su amado hasta su regreso. En su lugar ahora quedaba un cadáver maltrecho por los golpes recibido, un cristal roto y una mujer con los ojos bañados en lágrimas.

Nunca lograría olvidar aquella escena.

Horas atrás, Mali la había tentado. La directora del "Circo de los Cinco Soles" no había necesitado más que leer en sus ojos su desesperación para comprender cuál era el deseo más oculto de la piloto. Erika quería recuperar a Jack, ansiaba traerlo de entre los muertos para poder pasar con él los años que Eleonora les había robado, y Mali no había dudado en ofrecérselo con tal de conseguir que se comprometiese con su causa.

Claro que devolver la vida a los muertos no era algo que se pudiese hacer fácilmente. Para ello, la directora tendría que romper muchas reglas y así se lo había hecho saber a Erika cuando, sin que ella aún se hubiese posicionado al respecto, le había ofrecido una muestra de buena voluntad.

—Lo traeré de regreso si es lo que deseas —había dicho—. La muerte de ese joven fue un error, ambas lo sabemos. No obstante, aún estamos a tiempo de enmendarlo. Para ello tendré que invertir gran parte de mis conocimientos y muchas horas de trabajo, si ese es el precio para que confíes en mí y salgamos juntas del planeta, lo acepto.

Después de escuchar aquellas palabras, Erika había dudado. En su situación, cualquiera lo habría hecho. La muerte de Jack era aún muy reciente y la esperanza de volver a verlo era mucho más poderosa que la razón. Consciente de ello, Mali le había dejado unos minutos para reflexionar y decidir. Unos minutos en los que, mientras que la piloto permanecía en la mesa de té, en silencio, la directora había deambulado por la gran sala con su esfera entre manos, acariciándola con las yemas de los dedos. Aquel objeto parecía tenerla totalmente fascinada, y no era para menos. Un simple vistazo a su superficie le había bastado a Erika para percibir parte del poder que emanaba de su corazón. En el interior de aquella esfera había algo, algo capaz de cambiar las cosas, de hacer los sueños realidad, y el que aquella mujer lo tuviese en su poder era peligroso.

—¿Por qué no haces volar la nave con tu magia? —preguntó Erika durante los minutos de reflexión—. ¿Acaso no puedes?

—Eleonora es un destino demasiado lejano. De haber estado más cerca lo habría hecho, créeme, pero me temo que son demasiadas jornadas de navegación para mí. Conllevaría un esfuerzo superior al que puedo soportar.

—Ya... imagino que sí.

Dejó que transcurrieran unos minutos antes de volver a romper el silencio.

—¿Y qué se supone que eres? ¿Una bruja?

—¿Una bruja? —Los labios de Lara Volker se ensancharon en una sonrisa enigmática—. Algo así... a lo largo de los años me han llamado de muchas formas. Desde atracadora hasta asesina, pero hacía muchísimo tiempo que no empleaban ese término conmigo. Bruja... sí, imagino que es lo más parecido que existe a mi naturaleza, y más ahora que mi cuerpo expiró hace tiempo. Eleonora es un destino muy inquietante. Ahora el entorno es muy diferente debido a la construcción de las ciudades, pero cuando yo llegué no había nada salvo árboles y naturaleza. Era un auténtico paraíso natural. Al menos eso era lo que decían los míos, claro. Yo no tardé más que unas horas en darme cuenta de la gran verdad oculta en su corazón.

—¿Tuvisteis un accidente?

—Gracias a Dios, no. Combustible. —Lara negó con la cabeza—. Un mal cálculo de suministros nos obligó a aterrizar para evitar una catástrofe. Nuestro destino no estaba muy lejos de aquí, en "Magnolia". Íbamos a actuar. Lamentablemente, la desdicha decidió que quedásemos incomunicados en Eleonora. Y los días fueron pasando, uno detrás de otro, y con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que nadie iba a venir a por nosotros. Por suerte, el planeta albergaba grandes secretos. La civilización que lo habitaba previamente dejó un gran tesoro oculto en las ruinas de su antigua capital, así que fue cuestión de tiempo de que nuestro destino y el suyo se unieran.

—¿A través de esa esfera?

El modo en el que Lara miró el orbe en aquel momento quedaría grabado para siempre en la memoria de Erika Lovelace. Hasta entonces la piloto había querido creer que era ella la que ejercía el poder sobre el cristal. En su mente, Lara Volker, o Mali Mason, quién demonios fuera aquella mujer, se alimentaba de aquel objeto para potenciar su poder, el cual era capaz de cambiar el mundo. Aquella mirada, sin embargo, reveló que, en realidad, era ella quién estaba hechizada por la esfera y no al revés. Aquel objeto era capaz de dominarla, de decidir por ella, con lo que aquello comportaba.

—Esta bola de cristal es el instrumento más poderoso que vas a ver jamás en tu vida, querida Erika. En su interior se encuentra el poder gracias al cual algunos de nosotros hemos podido volver de entre los muertos. Mentiría si dijese que todo el mérito es suyo, pues sin mis bastos conocimientos de la ciencia oculta no se habría podido celebrar el ritual de unión, pero he de admitir que su existencia ha sido vital para la ejecución. —Volker dedicó una última mirada a la esfera antes de volver a centrar la atención en Erika—. Pero no quiero aburrirte con mis historias, después de todo ya tendremos tiempo para conocernos. Ahora dime, querida, ¿cuál es tu decisión? Revela tu deseo y yo me encargaré de que se haga realidad.

Y entonces Erika había pronunciado las únicas palabras que, aunque muchos nunca podrían entender, cambiarían su futuro y destino para siempre.

—Te perdonará —aseguró Ehrlen tras ella, a una distancia prudencial—. Nunca conocí a nadie con tan buen corazón como él.

—Eso espero —respondió ella, y se puso en pie frente al dispositivo, de espaldas a su compañero—. ¿Crees que cumplirá con su palabra?

—¿Sinceramente? —Shrader se cruzó de brazos—. No. Os mantendrá a ti y a Van Der Heyden con vida, pero el resto somos historia. Puede que nos haga subir a la nave, pero será todo un paripé. Después, una vez la hayáis llevado de regreso a casa, os matará a vosotros también.

Erika asintió con tristeza. A pesar de la aparente sinceridad de Mali Mason, ella también dudaba de la veracidad de sus palabras.

—Yo también lo creo —admitió—. Es por ello que te he elegido tu regreso como deseo, Ehrlen. Tienes que salvarnos. ¿Podrás?

—Cuenta con ello.




—Es difícil olvidar al peor agente que he tenido jamás —respondió Ehrlen con acidez. El líder de los "Hijos de Isis" le guiñó el ojo y, con tranquilidad, volvió la vista al frente—. Ni despidiéndote te pierdo de vista.

Sarah no pudo evitar que una amplia sonrisa se dibujase en su rostro al escuchar aquellas palabras. Pataleó el suelo con entusiasmo al verse incapaz de mover los brazos y, bajo la atenta mirada de Alysson, se estiró hasta plantar un sonoro beso en su mejilla.

Ehrlen no pudo ocultar un amago de sonrisa ante el fugaz gesto.

—Tan besucona como de costumbre.

—¡Me alegro de verte, jefe! —respondió Sarah, ignorando sus palabras—. Un poco de ayuda extra nunca va mal, la verdad. Se están complicando las cosas.

—¿Que se se están complicando las cosas? —inquirió Alysson con incredulidad. La aparente tranquilidad de sus dos compañeros lograba sacarla de quicio—. ¡Este va a ser nuestro fin si no hacemos algo rápido!

—Sin duda —admitió Ehrlen—. Algo haremos, tenlo por seguro. Alysson me ha explicado lo que hiciste por ellos cuando se separaron nuestros caminos, Sarah. No has estado de brazos cruzados precisamente.

La agente asintió ante el reconocimiento. Después de que la suspendiese y despisiese, era agradable escuchar un poco de reconocimiento por su parte.

—Bullock merecía poder explicar su versión.

—¿Y lograste sacar algo en claro de cómo acabar con esa bruja?

Sarah fijó la mirada en la arena, donde los dos malabaristas de fuego estaban finalizando su número. Durante todo el espectáculo habían permanecido con la mirada fija en las graderías laterales, donde se encontraban el resto de supervivientes, pero tras varios minutos en los que las esferas de fuego que habían hecho girar se había multiplicado hasta por diez, su atención se había fijado en ellos. A partir de entonces los habían estado mirando con fijeza, con sus grandes ojos teñidos de sombras clavados en ellos.

Probablemente estuviesen vigilándolos.

—Algo sé, sí —confesó—. Con que logres liberarme, me basta. Yo me ocupo de todo. Después de lo que me ha hecho, te aseguro que le tengo muchas ganas a esa mujer.

—Oh, no, querida Argento. Esto no queda en tus manos precisamente —exclamó Ehrlen con los puños fuertemente apretados, haciendo un gran esfuerzo para mantener su rabia controlada—. Esa arpía ha jugado conmigo, me ha manipulado y ha acabado con la vida de alguien a quien quería como a un hermano. No puedo perdonárselo. Así que si alguien va a acabar con ella, ese seré yo y no es discutible.

Sarah entrecerró los ojos al escuchar las palabras de Ehrlen. Por el modo en el que había mencionado la muerte de Jack era de suponer que no era consciente de que había sido su mano la ejecutora. De lo contrario, habría dicho que lo había obligado a asesinarlo...

Se preguntó cómo lo habría descubierto. ¿Sería posible que Alysson le hubiese hablado también de ello? ¿O habría algún otro intermediario? Después de tantas horas inconsciente, Sarah se había perdido demasiadas cosas como para no vigilar sus palabras.

Los ojos de Ehrlen se ensombrecieron al ver la duda en su cara.

—¿Qué sucede? ¿Acaso no sabías lo de Jack?

—Lo sabía, sí. Por supuesto que lo sabía —respondió ella—. Solo me preguntaba cómo era posible que tú lo supieras, Ehrlen. ¿Lo has recordado?

El hombre negó con la cabeza.

—Ojalá. Lo último que recuerdo de aquel día fue nuestra conversación, cuando te despedí. Después de ello...

—¿Pero entonces es verdad que me despediste? —Sarah parpadeó con incredulidad—. ¿Lo hiciste voluntariamente?

—Por supuesto —respondió él, tajante—. ¿Qué esperabas? ¡No puedes hacer lo que te dé la gana sin recibir un castigo! ¡Esto no funciona así!

Perpleja, Sarah no pudo evitar que una estruendosa carcajada escapase de su garganta.

—¡Esto es de locos! ¡Te salvo la vida y encima me despides! ¿¡En serio!? Mira, ¿sabes lo que te digo? ¡Tú y los tuyos os podéis ir a...!

—Eh, eh —intervino Alysson—. Calma, no digáis cosas de las que os podáis arrepentir. No vale la pena a estas alturas.

—Ya la has oído, Argento —concedió Ehrlen con malicia—. Calladita estás más guapa.

Sarah apretó con fuerza los puños. Aquel hombre tenía suerte, de no haber estado atada, probablemente se habría ganado una buena bofetada.

—Tendría que haber dejado que te matasen —sentenció Sarah, furiosa, y lanzó un sonoro suspiro, dándose por vencida—. En fin, sigue.

—Como decía... —Shrader retomó la palabra—. Todo es difuso hasta hace unas horas. Es cierto que en algunos momentos creía poder ver más allá de la falsa realidad en la que esa mujer me tenía encerrado, pero no fue hasta que Erika me trajo de vuelta que no he logrado comprender que había sido víctima de un gran engaño. Después de todo, tenías razón, Sarah. Es una bruja.

Aquel último comentario logró sacarle una sonrisa. Ehrlen estaba jugando con fuego, pero al igual que sabía provocarla, también controlaba a la perfección la forma de calmarla. En el fondo, Sarah era tan parecida a cómo había sido él de más joven que resultaba muy fácil tratar con ella.

—¿Ha sido Erika quien te ha contado todo? —preguntó la agente.

—Gran parte —intervino Alysson—. Del resto me ocupé yo, Argento.

Sarah asintió con la cabeza. Aún no conocía a Erika lo suficiente como para poder afirmarlo, pero estaba casi convencida de que la piloto había intentado proteger a Shrader contándole la verdad a medias. Ya habría tiempo para que supiese la verdad... si es que lograban salir con vida, claro. Teniendo en cuenta cómo estaban las cosas, todo parecía estar en su contra. O al menos casi todo. Con Ehrlen de nuevo a su lado, los "Hijos de Isis" incrementaban sus posibilidades de sobrevivir. No demasiado, pero sí lo suficiente como para que no perdiesen la esperanza. Después de todo, ¿acaso les quedaba algo más?

En la arena, los dos malabaristas se despidieron del público haciendo una reverencia. A continuación, alzando las manos ahora ennegrecidas por las quemaduras, se dispusieron a abandonar el escenario por la parte trasera, atravesando el telón trasero.

—Asesinar a Volker no servirá de nada —explicó la agente—. Ella, en el fondo, no es más que la víctima de un hechizo, como todos los que la rodean. El auténtico problema es la mujer que se ha apoderado de su cuerpo.

—¿La bruja?

Una media sonrisa asomó en los labios de Sarah al escuchar aquellas palabras. Emplear aquel término con alguien cuya formación era precisamente la de cazadora de brujas resultaba irónico. No obstante, era muy real. A pesar de que no había nacido con aquel rol, sus elecciones habían acabado convirtiendo a Mali Mason en aquello a lo que le habían enseñado a odiar.

—La bruja, sí —concedió—. Si matamos a Volker ella buscará otro cuerpo que poseer y seguirá causando estragos. Tardará, desde luego, pero tarde o temprano volvería a resurgir cuando algún humano o alienígena vuelva a pisar Eleonora. Así pues, neutralizaríamos la amenaza solo temporalmente. Además, mataríamos a más inocentes. Si lo que queremos es eliminarla para siempre, debemos destruir el objeto que utiliza para canalizar su poder. Mali Mason, que es su nombre, es de naturaleza humana, si ha logrado hacer lo que ha hecho es porque tiene el conocimiento, pero no la capacidad. Para ello ha tenido que utilizar alguna reliquia de la antigua civilización que habitaba el planeta.

—El orbe —murmuró Alysson—. Hay que destruir el orbe. Bullock siempre decía lo mismo, pero es un absurdo. No sabemos dónde está ese objeto y viendo cómo están las cosas lo mejor es pegarle un tiro a Volker. Ya se apañarán los próximos: yo ahora solo quiero largarme de este maldito planeta.

—No pienso matar si no es necesario —respondió Sarah con determinación—. Acabé con los tipos que os tenían prisioneros en vuestra base únicamente porque vuestra vida corría peligro, de lo contrario no lo habría hecho. Además, en aquel entonces ni tan siquiera sabía lo que les pasaba. Ahora que soy conocedora, no puedo matarlos sin más.

Aquella respuesta logró hacer palidecer a la superviviente de "Veritas".

—¿¡Te vas a poner sensible ahora!? —exclamó Alysson con nerviosismo—. ¿¡De veras!? ¡A la mierda con ellos! ¡Esa gente lleva meses intentando matarme! ¡Si para sobrevivir tengo que llevármelos por delante, no pienso dudar!

—Allá tú —respondió Sarah con sencillez—. La decisión no es mía. Ehrlen, tú mandas. Si encontramos esa bola de cristal y la destruimos es posible que logremos salvar la vida de Volker y los suyos. Si nos limitamos a asesinarlos, es probable que encontremos la forma de escapar, pero no creo que ninguno de nosotros esté preparado para cargar con esa losa el resto de nuestra existencia. Tú decides.

Ehrlen asintió con la cabeza. Aunque comprendía el razonamiento de las dos mujeres, todo lo ocurrido aún le tenía la mente demasiado confundida como para poder pensar con claridad. Shrader deseaba vengarse, quería hacer pagar a Mali Mason por todo lo que le había hecho, pero no deseaba que Lara Volker sufriese por su culpa. Aquella pobre mujer bastante tenía con que la bruja se hubiese apoderado de su cuerpo y la estuviese utilizando como medio de transporte para abandonar el planeta. Lamentablemente, todo apuntaba a que el destino de la agente de "Veritas" y el de la directora del circo estaban demasiado unidos como para poder evitar hacer daño a la primera. La herida era demasiado profunda.

Cerró los ojos. Erika había decidido traerlo de vuelta anteponiéndolo al regreso de Jack porque confiaba en que él podría cambiar las cosas. La piloto estaba convencida de que Ehrlen podría salvarles la vida a todos y eso incluía a Volker y los suyos. Así pues, ¿acaso tenía otra alternativa? Se preguntó qué habría hecho Jack en su lugar. Conociéndole, la respuesta era fácil. Habría dado lo que fuese suficiente para salvarlos a todos... la gran duda era, ¿a quién incluiría en ese todos? Incluso sin haber logrado hacerse a la idea de que no iba a volver a verle jamás, ya lo echaba de menos.

—Lo primero es intentar soltarnos —decidió—. Si lo conseguimos, ya veremos lo que hacemos, pero ante todo...

—Ahí viene —le interrumpió Sarah, y señaló la arena con el mentón—. Con todos ustedes, Mali Mason en el escenario...




Mali Mason brillaba más que nunca aquella noche. Iluminada por una docena de focos de luz blanca, la intrépida directora del circo se encontraba en mitad de la arena vestida con su flamante bañador de lentejuelas, sus botas de tacón y la casaca. Sobre su cabeza descansaba un sombrero de copa ligeramente ladeado y en sus manos enguantadas hasta los codos un bastón cuyo cabezal era una brillante esmeralda.

Estaba impresionante. Incluso atrapada en aquel cuerpo, con la piel recubierta de brillantina, los labios teñidos de rojo y la sonrisa curvada en una mueca petulante, Mali Mason emitía un aura de magnificencia tan poderosa que era imposible apartar la mirada de ella. La odiasen o la amasen, todos caían embrujados ante su mera presencia. Y es que, aunque su cuerpo hubiese muerto hacía ya demasiado tiempo para su gusto, su poderío siempre había residido en una destacada mente que incluso más allá del umbral de la vida seguía brillando con la fuerza suficiente como para iluminar la noche de Eleonora.

Mali dedicó unos segundos para mirar a todo su público, tanto vivos como muertos. Paseó la mirada por todos y cada uno de ellos, repartiendo sonrisas por doquier, hasta finalmente centrar la atención en la gradería presidencial. Se llevó entonces la mano al sombrero, lo sujetó con delicadeza e hizo una respetuosa reverencia. Acto seguido, extendió los brazos.

—¡Niños y niñas, padres y madres, abuelos y abuelas, es todo un placer para mí darles la bienvenida al increíble, único y mágico "Circo de los Cinco Soles"! —exclamó a voz en grito.

Y centenares de aplausos correspondieron a sus palabras. Nadie salvo sus seguidores lo hicieron, pero tal fue el estruendo que emitieron los altavoces y los propios cuerpos inertes que moraban las graderías que los vivos enmudecieron, atemorizados ante el clamor popular.

Pletórica, Mali lanzó besos a las graderías.

—¡Muchas gracias, amigos! ¡Hacía mucho tiempo que esperaba este momento! Verán... —El tono de luz se suavizó hasta generar un ambiente íntimo en el que únicamente Mali tenía cabida—. Sé que han pasado muchos años desde la última función, pero tal y como siempre digo al acabar los espectáculos, nuestro circo es eterno. Puede que nosotros muramos, pero nuestros espíritus siempre se mantendrán vivos mientras la carpa siga llena. El circo tiene magia, y es gracias a gente como ustedes, queridos amigos míos, que nuestra existencia tiene sentido... después de todo, ¿qué sería de un artista sin su público? —Mali negó con la cabeza—. Nada, por supuesto. No seríamos nada... es por ello que quiero prometer bajo la luz de las estrellas de Eleonora que nunca, absolutamente nunca, volveremos a fallar. El "Circo de los Cinco Soles" ha vuelto para quedarse y si así lo desean los astros, nuestros focos brillarán hasta el fin de los tiempos. ¡Y dicho esto, que empiece la función!

Mali dedicó una última mirada llena de diversión a la gradería antes de que los focos se apagasen y la arena se sumiese en las sombras. La noche prometía ser larga.




—No olvidéis el plan, lo primero es soltarse —les recordó Ehrlen en un susurro.

—¿Y después? —quiso saber Sarah.

—Después buscaremos esa bola de cristal —decidió—. Pero si no aparece o las cosas se complican, los mataremos, ¿queda claro? Lo prioritario, ante todo, es sacar a los nuestros vivos.

—¿Y qué pasa con Ulrika? —quiso saber Alysson—. Antes de que nos trajesen aquí la oí llorar. No llegué a verla, pero...

—¿Ulrika? —preguntó Ehrlen, confuso—. ¿Quién es Ulrika?

Un escalofrío recorrió la espalda de Shrader al descubrir que se trataba de una niña. A lo largo de las últimas jornadas había creído escuchar los llantos de un bebé en la lejanía, pero en ningún momento lo había llegado a relacionar con alguien real. Beatrix le había asegurado que debía tratarse de alguna familia superviviente de las que se escondía entre los escombros de la ciudad...

Cerró los puños con fuerza y cogió aire, tratando de mantener la calma. A continuación, consciente de que el resultado no sería positivo, tiró de sus esposas sin éxito.

—De acuerdo, cambio de planes —informó—. Buscaremos a la cría hasta dar con ella. Si por el camino encontramos la bola de cristal, perfecto, de lo contrario la búsqueda llegará a su final y pasaremos al contraataque, ¿queda claro?

Sorprendida ante el cambio de planes, Alysson parpadeó con perplejidad. Después de escuchar la determinación con la que Van Der Heyden había optado por dejar a la niña abandonada para sacar a sus hombres del planeta, le chocaba enormemente que Shrader tuviese aquel punto de vista. Sin duda, eran formas de pensar muy diferentes...

Demasiado diferentes.

—No hablas en serio —murmuró—. ¡Primero deberíamos acabar con Volker y después buscarla!

—¿Y darles la oportunidad de matarla? —Ehrlen negó con la cabeza—. No.

—¡Pero...!

—Tú has mencionado a la niña, ¿qué esperabas? —le recriminó Sarah ante su sorpresa—. Está indefensa, alguien tiene que salvarla. Maldita sea, Mysen se negó a subir a la "Medianoche" por ella, y te aseguro que yo habría hecho lo mismo de no haber estado esposada.

—¡Pero Van Der Heyden dijo...!

—El capitán es el capitán, y yo soy yo —sentenció Ehrlen con rotundidad—. Y el que está al mando soy yo, así que no hay nada que discutir. O estas con nosotros o en nuestra contra, tú decides.

Alysson les mantuvo la mirada durante unos segundos, furiosa ante su actitud, pero finalmente se dio por vencida. Su comportamiento no era propio de ella; jamás había sido egoísta ni cobarde, pero la situación había degenerado tanto que incluso ella había cambiado. Era triste, vergonzante, pero real. Alysson había tenido que priorizar y dentro de su escala de importancia, su vida estaba en primera posición...

Con el tiempo, si lograba sobrevivir, daría las gracias porque hubiese alguien que hubiese mantenido la cordura.




—¿Lo ves? ¿Están las luces ya encendidas?

—Eso parece.

—¿Ha empezado la función?

Asomado disimuladamente a una de las ventanas de los edificios colindantes, utilizando para ello los prismáticos de Mysen, Jonah espiaba los movimientos del circo. Hacía un par de horas que los hombres de Volker habían trasladado a sus compañeros hacia el interior de la carpa, y desde entonces no habían vuelto a salir. Fuese lo que fuese que estaba sucediendo dentro, escapa de su conocimiento. Lo que sucedía fuera, sin embargo, era otra cosa, y es que, sin necesidad de abandonar el edificio donde estaban escondidos, Jonah, Tracy y Varg sabían perfectamente lo que pasaba en los alrededores.

—No lo sé —dijo Jonah—. El tono de luz ha cambiado. Es como si de repente todo se hubiese quedado a oscuras...

—¡Eso es que ha empezado! —exclamó Tracy, y se puso en pie—. ¡Tenemos que ir!

Varg la secundó con un breve asentimiento de cabeza. Después de tantas horas de espera, había llegado el momento de poner el plan en práctica. Claro que no iba a ser fácil, desde luego. Por mucho que hubiesen logrado descubrir dónde se encontraba la guarida de Mali, pues en ningún momento habían escondido las entradas y salidas de prisioneros, las circunstancias eran complicadas. Adentrarse en aquel edificio sería peligroso teniendo en cuenta la cantidad de vigilantes que debía haber, pero aún más cuando Varg se encontraba en un estado tan pésimo. Jonah había intentado disuadirlo asegurándole que buscaría a su sobrina personalmente, pero el superviviente se había negado en rotundo. Como era de esperar, él quería participar en la operación. Y si bien ellos no lo iban a tener nada fácil, la tarea de Tracy tampoco era sencilla viendo la gran cantidad de lobos que custodiaban los alrededores del circo. Para internarse, pues aquella era su labor, iba a tener que ser muy sigilosa.

Los tres se reunieron en el centro de la sala, dejando atrás la ventana.

—De acuerdo, Jonah y yo iremos a la base en busca de Ulrika y del orbe —dijo Varg—. Tracy, tú ocúpate de liberar a Argento y al resto de agentes de seguridad. Tiene que organizarse una buena en la carpa para que toda la atención se centre en ella y nosotros tengamos más posibilidades.

—Haré lo que pueda —aseguró la piloto, que por quinta vez comprobó la munición. El mero hecho de pensar que tendría que disparar a aquellos seres o a los hombres de Volker le provocaba temblores—. He tenido una idea... aunque es demasiado loca. Puede que más que ayudar, empeore las cosas.

—Inténtalo, Tracy —la animó Jonah—. No nos queda otra opción. Si fallamos, no habrá vuelta atrás.

—Eso mismo te digo a ti, Méndez —dijo Varg—. Sé que no queréis matar, que no sois asesinos y todas esas tonterías, pero si es necesario, y lo será, habrá que hacerlo.

Jonah asintió. Le había costado asimilar su nuevo rol dentro de los "Hijos de Isis" ahora que la crisis había empeorado hasta límites insospechados, pero tras analizarlo detenidamente había comprendido que en gran parte la supervivencia de los suyos dependía de él, por lo que no había opción a la duda. Mataría siempre y cuando fuese necesario, sí, pero no a destajo. Jonah había conocido a gente que había acabado perdiéndose por dejarse llevar por la ira, y él no quería alejarse del camino.

—Bien... nos vamos a dar una hora, ¿de acuerdo? —prosiguió Varg—. Ni un minuto más. Si en ese plazo no hemos logrado localizar el orbe y acabar con todo esto, deberás escapar y esconderte en la ciudad, ¿de acuerdo, Tracy? He sobrevivido durante muchos meses aquí, así que se puede hacer. Esto no tiene porque ser el final... al menos no para vosotros.

—Ni para ti —aseguró ella.

Pero los tres sabían que eso no era cierto. Si bien Méndez y Steiner podrían llegar a sobrevivir a aquella operación, el futuro de Mysen era mucho más negro. Aquel hombre estaba mal herido, y a no ser que recibiese asistencia pronto, moriría. Así pues, lo más probable era que su periplo acabase allí. Por suerte, no le importaba. No si gracias a ello lograba que su sobrina sobreviviese.

—Ya... bueno, quién sabe. —Varg sonrió sin humor—. Lo único que os voy a pedir que me prometáis es que, aunque yo no lo logre, cuidaréis de la niña. Ella no tiene la culpa de nada de lo que ha sucedido aquí. ¿Puedo contar con vosotros?

Tracy y Jonah asintieron a la vez.

—Por supuesto, Mysen —aseguró Jonah—. Cuenta con ello.

—De acuerdo... entonces no perdamos ni un segundo más. Tracy, danos veinte minutos. Una vez pasado ese plazo, la carpa será toda tuya. Confío en que sabrás dar un buen espectáculo.

—Contad con ello —respondió la mujer, y asintió con la cabeza—. Nos vemos a la vuelta.

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