Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17

Capítulo 17




—Hemos logrado acceder a la central de agua, pero no logramos descifrar los códigos de control de las depuradoras. Patrick está trabajando en ello, pero sospechamos que el código es cambiante y tememos bloquearla. Apuesto a que cuando le eches un vistazo te reirás de nosotros de lo fácil que es, pero hasta entonces... —Cailin negó suavemente con la cabeza—. Lo que sí que puedo confirmar es que tenemos controladas las centrales energéticas. Ha sido duro, pues habían muchísimos daños, pero hemos logrado que se haga la luz en la ciudad. Cáspia parece otra, te lo aseguro. No obstante, tenemos ciertas dudas sobre qué hacer ahora. En cualquier otra situación desactivaríamos la corriente en todas las secciones excepto en la que estemos trabajando para evitar consumos y sobrecargas, pero no sé si es lo más adecuado aquí. Hay quienes temen que con la caída de la oscuridad Volker vuelva a aparecer y haga de nuevo de las suyas. La gente está asustada... y no me avergüenza admitir que yo también. —Necesitó unos segundos para recomponerse—. En resumen, tenemos controlada la distribución eléctrica, pero nos falta la del agua. Por otro lado, las analíticas de los pozos y los pantanos de los alrededores indican que el suministro es potable. El aire muestra un grado de contaminación más alto de lo esperado en un lugar virgen como este, pero entra dentro de los límites. Es decir, en cuanto controlemos el abastecimiento nos concentraremos en la central nuclear y finalizaremos la segunda etapa de la pre-colonización. Sé que prefieres que no se empiece la segunda hasta haber completado el reconocimiento del terreno, pero dadas las circunstancias Jack creyó que era mejor actuar así... y yo le apoyo. Los Steiner están sobrevolando ahora las murallas. En cuanto hayan localizado todos los puntos de control, Will y Jack realizarán la inspección de las puestos de vigilancia y armamento. Aún es pronto, pero...

El golpeteo de unos nudillos sobre la puerta captó la atención de Cailin. La mujer desvió la mirada hacia la entrada, allí desde donde el recién llegado llevaba rato observándola, y le dedicó una leve sonrisa carente de humor.

—Capitán —saludó—. Te creía sobrevolando la ciudad con Kare.

—Hemos aterrizado hace tan solo unos minutos —respondió él.

Erland acudió al cabecero de la camilla donde Ehrlen seguía inconsciente, tapado hasta medio pecho, y apretó con cariño su hombro. Como de costumbre, no hubo respuesta alguna por su parte. Ehrlen seguía atrapado en su sueño y, al menos de momento, no parecía tener ganas de despertar.

Aquello era desmoralizador. Ehrlen había sido durante mucho tiempo su segundo al mando y entre ellos se había establecido una fuerte relación. No eran amigos, al menos no como podía serlo con Neiria y Jöram, pues la diferencia de edad siempre había marcado una gran distancia entre ellos, pero sí se apreciaban lo suficiente como para que la situación le doliese. Los "Hijos de Isis" necesitaban a Ehrlen.

—Te resistes, eh —dijo con tristeza—. Imagino que ahí están las cosas mejor que aquí.

—Es probable —respondió Cailin—. Erika dice que le ha escuchado susurrar un par de veces un nombre, pero Silvanna cree que ha debido ser en sueños. La pobre pasa tanto tiempo aquí que el cansancio empieza a pasarle factura.

—¿Y a ti no?

Cailin respondió con una media sonrisa. Nunca admitiría que estaba agotada y que los párpados le pesaban toneladas. Aquello no iba con ella. Tampoco diría que en alguna que otra ocasión había perdido los nervios al no recibir respuesta por parte de Ehrlen, ni que había vertido un par de lágrimas de pura desesperación. Cailin prefería reservarse aquellos detalles para sí misma. Sin embargo, Erland no necesitaba que se lo explicase para imaginar lo que estaba sucediendo. Con mirarla a la cara le bastaba.

—Parece mentira lo dependientes que os habéis vuelto del "chico" —comentó en tono jocoso—. Y pensar que hasta hace cinco años era mi mano derecha...

—Como te oiga llamarle "chico" se va a cabrear, ya lo sabes.

—Pues mejor, a ver si así despierta de una maldita vez. Esta broma empieza a perder la gracia, "chico". Aunque... —Erland señaló el dispositivo que Cailin tenía entre manos con el mentón—. Yo tampoco me despertaría en estas condiciones, la verdad. A no ser que vayas a enseñarle un vídeo de los que tú ya sabes, será mejor que guardes ese chisme.

—Le estoy informando de los avances —se defendió ella—. Ehrlen debe saber cómo va la operación en todo momento.

—No te oye.

—O quizás sí, no se sabe. —Cailin se encogió de hombros—. Sea como sea, voy a seguir haciéndolo. A él no le hace ningún mal.

A él no, pero Erland no estaba del todo seguro de que al resto del equipo no se lo estuviese haciendo. Las actitudes como la de Cailin empezaban a preocuparle, y no porque le hicieran ningún daño a Ehrlen, sino porque, en el fondo, se lo hacía a sí misma. Shrader llevaba ya demasiado tiempo inconsciente como para poder asegurar que tarde o temprano despertaría. Silvanna no lo decía abiertamente, pues nadie quería escucharlo, pero el tiempo jugaba en su contra. Y aunque todos lo sabían, nadie quería decirlo. Era demasiado doloroso. Desafortunadamente debían ser realistas. Los días iban pasando y alguien debía ponerse al mando de la operación.

Se cruzó de brazos. Hacía tres días que Erland le daba vueltas a una idea, pero no había sido hasta entonces, transcurrida una semana desde el incidente, que no se lo había planteado seriamente. Al igual que le sucedía al resto, había querido darle un margen para que Ehrlen se recuperase, para que al menos despertase. Lamentablemente, visto lo visto, había llegado el momento de actuar, y mientras Shrader estuviese allí presente, sería imposible.

Aquello tan solo les dejaba una alternativa.

—Voy a pedirle a Erika y Kare que saquen a Ehrlen de aquí —confesó al fin, logrando con aquellas palabras que la mirada de Cailin se ensombreciese—. Silvanna no es médico, y es evidente que él necesita asistencia de verdad. Alargar esta espera solo puede provocar que...

—No va a morir —interrumpió Cailin con brusquedad—. Ni se te ocurra pensarlo, eso no va a pasar.

—O quizás sí —prosiguió el capitán—. No es inmortal, Cailin. Ninguno de nosotros lo somos. Pero vaya, por si te consuela, te diré que no creo que vaya a morir. Al menos no si lo evacuamos a tiempo. Ehrlen necesita que lo miren especialistas, es evidente, y aquí nadie puede hacerlo. Mantenerlo aquí eternamente, esperando a ver qué pasa, es condenarlo.

—El viaje es largo.

—Desde luego, es por ello que, cuanto antes salgan, antes llegará. —Erland negó suavemente con la cabeza—. Te aseguro que no me hace la más mínima ilusión dejar en manos de Erika y Kare la nave, pero me niego a que el "chico" pueda llegar a morir por nuestra culpa. —Hizo un alto para coger aire—. Ha llegado el momento de pedir ayuda.

Cailin desvió la mirada hacia Ehrlen. Recordaba perfectamente cuando, tres años atrás, estuvo a punto de ser despedida tras haber sido expulsada del "Puño de Maat". En aquel entonces la agente había estado tan convencida de que su estancia en la "Pirámide" había llegado a su fin que, adelantándose a un posible castigo, había decidido huir. Cailin había recogido sus cosas y, aprovechando la madrugada, había robado uno de los transportes de su unidad para viajar hasta la estación orbital más cercana, dispuesta a regresar a la Tierra y desaparecer durante una temporada. ¿Como imaginar que Ehrlen iba a perseguirla hasta allí y convencerla de que él podía ayudarla?

—Si abandonas así la organización se te considerará una desertora, Cailin —le había dicho—. Y ya sabes cuál es el castigo. Te buscarán y te ejecutarán.

—¿Y acaso crees que me espera otra cosa si me quedo? El idiota al que le he pateado el culo es el hijo de uno de lo mayores accionistas de la empresa. No me perdonarán... y tampoco es lo que busco, la verdad. Aunque me lo ofreciesen, jamás volvería con esos malnacidos. Me la tienen jurada, y yo a ellos.

—Ya... la verdad es que no tienes demasiado buen ojo eligiendo enemigos —respondió él, y le dedicó una sonrisa traviesa—. Y eso de que le has pateado el culo es un poco relativo. Hasta donde sé, le has partido la mandíbula de un puñetazo. Lo vi justo cuando entraba en la enfermería y sangraba como un cerdo.

En aquel entonces Cailin y Ehrlen llevaban varios años siendo amigos, pero no fue hasta aquel día, rodeados de viajeros y con las agujas de los relojes a punto de alcanzar la hora de partida de su transporte, que comprendió que aquel hombre cambiaría su vida.

—¿Acaso quieres acabar como él, Shrader?

—No podrías aunque lo intentases, amiga mía. No, no es por ello por lo que he venido hasta aquí. Sé que no va a ser fácil... es más, puede que ni tan siquiera lo consiga, pero podría intentar que te trasladasen a mi unidad.

La sorpresa de Cailin fue tal que, por primera vez en mucho tiempo, no supo qué decir.

—¿A tu unidad...?

—A los "Hijos de Isis", sí. Tendré que pedir unos cuantos favores para ello, pero si tu quisieras, podría intentarlo. Esto no tiene porqué ser tu final en la "Pirámide", Cailin.

Ehrlen tenía razón. Aquel no solo no había sido su final, sino que se había convertido en un nuevo empiezo. Y no había sido fácil, desde luego, pero había valido la pena. Ehrlen, además de cambiarle la vida, se la había mejorado, y eso era algo que le iba a agradecer eternamente. Y era precisamente por ello, porque una vez él se había arriesgado por ella, por lo que en aquel entonces apoyó la propuesta de Erland. Completar la operación con Shrader a miles de kilómetros de distancia y sin poder saber nada sobre su estado iba a ser muy complicado, pero tenían que hacerlo. Se lo debían.

Tomó la mano de Ehrlen y la presionó con suavidad.

—¿Lo has consultado con Jack?

—Aún no, pero sé lo que me va a decir —admitió Erland—. No obstante, si cuento con tu apoyo, uno de los pilares de Shrader, apuesto a que lo comprenderá. —Erland desvió la mirada de nuevo hacia Ehrlen—. ¿Y bien? ¿Cuento con tu apoyo? Tú decides.




Mali Mason.

Hacía ya casi veinticuatro horas que había finalizado la expedición a las ruinas y Sarah aún no había logrado conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos aquel nombre acudía a su memoria y con él un estremecedor escalofrío que lograba cortarle la respiración.

Sarah no había conocido en persona a Mason, pues no habían coincidido en el tiempo, pero ambas habían tenido vidas paralelas. Las dos habían nacido en el seno de familias bien posicionadas dentro de la sociedad planetaria, y habían destacado de tal modo durante sus primeros años de vida que la Academia había decidido captarlas para su causa.

A pesar de los intentos, la organización no lo había tenido fácil, pues en ambos casos los padres de Sarah y Mali habían soñado con otro futuro para sus hijas, pero tras mucha insistencia y una oferta que ninguna de las dos familias había podido rechazar, ambas habían acabado uniendo sus destinos al de la institución. Y durante los primeros años no solo habían cumplido con las expectativas, sino que se habían convertido en las mejores de su generación. Mali y Sarah cumplían con el ideal de alumno con el que los profesores y el director soñaban. Eran muy inteligentes, astutas y disciplinadas; jóvenes con gran talento cuya implicación con la causa y sus increíbles facultades habían logrado desbancar a los mejores.

Únicas en su generación, eran estrellas que, desde entonces, no dejarían de brillar.

O al menos eso era lo que les hubiese gustado que sucediese, y es que, aunque en ambos casos la Academia se había volcado en ellas invirtiendo todos sus recursos para convertirlas en las alumnas perfectas, tan solo una de las dos había acabado su formación. Un año antes de acabar los estudios, Mali Mason había decidido aprovechar todos aquellos conocimientos que los profesores le habían confiado creyendo que sería leal a la causa hasta el último de sus días, y les había traicionado utilizándolos en su propio beneficio. Mali dejó que el conocimiento prohibido corroyese su alma, que la arrogancia silenciase su voz interior y su lado más oscuro tomase las riendas de su existencia, y se volvió contra los que una vez había considerado iguales. A partir de entonces, ya no hubo vuelta atrás. Mali abandonó la Academia e inició una nueva vida de delincuencia de la que nunca pudo escapar.

Desesperados al ver cómo su gran promesa se corrompía, varios fueron los profesores que trataron de hacerla entrar en razón, convencidos de que aún había esperanza para ella. Por desgracia, se equivocaron. Mali no solo no regresó a la Academia sino que la golpeó con todas sus fuerzas acabando con todo aquel que se atrevía a molestarla. Mason asesinó a ocho de los doce profesores que la conformaban, y sin tan siquiera mostrar el más mínimo atisbo de arrepentimiento, dio la espalda a la organización cuando, tocada de muerte, se hundió en la miseria hasta desaparecer.

Cuarenta años después, la Academia volvió a abrir sus puertas gracias a la inversión de nuevas personalidades anteriormente vinculadas con la institución, pero no fue hasta la llegada de Sarah que volvió a brillar con la fuerza del pasado. Y precisamente por ello, por todo el daño que aquella mujer había causado a su amada Academia, Sarah no podía soportar la idea de que pudiese estar detrás de todo lo que sucedía en Eleonora. Lamentablemente, ahora que su nombre se unía al reparto de actores que componían aquella trágica trama, todo cobraba sentido.

Sarah estaba nerviosa. Nunca lo admitiría en público pero tumbada en su saco de dormir con los brazos cruzados bajo la nuca y la mirada fija en el techo de la habitación que compartía con el resto de miembros del equipo de seguridad, la realidad era innegable. Sarah estaba inquieta, y no porque temiese al enemigo, pues ni un millón de Mali Mason y Lara Volker juntas podrían lograrlo, sino porque era la primera vez que se iba a poner a prueba y temía fallar. La Academia la había formado para actuar en aquel tipo de situaciones, y ahora que al fin había llegado el momento, dudaba.

Si al menos no estuviese aislada...

El sonido de unos pasos al recorrer el pasillo captaron su atención. Sarah desvió la mirada hacia la puerta, sorprendida por las horas, pues ya era bien entrada la madrugada, y cerró los ojos al ver que se abría.

Reconoció de inmediato las voces.

—Ha ido de tan poco... maldita sea, la próxima vez no escaparán —decía Kara Vassek con rabia, alterada—. ¿Te duele?

—No ha sido nada.

—Ya... lo siento, debería haber estado más atenta. Vi a ese tipo, y...

—No te preocupes.

Hubo una breve pausa en la que Kara y Jonah Méndez se miraron en silencio, rememorando lo acontecido unas horas antes, cuando el segundo había estado a punto de morir al ser empujado contra una de las ventanas y quedar colgando del alféizar con una sola mano durante casi medio minuto. Por suerte, antes de que las fuerzas le abandonasen y cayese al vacío desde una altura de cinco pisos, uno de los androides de Kara había acudido a su rescate. Desafortunadamente, tal había sido la fuerza empleada por el ser al cogerle y tirar de él que había estado a punto de romperle la muñeca.

—¿A dónde crees que han podido ir? —preguntó Kara—. Estoy casi covencida de que han atravesado la muralla.

—No lo sé —respondió Jonah, pensativo—, pero tú lo has dicho, la próxima vez no fallaremos. Esos tipos... —Negó con la cabeza—. Uno de ellos era el mismo que voló la base de Volker, el que después me atizó en las escaleras del centro comercial.

—¿De veras?

—Desde luego.

—¿Has reconocido la voz?

—Sí. Era él.

La agente parpadeó con incredulidad. Aunque Jonah le había explicado en varias ocasiones lo sucedido, en ningún momento había relacionado a los culpables con los tipos a los que llevaban tres días persiguiendo.

Apretó los puños con fuerza.

—Entonces daremos con él cueste lo que cueste —aseguró Kara—. Pagará por lo que les hizo a esos hombres... y por lo que te hizo a ti, palabra. ¿Mañana a la misma hora?

Jonah asintió.

—Mañana a la misma hora. Descansa.

Sarah esperó a que Kara cerrase la puerta y se sobresaltase con su presencia para abrir los ojos e incorporarse. Incluso en la penumbra de la noche, la expresión de preocupación de su compañera era evidente.

La observó en silencio mientras se quitaba las botas y la chaqueta, pensativa. Hacía días que ella y Jonah se perdían a diario por las calles de Cáspia. Salían a primera hora y regresaban de madrugada... si es que lo hacían. Sarah había sospechado desde el principio que estaban trabajando en una misión especial, por lo que no había hecho ninguna pregunta al respecto. Después de lo que había oído, sin embargo, las cosas cambiaban. Buscar a los hombres de Bullock, pues era evidente que iban tras ellos, no tenía sentido. Ahora el objetivo era Volker, y cuanto más tiempo tardasen en localizarla, más peligrosa podría volverse.

—Creía que te habías instalado en otra planta —comentó Kara mientras se quitaba el uniforme—. ¿Has cambiado de opinión?

—Eso parece —respondió Sarah—. ¿Molesto acaso?

—¿Molestar? —Se encogió de hombros—. Me da igual lo que hagas. Ya ves tú, por mí como si te largas y no vuelves.

Sorprendida ante el tono y las palabras con las que su compañera respondió, Sarah arqueó las cejas. Si bien era cierto que entre ellas no se había establecido una relación demasiado estrecha, en ningún momento había existido antipatía alguna. Al contrario.

Siguió observándola mientras acababa de desvestirse y se metía en el saco. Kara se envolvió bien para quedar cubierta hasta el mentón e, ignorando por completo a su compañera, cerró los ojos.

—Eh, Kara, ¿te pasa algo conmigo?

No hubo respuesta.

—¿Kara? —Sarah esperó unos segundos—. ¿A qué viene esa actitud? No creo haberte hecho nada. Kara...

La agente se revolvió inquieta dentro del saco de dormir.

—Genial —dijo la agente, y se dejó caer de espaldas—. Yo tampoco he tenido un buen día, la verdad. De hecho, desde que llegamos a Cáspia todo está siendo un maldito desastre.

—Por algo será.

—¿Insinúas que yo tengo la culpa?

Incapaz de seguir reprimiéndose, Kara giró sobre sí misma para quedar cara a cara con su compañera. Hacía unos días que quería hablar con ella, advertirle de que su conducta no estaba gustando a ninguno de los agentes de seguridad, pero no había tenido ocasión. Sorprendentemente apenas habían coincidido y ella no era la culpable.

—¿A ti qué te parece? Somos un equipo, Argento. O al menos lo éramos antes, claro. Desde tu llegada las cosas han cambiado. Will siempre ha ido a su aire, pero si ahora tú también haces lo que te da la gana, esto no tiene sentido. —Kara negó con la cabeza—. Vaya mierda de destino.

—Yo no voy a mi aire, simplemente...

—¿Que no vas a tu aire? —Kara soltó una estruendosa carcajada. A continuación se incorporó para mirarla a la cara y señalarla con el dedo índice, acusadora—. ¡No cuentas con nosotros para absolutamente nada! Haces lo que quieres sin consultar, te saltas las normas y ¡encima nos pones en compromiso! ¿Sabes la que le cayó a Rubio por haberte dejado salir de la base en plena noche? ¿Y qué me dices de Jack? Todos sabemos que te intentó encubrir. No para de hacerlo, y tarde o temprano se le va a caer el pelo por ello. Tiene suerte de que el jefe sea como es, de lo contrario ya estaría en la calle. ¡Él, tú y todos!

—¡Pero...!

—¡Cállate! —exigió Kara—. ¿Y sabes lo peor de todo esto? Que no solo haces lo que quieres, si no que eres tan jodidamente egoísta que estoy convencida que ni tan siquiera te habías planteado la posibilidad de que nos estuvieses perjudicando. —Negó con la cabeza—. Cuando me enteré que te suspendieron fui a buscarte. Estaba preocupada por ti. ¿Y dónde estabas? En otra planta, al margen de todos. ¿Y a quién habías avisado? A nadie, por supuesto. Pero lo mejor es que no te conformas con eso, sino que sigues desobedeciendo y te largas en busca del jefe... —Decepcionada, Kara volvió a dejarse caer en el saco—. Lo mires por donde lo mires, no hay por donde cogerlo.

Sarah la observó durante unos segundos, en silencio. Después del duro golpe de realidad que acababa de asestarle Kara Vassek, se sentía avergonzada. Desde un principio Jack había sido muy claro al respecto, los agentes de seguridad eran un equipo, y como tal debían comportarse. Sin embargo, ella se había olvidado por completo. En ningún momentos les había tenido presentes. De hecho, Kara tenía razón: ni tan siquiera se había planteado la posibilidad de que estuviesen enfadados. Simplemente había hecho lo que había considerado oportuno, sin consultar a nadie.

Bajó la mirada al suelo. Aunque no se arrepentía de nada de lo que había hecho, era innegable que había sido demasiado egoísta.

—En la Academia nos enseñan a ser individualistas —dijo a modo de disculpa—. Imagino que no se me da bien trabajar en equipo.

—¿Cómo lo sabes? Ni tan siquiera lo has intentado.

—Oh, vamos... —Sarah frunció el ceño—. Siento haberos perjudicado, no era mi intención. A veces me obceco, y...

—¿Intentas disculparte?

Sarah se encogió de hombros.

—No me lo estás poniendo fácil.

—Menos palabras y más actos, Argento —sentenció Vassek—. No me apetece escucharte, la verdad. Estoy cansada. Hoy Jonah casi se mata al caer por una ventana y a mí han estado a punto de volarme la cabeza. Esos perros de Bullock...

—¿Dónde?

—Lejos de aquí, en la torre norte de la muralla. Ha sido de locos.

—¿Buscáis a Bullock?

Kara no respondió. Ehrlen había pedido que mantuviesen la operación en secreto, y no iba a ser ella quien lo revelase... aunque ya lo había hecho, claro. Sin querer, pero lo había hecho. Cruzó los brazos bajo la nuca.

—Es evidente —prosiguió Sarah ante su silencio—. Perdéis el tiempo. Ahora a quién deberíais dar caza es a Volker, no a Bullock. Empiezo a creer que ellos son las víctimas.

—¿Las víctimas? —Kara dejó escapar una risotada—. Se nota que no estabas allí cuando decidieron hacer volar por los aires la base donde se refugiaban los hombres de "Veritas". Yo estaba delante, vigilando, y te aseguro que eso no lo hace gente inocente.

—¿Estás segura de ello? Si estuviesen dando caza a los míos, yo lo haría. —Sarah se encogió de hombros—. Sea como sea, tienes razón, no lo vi. Lo que sí que he visto, en cambio, es a Jonah con vida. Si hubiesen querido matarlo, lo habrían hecho.

—Eso no significa nada.

—¿Estás segura de ello?

Kara le mantuvo la mirada durante unos instantes, furiosa, ofendida porque pusiera su palabra en duda. Aquella mujer empezaba a sacarla de quicio, y no solo por su conducta y desfachatez, sino también porque, al menos en aquello, tenía razón.

Le dio la espalda y cerró los ojos. Ya no tenía ganas de seguir hablando. Kara necesitaba descansar si lo que quería era atrapar al fin a aquellos hombres.

—No tienes ni idea, Argento —dijo entre dientes—. Tú sigue con lo tuyo, seguro que llegas lejos.

Sarah cerró los ojos también. No valía la pena seguir insistiendo. Kara estaba enfadada, y no iba a cambiar su opinión sobre ella de momento. Ahora debía centrarse en lo realmente importante. Analizando la situación con frialdad, lo cierto era que Bullock era uno de los pocos que podía explicarle lo que realmente había pasado con Volker. Podría contarle qué vieron en las ruinas y, sobre todo, cuál era el papel de Mali Mason en todo aquello. La gran cuestión era, ¿cómo dar con él?

La torre de la muralla norte quedaba lejos de allí, pero encontraría la forma de llegar. A partir de ese punto, simplemente era cuestión de seguir su rastro...




—¡Pero no quiero irme! ¿En qué maldito idioma tengo que decirlo? ¡No quie...!

—Baja la voz, Erika.

—¿Por qué? ¿Qué importa? Dudo que vaya a despertarlo, y si lo hago, ¡mejor!

Aquella última palabra resonó con fuerza por toda la planta. Erika Lovelace estaba furiosa, y por mucho que Jack intentase calmarla, sus palabras no lograban surgir efecto. No cuando, en realidad, él había participado en la decisión.

—Erika... vamos, cálmate —insistió—. No me gusta verte así.

—¿Y qué esperabas? Me conoces lo suficiente como para saber lo que iba a pasar.

—Lo sé, pero debes entender que la decisión...

—No dependía de cómo fuese a tomármelo —interrumpió ella, y se dejó caer pesadamente en la silla en la que había pasado las últimas horas—. Lo sé, maldita sea. Ya sé que esto no va conmigo, pero debes entenderlo. ¡No quiero irme! Este lugar es peligroso, si te pasara algo durante mi ausencia no podría soportarlo.

—¿Pasarme algo? —Jack arqueó la ceja, con una mezcla de diversión y sorpresa cruzándole la cara—. ¿Qué se supone que va a pasarme? ¿Te olvidas acaso de quién soy?

Erika no pudo evitar reírse de sí misma al darse cuenta de lo que acababa de decir. Cáspia era peligroso, pero si había alguien capacitado para sobrevivir, ese alguien era Jack. Desafortunadamente, a veces lo olvidaba. Erika era una persona muy protectora y el mero hecho de pensar en la posibilidad de tener que separarse de él le dolía profundamente. Ehrlen necesitaba asistencia, desde luego, pero el sacrificio que tenía que hacer para poder conseguirla era muy grande. Tanto que, de haberse tratado de cualquier otra persona, seguramente habría costado mucho más que lo aceptase. Con Shrader, en realidad, ni tan siquiera lo había dudado. El capitán se lo había pedido y ella había aceptado sin rechistar. No obstante, aunque fuese a hacerlo, no podía evitar que la rabia hablase por ella.

Tomó la mano de Jack cuando este se la ofreció y se puso en pie para poder abrazarlo.

—Estaré bien, te lo aseguro, Erika. Cáspia no nos está poniendo las cosas fáciles, pero no podrá con nosotros. Los chicos y yo no vamos a permitirlo.

—Lo sé, pero... —Apoyó el rostro contra su pecho y cerró los ojos—. Me cuesta, ya lo sabes. Voy a hacerlo, por supuesto, no pienso permitir que a Ehrlen pueda llegar a pasarle algo por mi culpa, pero no lo hago de buena gana. En cuanto lo deje volveré de inmediato.

—¿Lo vas a dejar solo?

—Oh, vamos... —La piloto le miró de reojo—. No me hagas sentir mal, Jack.

Un tierno beso en la frente le bastó para comprender que, en el fondo, no iba a poder volver en una temporada. El viaje era largo, pero probablemente no sería nada en comparación al tiempo que podrían llegar a pasar en el hospital en caso de que Ehrlen tardase en despertar. Y es que, le gustase o no, no iba a dejarle solo. Lo más parecido que el jefe tenía a un familiar era Jack, por lo que ella tendría que quedarse con él. Y lo haría gustosa, desde luego, pero con el corazón partido.

Sacudió la cabeza con rabia.

—Maldita sea, ¿por qué no se buscará una novia normal que pueda cuidar de él en momentos así?

—Vanessa lo era.

—Vanessa no era normal, y lo sabes. Ni ella ni la anterior... y ya no digamos la de hace dos años. —Erika volvió la mirada hacia la camilla—. Estoy siendo injusta, ¿verdad?

Jack soltó una leve carcajada. Era precisamente por comportamientos tan inesperados e incomprensibles como aquel por los que se había fijado en ella. Erika era mucho más de lo que a simple vista parecía.

—Un poco —admitió Jack, y tomó sus manos para entrelazar los dedos—, pero se te perdona porque sé que no hay ninguna otra mejor para cuidar de él.

—Así que entonces está decidido... mañana nos iremos.

—Efectivamente.

Erika dejó escapar un largo suspiro. Se resistía a aceptarlo.

—¿Y por qué no va Erland? En el fondo sé que no soporta la idea de dejarme a los mandos de su nave.

—Lo necesitamos. Además, él solo confía en ti para pilotarla. Deberías sentirte honrada, ni tan siquiera se lo permitió a Ehrlen. Para él la "Medianoche" es sagrada.

—Es todo un honor, no cabe duda.

—Entonces no le des más vueltas. —Jack presionó suavemente sus dedos para lograr que le mirase a los ojos—. Escúchame, Erika. No te preocupes por lo que dejas aquí, ni por la misión, ni por mí. Todo va a ir bien, ya verás. Además, quién sabe, puede que vuelvas mucho antes de que acabemos. Ehrlen es duro, ya le conoces, no tardará en despertar. Y si no lo hace, ten paciencia. Tarde o temprano volveremos a vernos. Hasta entonces...

Jack acabó la frase con un tierno beso en los labios. Ambos lo necesitaban. Después de tanto tiempo juntos, separarse iba a ser muy duro, y más en aquellas circunstancias. Ella no podría dejar de pensar en si él había corrido la misma suerte que Ehrlen, y él sencillamente no podría quitársela de la cabeza, tal y como le sucedía incluso teniéndola cerca.

—Te quiero. —Le rodeó la cintura con los brazos y, olvidándose momentáneamente de dónde estaban, volvieron a fundirse en otro beso—. No lo olvides, ¿de acuerdo?

—No lo haré —respondió ella, y le dedicó una sonrisa teñida de tristeza—. Yo también te quiero. Quizás, cuando volvamos a vernos...

—Antes de que digas algo de lo que puedas arrepentirte, querida Erika... —dijo de repente una tercera voz—, prefiero interrumpir.

Erika y Jack se mantuvieron la mirada tan abstraídos de cuanto les rodeaba que tardaron unos segundos en reaccionar. Cuando lo hicieron, sin embargo, fue tal la sorpresa que rápidamente se soltaron y corrieron junto al cabecero de la camilla desde donde, mirándoles con una sonrisa cansada en la cara, Ehrlen había despertado.

Los recibió con los brazos abiertos para abrazarles como si de un padre y sus dos hijos se tratase.

—¡Maldito seas, Ehrlen! —exclamó Erika con el corazón acelerado. Le temblaban las manos de puro nerviosismo—. ¡Tú siempre haciéndote de rogar!

—Lo bueno se hace esperar, ¿no? —respondió él, y estrechó las mano de Jack cuando este se la tendió—. Sabía que tu cara sería la primera que vería al despertar, amigo mío. Tú nunca me fallas.

—¿Estás bien? —respondió él—. ¿Te duele algo? ¿Qué notas? Erika, rápido, llama a Silvanna, tiene que echarle un...

—No —interrumpió Ehrlen, y se incorporó en la camilla con lentitud. A pesar de los días que había pasado inconsciente, parecía agotado—. No la llames a ella, llámalos a todos. Ya sabéis lo que toca ahora, ¿no?

Jack y Erika intercambiaron una rápida mirada llena de alegría y asintieron con la cabeza a la vez. Por supuesto que lo sabían, y el hecho de que Ehrlen también lo supiera era muy buena señal. El jefe había tardado, pero todo apuntaba a que, al fin, había vuelto.

—Preparé la sala de reunión —aseguró Erika, y depositó un rápido beso en la mejilla de Ehrlen antes de salir de la sala a la carrera—. Bienvenido a casa, jefe. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro