El Sonido De Un Trueno
Un fuerte estallido le hizo despertar de entre las entrañas de su almacén mental.
El siseo de la lluvia entro en consciencia de aquello que le había despertado, un relámpago serpentiante se volvió a presentar.
Y sin poder razonar lágrimas recorrieron sus ojos, ese sonido, ese horrible sonido le recordaba bastante a aquel día.
Tomó su cabellera blanca y aplastó sus suaves orejas de animal. Las mismas que tanto le gustaba que el caballero violeta acariciara.
Esto solo lo hizo sumirse más en sus recuerdos, un nuevo estallido le hizo temblar.
No era como las explosiones que su gremio oscuro exparcia en todo el poblado.
Tampoco era como el sonido de las patrullas siguiéndole cuando cometía una fechoría mientras portaba el traje de la noche.
Era más similar a los gritos de agonía y súplica que la hermandad provocaba sembrando terror y locura por donde pasaran. Aunque este era mucho más ruidoso y corto. Le atacaba directo al alma.
- por favor - suplico en sus adentros. - para - ordenó a su propia mente.
Pero esta era una traicionera y no dejaba descansar al híbrido, le dolia no solo el cuerpo, por lo tenso que estaba, también por las leves gotas rojisas que salpicaron en sus suaves mantas. Las garras estaban comenzando a entrar en su carne. Pero no podía detenerse, pensó que el dolor lograría distraerle, pero esto nunca pasó.
Ese sonido le hacía recordar, era muy similar a el último sonido que le permitió ver los ojos de su amado.
- por favor - suplico - detente - su cuerpo temblaba. Estando en posición fetal, antes se sentía seguro en esa pose. Pero esta vez no, esta vez no funcionaria, por primera vez el niño que le golpeba no se detendría, pero en esta ocasión no era un niño, era la propia madre naturaleza la que se encargaba de darle el castigo.
El miedo era similar al que sintió aquel día, uno nervioso y aterrador.
No se parecía en nada al miedo nervioso que sintió cuando le propuso matrimonio al héroe amatista. Tampoco era como el nerviosismo al estar en la cama con el hombre de mayor edad, ni siquiera se acercaba un poco al dolor placentero que sintió cuando por primera ves el varón lavanda entró en su virilidad.
El sonido fue acompañado por su propio gemido desgarrador, ni cerca de ser los gemidos que se regalaban el uno al otro en esas noches de llenas de lujuria.
La noche caía una tormenta, exactamente igual a la que cayo aquel desafortunado día, volviendo el umbral espacial estrellado en uno grisacio y triste, como si ese día el mundo supiera lo que ocurría.
Un día tan desafortunado como en el que tuvo la malisima suerte de ponerse el traje de la noche frente a su amado sin darse cuenta.
Fue tan torpe de hacer desconfiar a su propia comunidad nocturna. Ser tan poco docto le costó muy caro, y aunque sólo perdió una cosa, ese fatídico día fue aquello que más amaba.
Aquello que más amaba estaba ese día dentro de la calavera de piedra, la misma donde sus hermanos y el extinguieron a una comunidad enemiga.
Un frío recorrió su cuerpo entero, pero ni era cercano al frío del metal que sintió en su cabeza aquel día que sus propios hermanos le apuntaron directo al cráneo.
Ese fúnebre día su líder albino hizo que su hermano emplumado le entregará un arma, una escopeta recortada. Y mientras ambos le apuntaban con otras armas le dieron a elegir. Él o su amante.
Traicionó a la hermandad oscura y ese sería su castigo. Morir o aniquilar con sus propias manos a el mayor héroe del pueblo.
Eligió, giro el tiro de la escopeta apuntando directamente a su garganta dispuesto a volarse los sesos. En tanto su amago gemia y suplicaba por el perdón de los hermanos oscuros mientras forcejeaba tratando de soltarse de sus apretadas ataduras que se enroscaban y apretaban como serpientes en sus brazos y piernas.
Apretó sus ojos en búsqueda del alivio en la oscuridad como siempre lo hacía, el tiempo se volvió lento al estar apretando el gatillo.
Tiro fuerte de sus orejas con tal recuerdo, tiro tan fuerte como el tirón que sintió en su arma. De no haberse escondido tras el umbral oscuro de sus párpados hubiera visto que el más experimentado héroe se había liberado de las ataduras y corrió en su dirección para quitarle desesperado el arma de sus manos.
Decidió fundir su carne, huesos y sangre son la pólvora y el fuego de dragon soplado por esa herramienta de muerte.
Si ese día fuese un poco más valiente y se hubiera quedado con los ojos abiertos, talves y solo talves alcanzaría a ver a su amado sosteniendo la mano de la muerte y de esta forma no tirar el gatillo de aquella maldita arma que ahora apuntaba directamente a su alma gemela.
Si no hubiera sido un cobarde y torpe entonces no hubiera sido ...
El sonido de un trueno.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro