Capítulo 11
—Izan me recuerda mucho a ti con la comida, tenéis un estómago sin fondo. Además los dos tenéis el pelo rizado con el mismo color de pelo. Anne… ¿no serás adoptada, verdad?
—¿De qué coños estás hablando ahora? —pregunto terminando de recoger toda la habitación con ayuda de mi mejor amiga.
—¡De qué os parecéis un montón! —exclama cómo si fuera algo obvio.
—Para de decir tonterías, por favor. Tengo ganas de salir de aquí, recoge tu bolso y vayamos a la cafetería donde trabajo.
—Está bien… He pensado en que deberíamos ir al 501 a celebrar tu proyecto diez, he invitado a Iván, Diana y a Julissa por si querían venir.
Cojo mi bolso y salimos de la habitación, dirigiéndonos hacia la sala. Los chicos se encuentran repartidos en los sofás jugando a videojuegos.
—¡Nos vamos! —nos despedimos a la vez antes de abrir la puerta.
—¿Puedo ir con vosotras? —La pregunta de Izan nos sorprende por un momento, Clarissa y yo nos miramos por un momento, ella claramente no quiere, al susurrarme varias veces que no.
—¿Por qué?— la voz de Clarissa sale molesta y seca, a lo que Izan ignora dirigiendo su mirada hacia mí con una sonrisa inocente que me hace sospechar.
—Se aburre porque está perdiendo. —Contesta Tayler, aunque no creo que sea por ello.
—Por mi bien —contesto, Clarissa me lanza su codo contra mi costilla, haciéndome retroceder por el dolor.
—Entonces vamos —con aspecto animado, Izan agarra su chaqueta de cuero, saliendo el primero por la puerta después de mostrarle una sonrisa ganadora a mi amiga de mechas azules, que en éste instante parece un mapache azul, de lo furiosa que está.
—¿Y nosotros qué? — pregunta Tayler cómo un niño pequeño.
—Vosotros os quedáis aquí tranquilitos.
Cerramos la puerta detrás nuestra, antes de recorrer el pasillo, Izan espera en el ascensor.
—Cobraré venganza — susurra para luego entrar.
—Oh, vamos. Si yo te quiero mucho.
****
Como todo un caballero, Izan nos abre la puerta al llegar a la cafetería donde trabajo. He elegido venir aquí ya que en media hora iba a ser mi turno de trabajo, así podía aprovechar para molestar un poco por el lugar.
—Anne, ¿ya es tu hora? —El primero en aparecer por mi vista es Miles, parece bastante sorprendido. —Creo que es la primera vez que llegas así de puntual.
—¿Puntual, Anne? No pueden coexistir esas dos palabras juntas. —Siendo un poco ruda le devuelvo el codazo que me dió anteriormente cuando Izan suelta una carcajada contagiando su agradable risa a Miles —Auch, perra.
—Mapache azul —La de mechas azules sonríe perversamente y adivinando de que tiene la clara intención de buscar un apodo de la cuál poder regocijarse. Así es cómo demostramos nuestro amor —Miles, te presento a Izan, a la de al lado mía ya la conoces.
—Encantado de conocerte, —Izan y él estrechan las manos amigablemente antes de dirigir su mirada color avellana hacia mi amiga. — Hola, Clarissa.
Miles efusivo por volver a verla parece sonrojado ante la sonrisa que le ofrece Clarissa, ella le devuelve el saludo antes de que el carraspeo del rizado corte la breve química que se había provocado alrededor.
—Id a tomar asiento, en seguida voy —Ellos asienten antes de continuar hacia adelante. —¿Está Robert por aquí?
Este menea la cabeza en signo de negación antes de contestar.
—Salió hace media hora, tenía que recoger a su esposa. Enseguida os tomaré nota, mientras puedes descansar hasta que sea tu turno.
—Tranquilo, lo iba a hacer yo —me sale una sonrisa amable.
—No te preocupes, además mi turno acaba enseguida.
—Muchas gracias. Iré a saludar a Cleo. —asiente para luego continuar con su deber. Me dirijo a la cocina encontrando a la bonita de Cleo haciendo lo que más le gusta, postres. Sus deliciosos postres.
Nuestro team se compone de un líder que es Robert, el dueño de la cafetería, y nosotros, sus trabajadores, Miles, Cleo y yo.
Desde que estuvimos todos juntos hemos sido muy unidos, son mi segunda familia. Los he tomado tanto cariño en estos tres meses que estoy aquí en Seattle. Cuando nos alejamos de nuestro pequeño pueblo, me sentí viva por primera vez, lo más emocionante era comenzar una nueva vida aquí, y para pagar nuestros gastos decidimos buscar trabajos. Hubo un momento que me fue duro, no encontraba ningún trabajo que me gustase, que me animara a ir todos los días, Clarissa ya había encontrado el pub. Un día, después de estar andando demasiado, entré aquí para que mis doloridos pies pudieran descansar, fue Robert quien se percató de la chica sentada al fondo con gran aspecto desdichado, como dijo él, y un rostro preocupante.
Cuando se acercó, pensé que me echaría de aquí, así que pedí una taza llena de chocolate caliente. Después de varias horas en las que me encontraba en las nubes, volvió para decir que iban a cerrar. En ese momento me asusté por la hora que era. No había nadie a mi alrededor, me di cuenta que no medí demasiado el tiempo.
Robert tomó asiento frente mía observándome, nunca supe que le transmití en ese momento, pero me alegro que se diera cuenta de que no estaba bien.
Mi taza estaba vacía, cuando él trajo dos más, una para cada uno.
Lo primero que me preguntó era si estaba bien, su mirada me recordó a la de mi padre cuando él se daba cuenta de que andaba mal. Tardé en responder, creo que demasiado, sin embargo a él no le importó.
—Creo que no seré capaz de ser feliz completamente.
Sin poder detenerlo, las palabras salieron de mi boca. No era usual que yo hablara de mis pensamientos con alguien, más bien los guardaba para mí y mucho más si era un desconocido.
—¿Por qué lo dices?
—Uno de mis sueños era salir del pueblo del cuál crecí, siempre sentía que no encajaba en ese odioso lugar. Ahora que me he alejado y me encuentro aquí en Seattle, tengo miedo. Mucho miedo.
—Es normal, jovencita. Es un lugar que no conoces, sólo el tiempo te dirá si este es el lugar en el que deberías estar o no, además eres joven para ir preocupándote, es difícil tener la felicidad completa, solo llega cuando estés lista y para ello tienes que pasar por algunos malos momentos. Por el contrario, no te preocupes por eso hará que obtengas experiencias y aprendas de los errores, hasta que halles el camino a tu objetivo.
Después de eso seguimos hablando durante más tiempo. No parecía con prisas por cerrar, sino que me estuvo escuchando en todo momento y dándome sus consejos de alguien que ha vivido mucho. Desde ese momento supe que ya tenía un nuevo amigo aquí.
Sin dudarlo, me ofreció que trabajase aquí, y yo no pude ir a casa más animada que ese día.
—¡Anne! —corre a mis brazos como una niña pequeña cuando es mayor que yo por dos años. Observa el caro reloj que lleva en su muñeca izquierda antes de abrir los ojos. —¡No te creo, has llegado temprano!
Sin esperarmelo, me agarra de los hombros haciendo que salteamos mientras damos varias vueltas en nuestro lugar, sin más Clarissa entra por la misma puerta uniéndose a nosotras. Cuando nos detenemos soltamos las tres unas fuertes carcajadas.
—¿Por qué saltamos? —Pregunta Clarissa aunque su mirada están en los pasteles de Cleo, que se ven demasiado deliciosos.
—Porque Anne ha llegado temprano—Cleo responde dándole un abrazo a Clarissa a modo de saludo. —Oh, un momento.
Ella se da cuenta de que no dejamos de ver sus postres. A ella siempre le ha encantado la repostería, es una de las peticiones que más hacen los clientes, ella es feliz sabiendo que a la gente les encanta, y a mí me encanta decirlo lo magníficos que están para que muestra esa brillante sonrisa que por lo que ella me contó había escondido durante mucho tiempo.
—Quiero varios de esos —ella señala la que están en la mesa. Mi estómago ruge cuando me doy cuenta que no comí anteriormente.
Unos minutos después, Cleo llega con una bandeja llena de pastelitos decorados que me siento mal que se vayan a destrozar una vez entren por mi boca.
—Recién salidos del horno —El agradable olor nos embriaga, y por un momento se me olvida que Izan está solo allí afuera esperándonos. —Seréis las primeras en probarlo, es una nueva receta que acabo de aprender esta mañana en la academia.
¿Ya conté que estudia repostería? Increíble talento el de esta chica. Sin más que decir cogemos uno y con algo parecido a la desesperación empezamos a degustar. O más bien a devorar.
El delicioso sabor en mi boca me hace soltar un leve suspiro, Cleo sonríe cuando cogemos otra más.
—Están buenísimos —dice Clarissa.
—Son un deleite —opino. Las dos hablamos con la boca llena, por un momento creo que no nos ha entendido nada. Nos chupamos los dedos desapareciendo los últimos rastros.
—Gracias —su sonrisa se agranda antes de llevar el resto de la bandeja afuera.
—Quería más —se queja Clarissa antes de que la pastelera del lugar soltara una carcajada saliendo de la cocina.
—Anda, vamos a ver que nos ha pedido Miles por nosotras. Hemos dejado al pobre Izan solo en la mesa.
—¿Ahora es el pobre Izan? —pregunto socarrona, ella no responde simplemente rodea su brazo en mis hombros, ambas dispuestas a perseguir Cleo.
Miles está atendiendo a una pareja mientras Cleo está hablando con Izan. Bueno, parece que quiere intentar hablar.
Está nerviosa a su lado, no sabe qué hacer, sus manos tiemblan y antes de que se caigan esos deliciosos pastelitos, Izan la ayuda con ello. Cuando nos acercamos ellos se hacen una foto.
—Tuve que pedir ya que estabais tardando mucho, menos mal que llegó esta linda chica para dejarme probar uno de sus pastelitos.
Me disculpo por la tardanza cuando Izan termina de hablar ya que Clarissa se encuentra con el ceño fruncido viendo a otro lado dejándome confundida.
—Izan, ella es nuestra amiga Cleo, además de mi compañera de trabajo. Cleo, este es nuestro nuevo amigo Izan.
Clarissa toma asiento cuando les estoy presentando, Cleo se encuentra enrojecida por la presencia del rizado, cuando este le sonríe.
—¿Trabajas aquí? —Pregunta dudoso Izan antes de dejarse caer en sitio al lado de la de mechas azules.
—Sí, mi turno comienza en diez minutos — respondo, y él asiente conforme.
—Vaya, sois amigas de unos de los miembros de The Boys in Grey. — El nombrado sonríe con descaro. —Debo decirte que soy súper fan vuestra, me hubiese gustado ir a vuestro concierto pero las entradas ya estaban agotadas. —Cleo suelta un respiro, si hubiese sabido que le gustaba aquel grupo, le hubiese regalado una de las entradas que tenía antes de venderlas forzadamente.
—Me alegro que te guste nuestra música. Tranquila, te haré llegar una mediante Anne. —Izan parece querer contribuir en ayudar a todos los que quieran ir a verlos. —Eso si no nos volvemos a ver, preciosa.
Empiezan una breve conversación que a los dos les hace sonreír, Cleo mucho más animada que antes lo abrazó para despedirse.
—¿Podemos ser amigos? — pregunta algo tímida, y él asiente contento.
Observo como Clarissa rueda los ojos, y Cleo recoge la bandeja para continuar con su trabajo, mucho más ruborizada que antes al obtener un guiño de Izan.
Cuando Cleo desaparece, Miles llega trayendo lo que Izan pidió para todos, así agradeciéndole a mi buen compañero, comemos entre tanto surgen conversaciones entre nosotros tres haciendo que pasemos un agradable tiempo, no sé cómo supo Izan que no me gustaba el café, ya que me pidió una chocolatada caliente.
Quince minutos después, cinco minutos más de la cuenta, Miles, Clarissa e Izan se habían marchado, solo estábamos Cloe y yo. No había mucha gente, solo dos mesas llenas, así que no había mucho esfuerzo por hacer.
—J-O-D-E-R, Anne, no me digáis que Izan se queda con vosotras. Espera....vosotros sois los amigos de los cuáles dijeron que se estaban quedando. —Creo que ver al rizado le afectó un poco, no ha parado de hablar de él, y de las canciones que escriben y que la música es super guay y que tiene pósters de ellos en su habitación. En fin una súper fan.
—Son amigos de Tayler, muy buenos amigos debo decir. Se conocieron en un campamento al que fue a los quince o dieciséis, creo recordar, y desde allí no han perdido contacto entre ellos. —Ella parece aún más sorprendida.
Nos encontramos apoyadas en la barra, con una suave canción sonando por el local, mientras hablamos mi mente tararea la canción al mismo tiempo que estoy escuchando a Cleo.
—Wow, los conocía antes de su fama, eso es mucho más increíble, tía —asiento— ¿Y… Matthew y Fernando están también allí? Aunque es verdad, en el programa Fernando dijo que estaba con su tío.
—Ajá, solo Izan y Matthew —su sonrisa se ensancha, y sus ojos brillan cómo si el sueño se estuviera cumpliendo.
—¿Y cómo es Matthew en persona? ¿Es tan serio cómo en los conciertos o en alguna entrevista, o solo es imagen y en verdad es un osito de peluche?
Suelto una carcajada que se me escapa, no puedo evitarlo cuando veo cómo Cleo se abraza así misma haciendo pucheritos. Los clientes nos ignoran.
—No me imagino a Matthew haciendo eso nunca —digo con honestidad—, es cómo se muestra en la tele, no parece esconderse, al menos por lo que he visto.
La verdad, parece esconder muchas cosas, pero su personalidad parece ser la que es o la que ha sido durante varios años, no creo que sea de las personas que les importe lo que piensan de él. Algo que a mí me gustaría aprender.
—Sería increíble conocerlo y a Fernando también —suspira.
—Clarissa quiere que salgamos de fiesta, aunque no es que me anime la idea, estás invitada claro está.
—¿Qué celebramos? ¿Mañana no es viernes? —Ay, tiene razón. Si salimos esta noche de fiesta, mañana no estaremos bien para las clases.
—Lo aplazaré a mañana, celebramos que he obtenido mi primer diez en clase de arte —digo antes de atender al próximo cliente que entra por la puerta.
—Felicidades — canturrea antes de volver a su puesto.
Pasan las horas, en las que algunos entran y salen mientras otros piden un café cargado para trabajar con sus portátiles en algunas de las mesas.
Robert no ha aparecido durante mucho tiempo, sin embargo, me siento aliviada cuando lo veo entrar por la puerta. Menos mal, porque ya era muy tarde, prácticamente era la hora de cerrar.
—¿Qué tal, viejo? —Cleo saluda cuando aparece a mi lado. Robert puede ser un "don cangrejo" en cuanto al dinero pero una grandísima persona, la confianza que ha depositado en nosotros con su cafetería siempre será agradecida por nosotras.
—¿Poca clientela, hoy? —Sus comisuras se levantan pero la sonrisa no llega a sus ojos, después de contestar Cleo con un "normal", toma asiento en uno de los taburetes de la barra frente a nosotras.
—Menos que ayer, sí —contesto al mismo tiempo que me encojo de hombros.
Algo debió de haber ocurrido, se encuentra cansado y su expresión es triste, intentando que no nos demos cuenta de ello.
—Id a casa, mañana hay que ir a la universidad, niñas.
—¡Sí, señor! —como si hubiésemos pensado igual, hacemos la pose militar extendiendo el brazo de nuestra frente hacia adelante.
Recogemos los bolsos, y nos despedimos de él con un beso en la mejilla a cada una, sonríe antes de acompañarnos hacia la puerta cuando no hay más clientes, coloca el letrero de "cerrado" antes de cerrar con llave la puerta y dirigirse a su despacho.
Cleo frunce el ceño antes de agitar la cabeza como si estuviera alejando algún pensamiento de su mente.
—¿Quieres que te lleve? Mi auto está allí —señala con un dedo hacia su pequeño auto amarillo.
—Por favor —pido, ella sonríe antes de agarrarme el brazo y atravesar la carretera hacia la otra acera.
****
Llegar a casa es la mejor sensación, después de un largo día, al menos en mi caso de una larga tarde. Cuando me bajo del coche de Cleo, el cielo se encuentra oscuro.
Intenté invitarla a pasar y así pasar un rato con nosotros, sin embargo, rechazó la propuesta para otro día ya que tenía una cena con sus padres.
Saludo a nuestro recepcionista, antes de subir a mi piso por el ascensor. Música de rock and roll se escucha desde el pasillo, cuando saco las llaves para abrir la puerta, escucho otra puerta abrirse y me doy la vuelta para ver a mi vecina frente a mí cruzada de brazos.
Y se encuentra molesta, más que molesta diría yo.
—¿Se puede saber por qué tenéis que poner la música a un alto nivel de volumen todos los días? —su pie izquierdo repiquetea contra el suelo.
—Ahora mismo diré que bajen el volumen, señora Reynolds.
—Señorita —replica aún más molesta.
—Ajam —Muerdo mis labios para no abrir mi bocota. Espero que vuelva de donde salió, pero no creo que lo vaya hacer.
Antes de poder retenerla, pasa por mi lado echándome a un lado, y golpea fuertemente la puerta, no sé si la vayan a escuchar, sin embargo, ella continúa.
—Señora Reynolds, deténganse de una vez. —Comienzo a molestarme.
—¡Apaguen de una maldi…!— Grita, cuando la puerta se abre de repente haciendo que la vecina se calle.
Por un momento parece algo agitada, veo quién abre la puerta, y ya entiendo la reacción de la mujer.
Porque… SANTO CIELO
Matthew se encuentra en la puerta, simplemente con una toalla alrededor de su cintura.
Su torso desnudo mostrando sus tatuajes con gotas de agua resbalando desde las puntas de su pelo hasta pasar por su cuello y pecho. La vista es…
Simplemente wow…, que ganas de poder pasar mis manos por sus tatuajes.
—¿Qué ocurre? —Está molesto, pero su rostro serio y completamente molesto es demasiado sexy en este momento a decir verdad.
Alejo esos pensamientos de mi cabeza, la señora Reynolds sigue embobada, antes de carraspear y mover sus pestañas en un intento de hacerlo lo más sensual posible.
—La música se escucha desde mi apartamento, ¿sabes? He tocado para preguntar si podríais bajar el volumen. —Para preguntar dice, más bien para exigir pero con respeto la dejaré continuar.
—Está bien, ahora lo bajaré —La voz ronca de Matthew es demasiado embaucadora, ¿cómo sonaría el cantando? Todavía no lo había escuchado cantar, solo tocar su guitarra electrónica en el concierto y cada vez que no tenía nada que hacer en la sala o en su habitación.
—Nunca te he visto por el edificio, ¿acabas de mudarte con Tayler y esta?
Al parecer solo le caen bien los chicos atractivos, ya que con Tayler siempre está <<¡Hola, Tayler! ¿Qué tal, Tayler? ¿Te apetece unos brownies recién salidos del horno, Tayler?>>
Normal que no tenga esposo todavía.
Quiero que se vaya, o al menos que se quiten del medio para dejarme pasar, sin embargo la furia creciendo hace que me quede estancada en mi sitio antes de hacer alguna tontería que después pueda arrepentirme.
—Sí señora, soy un invitado de la casa. —Tiene sus ojos en mí, lo sé. Mientras yo intento no echar chispas viendo el rostro de mi vecina con exceso de maquillaje.
—Señorita —vuelve a replicar. —Bueno, vivo aquí al lado por si me necesitas para alguna cosa —Una sonrisa más falsa que mi gusto por mi carrera ocupa su estropeado rostro, recorre a Matthew de arriba a abajo, antes de observarme con asco cuando se vuelve a percatar de mi presencia. Se marcha moviendo sus caderas creyendo que es Cardi B.
Matthew me jala del brazo hacia el interior, antes de cerrar la puerta detrás de él. Camino hacia el altavoz y reduzco considerablemente el volumen. Al levantar el rostro, recorro mi vista hacia él sin poder evitarlo a la vez que trago saliva.
—Puedes verme todo lo que quieras rizos, pero una foto dura más —la sonrisa egocéntrica ocupa toda su cara queriendo golpearlo, me guiña un ojo antes de caminar hacia la cocina.
Cansada y queriendo una ducha me dirijo hacia mi habitación, para ir a descansar ya que mañana tengo que volver a levantarme temprano.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro