V. Revelaciones
"Será una historia larga" advirtió.
"Escucharé hasta el final"
Tras contener la tristeza en su voz dijo: "Es una historia complicada. Sobre una huérfana, un monstruo capaz de convertir a los hombres en piedra y un antiguo rey de un reino que ya no existe..."
Esa noche, Wei Ying decidió sincerarse.
Sintió que era propicio, y fue la primera vez en que expresó aquello que se escondió dentro de su corazón con recelo.
Como era de esperarse, Wei Ying no siempre fue un monstruo horrible que atraía a la muerte con tan solo un mirada.
Había sido una persona, libre, tonta; y tan joven como lo era Lan Zhan.
Wei Ying, en ese entonces Wei WuXian, había nacido con la estrella de la desgracia apuntando en su dirección. Eso fue evidente, cuando sus padres perecieron durante la infancia.
A pesar de ello vivió y se educó en pacíficas tierras prósperas. Dichas tierras se caracterizaron por vastos lagos, las leyendas más antiguas señalaron que algún antepasado había hecho un trato con las deidades del río, quienes les bendijeron con dicha. El clima fue cálido la mayor parte del año, y el aire húmedo se impregnó en la piel con el aroma del nenúfar y la flor de loto.
Sin embargo, debido al destino maldito que Wei Ying arrastró, la desgracia llegó a ella una segunda vez.
Con ello la quema de sus tierras y el asesinato de la gente que vivio bajo el cuidado de la familia que le adopto.
Ante tal destino, Wei WuXian no pudo evitar pensar en que todo había sido su culpa.
Lo sintió durante tanto tiempo que no encontró solución a su desgraciada situación, más que tomar la responsabilidad por toda desgracia ocurrida.
Y, aunque resultó tentador dejarse morir para terminar con la cadena de desgracias, a Wei WuXian le hubieron sobrevivido dos de sus hermanos, por lo que hizo la promesa de protegerles de por vida, para que nada malo les ocurriera.
Desafortunadamente, solo eran un par de mujeres, y el joven príncipe heredero en aras de escapar a tierras de la matriarca de la familia real, para solicitar el asilo tras la quema de sus tierras.
No habbo demasiado que Wei Ying pudiese hacer, y atrayendo la desgracia, como ya era usual, su hermano resulto herido.
Había recibido una flecha en el pecho, muy cerca del corazón, pero no lo suficiente. Su hermana mayor, debilitada por la impresión y el fuego, se sumió en una fiebre debilitante que le postró en cama por varios días. Su vida corrió peligro, no solo por la persecución del reino invasor, sino por el estado de salud deplorable para aquellos tres huérfanos.
Las desgracias de Wei Ying estuvieron lejos de terminar. Y se convirtieron en el inicio de un destino trágico. En una tarde lluviosa, tomó la decisión de salir para conseguir algunos suministros con las escasas monedas que aún quedaban a su disposición.
Se hizo de medicamentos y algunos panes para comer, con gran pesar noto que no serían suficientes para ninguno de los tres; así que comenzó a barajar la excusa a emitir para compartir su parte.
Mientras salía del negocio del boticario, fue interceptada por soldados del ejército invasor. La encontraron, le tomaron por los brazos y le arrastraron con fuerza por la calle principal. Pese a los gritos de horror y lucha, nadie se atrevió a ayudar. Algunos miraron con mortificación, otros con indiferencia, algunas personas con desprecio y malicia.
Ignoraron el llamado de Wei Ying y le dieron la espalda. Fingieron no verle y huyeron de la escena.
En su momento aborreció a aquellas personas, más tarde entendió que solo eran campesinos con miedo a morir.
Wei Ying se recordó una y otra vez que debía sobrevivir. Había hecho una promesa y estaba dispuesta a cumplirla. Aún si quebrantaba su espíritu y le torturaban hasta la muerte, no diría nada. Mantendría seguros a sus hermanos porque así de grande fue su amor por ellos.
Fue arrastrada por muchos metros, perdió sus zapatos y sus túnicas se engancharon con ramas y superficies, hasta que se desgarró la tela en el orillo. Al llegar a su aparente destino fue arrojada como un montón de basura. Los soldados no reconocieron su relación con la familia real debido a sus ropajes humildes.
No le habían sustraído para interrogarla, sino porque parecía una campesina fácil de someter.
Trató de escapar, les insultó y luchó por alguna salida, sin éxito.
Cuando los hombres se fastidiaron de sus juegos, le propinaron un golpe que la envió al suelo, y ahí, le aplastaron hasta que su cabeza se presionó en la losa de piedra, y se sintió aturdida.
Los hombres desgarraron la parte inferior de sus túnicas y le abrieron los muslos con suma violencia.
Fue entonces que le tomaron por la fuerza. Violentamente, de modo brutal.
Se turnaron para abusar todas sus cavidades. Wei Ying luchó, rogó y gritó ante el dolor de ser atravesada viva; los soldados se limitaron a reír y regodearse por su infortunio.
Esa noche sin fin, le manipularon como un muñeco sin huesos. Apretaron sus brazos, le separaron las piernas; se metieron en su boca y le partieron el alma hasta que perdió el conocimiento, y se hizo la mañana.
Cuando abrió los ojos de nuevo, encontró un puñado de monedas arrojadas a su alrededor. Como si hubiesen tomado una puta y le hubiesen pagado por su servicio.
Wei Ying sintió el cabello pegajoso por la sangre debido a los golpes, pero apenas tuvo tiempo de reaccionar a ello.
Después de lidiar con el vértigo y las náuseas, producto del traumatismo en la cabeza, luchó por ponerse en pie. Sin embargo, le dolió el cuerpo y notó hematomas horrorosos, y la sangre deslizarse hasta los tobillos.
No solo se sintió herida, también fue vulnerada; tan vulnerable que deseo que ningún hombre le viese de nuevo.
Ansió encogerse y desaparecer.
A Wei Ying le tomó mucho tiempo armarse de valor para regresar al refugio con sus hermanos. Pero no permitiría que le viesen en tan deplorable estado. Por lo que caminó a través del poblado, bajo la mirada lasciva y repugnante de las personas que le juzgaron por su apariencia descompuesta, y llegó al río. Consideró por un instante ahogarse, para terminar con su karma, pero abandonó la idea en seguida.
Se lavó en el río conteniendo el llanto, y recogió los pedazos destrozados de su persona con lo que le quedaba de dignidad.
En su camino de vuelta, encontró a una mujer anciana.Raquítica con las extremidades delgadas y las cuencas de los ojos vacías debido a la edad. Wei Ying se encogió en su lugar, pero la anciana le invitó a su hogar, señalando que no era seguro que anduviese en el pueblo con un montón de jirones que no le proporcionaban ninguna clase de modestia.
Wei WuXian había seguido a la mujer hasta una humilde cabaña. Ahí se quemaron hierbas e inciensos, por lo que Wei Ying supuso se trataba de una santera, de algún tipo.
La anciana le proporcionó una túnica oscura, y elogió las cualidades de la misma, añadiendo que era buena para ocultar el sangrado de sus heridas.
Bebió un té amargo para los nervios y se le colocaron algunas hierbas trituradas en los cortes de la piel.
"¿Por que me ayuda?" preguntó Wei Ying con una voz estropeada por los gritos.
La conversación no tuvo demasiado sentido a raíz de la demencia de la anciana.
Aún así fue coherente en los detalles, y le reconoció como la antigua sacerdotisa del reino.
Al menos cuando los reyes aún vivían. Por su afinidad con lo sobrenatural, Wei Ying fue seleccionada por la familia real como la sacerdotisa del reino. Sin embargo, nunca tuvo la afinidad con los espíritus como su madre, ni el talento de esgrima de su padre, un caballero de la orden al servicio del rey.
Wei Ying no pudo evitar llorar por su desdicha, y contó a la anciana la situación con sus hermanos. La mujer, que proporcionó algo de comida, le instruyó, haciéndole recordar algunos de los hechizos complejos que se le enseñaron durante su preparación en el templo. Wei Ying fue enviada al templo durante sus primeros años de orfandad, elogiada por su particular cognición, aunque, en realidad ella disfruto de las situaciones simples de la vida, de la pintura, el dibujo y su tiempo de convivencia con sus hermanos adoptivos.
Wei WuXian se quedó sin palabras, pues supo a qué se refería con ello.
Llamar a los dioses antiguos de manera tan directa podría ser contraproducente, pero la anciana trató de convencerle de que las grandes deidades escucharan los ruegos de los sometidos.
Con ello dicho, emprendió el camino de vuelta.
Después de un sin fin de acontecimientos, regresó en sus pasos en búsqueda de la cabaña, pero esta no se encontró por ninguna parte; y Wei Ying supuso que había estado en presencia de un espíritu nacido del resentimiento; que había manifestado debido a su situación desesperanzadora.
Esa tarde regresó al refugio. Con las monedas que se le arrojaron compro medicamento y comida justo como en la noche anterior. Se cubrió con la capa, su cuerpo lacerado, de movimientos lentos le hizo pasar por una anciana de andar inestable.
Ya estando ahí, atendió la enfermedad de sus hermanos. Su hermana sufrió delirios por la fiebre y su hermano se encontró al borde de la infección.
Esa misma tarde escuchó sobre la orden de captura para tomar por prisioneros a los sobrevivientes del ataque al reino. Fue entonces que Wei WuXian tomó a sus hermanos enfermos y los arrastró en dirección de los bosques donde los mantuvo a salvo.
Para el tercer día, habiéndo terminado toda clase de raciones, camino en dirección de una cueva cercana. Se adentro a las profundidades y encendió algunas velas.
Siguiendo los ritos tradicionales, se dejó llevar por su ira y elaboró un ritual maldito.
En este, convocó a los dioses antiguos, rogando a los mismos por un baño de sangre, que destruyese a sus enemigos.
Por supuesto, ella no esperó lo que ocurrió después.
La voz de un traicionero dios, y tantas voces más, susurraron contra su oído; le prometieron convertir a sus enemigos en piedra y destruirlos hasta que estos estuviesen postrados a sus pies.
"¿Acaso no lo deseas?" inquirió una voz lúgubre.
"Nadie se atreverá a mirarte, de hacerlo se paralizaran de miedo" susurró otro espíritu.
Wei Ying nunca ambiciono el poder. No de esa manera. Pero su hermano de crianza fue el príncipe de aquellas tierras; sabía que sería un buen líder una vez que regresara la paz. Solo deseo que su gente encontrará la tranquilidad.
Los dioses viciosos hicieron falsas promesas de paz, y dieron órdenes para que siguiese en orden de obtener la victoria que tanto deseo.
Wei Ying obedeció. En inicio fueron pequeños rituales, rezos y ofrendas. Para el tercer mes, después de que su hermano hubiese recuperado la salud milagrosamente, se le hizo una nueva petición: Un sacrificio con su propia sangre.
Lo encontró difícil ya que era un tabú, pero el reino había dominado y recuperado más de la mitad del territorio invadido, lo que le hizo llegar a pensar que un pequeño esfuerzo valdría la pena. Pagaría por sus faltas más tarde.
Esa noche, la voz de los dioses le llamó en sueños, se le instruyó con órdenes simples:
'Caminarás sobre las tierras descalzas, y tus pies andando sobre los campos donde se derrama sangre; posate frente a tus enemigos, y mira como estos se convierten en piedra de solo verte'.
Wei Ying así lo hizo. Su sorpresa fue que, justo como se había prometido, los hombres se convirtieron en un montón de estatuas de roca, y sus cuerpos fueron rotos por el golpe de sus espadas.
Al recuperar el territorio se llevó a cabo una gran celebración, donde se clamó por alto y ancho al joven rey que se alzó como una criatura divina, y la sacerdotisa del reino que lanzó una maldición sobre sus enemigos.
Wei Ying regresó a la cueva donde había pactado el ritual, e hizo las ofrendas correspondientes. Para ese entonces, el resentimiento y enojo se habían enfriado en su corazón. Su venganza ya había sido cobrada. Ella no necesitaba lastimar a nadie más.
La paz se hacía presente poco a poco.
Ambiciosos, los espíritus siniestros exigieron más sacrificios, sangre y destrucción. Pero Wei Ying se negó a hacerlo.
Forzó un ritual para dar término al contrato y volvió al reino.
Su hermano se había convertido en el rey de aquellas tierras. Por lo que se planificó la ceremonia de coronación una vez que terminasen las fiestas por la victoria.
De camino a sus aposentos, Wei Ying se encontró con algunos sirvientes decorando el jardín. Las estatuas que decoraron aquellos espacios verdes no fueron otras que las formas de sus enemigos.
Wei WuXian se paralizo al reconocer el rostro de agonia en las estatuas. Sintiendose culpable, reflexionando en que muy probablemente, no todos aquellos muertos fueron culpables.
Ella advirtió: "No sean tan descuidados, podrían quebrar sus cuerpos"
"¿Por qué interesan sus cuerpos? ¡Son perros!, ahora no son más que un montón de rocas. Si pierden un brazo, una pierna o se rompen en miles de pedazos será mejor para todos. Nadie quiere algo tan repulsivo. En realidad, tenerlos decorando los campos, es una advertencia para nuestros enemigos" señaló uno de los capitanes.
Wei Ying no pudo hacer más que continuar con su camino. En la sala del trono encontró a su hermano, en compañía de otros tantos reyes para acordar un arreglo matrimonial para su hermana mayor. Wei WuXian se sintió incómoda ante las miradas dirigidas a ella, más aún bajo el repulsivo semblante del rey del país del oro.
Reyes y consejeros ofrecieron oro, riquezas y tierras a la nación, que poco a poco se recuperaba del daño, con el fin de utilizar a Wei WuXian como un arma para conquistar a sus adversarios. Territorio que no estaba declarando la guerra a nadie.
Como era de esperarse, se negó.
Uno de los emisarios dijo: "Vuestra sacerdotisa ni siquiera tiene que salir del reino, con que ore a nuestro favor y pida a los dioses su intervención será más que suficiente"
"Esta sacerdotisa ha sido bendecida con un gran don, no debería monopolizarse, su poder requiere ser compartido a los reinos aliados"
Wei Ying continuó negándose. Esto trajo el recelo de los ancianos y la tensión con el resto de reyes.
Su hermano la encaró y presionó, razones por las cuales había tratado de ponerles en desventaja nuevamente. "Estas arruinando todo lo que me costó construir"
Esto fastidio a Wei WuXian que, con demasiado tiempo libre, se enfocó en ensimismarse para atender el trauma producto de su abuso. Durante la guerra, no había tenido oportunidad de pensar en ello, pero, ahora, no podía cerrar los ojos durante las noches sin recordar el daño que se le infringía a su cuerpo y a su espíritu.
Su caída al abismo tomó lugar una tarde de otoño, mientras se dirige a su jardín secreto para retozar. A Wei Ying le gustaba pasar el tiempo ahí. Había una mesita donde charlar bajo la sombra de un árbol milenario, cuyas hojas se habían tornado naranjas. Wei Ying se hizo un ovillo sobre la hierba, ignorando las prendas finas y los adornos de oro y plata con los que adorno su cabeza y muñecas.
Sin embargo, hubo algo extraño. Un puñado de túnicas doradas aparecieron de la nada, y Wei Ying se horrorizó.
No se suponía que nadie estuviese ahí a excepción de su hermana, y ahora un hombre misterioso se hizo en su lugar seguro. Conteniendo el lamento que le provocó el trauma aún fresco, lloró a los dioses, para que ese hombre no se acercará ni la mirase.
Un alarido se escapó de la garganta del hombre, cuando Wei Ying levantó la vista, aprecio al amado de su hermana menor totalmente petrificado.
"¿Qué hice?" balbuceo.
No fue intencional.
Ella no quiso convertirlo en piedra como a sus enemigos.
La muerte del príncipe heredero de la nación de oro decantó el inicio de una potencial guerra.
Frente al conflicto latente, se tomó la decisión de que, en búsqueda de la paz, Wei WuXian sería asesinada por el reino de oro; de esta manera se compensaría su crimen.
Ella escapó. Lo hizo en medio de la conmoción, y se apartó tanto que terminó en las tierras de la anciana que le recordó sobre el ritual maldito. Pero no tuvo éxito. Se resguardo en la cueva donde solía realizar sus rituales oscuros.
Pero el asedio fue inminente. Su hermano y otros tantos reyes se habían aliado en orden de la paz.
Su hermana mayor, terminó petrificada por error, en un intento desesperado por salvarla.
Esto desató el horror de la gente y el odio de su hermano.
El rey, Jiang Cheng, se dejó consumir por el odio y no titubeo.
Tratando de enmendar las cosas, de traer paz a su hermano, arrepentida por perder el control, no luchó.
Wei Ying se convirtió en una muñeca de trapo, como aquella vez en que los hombres la lastimaron, y se arrodilló en sumisión sin alzar la vista.
Se inclinó cual reverencia y expuso su cuello para terminar con la agonía de todos.
Entonces sintió el corte limpio que le separó la cabeza del cuerpo.
...
Debió pasar un largo tiempo entre acontecimientos; ya ni siquiera pudo recordar los sucesos posteriores a su primer asedio.
Logró escapar. Huyó lejos, tan lejos mientras se le dió caza por los descendientes de su hermano y los reinos aledaños.
Finalmente, llegó a su hogar, a su prisión, dónde permaneció encerrada y segura del mundo.
◆ ◈ ◆
Habiendo terminado su trágico relato, Wei WuXian fue incapaz de contener la risa amarga que escapó de su garganta. Lan Zhan frunció el ceño y se molestó. Ella no encontró nada divertido en tanta desdicha.
Wei Ying, como solía hacer, trató de restar importancia a la situación, pero la joven no lo permitió.
"No es divertido" lloró.
Wei WuXian, incapaz de lidiar con el llanto de las personas, comenzó a entrar en pánico e intentó consolar. Aún si Lan Zhan no quería ser consolada.
"... Ahora que sabes mí pasado, ¿tienes miedo?"
No hubo tiempo para respuestas. Lan Zhan ignoró la desagradable apariencia de Wei WuXian y tiró con fuerza.
Le apretó, hasta que el agarre le dejó sin aire, pero no fue doloroso. No más de lo que alguna vez sufrió. Lo reconoció como un abrazo. Una caricia suave.
Consuelo.
Lan Zhan lloró contra su hombro; sus pequeñas manos trazaron círculos en su espalda y su mano libre se posó en el puñado de serpientes y permitió a las mismas enredarse entre sus dedos. Algunas danzaron con entusiasmo, otras más le evitaron, pero ninguna le hirió.
"Wei Ying ha sido más que amable y gentil, nunca podría tener miedo de ella"
Entonces, Wei WuXian se quebró.
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