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I. Leyenda


Mito 1.

Se rumoreaba que existía un valle siniestro en lo profundo de una montaña divina.

Esta depresión había existido por miles de años, era húmeda y sinuosa; donde los ríos perdían su fuerza hasta convertirse en una tenue lluvia.

Una maldición recayó sobre aquel inquietante valle.

Sin embargo, sobre el camino, cual pase al inframundo, se alzó una montaña con propiedades místicas, con la capacidad de lavar las almas de los muertos y ahogar a los impíos.

Se decía, como en cualquier mito, que la dolina inundada de aquel valle fue único en su tipo; si alguien meditaba durante determinada cantidad de tiempo conseguiría la divinidad. Si se bebía de sus aguas se sanarían heridas y enfermedades; si se asesinaba a la bestia que resguardaba ese lugar perdido entre las leyendas entonces se podrá gobernar sobre los hombres...

Aquel valle tuvo nombre alguna vez. Pero, el nombre se pronunció en una lengua antigua. En una lengua ahora muerta, de la cual nadie tenía el registro. Esto derivó en que nadie supiese el significado de dicho nombramiento. Inevitablemente, la gente prefirió llamarlo el valle siniestro, por cuestiones de practicidad.

En aquellas aguas moró una criatura, incluso más vieja que los reyes divinos que pisaron la tierra. Un ser con un poder tan descomunal que aterrorizó a las masas.

Esto derivó en que el monstruo se convirtiera en una leyenda popular entre la gente. Tan común como los cultos al dios del sol, la lluvia y la luna.

Nadie había visto a dicha criatura, y apenas existieron inexactos manuscritos de viajes e ilustradores de la antigüedad, donde se le garabateó como la combinación de un engendro maldito y una bestia de carne desgarrada.

La leyenda más aterradora de la que se tuvo registro alguna vez, dató de al menos cinco siglos atrás, con una inscripción horrorosa: 'Si le ves, llora'.

Anunciando la agónica resignación de tener salvación de cualquier tipo ante el encuentro con la bestia.

Los mitos fueron vagos e inexactos, aunque todos concluyeron en una cosa: La criatura de la dolina inundada en el valle siniestro tenía la capacidad de petrificar a las personas.

Las epopeyas más floridas, relataron los sangrientos enfrentamientos contra el monstruo.

Monstruo que habitó las fauces de aquella cuenca maldita, y se negó a abandonar aquellas tierras cubiertas de sangre inocentes donde erigió su hogar.

¡Fue una criatura tan despiadada que no permitió ningún rito fúnebre para honrar a los caídos!

Se alegó con vehemencia como antiguos ancestros se impusieron sin éxito alguno. Se enviaron ejércitos y héroes pero todos tuvieron un mismo destino. Esto permitió a los hombres, reconocer la crueldad del monstruo.

Entre el paisaje kárstico y las surgencias del río, se encontraron estatuas de piedra caliza y cal fina.

Las estatuas se caracterizaron por la perpetua expresión de horror y lamento. Fueron cientas, por no decir miles. Algunas de ellas carecieron de brazos y piernas, otras más perdieron sus rasgos humanos con la erosión del viento y el agua; solo inusuales casos fueron destruidos por mera arrogancia del monstruo. Pues era bien sabida la tendencia de mantener un cementerio, cual galera de exhibición, donde se presumieron los restos de aquellos que alguna vez fueron humanos.

Las tallas más codiciadas por la criatura se mantuvieron en un estado de imaculez absoluto, y se cubrieron con una fino velo hecho de la seda más pura, a fin de ocultar el tormento eterno en su gesto. Se decía que si se contenía el aliento el tiempo suficiente para no emitir sonido alguno, sería posible escuchar el alarido y ruegos de auxilio de aquellas almas atormentadas dentro de la piedra.

Nadie fue capaz de confirmar dicho relato, pues fue bien sabido que, aquel que se adentraba a los terrenos de tan soez aberración, no sería visto nunca más.


◆ ◈ ◆


Bajo el misterio, la fantasía y el escepticismo, el mito de la criatura que colecciona tallas de hombres sobrevivió al paso del tiempo.

Hubieron transcurrido varios siglos desde que se escuchó el primer relato de tal espíritu; y al menos tres milenios desde el 'asedio' en el que aparentemente se tomó su vida.

Fue una epopeya popular entre la población. La historia de un joven gobernante, de un reino devastado por la guerra, quien siguiendo su heroico instinto acudió a la guarida de la bestia que le arrebató todo; en un acto de recobrar su honor, le cortó la cabeza. Aquel cuento mitológico señaló que el rey que rigió sobre ríos y lagos exhibió la cabeza del monstruo durante un ciclo lunar frente al templo erigido a su familia fallecida, como testimonio de su proeza, en búsqueda del perdón y honra de sus antepasados.

Dicho monarca fue bendecido con prosperidad y poder durante un siglo. Se ambicionó tal bendición en una guerra por el erario maldito. Una vez concluido el conflicto, se puso en evidencia que la cabeza de la criatura había sido destruida a raíz de la codicia del hombre.

Se dijo que la bestia de la dolina fue odiada en alto y ancho; incluso, por sus ancestros y los más benevolentes dioses.

Sin embargo, nadie creyó en los sabios y estudiosos, de las antiguas lenguas, en su búsqueda por dignificar a aquella figura mítica; porque, fue imposible aceptar que aquel demonio hubiese sido un humano alguna vez...


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Mito 2.

En las tierras lejanas, sobre las montañas y las nubes, yació un reino.

El reino fue rico en oro y jade. Hubo tal esplendor en tales tierras que incluso el cuenco en el que se bebía la sopa más humilde se hizo en jade, y los botones y cuentas simples se tallaron en alabastro.

Los habitantes de entre las nubes exudaron serenidad y calma. El soplar del viento sobre las hojas fue nítido a los oídos, siendo apenas sofocado por el agraciado tocar de la música de cuerda y vientos madera; el aire puro como lo sería una montaña divina, y la vida fue longeva.

La paz de aquel reino abarcó largos siglos, al punto en que los moradores se volvieron dóciles y se cultivaron en la erudición y las artes.

En la sextigentesima vigésima generación, el ominoso 'Sol del poniente' se alzó sobre ellos durante el mes de la luna roja.

Las edificaciones de jade, con miles de años de historia capturada, ardieron con fuerza hasta que los cimientos se ennegrecieron, y se convirtieron en montículos indistinguibles. Incluso los moradores de dichas tierras se consumieron por el fuego hasta la ceniza, dejando atrás el hueso arrancado de la carne calcinada.

La única sobreviviente de dicho reino devastado fue la princesa heredera. Segunda en la línea del trono; la cual fue elogiada por su afinidad en las artes, al punto de ser considerada toda una musa.

Aquella mujer, impotente frente a la quema de su hogar, fue cegada del mundo por las chispas y el fuego, lo que a su vez nubló sus ojos de la crueldad.

Probablemente fue lo mejor, pensaba la gente al escuchar el relato.

De esta manera, sería incapaz de ver en que se convirtió la biblioteca de su infancia, o los cuerpos de aquellos que alguna vez amó.

Imposibilitada para encontrar el camino correcto.

Sus pasos siguieron juegos de luces y sombras terroríficas, hasta que fue arrastrada por las frías corrientes de las cascadas donde solía vislumbrar conejos silvestres.

Las aguas impelieron por cientos de metros a través de la montaña. Bajo las curvas gélidas, rápidos y estanques en el subsuelo y angustiantes episodios de agotamiento... Hasta que finalmente cayó al vacío hacía su muerte.


◆ ◈ ◆


Mito 3.

En lo profundo de una gruta calcárea, entre musgo, helecho y hongos, habitó una joven de inigualable belleza. La mujer fue escrita con las cualidades de una náyade, de piel pálida y labios rojos; pero en lugar de hierba santa y flores, crecieron serpientes en su cabello.

Serpientes de toda clase. Corredora negra, mamba, boa, de gran longitud y pequeñas como una lombriz. Las hubo de todo tipo, incluso venenosas. Pero eran tan dóciles, ante su maestra, que pocas veces recordó tal veneno.

Las criaturas se enroscaban con inteligencia propia alrededor de las delgadas extremidades; bordeando su menuda figura, siendo tan extensas que, muchas se arrastraron como el largo velo de la muerte. Sus ojos pálidos, avergonzaban a la plata más pura, a la roca del río y a la luna más brillante. Pese a ello, no hubo manera de examinar el color exacto, pues, aquella mujer fue tan mortal como hermosa. Y un solo vistazo bastó para arrebatar cualquier vida. Así que el resto de criaturas recurrió a verle desde los puntos ciegos de la luz y el reflejo en el agua.

¿Cuántos milenios han sido desde que alguien miró en su dirección voluntariamente?

Su hogar se asentó en las profundidades más sinuosas. En la gruta más antigua por la cual se ratificaba el río, similar a las venas verduzcas que le coloreaban la piel, o las raíces de un árbol milenario.

Ahí, donde la luz se filtraba entre los parches de la hierba y el agujero de la dolina, ella construyó su casa.

Pero decir 'casa' resultó demasiado acogedor. Porque en realidad no había nada que pudiese representar una casa convencional. Solo escombros de un antiguo templo; el jardín de estatuas desgastadas por el paso del tiempo y la enredadera larga, cual reclamo de la naturaleza.

En ese lugar, moró Wei Wuxian. 

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