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ÚNICO

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El Invierno Conoce Al Sol

El invierno siempre había sido parte de la vida de Sunghoon. No solo en la estación fría que pintaba de blanco las calles de Seúl, sino en su alma, acostumbrada a la soledad y el silencio, nunca fue el tipo de alfa que sabía expresar emociones con facilidad.

Desde pequeño, le habían enseñado a ser fuerte, a mantener las emociones bajo control, a ser un alfa perfecto, había sido más propenso a las miradas frías que a los gestos afectuosos.

Los alfas como él estaban acostumbrados a mantener el control, a ser duros y cerrados. Sunghoon era la imagen perfecta de la indiferencia.

Con esa fortaleza vino el aislamiento: nadie se acercaba lo suficiente para tocar su corazón congelado.

Hasta que llegó Jake, con su sonrisa cálida y su luz radiante, y lo cambió todo.

Jake era todo lo opuesto: alegre, brillante y cálido como el sol en verano.

Tenía la habilidad innata de iluminar cualquier habitación en la que entraba, su energía chispeante era contagiosa, y su sonrisa, un regalo que compartía sin restricciones.

Para los demás, Jake era un misterio: ¿Cómo podía soportar la frialdad de Sunghoon? ¿Cómo era posible que, con su naturaleza optimista, se sintiera atraído por alguien tan distante?

Pero para Jake, la respuesta era clara: amaba cada pedazo de Sunghoon, incluso sus silencios más largos y sus ceños más fruncidos.

La primera vez que Sunghoon conoció a Jake, pensó que no era posible que alguien pudiera ser tan brillante.

El omega entró en su vida como un rayo de sol en una tormenta, derritiendo las capas de hielo que cubrían el corazón del alfa sin siquiera darse cuenta.

Jake era todo lo que Sunghoon no sabía que necesitaba: alegre, cariñoso y, sobre todo, paciente.

Nunca se asustó de la frialdad de Sunghoon; más bien, la desafió con pequeños gestos de amor hasta que el alfa comenzó a ceder.

Sunghoon no sabía cómo ni cuándo ocurrió exactamente, pero de alguna manera, Jake había encontrado el camino hacia su corazón.

Sin pedir permiso, sin anunciarse, simplemente llegó y decidió quedarse.

Al principio, Sunghoon intentó mantener las distancias. No porque no lo quisiera, sino porque no sabía cómo amar sin sentirse vulnerable.

Sin embargo, la perseverancia de Jake resultó invencible. Poco a poco, sus muros se fueron derritiendo, y el frío interior que lo había acompañado toda su vida comenzó a ceder ante la calidez que su omega le brindaba.

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Momentos Pequeños, Alegrías Inesperadas

Al principio, Sunghoon no entendía cómo Jake podía encontrar tanta alegría en cosas pequeñas: preparar café con demasiado azúcar, bailar por la casa en pijama, o detenerse a acariciar perros callejeros como si fueran amigos de toda la vida.

Pero lentamente, casi sin darse cuenta, Sunghoon comenzó a disfrutar esos momentos. Descubrió que, cuando estaba con Jake, la vida dejaba de ser monótona.

Cada sonrisa que su omega le regalaba era como un rayo de sol que dispersaba las nubes en su mente.

Con el tiempo, esas pequeñas rutinas se convirtieron en su nuevo refugio. Las mañanas, antes un tormento, ahora eran esperadas con emoción.

Sunghoon solía detestar despertarse temprano, pero con Jake a su lado, todo cambió.

El omega siempre se levantaba antes que él, lleno de energía. Se inclinaba sobre Sunghoon, su cabello desordenado y sus ojos brillando con ese entusiasmo contagioso.

—¡Buenos días, Hoonie! —le decía, plantando un beso ruidoso en su mejilla.

El alfa fruncía el ceño, gruñendo en respuesta, pero Jake solo se reía. Sabía que detrás de la fachada malhumorada, Sunghoon esperaba esos despertares con ansias. Y aunque el alfa nunca lo admitiría en voz alta, esos momentos eran los más felices de su día.

Sunghoon amaba cómo Jake iluminaba incluso las horas más oscuras.

En una mañana de invierno, fría y nublada, como le gustaban a Sunghoon. Afuera, la nieve cubría las calles de Seúl, pintando la ciudad de blanco.

Sunghoon estaba sentado en el sillón de la sala con una taza de café entre las manos, la mirada perdida en la ventana. Jake, por su parte, tarareaba suavemente mientras preparaba el desayuno en la cocina, ajeno a las bajas temperaturas.

La casa, a pesar del invierno exterior, se sentía cálida, como siempre lo hacía cuando Jake estaba cerca.

—Hoonie, ¿quieres más tostadas? —preguntó Jake, asomando la cabeza por la puerta.

Sunghoon solo gruñó en respuesta, lo que hizo que Jake soltara una risita. Ya conocía de memoria ese gruñido. Era el tipo de sonido que otros podrían interpretar como fastidio, pero Jake sabía que no significaba eso. En realidad, era la forma de Sunghoon de decir "como quieras" sin pronunciar las palabras.

—Voy a tomar eso como un sí. —Jake le guiñó un ojo y volvió a desaparecer en la cocina.

Sunghoon observó cómo su omega se movía con soltura, como si la vida fuera una coreografía alegre que solo él conocía.

Había días en los que Jake se le hacía demasiado brillante, como si su energía fuera un recordatorio constante de todo lo que Sunghoon no podía ser. Pero hoy no era uno de esos días. Hoy, Sunghoon solo se sentía agradecido.

Después de unos minutos, Jake apareció con un plato de tostadas y mermelada. Se sentó junto a Sunghoon y, sin pedir permiso, se acomodó pegado a él. Sunghoon hizo una mueca, pero no se apartó. Nunca lo hacía cuando se trataba de Jake.

—¿Por qué siempre haces eso? —murmuró el alfa, aunque no había molestia real en su voz.

—¿Hacer qué? —preguntó Jake, mordiéndose el labio para evitar reír.

—Aferrarte a mí como si fueras un koala.

—Porque soy australiano y porque sé que te gusta. —Jake sonrió ampliamente, sus ojos brillando de alegría.

Sunghoon no pudo evitar que la esquina de sus labios se curvara ligeramente.

Era una sonrisa pequeña, apenas visible, pero Jake la atrapó al instante. Como siempre. Era el único que sabía leer las sonrisas secretas de Sunghoon, esas que el alfa jamás mostraba en público.

—¿Ves? Sabía que te haría sonreír. —Jake se inclinó hacia él y dejó un beso suave en su mejilla.

Sunghoon resopló, intentando parecer molesto, pero lo único que logró fue que Jake se riera. Y, en secreto, Sunghoon adoraba ese sonido más que cualquier otra cosa en el mundo.

—¿Qué haría sin ti? —preguntó Sunghoon en un murmullo, apoyando la barbilla sobre la cabeza de Jake.

—Probablemente congelarte —respondió Jake con una risita, acurrucándose más en el cuerpo cálido de su alfa.

Sunghoon sonrió para sí mismo, aunque sabía que Jake lo sentía.

No había necesidad de palabras elaboradas entre ellos.

Jake entendía perfectamente que Sunghoon no era bueno con los discursos emocionales, pero eso nunca le había importado.

El amor de Jake no dependía de gestos exagerados; le bastaban los pequeños momentos, como ese: una mañana de invierno, una taza de café compartida en silencio, y el cuerpo firme de Sunghoon sosteniéndolo con devoción silenciosa.

Y para Sunghoon Jake era perfecto en toda la extensión de la palabra, sus pequeñas ocurrencias, desde sus quejas sobre el café de la mañana hasta sus intentos de bailar descoordinado en la cocina, llenaban la casa de una calidez que el alfa nunca había conocido.

Cada risa compartida, cada mirada cómplice, se convertía en el pegamento que unía sus corazones, creando un refugio en medio del frío invierno.

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Un Alfa Protector Y Devoto

Ser el alfa de Jake significaba más que amarlo: significaba protegerlo de cualquier peligro, real o imaginado. Y Sunghoon tomaba esa responsabilidad con toda la seriedad del mundo.

Cada vez que salían juntos, su mirada fría escaneaba los alrededores, buscando cualquier amenaza potencial. Jake solía burlarse de él por su actitud sobreprotectora, pero en el fondo, amaba sentirse tan seguro en los brazos de Sunghoon.

Una tarde, mientras caminaban por un parque, un desconocido se acercó a Jake demasiado confiado.

El hombre ignoró por completo la marca de reclamo en el cuello del omega.

Sunghoon no necesitó decir una palabra; su sola presencia fue suficiente para que el extraño retrocediera, intimidado por la mirada letal del alfa.

Jake, al ver la reacción del desconocido, se echó a reír y se acercó a Sunghoon, entrelazando sus dedos con los de él.

—Eres mi oso protector —murmuró, dándole un beso en la mejilla—. Pero me encanta. Nadie cuida de mí como tú.

Sunghoon sintió un destello de orgullo. Esa era la verdad.

Para él, no había nada más importante que Jake. Se convertía en un alfa diferente, un mejor alfa, cuando estaba con él. Las burlas de Jake, su risa contagiosa, su luz: todo era un recordatorio constante de que, a pesar de su frío exterior, había un lugar cálido en su corazón, reservado solo para su omega.

Más tarde, cuando ya estaban acurrucados bajo una manta gruesa en el sofá, Jake decidió que era el momento perfecto para fastidiar un poco a su alfa.

—¿Sabes? —dijo, fingiendo casualidad—. Hoy me han preguntado por qué estoy contigo si eres tan gruñón.

Sunghoon arqueó una ceja, sin molestarse en responder de inmediato. Sabía que Jake estaba intentando provocarlo.

—¿Y qué les dijiste?

Jake sonrió, satisfecho de que Sunghoon hubiera mordido el anzuelo.

—Les dije la verdad. Que solo tú sabes dar los abrazos más cálidos del mundo. Y que tus sonrisas, aunque escasas, valen más que cualquier otra cosa.

Sunghoon sintió cómo su pecho se llenaba de una emoción cálida y suave, como la luz de un sol invernal que apenas asoma entre las nubes. Con cuidado, deslizó una mano por la cintura de Jake, acercándolo aún más.

—Meloso —susurró, pero su voz no tenía ni una pizca de dureza.

—Te amo también, gruñón. —Jake soltó una carcajada, satisfecho al ver que su alfa fruncía el ceño, aunque esta vez con cariño.

Y ahí, en medio de la quietud del invierno, con el mundo reducido a la calidez de sus cuerpos entrelazados, Sunghoon se dio cuenta una vez más de que Jake era su refugio.

No importaba cuán frías fueran las estaciones, ni cuántas veces intentara esconderse tras su fachada distante. Jake siempre estaría ahí, como el rayo de sol que logra atravesar incluso el día más nublado.

—Jakey... —murmuró Sunghoon, su voz apenas un suspiro.

—¿Hmm? —Jake levantó la vista, sorprendido por la suavidad en el tono de su alfa.

—Gracias por elegirme.

Jake sonrió, esa sonrisa amplia y genuina que iluminaba cualquier lugar.

—Siempre, Hoonie. Para siempre.

Y Sunghoon, por primera vez en mucho tiempo, permitió que su corazón congelado se derritiera por completo bajo la calidez de su sol personal. Porque Jake no era solo su omega. Era su hogar.

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El Enigma De Jake

La curiosidad de Sunghoon por Jake crecía cada día. ¿Qué había detrás de esa sonrisa tan radiante? ¿Cómo era posible que pudiera encontrar felicidad en lo simple?

Una noche, mientras estaban acurrucados en su cama, Sunghoon decidió preguntarle.

—Jakey, Jakey, ¿por qué siempre estás tan feliz? ¿No te cansas de ser así?

El omega lo miró con sorpresa, como si nunca le hubieran hecho esa pregunta antes. Luego sonrió, su mirada llena de sinceridad.

—Porque cada día es una nueva oportunidad. Puede que haya nieve afuera, pero dentro de nosotros siempre podemos encontrar calor. Tú me haces sentir así, Hoonie.

Sunghoon se sintió abrumado por la sinceridad de Jake. Comprendió que la luz de su omega no solo iluminaba su vida; lo hacía soñar con un futuro mejor.

Se dio cuenta de que cada gesto, cada mirada, cada palabra de Jake, estaban construyendo un nuevo hogar en su corazón.

Más tarde, el silencio de la habitación se interrumpió solo por el sonido de la respiración tranquila de Jake, quien había terminado quedándose dormido acurrucado contra el pecho de Sunghoon.

El alfa lo observaba en completa quietud, como si su mundo entero se hubiera reducido a la suave curva de las pestañas de su omega, la manera en que sus labios se entreabrían al respirar y el ligero temblor de su nariz debido al frío.

Sunghoon deslizó sus dedos por el cabello ondulado de Jake, sintiendo la suavidad entre ellos, como si esa simple acción fuera un ritual silencioso de amor.

Cada vez que Jake dormía entre sus brazos, Sunghoon se juraba una y otra vez que lo protegería de todo.

No había fuerza en la Tierra capaz de interponerse entre él y su omega.

En público, Sunghoon podía parecer distante e inexpresivo, pero la realidad era que todo su ser se movía por y para Jake. Cada latido de su corazón le pertenecía, y cada segundo que pasaba a su lado era una reafirmación de su propósito más importante: asegurarse de que Jake siempre estuviera a salvo y feliz.

Pero lo que nadie más veía era la manera en que el alfa se deshacía por dentro cada vez que su omega le sonreía.

Jake era la única persona capaz de derretir la dureza de Sunghoon, de arrancarle las risas más sinceras y de hacerle olvidar que había un mundo más allá de ellos dos. Cuando Jake estaba cerca, no importaban las tormentas que pudieran avecinarse.

Sunghoon podía enfrentar cualquier cosa siempre y cuando Jake siguiera sosteniéndolo con esa calidez que convertía el invierno en primavera.

—Eres mi todo, Jake —susurró Sunghoon, inclinándose para besar la frente de su omega, como si lo estuviera sellando con una promesa.

En ese momento, Jake se removió suavemente en sus brazos, todavía medio dormido, y balbuceó algo apenas audible. Sunghoon no necesitaba escuchar las palabras exactas para saber lo que significaban: su omega lo amaba con la misma intensidad con la que él lo protegía. Era un ciclo eterno, una danza silenciosa entre el sol y la luna, entre la luz y la sombra.

El alfa apretó un poco más a Jake contra su pecho, envolviéndolo con su calor y su esencia, como si quisiera recordarle que nunca estaría solo, que siempre lo tendría a él. Porque si el mundo osaba poner siquiera un dedo sobre Jake, Sunghoon no dudaría en enfrentarlo entero. Nadie tocaría a su omega. Nadie le arrebataría la paz que Jake había traído a su vida.

—Eres mío, solo mío. —La voz de Sunghoon era un susurro firme, pero cargado de la devoción más pura.

Jake, aún en su sueño ligero, esbozó una pequeña sonrisa, acurrucándose más contra él. Y Sunghoon, que no mostraba sus emociones ante nadie más, dejó escapar una sonrisa suave, la clase de sonrisa que guardaba exclusivamente para su omega.

Porque en el mundo entero, solo Jake tenía ese privilegio: ser el dueño de su corazón, su risa, y cada parte de su ser.

El fuego en el corazón de Sunghoon crecía con cada respiración compartida entre ambos, ardiendo más fuerte que cualquier nevada.

Porque así era Jake: un sol que derretía cada rincón helado de su ser, iluminando incluso las sombras más oscuras que Sunghoon había escondido.

Ningún invierno, por severo que fuera, podía resistirse al calor de su omega. Cuando Jake estaba a su lado, el invierno no era más que un recuerdo pasajero, una excusa para acurrucarse juntos bajo mantas gruesas y compartir besos suaves entre susurros de promesas eternas.

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La Noticia Que Cambió Todo

Una tarde, después de un largo día, Jake esperó a Sunghoon con una sonrisa nerviosa en los labios. El alfa notó de inmediato que su omega estaba más inquieto de lo normal. Se acercó a él, preocupado, y tomó su rostro entre las manos.

—¿Jakey? ¿Qué pasa? —preguntó con el ceño fruncido.

Jake respiró hondo y, con una mezcla de emoción y nerviosismo, colocó su mano sobre su vientre.

—Hoonie... ¿Notaste cómo mi pancita está creciendo a discreción? Vamos a tener un cachorro.

Por un momento, Sunghoon sintió que el mundo se detenía. Las palabras de Jake resonaron en su mente, repitiéndose una y otra vez hasta que finalmente cobraron sentido. Jake. Pancita. Un cachorro. Su cachorro.

El tiempo pareció detenerse mientras las palabras de Jake flotaban en el aire como un hechizo.

Luego, de golpe, el orgullo, la felicidad y el amor explotaron dentro de él como un río desbordado, arrasando todo a su paso. Sus ojos, que casi nunca mostraban emoción, brillaron con un fervor tan intenso que Jake soltó una risita al verlo tan desbordado.

Sunghoon lo envolvió en un abrazo firme, como si quisiera fundir sus cuerpos en uno solo.

Su pecho se hinchó con una mezcla de dicha indescriptible y una protección feroz que ahora no solo pertenecía a Jake, sino también a la pequeña vida que ambos habían creado juntos.

La sola idea de ese pequeño ser, fruto de su amor y de cada caricia compartida, lo llenó de una felicidad que nunca pensó posible.

El orgullo y la felicidad inundaron a Sunghoon de una manera tan abrumadora que casi lo dejó sin aliento.

—Gracias, Jakey —murmuró contra su cabello—. Gracias por darme esto, por confiar en mí para construir una familia juntos.

Jake sonrió contra su cuello, sintiéndose seguro en los brazos de su alfa. Sabía que Sunghoon cumpliría su promesa.

—Prometo que voy a cuidar de ustedes. —El tono de Sunghoon era firme, con la solemnidad de una promesa inquebrantable—. Siempre, Jake. Siempre.

Y en ese momento, mientras la nieve caía suavemente fuera de la ventana, Sunghoon comprendió que no importaba cuán duro hubiera sido el invierno: su sol había llegado para quedarse. Y junto a él, un nuevo amanecer comenzaba en sus vidas.

No había nada en el mundo que pudiera interponerse entre ellos, y ahora, con un cachorro en camino, su amor se había convertido en algo aún más grande e inquebrantable.

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El Invierno Rendido Ante El Sol

Con cada día que pasaba, la pancita de Jake crecía, y Sunghoon se llenaba de orgullo. Se dedicaba a cuidar de su omega, asegurándose de que estuviera siempre cómodo y feliz. La casa que antes había sido un refugio de soledad se transformó en un hogar lleno de risas y amor.

Un día, mientras Jake preparaba un almuerzo, Sunghoon lo observó desde la puerta de la cocina.

Su omega cantaba suavemente, moviéndose de un lado a otro mientras picaba verduras. Sunghoon sintió que su corazón se llenaba de una calidez que nunca había experimentado antes.

Era un amor que lo envolvía y lo llenaba por completo, y no podía evitar sonreír.

—Oye, Hoonie —dijo Jake, dándose la vuelta y atrapando su mirada—. ¿Te imaginas cómo será nuestro cachorro?

—Sí —respondió Sunghoon, acercándose y abrazándolo por detrás—. Será perfecto. Tendrá tus ojos y mi... ¿qué tal mi cabello y mi personalidad?

Jake soltó una risa melodiosa, dándole un pequeño codazo en el costado.

—Eso sería un desastre. Tendrá tu actitud de gruñón, seguro.

Sunghoon hizo una mueca, pero no pudo evitar reírse.

El amor que sentía por Jake y la expectativa de su futuro juntos era más que suficiente para derretir cualquier rastro de frialdad que pudiera quedar en su corazón.

Mientras la nieve caía suavemente fuera de la ventana, Sunghoon miró a su omega y a la pequeña vida que crecía dentro de él.

Comprendió que, por más largo y frío que fuera el invierno, nunca más tendría poder sobre su corazón.

Porque el sol que Jake representaba había derrotado al invierno para siempre, llenando cada rincón de su vida con amor y calidez.

—Prometo que siempre te amaré y cuidaré de ustedes dos con mi vida y mi alma —susurró Sunghoon, su voz baja y solemne, como un recordatorio de su promesa de amor eterno.

Acercó sus labios a los de su amado omega y sin previo aviso le dió un beso cargado de todas sus emociones y de todo su amor.

Jake entrelazó sus dedos con los de Sunghoon, sonriendo con ternura. Era un nuevo capítulo en su vida, uno lleno de esperanza y amor, y estaba ansioso por vivirlo junto a su alfa.

Con el sol brillando en su corazón, Sunghoon sabía que estaba listo para enfrentar cualquier desafío que el futuro les deparara.

Había aprendido a amar, a abrir su corazón y a encontrar alegría en los momentos más simples, todo gracias a Jake. Y mientras miraba al futuro, Sunghoon se dio cuenta de que, al final, el invierno siempre tendría que rendirse ante la luz del sol.

Porque el invierno había terminado. Su sol había llegado para quedarse, y con él, un futuro lleno de amor y felicidad.

"Eres mi sol, Jake. Y yo... soy el invierno que no tuvo otra opción que rendirse ante ti."

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FIN

Si llegaste hasta aquí, gracias por darle una oportunidad a este pequeño OneShot ❤️

OneShot dedicado a mis besties jakehoon lovers del grupo de WhatsApp 🥺❤️ gracias por amar tanto a mis soulmates favoritos.

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