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II

Los días se convirtieron en semanas, cuando menos se habían dado cuenta, Harry había conseguido ser un pequeño sirviente muy obediente y confiable dentro de lo que cabía, aún con ciertas torpezas como tropezar o chocar con algunos muebles pero aquello solamente le daba gracia al rubio así que no le molestaba.

Harry golpeó un par de veces la puerta de color blanco que tanto había visto esos días, espero algún sonido para poder pasar hasta que llegó, el habitual gruñido del niño Malfoy que era una afirmativa pra que pasara, así lo hizo, abrió la puerta y caminó para entrar, allí estaba Draco, un infante que simplemente estaba recostado en su cama, una pierna fuera del colchón y un brazo encima de su cabeza para protegerlo del sol.

—¿Qué quieres? —Preguntó Draco con molestia, quería seguir durmiendo.

—Tu tutora de piano te esta esperando en el cuarto de aprendizaje. —Habló con un poco de torpeza, se notaba aún era nuevo en ese trabajo pero intentaba mejorar. —Tiene que ir, su madre lo ordena.

—Ve tú en mi lugar, yo que sé. —Dijo fastidiado mientras se daba vuelta en la cama para darle la espalda.

Harry se acercó un par de pasos e hizo lo que la señora Narcissa le había aconsejado cuando Draco no quisiera levantarse de la cama: se acercó levemente, inclinándose en el colchón de forma que el rubio no se diera cuenta de la cercanía, agachó su cabeza y dió un soplido leve en la oreja del niño quien de inmediato dió un salto encima de la cama por la sorpresa y nervios, miró a Harry con furia mientras sostenía su oreja como si quisiera protegerla del pelinegro que lo miraba con atención.

—¡No hagas eso, estúpido! —Gritoneo molesto, odiaba que hicieran aquello, levantó su mano con signo de querer abofetear a Harry quien, como si fuera una costumbre, apenas vió la mano levantada de Draco se hizo más pequeño, llevó sus brazos a su cabeza para protegerla y soltó un aliento de miedo que no paso desapercibido, Draco detuvo su mano a unos centímetros del niño, mirándolo con atención para terminar por fruncir el ceño, bajo el brazo y desvió la mirada.

—Ya voy ir, salte. —Ordenó y Harry se enderezó rápidamente para irse de la habitación aunque era costumbre que le ayudara a cambiarse de ropa al joven amo.

Draco miró la palma de su mano con la que iba a golpear a Harry y aunque no era la primera vez que era violento con alguien de su edad porque siempre acostumbraba mostrar su autoridad con otros infantes de esa forma sin sentir algún estilo de remordimiento, esta vez lo experimento por primera vez, hubo algo en esa reacción que le hizo sentirse incómodo consigo mismo y pensar que no estaba bien hacer eso.

Se alistó para ir con su tutora y estudiar, hacer aquello era común, mientras él estudiaba modales, instrumentos musicales y sobre magia para prepararse a entrar a Hogwarts en un par de años, Harry estudiaba con los sirvientes y mayordomos de la mansión para aprender cómo comportarse y ser un buen sirviente y acompañante.

Cuando la mañana terminó, Draco fue llamado por su padre a su despacho, el hombre estaba sentado mientras revisaba unos papeles en su escritorio, al escuchar a Draco entrar, lo miró por unos segundos para después volver a dirigir su atención al escritorio.

—Draco, hoy tengo una reunión de negocios, tu madre irá conmigo y regresaremos hasta tarde. —Comenzó a hablar y Draco desvió la mirada molesto, con su padre no podía hacer berrinches tan libremente como con su madre pero no evitaba mostrar su enojo, mordió su labio inferior mientras escuchaba a su padre. —Estarás aquí, ¿Quieres invitar a alguno de tus amigos para que se queden a dormir contigo?

Claro, su padre no sabía qué no tenía a ninguna persona para llamar "amigo", su madre evitaba decírselo para que no se preocupara de más por el rubio. El pequeño Malfoy se sintió peor al escucharlo, no tenía a nadie y aunque eso nunca le molesto, cuando su padre le decía algo similar a ello, se sentía un perdedor.

—No quiero invitar a nadie, estoy bastante grande para estar solo. —Habló el niño de nueve años.

Su padre lo analizó unos momentos y asintió para después dejarle salir.

Draco llegó a su habitación con grandes zancadas y empujó la puerta con molestia, odiaba quedarse solo, los sirvientes se iban a sus habitaciones en una pequeña casa ubicada en el gran jardín y terminaba por quedarse totalmente solo en la mansión, era un niño y le daba temor estar en la soledad en esa grande casa después de todo.

Fue a ducharse a la bañera con molestia, faltaban dos horas para que sus padres se fueran y no planeaba despedirse de ellos, iba a castigarlos con su ausencia según él. Se dirigió a colocarse la pijama y se sentó en su escritorio, quería entretenerse con algo pero no sabía con qué, le gustaba pintar pero no sabía dibujar y no había ninguna hoja con trozos ya hechos. Resignado, solamente comenzó a manchar una hoja con acuarelas sin forma, intentando aguantar las ganas de llorar porque eran demasiadas emociones para un niño tan pequeño.

—Draco, nos vamos ya. —Habló su madre detrás de la puerta, eran las diez de la noche así que la mujer decidió no entrar a la habitación al creer que su hijo ya estaba dormido. —Nos vemos después, cariño.

Draco bufo y siguió pintando con furia, las acuarelas salpicaron un poco su rostro, quiso limpiarse pero eso solo embarro la pintura por su rostro.

Pasaron unos minutos, se cansó y solamente se resignó a ver el techo, otra vez estaba solo en la gran mansión, sin nadie y en silencio. Aveces se arrepentía de ser tan cruel con los niños y no tener amigos pero para él, las personas eran desagradables, ineptos y carentes de inteligencia, nadie merecía estar a su lado.

Unos golpes en la puerta llamaron su atención, se suponía que sus padres ya no estaban y los sirvientes tenían que irse a la casa alejada de la mansión. Se asustó un momento por la imagen mental de que alguien extraño se había metido a su hogar, tal cual como en las historias de horror que leía a escondidas en la biblioteca. La puerta fue abriéndose lentamente y el pequeño Draco se abrazo a la silla en la que estaba sentado con temor pero sus músculos se relajaron al ver quién era.

—¡Me asustaste! —Gritó Malfoy indignado, se acomodó en la silla y miró a Harry quien entraba a la habitación. —¿Qué quieres ahora?

—Pensé que te sentirías solo. —Habló bajo el niño mientras jugaba con sus manos para distraerse.

—¿Mis padres te dijeron que vinieras? Lárgate. —Dijo mientras agarraba el pincel de pintura nuevamente y fingir que estaba muy ocupado como para ponerle atención.

Unos pasos se escucharon acercarse. —No me dijeron nada, vine por mi cuenta.

Draco dejo de pintar y lo miró de reojo, interesándose en Harry. —¿Ah, sí? —El pelinegro asintió levemente. Draco no evitó sonreír levemente, se enderezó y lo miró con prepotencia. —Bueno, te permitiré acompañarme.

Harry en silencio se acercó al escritorio y Draco le ordenó sentarse a su lado, compartiendo la misma silla, aprovechando que cabían perfectamente gracias a ser pequeños aún. Malfoy le dijo que dibujara algo en el pergamino, lo que sea y él se encargaría de pintar.

Harry no era malo dibujando, eso sorprendió a Draco, dibujo un árbol y era más decente de lo que el rubio podría hacer en toda su vida. Malfoy se encargaba de pintar, tal cual lo había dicho y aunque fue en silencio, disfrutaban acompañarse en cierta medida.

—¿Qué es eso? —Preguntó curioso Harry, Draco levantó la vista de la mesa para ver donde señalaba para toparse con un estuche que había arrojado después de llegar con la tutora de piano.

—Un violín. —Respondió cortamente pero sintió la necesidad de explicar más, quizás porque aún seguía molesto desde la mañana. —La tutora dijo que tenía que dominar también el violín pero soy pésimo tocandolo. —Harry terminó de dibujar una hoja y se la paso al rubio pero este notó que no despegaba la vista del estuche negro. —Ven. —Dijo la momento que bajaba de la silla de un salto y se dirigía a su cama.

Harry estaba detrás de él en completo silencio, se comportaba como una sombra, viendo con atención y curiosidad cómo Draco lo iba abriendo para mostrar el instrumento musical.

—No me gusta tocarlo, es incómodo tenerlo en el hombro y tan cerca de mi oído. —Comenzó a quejarse rápidamente, estaba molesto porque la maestra le había presionado para que aprendiera, así que seguramente le diría a sus padres que la despidieran mañana, les daría una excusa y saldra impune.. —Lo voy a tirar a la basura.

—Es muy bonito... —Murmuró Harry sin apartar la vista del violín, creía haberlo visto en alguna parte, quizás en músicos ambulantes que pasaban por las calles, no lo sabía pero sentía una extraña atracción hacia él. Era de un color marrón de buena calidad, se notaba por el brillo inmaculado que tenía, sus cuerdas extendidas y el arco era de la misma calidad.

Draco lo observó de reojo con atención. —Te lo regalo.

—¿Qué? No, no es necesario. —Respondió rápidamente y un poco incómodo.

—No te estoy preguntando. Te lo regalo ¿O planeas rechazar algo mío? ¿Sientes que tienes ese poder conmigo? —Preguntó molesto y Harry tragó saliva nervioso para terminar aceptando mientras asentía. Draco le sonrió. —Perfecto. Bien hecho.

Mientras tanto, Draco se había dedicado a seguir pintando en su escritorio mientras Harry tocaba el violín, solo sintiendo el tacto de las cuerdas, la madera y el acero del que estaban hechos.

Hubo un momento donde había comenzado a llover y el joven amo empezaba a sentir que sus ojos ardían y se cerraban en cada oportunidad.

—Ve a descansar. —Dijo Harry, Draco iba a refutar pero terminó por hacerle caso, el pelinegro le ayudó a llegar a la cama, le retiro los zapatos y lo cobijo. —Hasta mañana, amo Draco.

El rubio murmuró algo y se quedó profundamente dormido, quizás no había sido tan malo quedarse solo en la mansión.

Harry lo miró unos segundos hasta que tuvo que retirarse de la habitación, tendría que cruzar la lluvia para llegar a la casa donde dormían los sirvientes de la mansión pero no le importaba, siempre había estado acostumbrado a eso de pasar las noches bajo la lluvia sin comer o tener ropa, esto no era nada. Caminó hasta llegar a la puerta trasera y se dirigió a la casa tras atravesar el gran jardín, la lluvia lo empapó y solo se preocupo porque la ropa no se maltratara.

...

Unos golpes lo despertaron, se movió inquieto en su cama.

—Ya voy en un rato, Harry, dile a la tutora que espere, igual la van a despedir. —Bostezó y la puerta fue abierta para revelar a su mayordomo, un hombre elegante y con un gran bigote. —¿Qué haces aquí, Rupert?

—Harry se enfermo, joven Malfoy, hoy no podrá asistir.

—¿Se enfermó? ¿Cuándo? ¿Por qué? —Se levantó de su cama para comenzar a ponerse sus botas para lodo. El mayordomo tardo mucho en responder (aunque solo habían pasado unos segundos) y tomó la decisión de ir a verlo con sus propios ojos. —Sabes qué, quítate, estorbas, yo iré a verlo.

Empujó al hombre para comenzar a ir a la puerta trasera, aún tenía puesto su camisón pero no hacía frío así que no importaba, se dirigió a la casa de los sirvientes mientras esquivaba charcos de lodo hasta que llegó, no tocó la puerta ni habló para pedir permiso, simplemente empujó la puerta, mancho el piso son lodo mientras buscaba por todas las habitaciones a Harry hasta que lo encontró, estaba solo en su pequeño cuarto, estaba recostado en su cama con un trapo húmedo en la frente, parecía tener fiebre por el sudor que recorría su piel.

—¿Qué te pasó? —Preguntó curioso el rubio mientras se acercaba, Harry abrió los ojos para verlo.

—Joven Draco, no debería de estar aquí, puedes enfermarte. —Dijo torpemente el niño.

—No me digas qué hacer. —Respondió molesto mientras se acercaba a tocar el trapo húmedo, estaba caliente. —¿No se supone que debe ser un trapo de agua fría? —Le quitó el trapo para ir a remojarlo en el bote de agua que estaba en la mesa de noche y volver a ponerlo en su cabeza, no lo había escurrido bien así que el agua boto por todos lados al ponerlo en la cabeza de Harry pero en su defensa, era porque nunca había hecho eso de cuidar a otra persona. —¿Por qué estas así? ¿Tan bajas defensas tienes?

—Eso creo.

Draco miró la habitación de Harry con atención, era igual que la de otros sirvientes, era estilo cabaña, con pocas cosas, no parecía ser el cuarto de un niño de su edad, así fue hasta que se topo con la ropa que ayer traía Harry, estaba empapada aún por la lluvia de ayer y no hacía falta ser tan inteligente para darse cuenta de lo que había pasado para que se enfermara.

...

—Está será tu habitación ahora, está al lado de la mía. —Dijo Draco mientras señalaba la puerta que estaba continua a su habitación.

Habían pasado dos días y Harry ya estaba nuevamente de regreso.

—Pero yo ya tengo una habitación. —Habló extrañado al ver que el rubio abría la puerta.

—Pero no quiero que vayas hasta la casa de los sirvientes, eres mi obsequio, tengo que cuidarte y no me gusta que mis cosas se maltraten.

Harry lo observó con atención sin saber si tomar eso como una preocupación verdadera o como una extraña manía del rubio de la que comenzaba a acostumbrarse.

Malfoy terminó por jalar a la habitación a Harry, era casi igual a la de Draco, solamente con diferentes diseños y con menos cosas, era el triple de grande que la de la cabaña del jardín.

—Eres mi acompañante así que debes de estar a mi lado siempre.

Harry le mostró una leve sonrisa que aunque fuera pequeña, Draco se maravillo nuevamente por ella, definitivamente le gustaba desde hace tiempo aquel gesto del pelinegro.

Era extraña esa sensación, una nueva que florecía en su pecho infantil, quizás teniendo la primera probada sobre el tomarle cariño a alguien, no lo entendía aún pero solamente susurró su respuesta.

—Gracias, joven amo.

...

Cuando dos meses más transcurrieron, había llegado finalmente el cumpleaños número diez de Draco y con ello la inevitable fiesta que organizaban siempre sus padres sin siquiera preguntarle. No se quejaba, amaba ser el centro de atención, que todos buscarán su visto bueno y aguantarán las burlas o fastidios que se le cruzaran por la cabeza, no podía negar aquello, agregándole que aunque hubiera personas que en su vida les había dirigido alguna palabra cordial, en ese momento estuvieran dándole los mejores regalos que su economía les podía permitir.

Le encantaba sentirse superior, no era un secreto para nadie.

El mayordomo principal le había traído uno de sus chalecos de color azul cielo que había pedido días antes, se acercó a él para colocarselo encima y abrochar los botones, se miró en el espejo satisfecho, su madre le había peinado el cabello minutos antes así que ya estaba listo para irse de su habitación y recibir a sus invitados quienes solamente esperaban para que bajara.

No lo hizo aún, en su lugar se acercó a su mesa de noche para tomar una campana que había insistido en usar solamente para llamar a una persona, la movió de un lado a otro para provocar ese sonido agudo de golpeteo y segundos más tarde la puerta se encontraba siendo golpeada del otro lado.

—Adelante.

Harry terminó por entrar a la habitación, mirando a Draco ya cambiado, se sintió extrañamente avergonzado, quizás por pena a que mientras Draco usaba sus mejores prendas con tela de seda y algodón, él tenía puesto su usual uniforme de sirviente que solamente eran unos pantalones de vestir negros y una camisa blanca de botones.

—¿Pasa algo? —Preguntó con la mirada desviada hacia el suelo. Se suponía que él, al ser un sirviente relativamente nuevo, no podía permitirse estar en la fiesta para atender invitados, solamente sería un estorbo así que le habían ordenado que limpiara los pisos superiores de la mansión que no serían usados durante el evento.

Draco lo miró fijamente y seguidamente hizo un gesto para que Harry se acercara, así lo hizo el pelinegro hasta que Draco comenzó a echar algo que parecía gel en su cabello esponjado.

—No puedo creer que tu cabello sea tan desastroso. —Comentó Malfoy mientras luchaba con los remolinos de Harry quien reprimió una risa. —Eres mi acompañante, tienes que estar a mi lado hoy.

—No puedo, el señor Malfoy dijo que...

Draco lo interrumpió súbitamente. —Yo soy tu único amo, Harry, solo tienes que obedecerme a mí y yo quiero que estés conmigo. Odio a todas las personas que vienen todos los años, creo que eres el único a quien tolero. —Explicó mientras intentaba aplanar el cabello de Harry. —¿Sabes qué? Creo que te ves mejor con tu cabello desordenado, ahora mismo pareces una copia de mi tío Sev. —Fingió tener un escalofrío al recordar a esa persona y se dirigió al baño para quitarle el gel de su cabello con ayuda de agua.

—¿Hoy te darán tu primera varita, no? Escuché eso de los mayordomos. —Harry veía con atención cómo Draco se encargaba de quitarle el producto de su cabello por el reflejo del espejo frente a él, le jalaba con fuerza y aveces arrancaba algunos cabellos negros pero no era que le importara, no mostraba ni una mueca de dolor.

—Así es, tengo que practicar antes de entrar a Hogwarts... Listo, ya está. —Habló victorioso al ver que le había quitado en su totalidad el gel a Harry aunque por consecuencia de peinar sus rulos, había quedado esponjado, más de lo usual. —Vamonos ya.

Salieron de la habitación para dirigirse al primer piso, había algunos invitados en la sala principal, hablaban con su madre pero Draco los ignoro para dirigirse directamente a la sala de baile con un Harry yendo detrás de él. Al llegar, el pelinegro solo pudo admirar las luces brillantes que adornaban el lugar, había un gran pastel de ocho pisos en el centro de la sala de un color azul cielo casi igual al chaleco que tenía puesto Draco, había cientos de invitados, ninguno bailaba, solamente se limitaban a conversar con sonrisas de cortesía mientras bebían vino que los sirvientes les llevaban.

Draco jaló la manga de su camisa para llevarlo hacia una de las fuentes de chocolate que había y comenzó a comer fresas preparadas, le extendió una a Harry. —Cómela. —Ordenó y Harry lo hizo casi de inmediato al recibir el olor dulce.

Harry abrió grande los ojos y llevo su mano a la boca como si quisiera contener los sabores nuevos que estaba experimentando. Draco le sonrió arrogante y apunto de decirle algo, unos niños llegaron a su lado, no había que ser muy inteligente según el rubio para adivinar que se trataban de pequeñas personas que solo querían entrar a su visto bueno y tener beneficios. Les otorgó una mala cara mientras seguía comiendo.

—¿Qué me ven? —Preguntó molestó al momento que le daba otra fresa a Harry de forma distraída.

—¿Quién es él? —Preguntó curiosa Pansy mientras se paraba de puntillas para poder ver detrás de Draco.

—Mi acompañante. —Respondió mientras ahora probaba un bombón bañado de chocolate, le desagradaba tener que hablar con ellos mientras comía.

Los tres niños frente suyo parpadearon curiosos.

—¿Un sirviente? —Preguntó Blaise, hijo del señor Zabini que era compañero del trabajo de su padre. Draco asintió un poco harto de socializar con ellos. —¿Por qué le das de comer a un sirviente? —Volvió a preguntar al ver que Draco le extendía un bombón a Harry quien lo aceptaba en silencio para dejarlo "conversar" con los niños aunque los escuhaba a la perfección hablar de él.

—Porque quiero y puedo.

—¡Draco! —Llamó Narcissa mientras llegaba a su lado, tenía una sonrisa en su rostro. —Ven, vamos a que uses tu nueva varita. —Narcissa terminó por llevarse a Draco de la mano y encaminarse a una gran mesa, Harry quiso ir detrás de él pero tropezó rápidamente, miró detrás para ver el pie extendido del niño Zabini.

—¿A dónde crees que vas, plebeyo? —Dijo la voz infantil del moreno. Harry señaló a Draco como respuesta quien ya estaba en aquella mesa, abriendo la caja de regalo ostentosa, sabía que se podría enfadar si notaba que no estaba a su lado. —Odio cuando los sirvientes creen que pueden tomar un lugar entre nosotros.

El niño que había estado en silencio se acercó antes de mirar a su alrededor y comprobar que no hubiera nadie viéndolos, todos estaban viendo a Draco intentar conjurar un hechizo por primera vez. Sujetó una gran taza de chocolate caliente y después de mirar a sus amigos para comprobar que todos estaban de acuerdo, vertió el líquido encima de la cabeza del sirviente.

Harry mordió su lengua para no gritar por el dolor del chocolate caliente caerle, no quería arruinar el momento de Draco quien estaba usando su varita por primera vez.

—Vamos afuera, Crabbe. —Dijo la niña con una sonrisa malvada y así fue, sujetaron por los hombros a Harry para arrastrarlo al jardín trasero.

Draco alcanzó a ver de reojo a los niños salir y le llamo la atención ver algunas gotas de chocolate caer al suelo siguiendo su camino. Frunció el ceño para terminar por despedirse de sus padres y decirles que iría a jugar, ellos lo dejaron de inmediato mientras pensaban que quizás Draco ya estaba volviéndose más social como para ir a jugar con otros niños.

El rubio siguió las gotas de chocolate hasta que llegó al patio trasero, le tomó unos minutos encontrar a los niños pero cuando lo hizo, vió cómo Harry estaba en el suelo bañado de chocolate, tenia un rostro serio, casi como siempre que intentaba reprimir cualquier emoción, muy parecido al primer día que lo vió, Blaise sujetaba el cuello de su camisa mientras le propinaba unas bofetadas a mano abierta, Crabbe y Pansy se reían de la escena como si fuera de lo más cómica.

Sintió que su sangre se calentaba al momento que corría hacia ellos, lo primero que hizo fue jalonear a Blaise de su cabello para obligarlo a voltearse y apenas ver su rostro, golpearlo con fuerza y provocando que el moreno cayera al suelo, no espero más y se subió encima de él para seguirle golpeando con puño cerrado a un niño que intentaba cubrirse mientras lloraba.

—¡Déjalo, Draco! —Gritó Pansy mientras intentaba agarrar del brazo al rubio pero este le propinó un empujón que hizo que la niña cayera al suelo igualmente y se golpeara con una roca en la espalda y comenzó a llorar también.

—¡Draco! ¡¿Qué crees que haces?! —La voz severa de su padre lo freno en frío, estaba saliendo de la mansión mientras caminaba a la escena. —Deja a Zabini en este instante, hijo. —Ordenó con autoridad y Draco estaba apunto de hacerle caso pero al ver la sonrisa que mostraba Blaise al pensar que su padre lo controlaba hizo que le volviera a propinar un golpe en la nariz. —¡Draco!

Cuando su padre llegó, lo tomó de los hombros para levantarlo, el rubio se removió para querer volver a golpear al moreno pero ya era imposible, los padres de los niños llegaron para atenderlos.

Después de que los padres discutieron con Lucius y Narcissa sobre el comportamiento de su hijo, se retiraron de la fiesta junto con sus hijos mientras la madre de Draco llevaba al rubio y al pelinegro adentro, más en específico, a la habitación del rubio. Claro que la mujer se dió cuenta de que Harry estaba lleno de chocolate solidificado así que uniendo hilos, pudo darse cuenta de lo que había pasado, aún así regañó a su hijo.

—No debes de comportarte de esa forma, lo sabes. —Dió una reprimienda de nuevo. —Y tú, Harry, no debías de estar allí en la fiesta, te dijimos que no estabas calificado aún.

—Yo se lo ordené y ni siquiera hizo nada, los idiotas de Pansy, Blaise y Crabbe quisieron molestarlo solo porque sí. —Respondió molesto al momento que se interponía entre su madre y Harry.

Narcissa lo miró sorprendida y con un silencio durante unos segundos, observaba a su hijo, el ser con menos empatía, que no le gustaba estar con nadie y no dudaba en echar al fuego a las personas con tal de salir limpio de cualquier regaño, estaba allí, defendiendo a Harry. Terminó por sonreír calidamente al final y se acercó para abrazarlos a ambos sin importarle de llenarse de tierra o de chocolate.

—Estoy orgullosa porque defendiste a Harry. —Se alejó de ellos para verlos nuevamente. —Pero intenta no volver a golpear a alguien.

Draco asintió y su madre se retiro de la habitación después de decirles que se cambiaran de ropa. El rubio miró a Harry quien se iba a ir de la habitación para también tomar una ducha en la suya propia.

—Harry. —Llamó al pelinegro quien termino por voltear a verlo con atención. —No dejes de nadie más que yo te moleste.

Harry asintió con una pequeña sonrisa para regresar donde Draco. —¿Puedo quitarle los zapatos? —Preguntó amablemente como si fuera una forma de agradecimiento por todo.

Malfoy asintió y dejó que le quitara los zapatos lentamente, viendo que a pesar de los golpes en su rostro y las quemaduras incómodas que le había provocado el chocolate, el niño estaba allí frente suyo intentando quitarle los calcetines.

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