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Hola, nena

Esperaba muchas cosas cuando James por fin abriera los ojos después de su siesta, pero definitivamente que pusiera su típica sonrisa juguetona, se volviera hacia Nina y la saludara con un: "¡Hola, nena!" no estaba en mi lista.

Fue como si un trueno acabara de caer en la habitación.

—¡Eres un idiota!—exclamó ella empezando a sacudirlo con fuerza.

James hizo una mueca de dolor y volvió la vista hacia sus brazos, todavía atados con las cadenas.

—Ya lo sé pero, ¿realmente hacía falta que me encadenaras por eso?

Irina empezó a respirar como un toro furioso y chasqueó los dedos.

Las cadenas retrocedieron al instante y James estuvo de pie frente a ella en menos de un segundo.

Inconscientemente, Kyle y yo nos echamos hacia atrás.

—Esto es increíble, Irina —sus ojos podrían activar un par de paneles solares.

—¿Increíble?—gritó ella—¡¡¿Increíble?!!

Parecía estar teniendo un difícil momento entre tirarle una cachetada o sucumbir ante su encanto.

Optó por ponerle las manos en los hombros y hacer que se sentara en la cama. Era evidente que había puesto demasiada fuerza en obligarlo, porque los muelles volvieron a crujir.

—¿Sabes qué está pasando? —Preguntó Irina con cuidado.

James asintió tan rápido que su cabeza se volvió borrosa.

—Necesitas aprender mucho, James. Vamos a ir de a pocos, ¿me escuchas? Voy a patear tu trasero si intentas desviarte.

James volvió a asentir, esta vez con lentitud.

—Kyle y Em están justo allí —dijo Nina—. Vamos, saluda.

Los nuevos y un poco escalofriantes ojos azul eléctrico de James se volvieron hacia nosotros.

—Kyle huele a pintura—dijo frunciendo la nariz—. Emmeline huele a comida.

Irina le gruñó y estuvo delante de mí al segundo siguiente.

—Al otro tipo de comida —aclaró James al instante—. No me refiero a...

Su voz se cortó mientras su mirada terminaba en alguien detrás de nosotros. Irina se movió y lo detuvo a medio camino de acercarse a su madre.

—¿Qué hace ella aquí? —James ni siquiera estaba luchando.

Irina lo devolvió a la cama.

—Deja de respirar —ordenó—. Y ahora vuelve a hacerlo. No huelas nada, solo respira para tener aire en los pulmones.

Si pensaba que era extraño tener que enseñarle a alguien a respirar, me quedé pasmada cuando ella empezó con las clases para caminar. Solo entonces empecé a darme cuenta de que eran necesarias. James solo parecía tener dos modos: máxima aceleración o cámara lenta. Mientras Kyle y yo hacíamos nuestra mejor imitación de estatuas en el sillón, Irina le explicaba cuántos milisegundos tomaba hacer un movimiento a velocidad humana.

Cuando por fin consiguió atravesar la habitación caminando, los tres aplaudimos y terminamos estallando en carcajadas.

—Vas a estar bien —alabó Irina.

James caminó hacia ella y en un solo movimiento fluido la atrajo a sus brazos y la besó.

—Todavía no puedo creer que ahora soy capaz de hacer esto —dijo cuando se separaron.

Alguien se aclaró la garganta y me di cuenta de que la señora Sandler por fin había despertado.

Las cosas empezaron a pasar muy rápido. Un parpadeo después, James abrazaba a su madre. Un segundo más e Irina estaba sosteniéndole los brazos.

—Cuida tu fuerza —gruñó.

La señora Sandler dio una patadita en el suelo.

—James, te atreves a morderme y estarás castigado por los siguientes veinte años —dijo con esa voz especial que ponen las madres para amenazarte.

James miró ansiosamente a Nina reteniéndolo y ella lo dejó ir.

Esta vez tuvo cuidado, dando un paso a la vez mientras su madre lo esperaba del otro lado con los brazos abiertos.

Fue una de las pocas cosas que salió bien por lo que quedaba del día, porque James tenía una cantidad de reacciones inesperadas que me ponían los nervios de punta. Lo peor no eran sus exabruptos de vampiro, que Nina detenía a tiempo, sino sus inesperados brotes de magia. Kyle y yo pasamos al menos dos horas deshaciéndonos de que hiciera crecer líquenes en nuestros brazos.

En ese tiempo, algunos exabruptos de Irina en Diringher poco a poco empezaron a cobrar sentido...por supuesto, ella no había tenido a nadie que la detuviera.

Nos mudaron a otra área que parecía un mini-departamento. No quedaba para nada con la estética de castillo de película de terror, pero era mejor que una habitación sombría, y pude darme la ducha que necesitaba con urgencia.

—No hagas eso —recriminó Irina por quinta vez en los diez minutos que llevábamos sentados en la mesa—. O los colmillos te van a perforar el labio inferior.

Suspiró, agotada.

Llevaba dando su curso de "Vampiros 101" desde que dio sus primeros pasos pero nada parecía funcionar contra la expresión de James mientras veía cosas a distancias imposibles u oía conversaciones privadas. Como diría mamá: "parecía un niño en Disneylandia".

Ninguno de nosotros estaba enfrentando el hecho de que su vida se había ido por completo, para siempre.

Por supuesto, la realidad no estaba tan lejos como pensábamos.

Después de la cena, volví a la habitación que había elegido. Dejé caer mi abrigo sobre la mesa de noche e Irina apareció al instante a mi lado para doblarlo y meterlo en mi maleta.

—Lo iba a hacer cuando volviéramos —le aseguré.

—Suena como si pensaras que eso tomará tiempo, pero tenemos que irnos pronto, Mel.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No voy a quedarme aquí. Escuchaste a Abunek, hay infiltrados en todas las academias. Podría ser cualquiera. Deseo volver a Diringher o incluso a Beckendor, pero no creo que sea posible. He hablado con mi papá hace unos minutos...

Se quedó callada, como buscando las palabras para explicarme.

—¿Qué, Nina? ¿Qué va a pasar?

—Hay una reunión esta noche, y tenemos que ir. Las familias se reúnen para decidir qué hacer.

—¿Te refieres a...?

—Sí, las familias reales.

Escupió el término con desprecio, pero tuve que darle la razón con eso, ya que pertenecer a una le había quitado gran parte de su vida. Literalmente.

—Mantén la calma, todo va a salir bien. James estará contigo.

Antes de que pudiera recordar que James ahora no era la mejor opción para buscar ayuda, Irina dijo:

—De hecho, tenemos que ir los cuatro...

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