No estás solo
Gohan gruñó con pereza al despertarse de su letargo debido a un incesante y agudo repiqueteo. Primero trató de ahogarlo tapándose las orejas con la almohada, pero el ruido persistió. Tratar de ignorar el infernal repiqueteo por tercera vez resultó inútil, así que simplemente apretó los dientes con irritación y dio un golpe seco encima de su reloj despertador tratando de acallarlo.
Desafortunadamente, al estar desorientado y todavía medio dormido, no midió bien su fuerza y terminó aplastando el frágil reloj de plástico y vidrio como un martillo, despedazándolo en cientos de pequeños trozos. Tardó unos pocos segundos en comprender lo que acababa de hacer, pero cuando cayó en cuenta de la realidad de la situación, enterró la cara en la almohada y suspiró.
- Diablos.
Cuando el repiqueteo volvió a sonar, alertándole del hecho de que venía del timbre de la puerta y no de su reloj de alarma, se sentó y arrojó la almohada hacia el corredor, donde rebotó contra la puerta de entrada sin hacer daños. Maldiciendo por lo bajo, movió las piernas para levantarse de la cama y se puso de pie de un salto, dejando salir un largo bostezo en el proceso. Esperando no tener que lidiar con otro mormón, caminó cansinamente hacia la puerta y la abrió, solo para encontrarse con un Satou que no se veía nada divertido.
El chico de labios gigantes parecía que acababa de volver de un usual viaje de compras, pues llevaba una mochila colgando del hombro y una bolsa llena de víveres en las manos. Le echó una mirada a Gohan de arriba abajo antes de fijarse en su rostro.
- Tienes un aspecto terrible hoy.
- Así me siento. – admitió Gohan. – Apenas pude dormir anoche.
- ¿Y qué te pasó? – Satou sonrió. – ¿Estuviste toda la noche jugueteando de manos?
- No seas tan asqueroso. – Gohan rodó los ojos. – Me quedé despierto entrenando.
- Entrenando... ¿tu mano derecha?
Gohan gruñó y se frotó las sienes con cansancio. Era demasiado temprano para esas bromas. – No, todo el cuerpo.
- Ahh. Eso explica por qué estás en calzones. – observó Satou, con la sonrisa ensanchándose.
Gohan se detuvo un momento al oír eso, y al mirar abajo se dio cuenta que efectivamente lo único que llevaba era un par de bóxers. Aparentemente estaba tan cansado después de volver de Siberia anoche que ni se molestó en ponerse las pijamas para dormir luego de darse la ducha post-entrenamiento. Normalmente se habría sentido avergonzado de que lo pillaran en ese estado, pero en ese momento estaba demasiado exhausto para que le importara.
Agarró a Satou por el cuello de la camisa y de un jalón lo metió al apartamento. – Entra de una vez, imbécil. Lo último que necesito ahora es que uno de mis vecinos te oiga y meta una queja de que estoy "perturbando la tranquilidad". – Al decir eso, sacó la cabeza por la puerta y miró con los ojos en rendijas a ambos lados, chequeando en caso de que hubiera alguien escuchando por ahí. Al confirmar que no había moros en la costa, cerró la puerta. – Con la gente de aquí nunca se sabe. Especialmente mi casero: es un tipo raro que siempre dice que tiene orejas de gato y ojos de roedor.
- Qué chiflado. – se rio Satou. Luego le extendió la bolsa de compras que traía. – Como sea, te traje dos pasteles y un poco de pan que horneé esta mañana. También traje mi SNES y un montón de juegos. – añadió señalando su mochila. – Imaginé que te haría falta una buena reta después de lo de ayer.
A pesar de lo horrible del día anterior, Gohan no pudo evitar darle una sonrisa de gratitud, y genuinamente se sentía conmovido por la preocupación de su amigo. – Gracias, hermano, de verdad que lo aprecio. Deja el pan sobre la mesa y pon los pasteles en el refrigerador. Primero tengo que ir al baño.
- Entendido. – respondió Satou con un pulgar arriba. – Ahora ve a cambiarte, exhibicionista.
Ignorando el comentario, Gohan agarró algo de ropa de su armario y se dirigió al baño. Se encontraba a mitad de sus necesidades cuando la voz de Satou lo llamó desde la cocina.
- Viejo, ¿qué diablos le pasó a tu comida? ¡Tienes el refrigerador vacío!
Gohan frunció el cejo. Eso no era totalmente cierto. – He estado muy ocupado para ir a comprar últimamente. – le respondió. – Además, mi refrigerador no está vacío.
- Bien podría estarlo, considerando como comes. ¿O me estás diciendo que puedes mantenerte con unas cuantas latas de atún, un montón de vegetales y una bandeja de...? Espera, ¿qué es esto de aquí exactamente?
- Carne de berrendo. – reveló Gohan, ligeramente divertido por la reacción de su mejor amigo. – Me las arreglo bien yendo de cacería.
- ¿Berrendo? – Satou sonaba confuso. – ¿Esos no son nativos de Norteamérica?
- Sí...
- ¿Es decir que volaste hasta Norteamérica, mataste un berrendo, lo trajiste complejo hasta Japón y lo cocinaste?
Gohan suspiró. Satou lo hacía sonar como si hubiera sido más extraño de lo que en realidad fue. – No. Primero lo despellejé, lo cociné y luego lo corté en pedazos antes de volver a volar hasta Japón. – le corrigió. – En mi cocina no hay espacio para hacerlo aquí. Como sea, no es la gran cosa. He hecho ese tipo de cosas montones de veces, por todo el mundo. Y no solamente como lo que cazo. A veces me quedo a probar la cocina local.
- Aja. Y yo que pensaba que lo más lejos que habías ido en busca de comida había sido hasta Okinawa. Bueno, ¿alguna delicia extranjera que me recomiendes probar? – inquirió Satou, cuya voz no sonaba incrédula en lo absoluto.
Gohan se quedó en silencio, haciendo memoria por unos segundos antes de encontrar una respuesta. – Burek. Es una pasta redonda rellena de carne molida o queso que puedes conseguir en los Balcanes. Algo grasosa, pero muy deliciosa.
- ¿Burek? – repitió Satou lentamente. – ¿No fue eso que comimos en aquel restaurante turco al que fuimos el año pasado?
Esta vez, Gohan no pudo evitar reírse. – Eso era börek. Es similar, pero diferente. El platillo tiene muchas variantes por todo el mundo, pero todas son muy buenas.
- Ya veo. Bueno, ya que eres tan experto en la materia, te tomaré la palabra.
Asumiendo que ese sería el fin de la conversación, Gohan continuó preparándose. Luego de cepillarse los dientes y ponerse unos shorts azules y una camiseta naranja, salió del baño para encontrarse con Satou conectando su SNES al televisor, cosa que lo hizo sonreír. Al no haber tenido videojuegos propios mientras crecía en el Monte Paozu (no que hubiese tenido tiempo de jugar dado lo caótica que fue su niñez), era un verdadero extraño con ellos.
No fue hasta que Satou le preguntó qué pensaba sobre quién ganaría una pelea entre Mario y Donkey Kong, solo para encontrarse con una mirada en blanco, y el chico de labios gigantes lo arrastró al arcade local después de la escuela para introducirlo al maravilloso mundo de los videojuegos. Los dos pasaron el resto de la tarde gastándose las monedas en todos los juegos a los que pudieron echarle mano. Gohan rápidamente le agarró gusto a Street Fighter, en parte porque le encantaban los temas musicales de varios personajes. Y eso solo fue tres días después de haber conocido a Satou.
Todavía sonriendo con nostalgia por el recuerdo, Gohan sacó la bandeja con carne de berrendo del refrigerador, y cuatro latas de atún. Luego de cortar por la mitad el pan que Satou trajo, comenzó a poner encima de este la carne que quedaba, terminando de hacer un sándwich echándole encima el atún. Después de todo, un poco de proteína extra nunca le hacía daño a nadie.
Sonriendo con avaricia por dentro, estuvo a punto de hincarle el diente a su desayuno cuando una realización lo golpeó. Con el hambre y la prisa, había olvidado sus modales. Rascándose la cabeza con algo de vergüenza, se volvió hacia Satou. – Hey, ¿quieres desayunar algo? Tengo algunos tazones de fideos en la alacena.
Satou dejó de jugar con el control remoto del televisor y lo miró extrañado. – ¿Desayunar? Viejo, ya es la una de la tarde.
Gohan tardó un segundo completo en comprender lo que acababa de oír, pero al hacerlo, los ojos casi se le salieron del shock. – ¿En serio? ¡Diablos, no sabía que fuera tan tarde! ¡Rápido, pon las noticias! ¡La U.A. debe estar por dar la conferencia de prensa sobre lo que pasó ayer! – Había recibido la notificación en su teléfono el día anterior.
Satou entrecerró los ojos con suspicacia, pero hizo lo que le dijeron. Gohan tomó asiento junto a su amigo en el sofá, y dejó el plato con su sándwich gigante en el regazo. En la televisión, una reportera parecía estar a punto de terminar una historia.
- ...sin rastros de quién podría haber secuestrado a los recién nacidos anoche, pero el personal del hospital está trabajando en colaboración estrecha con la policía para encontrar las respuestas. Los mantendremos informados de cualquier desarrollo de estos eventos.
Satou suspiró con pesadez y se pasó la mano por el pelo. – Viejo... ¿qué diablos pasó? ¿Puedes creerlo?
Gohan sintió que se le iba el aliento en la garganta y dejó por un momento su sándwich. Su anterior alegría se había evaporado dejándolo con un dolor en el corazón. – No... no puedo... – Tragó saliva, incapaz de terminarla oración.
Incluso ahora, con todos los actos de villanos que había atestiguado toda su vida, seguía sin poder creer que había monstruos allá afuera capaces de tales actos depravados. Atacar niños y adolescentes era una cosa, ¿pero bebés recién nacidos? ¡¿Qué tan enfermo había que estar para intentar algo así?!
Fue un alivio cuando el programa cambió de esas macabras noticias a una toma del campus de la U.A., sin embargo, la sensación fue pasajera. Gohan sintió una oleada de trepidación apoderándose de él, haciéndolo sentirse incómodo en el sofá.
¿De qué hablarían los de la U.A.? ¿Mencionarían su nombre a la prensa? ¿Revelarían cómo él jugó un papel clave en detener el ataque? ¿Les explicarían sus poderes a los reporteros, y estos luego saldrían a tratar de encontrarlo?
- Son, relájate. – dijo Satou tranquilizándolo, viéndolo con preocupación. – Todo estará bien, hermano. No te preocupes. Ten algo de fe en nuestros profesores.
Gohan respiró profundamente y asintió. Satou tenía razón. Estaba exagerando. All Might y Aizawa no lo iban a delatar con los medios. Le echó un enorme mordisco a su sándwich y observó con atención como la escena cambiaba de nuevo, mostrando a los dos profesores en cuestión, junto al director Nedzu, sentados tras un gran escritorio con micrófonos frente a ellos.
Un escenario bastante profesional, especialmente viendo que All Might y Aizawa iban de traje en vez de sus usuales uniformes de héroes. El segundo incluso se había peinado la mota de pelo desordenado y se afeitó la barba, lo que lo hacía verse bastante menos intimidatorio, y el segundo tenía una expresión grave poco característica suya adornándole el rostro. A pesar de enfrentarse a un ejército considerable de reporteros sedientos de sangre, los profesores se veían bastante serios.
Nedzu fue el primero en hablar. – Damas y caballeros, les doy a todos las gracias por reunirse con nosotros hoy. Algunos de ustedes tal vez ya lo sepan, pero ayer nuestra escuela fue víctima sorpresiva de un ataque de villanos. – La declaración provocó una oleada de murmullos de la multitud, pero el director levantó la mano para acallarlos. – Por favor guárdense sus preguntas para el final. Les prometo que haremos lo mejor que podamos para responder a ellas.
Afortunadamente, eso pareció hacer el truco. Aizawa fue el siguiente en hablar. – A eso de la 1 pm de ayer, yo me llevé a una clase de primer año al U.S.J. para hacer entrenamiento de rescate bajo la instrucción de nosotros tres, All Might, Trece y yo. Sin embargo, antes de que pudiéramos comenzar un villano con un Quirk de teletransportación se las arregló para aparecerse junto con un gran número de otros villanos en el edificio, tras lo cual procedieron a atacarnos a los profesores y a los estudiantes.
- ¡Ese ataque tan cobarde fue un completo y total fracaso! – resonó All Might, cuya voz de mando al instante silenció al puñado de periodistas que habían empezado a murmurar entre ellos. – Con ayuda de nuestros estudiantes, de los cuales ninguno recibió ni un solo rasguño, logramos someter y arrestarlos a todos a excepción de los dos cabecillas de la operación.
Nedzu se aclaró la garganta, volviendo a atraer la atención hacia sí mismo. – Y eso es más o menos lo que pasó a grandes rasgos. Debido a que la policía sigue investigando este incidente, no podemos divulgar las identidades de los dos líderes. Sin embargo, sí podemos decirles que declaraban estar trabajando para una "Liga de Villanos" y que su objetivo era asesinar a All Might. – El director respiró profundamente. – ¿Alguna pregunta?
Una gran cantidad de manos entusiastas se alzó en el aire, y la excitación de la multitud era casi palpable. Nedzu, sin embargo, se mantuvo imperturbable y señaló a un periodista masculino, que rápidamente se levantó de su asiento. – All Might, ¿había villanos lo bastante fuertes como para darte a ti o a los otros profesores algún problema? – inquirió.
All Might sonrió con confianza. – Un villano me atrapó desprevenido con una técnica que no vi venir, que me provocó heridas superficiales, pero rápidamente pudimos encargarnos de él. En cuanto al resto de los villanos, no fueron pieza para nosotros.
Gohan exhaló de alivio ante el hecho de que su contribución no fue mencionada. Eso era un problema menos con el cual lidiar. De inmediato se paró una mujer periodista a hablar esta vez.
- ¿No cree que fue irresponsable de su parte permitir que sus estudiantes participaran en la pelea? – cuestionó en un tono arrogante. – Después de todo son solo de primer año.
Si a los profesores les molestó la acusación, sus caras de piedra no lo demostraron. – Nosotros no obligamos a nuestros estudiantes a hacer nada. – respondió calmadamente Aizawa. – El villano con el Quirk de teletransportación usó su poder para esparcir a todos los estudiantes por el edificio, lo que los obligó a tener que valerse por sí mismos. Sin embargo, tal como se espera de los estudiantes de la U.A., se las arreglaron remarcablemente bien y vencieron a sus agresores. Aunque nosotros nunca, jamás obligaríamos a nuestros estudiantes (especialmente a los que van en su primer año de su educación) a luchar contra villanos reales, el hecho de que se adaptaron tan bien a un predicamento como este dice mucho, ¿no están de acuerdo?
La periodista que hizo la pregunta bufó de indignación y se volvió a sentar con los brazos cruzados, claramente molesta por la respuesta de Aizawa. Eso le agradó a Gohan.
- Qué nervio tienen algunas de estas personas. ¿Tienen idea de con quién están hablando? – dijo casi escupiendo de asco.
Satou resopló. – Aun así, los profesores lo manejan todo como profesionales.
- Sí... yo no creo poder mantener la compostura de ese modo si estuviera en su lugar. – admitió Gohan. El pensamiento legítimamente le hacía temblar.
- ¿Hubo algún estudiante que destacara? ¿Podría decirnos algo sobre ellos, como sus nombres o Quirks? – preguntó otra periodista mujer.
Aizawa levantó una ceja ante la pregunta. – Por supuesto que algunos estudiantes destacaron más que otros, pero no vamos a darles sus nombres. Valoramos la privacidad de nuestros alumnos.
A diferencia de la anterior, esta periodista tuvo la decencia de mostrar algo de pena de volver a su asiento. La mayoría de las manos levantadas se retractaron, dejando que un hombre mayor de voz severa fuese el siguiente en intervenir. – Ya que un grupo de villanos demostró ser capaz de infiltrarse en la U.A., ¿han tomado medidas para mejorar la seguridad de su escuela? – preguntó con tono sombrío.
- Estamos trabajando en ello. – replicó Nedzu. – Es una de las razones por las que cancelamos las clases del día de hoy. Por si tienen curiosidad, las mejoras van viento en popa.
En cuanto el periodista mayor se sentó, uno más joven y con gafas se levantó de su asiento. – Si el objetivo de los villanos era matar a All Might, ¿por qué atacaron también a los estudiantes? – inquirió con una voz nasal que le hizo tensar los nervios a Gohan.
El híbrido saiyajin frunció el cejo ante la ingenuidad de la pregunta, pero los profesores se mantuvieron imperturbables. – Si planeaban matar al héroe más grande del mundo, ¿por qué detenerse allí? – respondió Aizawa despreocupadamente, haciendo que el periodista tragara saliva. – Después de todo, ¿qué mejor manera de evitar que se esparza el heroísmo que matando a los estudiantes más prometedores para ser héroes en todo el país? El que crea que los villanos no caerán hasta ese nivel, está gravemente equivocado.
El periodista se dejó caer en su asiento, ahora con la cara roja. Hubo un breve instante de silencio durante el cual la multitud procesaba las palabras de Aizawa, pero antes de que se tornara demasiado incómodo, otra mujer levantó la mano. – All Might, Eraserhead, ustedes dijeron que los cabecillas del ataque lograron escaparse. ¿Tienen algún mensaje para ellos, o para cualquiera que quiera seguir sus pasos? – inquirió.
All Might eligió ser quien respondía a esta pregunta. Lentamente se levantó de su asiento y se inclinó hacia la cámara, hundiendo los dedos en el escritorio y agrietando la frágil madera. – Aléjense de mis estudiantes. – gruñó amenazadoramente, con una intensidad tan fuerte que casi irradiaba fuera de la pantalla del televisor. – Si tienen un problema conmigo, no hay necesidad de involucrar a otros o recurrir a tácticas tan cobardes... a menos que quieran volver a salir humillados. Puedo manejar todo lo que me lancen, así que siéntanse libres de hacer su mejor intento. Los estaré esperando.
Hubo otro momento de silencio después de eso, y viendo que esta vez no se rompió, Nedzu decidió concluir la conferencia de prensa. – Damas y caballeros, eso será todo por hoy. Gracias por su tiempo. Esperamos que disfruten del resto de su día.
En cuanto el programa de noticias iniciaba una pausa comercial, Gohan se hundió en el sofá, pensando en lo que acababa de oír. Los profesores pudieron decir bastante, y a la vez muy poco. Revelaron suficiente información para satisfacer la curiosidad de los medios, y aun así lograron mantener en secreto los detalles más jugosos e incriminatorios.
- Eso fue intenso. – dijo Satou con asombro.
Gohan frunció el cejo. – All Might trata de atraer la atención hacia él para desviarla de nosotros. Está provocando a los villanos que nos atacaron, esperando que lo ataquen a él en vez de a nosotros.
- No me gusta, pero entiendo por qué lo hace. – dijo Satou, frunciendo el cejo también. – Está tratando de protegernos. Todavía no estamos al nivel para manejar esa clase de mierda... bueno, la mayoría de nosotros al menos. – Le echó un ojo al híbrido saiyajin. – En serio no me dirás que quieres involucrarte, ¿o sí? – Cuando lo único que recibió fue una mirada en blanco, Satou gruñó y se golpeó la cara. – Por supuesto que sí. ¿Para qué me molesté en preguntar?
Gohan se mordió los labios, inseguro de lo que debía decir. Su mente daba vueltas, y sus pensamientos estaban totalmente desordenados. Le echó una gran mordida a su sándwich con la esperanza de encontrar algo de confort con la comida, solo para darse cuenta que había estado tan concentrado en la conferencia de prensa, que antes de notarlo se lo había devorado todo.
Antes que cualquiera de los dos pudiera decir otra cosa, la pausa comercial terminó y el programa de noticias volvió al aire. Esta vez, la imagen en la pantalla fue una foto de una poderosa ventisca. A pesar de la ferocidad de la tormenta, se veía mórbidamente hermosa, con las montañas cubiertas de nieve apenas visibles en el fondo, lo cual le daba una cualidad casi mística.
Gohan ladeó la cabeza. Algo sobre esa imagen se veía extrañamente familiar. Los ojos se le brotaron y la quijada casi se le cayó. – "No... ¡no puede ser!"
Una reportera apareció en escena. – Siberia, Rusia. Uno de los lugares más crueles y fríos de toda la Tierra. – comenzó a hablar, haciendo que Gohan suspirara de resignación. – Es una tierra envuelta en muchos mitos y leyendas urbanas, algunos de los cuales datan de hace cientos de años. Pero en este momento, solo hay un misterio en la mente de los locales.
Satou se rascó el mentón, mirando la pantalla intrigado. – ¿Rusia, eh? Lo que sea que esté pasando allá debe ser algo grande si están hablando de ello aquí.
El escenario cambió para mostrar una grabación de un teléfono celular, mostrando una tierra nevada y desecha en medio de la noche, con los vientos helados aullando ferozmente al tiempo que unas esporádicas luces amarillas flasheaban en la distancia, iluminando momentáneamente el cielo nocturno. Un espantoso temblor sacudió entonces la tierra, haciendo que quienquiera que estuviese sujetando el teléfono se cayera de espaldas y gritara "Blyat!"
Aun así, el filmador (cuya voz sonaba masculina y gruesa) persistió en su papel de filmación, aunque con las manos temblorosas que hacían que el video provocara mareos al observarlo. Entretanto, la cara de Gohan se ponía progresivamente más pálida a cada segundo, aunque por una razón completamente diferente.
De pronto, dejó de retumbar, y el filmador ahora pudo soltar un suspiro audible de alivio, solo para jadear en shock un momento después cuando un colosal rayo de energía azul salió disparado hacia el cielo, partiendo las espesas nubes de tormenta y ascendiendo hacia el espacio.
El video se detuvo allí, y la reportera volvió a aparecer, observando a los televidentes con un semblante serio. – Como pueden ver, las reacciones por este alarmante evento pudieron sentirse a cientos de kilómetros a la redonda. – informó con voz severa. – La mayoría de los locales están sorprendidos, aunque hay algunos que dicen saber cuál es la causa.
Gohan sintió que el corazón se le aceleraba y empezó a respirar agitadamente. No podían saber la verdad... ¿o sí? Siempre que iba a Siberia verificaba sus alrededores dos o tres veces para estar seguro de que no hubiera nadie que pudiera verlo, o arriesgarse a salir lastimado por las ondas de choque de su entrenamiento. ¿Se había descuidado?
La televisión mostró a una mujer anciana con un pañuelo sobre la cabeza, mirando directamente a la cámara. – ¡Ese lugar es la puerta al infierno! – dijo en ruso mientras aparecían subtítulos japoneses en la parte inferior de la pantalla. – ¿Todos esos ruidos, las luces que parpadean toda la noche y los terremotos? ¡Han sucedido por años, pero nunca tan locos como anoche! ¡Se los digo, es señal del apocalipsis! – A fuerza le quitó la cámara al reportero y se la puso en la cara. – ¡Arrepiéntanse, pecadores! ¡Arrepiéntanse antes que sea demasiado tarde! ¡Porque si no lo hacen...!
La anciana no terminó de decir su advertencia, ya que la pantalla se puso negra, y Gohan no pudo evitar ponerse la mano sobre el corazón para calmarse. Eso estuvo demasiado cerca para su gusto. Aunque su secreto seguía a salvo, con tanta gente que decía saber lo que pasaba y no eran más que teóricos de conspiraciones, el simple hecho de que supieran de su existencia era para preocuparse.
La televisión mostró a dos sujetos fornidos y bigotones que se apoyaban contra un tractor, con cigarrillos colgándoles de la boca. – Todo mundo aquí está exagerando. – dijo uno de ellos, y su amigo asintió estando de acuerdo. – Seguro solo fueron un montón de idiotas que se emborracharon y empezaron a hacer alboroto con sus Quirks. Eso es todo.
La pantalla hizo transición hacia una oficina, donde un hombre de traje con pelo salvaje y desordenado estaba sentado tras un escritorio. Levantó ambas manos frente a su cara, como si estuviese sujetando una bola invisible, y pronunció una sola palabra: – Alienígenas.
Gohan se levantó del sofá y se llevó el plato hacia el lavaplatos, sin ganas de ver el resto del reportaje. – Necesito ir al baño. Saldré en un minuto. – le dijo a Satou sin siquiera mirar a su amigo.
En el baño, Gohan abrió la llave a todo lo que daba y se salpicó toda la cara de agua, quitándose el sudor que había empezado a formarse. Respiró profundo y agarró los bordes del lavamanos, donde sus dedos encontraron las hendiduras familiares que había hecho durante episodios similares en el pasado. Apretó los dientes y se rehusó a observar su reflejo en el espejo. ¿Cómo pudo una semana que había iniciado tan bien dar un giro tan drástico de mal en peor en solo veinticuatro horas?
Ya se había puesto en el radar tanto de la policía como de los villanos, potencialmente se había alienado de algunos de sus compañeros de clase, y se había descuidado con su entrenamiento, posiblemente comprometiendo el único lugar del planeta donde podía tener soledad. Si eso no fuera suficiente, estaba esa revelación de que un grupo de bebés recién nacidos habían sido secuestrados de un hospital, lo cual solo servía para ilustrar más lo incapaz que era de hacer una diferencia.
Una risa sardónica salió de sus labios. Su predicamento era gracioso, desde cierto punto de vista. En un solo dedo tenía suficiente poder para hacer volar un planeta entero; para infligir miedo en los corazones de los degenerados que solo buscaban causar dolor; para ser un guardián para toda la gente incapaz de defenderse a sí misma de los malvados del mundo, y mucho más.
Y aun así, estaba atrapado jugando a aprender cómo ser héroe con niños, a varios años de poder demostrar que podía ser una fuerza del bien para la Tierra. Estaba restringido por un montón de leyes arcaicas que (aunque comprensibles) nunca tomaban en cuenta el hecho de que podía existir alguien como él. Él era una anomalía, una anormalidad, una aberración.
Él no pertenecía a este mundo, y aun así estaba.
Gohan finalmente se atrevió a mirar a los ojos a su reflejo y se alejó del espejo, suspirando con irritación. Sabía que pensar en sus problemas no ayudaría en absoluto, pero a veces no podía evitarlo. No sabía qué más hacer. Tal vez si estuviera solo podría haber pensado en alguna solución, pero no lo estaba.
Maldijo entre dientes. Entre más se quedaba en el baño, más sospecharía Satou, y no se sentía con ganas de tener que explicar ese tren descarrilado que había sido su vida a su mejor amigo. Más todavía, se podía imaginar perfectamente la mirada de decepción de su madre si supiera que estaba siendo tan mal anfitrión.
Cuando Gohan abandonó el baño, vio a Satou absorbido en una serie de anime que no le resultaba familiar. Tomó asiento en el sofá y miró al televisor, que ahora mostraba un montón de robots volando por los aires. No le interesaba mucho lo que pasaba en pantalla, pero sabía qué era lo más cortés que debía hacer en esa situación.
Si Satou se dio cuenta de su presencia, no dijo nada. Ni siquiera dio signos de reconocerlo con los ojos, y a Gohan honestamente no le molestó. Le agradaba el silencio, el cual duró varios minutos antes de romperse.
- Hey, ¿quieres salir a caminar? – preguntó Satou.
Gohan se sorprendió un poco por la repentina pregunta. – ¿A caminar? ¿Para qué?
Satou se encogió de hombros. – ¿Por qué no? Hoy tenemos buen clima y parece que necesitas aire fresco. Además, hace mucho que no hacemos algo para relajarnos.
Gohan contempló la posibilidad por unos segundos. Era cierto, no habían salido a hacer algo desde hacía mucho tiempo. Aparte de estar ocupado con la escuela, había ocupado gran parte de su vigilantismo. Tal vez el aire fresco le haría algo de bien. – Claro, ¿por qué no? No tenía planes para hoy de todas maneras.
- Grandioso. – sonrió Satou. – Vámonos.
Gohan lo siguió hasta la puerta y se puso un par de zapatos deportivos. Pero antes de salir, se encontró con el camino bloqueado por la enorme constitución de su amigo. El chico de labios enormes observaba el perchero junto a la entrada.
- Sí sabes que estamos en medio de la primavera, ¿verdad? – preguntó Satou.
- ¿Qué? – Gohan se quedó confuso. Satou se dio la vuelta y lo miró con extrañeza.
- Tienes un abrigo de invierno colgando de tu perchero.
Gohan abrió los ojos casi imperceptiblemente. – Oh, eso. Solo es algo que uso para ayudarme a entrenar. Los boxeadores lo hacen todo el tiempo cuando se ejercitan. – dijo tratando de mantener la cara firme.
Satou rodó los ojos. – Claro, porque de verdad necesitas ponerte peso adicional para una pelea. – Miró de nuevo el abrigo y entrecerró los ojos. – ¿Eso es nieve?
- ¿Qué? ¡Claro que no, estás imaginándote cosas! – Gohan se rio nerviosamente mientras se rascaba detrás de la cabeza. Cuando vio a Satou alargar la mano hacia el abrigo, actuó rápidamente y lo empujó para que saliera por la puerta. – ¿No fuiste tú quien sugirió que saliéramos a caminar? ¿Para qué tardarnos, eh? ¿Quieres llamar la atención de los vecinos?
- ¡Está bien, está bien, ya voy! – espetó Satou. – A veces puedes ser un abusón, ¿lo sabías?
- No tengo idea de lo que hablas. – respondió Gohan calmadamente mientras cerraba la puerta, y se metía la llave al bolsillo, curvando el labio ligeramente.
Satou bufó y murmuró una maldición entre dientes, que Gohan simplemente ignoró. Bajaron por una pequeña escalera hasta el elevador del edificio, que afortunadamente todavía seguía en su piso. Era un espacio pequeño y cerrado en el que no cabían más de cuatro personas, y el interior estaba cubierto totalmente de toda clase de grafitis crudos.
Mientras bajaban, Satou trataba de empujar a Gohan contra las paredes del elevador, que estaban realmente asquerosas debido a que no las habían limpiado en años, pero el híbrido saiyajin ni se inmutó. Al principio sin molestarse, Satou siguió intentando, pero luego del quinto intento fallido, se dio por vencido sin una sola palabra.
Al llegar a la planta baja, rápidamente salieron del sucio elevador y abandonaron el edificio, procediendo hacia la parte más agradable de la ciudad.
- Tu vecindario sigue igual que siempre, un gran basurero. – comentó Satou mientras caminaban, mirando a su alrededor con desdén.
- Ha mejorado. – replicó Gohan, rodando los ojos por la queja de su amigo. – ¿Recuerdas que hace unos pocos años no podías caminar por la calle sin ver por donde pisabas, por si pisabas una jeringa?
Satou gruñó y pateó una botella de cerveza rota. – De acuerdo, tal vez el vecindario esté MARGINALMENTE mejor que antes. Pero está muy lejos de ser lo ideal. No sé cómo te las arreglas.
Gohan se encogió de hombros. – No es que pueda hacer mucho al respecto. Además, ya estoy acostumbrado. Ya no me molesta tanto como antes.
Satou se enfurruñó todavía más. Unos segundos después, los ojos se le brotaron y su gesto fruncido literalmente se puso de cabeza. – Hey, ¿sabes qué deberíamos hacer?
- No...
- ¡Deberíamos mudarnos juntos cuando nos graduemos!
Ahora fue el turno de Gohan de abrir los ojos. – ¿Quieres rentar un lugar para que seamos compañeros de cuarto?
- ¡Sí, será de locura! – replicó Satou, con su sonrisa aún más amplia. – ¡Piensa en todas las posibilidades! ¡Todas las épicas noches de juegos que podemos tener! ¡Todos los amigos que podemos invitar cuando queramos! ¡Todo el desorden que podemos hacer sin que mi mamá se enfade conmigo!
El entusiasmo del chico de labios enormes era contagioso, y Gohan no pudo evitar sonreír. – La verdad suena bien.
- ¡Puedes apostar tu trasero a que lo es! – gritó Satou alegremente.
La sonrisa de Gohan se apagó ligeramente. Por genial que sonara la idea, y por mucho que odiara traer malas noticias, tenía que ser realista. – Pero rentar un apartamento no es nada barato, especialmente para dos estudiantes recién graduados de preparatoria.
Satou descartó sus preocupaciones con la mano. – Te preocupas demasiado, Son. Todo estará bien. En cuanto salgas de la escuela y empieces a patear traseros, te elevarás en los rankings de héroes y obtendrás una fortuna de patrocinadores por todos lados.
Gohan se sonrojó, halagado por la fe que demostraba su amigo en él. – ¿Es decir que planeas sacar provecho de mi éxito? – le preguntó riéndose ligeramente.
- Claro que no. – Satou negó con la cabeza. – Ya que tú serás mi ayudante, mi popularidad y reputación se dispararán por asociación.
Gohan levantó una ceja. – En otras palabras, planeas utilizarme.
- Más o menos. – admitió Satou despreocupadamente. – Por supuesto, yo mismo también seré un gran héroe por mi propia cuenta, pero tú, Son, estás en una liga totalmente diferente. El potencial de marketing es ilimitado y yo, siendo el amigo excepcional que soy, estaré allí para guiarte en cada paso que des por el camino.
Gohan se rio. – En ese caso mejor ponte a leer los libros. Eso de lo que hablas requiere un nivel de inteligencia que no estoy seguro de que poseas en este momento.
Satou se enfurruñó, pero se mantuvo en silencio. Habiendo llegado a su destino, los dos chicos se detuvieron y empezaron a mirar a su alrededor. Ya que era un día laboral, las calles no estaban completamente llenas de gente, pero se veía una cantidad considerable de peatones ocupándose de sus asuntos. Después de todo estaban en Tokio.
- Y bien, ¿qué quieres hacer? – preguntó Satou.
- ¿Por qué me preguntas a mí? – respondió, dándole a su amigo una mirada en blanco. – Tú fuiste el que sugirió que saliéramos a caminar.
Satou se rio, sin molestarse. – Relájate, Son. Sácate ese palo del trasero. No todo tiene que ser planeado por adelantado, ya lo sabes. Es bueno improvisar de vez en cuando.
Gohan frunció las cejas, recordando instantáneamente el interrogatorio con Tsukauchi el día anterior. No pudo evitar temblar un poco con la memoria. Seguro, las circunstancias entre lo de entonces y lo de ahora eran enormemente diferentes, pero el principio seguía siendo lo mismo. La preparación era preferible a la espontaneidad.
Aun así, si Satou quería que improvisaran, ¿por qué no complacerlo? Una sonrisa cruzó por los labios del híbrido saiyajin. – Muy bien. En ese caso, ¿qué tal si vamos a una librería?
Satou palideció ante la sugerencia, pero rápidamente recobró la compostura. – Por mí excelente. Guía el camino, Son.
Gohan se rio por dentro. No le sorprendía que Satou no supiera dónde estaba la librería. Lo único que su amigo leía de manera recreacional eran mangas que se compraba en los puestos de periódicos o que ordenaba online. ¿Tal vez este pequeño viaje lo convertiría en un fan de la lectura? Gohan lo dudaba mucho, pero la posibilidad estaba allí.
La caminata a la librería, llama "John Ronald's", fue muy corta. Era un edificio viejo y anticuado localizado en la esquina de una calle relativamente apartada donde nunca pasaba mucho tráfico. La única característica que denotaba el propósito del lugar era el letrero de madera desgastada colgado sobre la puerta, pero incluso entonces, el nombre era una referencia tan obscura que la mayoría de la gente no sabía de él.
Gohan atravesó la puerta junto con Satou, y sonó la campanilla que indicó su entrada. Solo había tres personas adentro, incluyendo a la recepcionista: una joven atractiva de anteojos con cabello castaño que le caía por la espalda, vestida como bibliotecaria. Esta levantó la mirada del libro que estaba leyendo y sonrió al reconocerlo. – ¡Gohan! ¡Bienvenido, cuánto tiempo!
- Gusto de verte, Mari. – replicó Gohan, sonriendo por el cálido recibimiento, y rascándose detrás de la cabeza. – Discúlpame por no venir últimamente, he estado muy ocupado con la escuela. Oh, él es mi mejor amigo, Satou. – agregó señalando al chico con el pulgar.
- Yo. – saludó Satou, algo sorprendido por su familiaridad.
Mari hizo una ligera reverencia. – Es un placer conocerte, Satou. Espero que disfrutes tu visita. Si necesitas ayuda, por favor no dudes en preguntar.
- C-claro. – tartamudeó Satou.
Gohan levantó una ceja ante la reacción de su amigo. ¿Qué le habría pasado? De cualquier manera, saludó a Mari con la mano y le indicó a Satou que lo siguiera más adentro de la tienda. Y ya estaba a punto de explicarle cómo era el edificio cuando Satou le hizo una pregunta:
- ¿Quién es esa nena? Es muy linda.
- ¿Nena? – repitió Gohan lentamente, antes de entender lo que quería decir. – ¿Hablas de Mari? Es una amiga. Su papá es dueño del lugar.
- Interesante. – musitó Satou, rascándose la barbilla. – ¿Tienen tiempo de conocerse ustedes dos?
- Un par de años. – reveló Gohan algo dudoso. – ¿A dónde quieres llegar con esto?
Satou se encogió de hombros, mientras una sonrisa se formaba en su rostro. – A ninguna parte. Solo tengo curiosidad, es todo.
Gohan no le creía, pero tampoco quiso darle demasiada importancia. – ¿Terminaste? – Cuando recibió un asentimiento como respuesta, suspiró de alivio. – Bien. Ahora, en esa esquina de allá están los libros de ficción...
- Creo que le gustas a Mari.
Gohan dio un paso atrás por el shock. – ¡¿Qué?!
- Ya me escuchaste. – presionó Satou.
Gohan tuvo que luchar contra el rubor que empezaba a formarse y se mantuvo firme. – Sácate esas ideas de la cabeza, grandísimo pervertido. – le espetó. – Solo es una amiga. Además, tiene diecinueve años.
La sonrisa de Satou se hizo más ancha. – Mejor todavía. Puede mostrarte cómo se hace.
Gohan exhaló profundamente para evitar perder la compostura. No podía caer en el juego de Satou. – Eres incorregible. Mira... mejor ve a ver tú mismo si encuentras algo que te interesa. Sabes leer, ¿o no?
Satou ignoró el insulto verbal y cruzó los brazos, con esa sonrisa que tanto le hacía enfurecer todavía en su rostro. – ¡Ooh, alguien está molesto! ¿Qué pasa? ¿No me quieres cerca mientras charlas a gusto con Mari? – preguntó mientras puntualizaba moviendo las cejas de manera sugestiva.
- No, imbécil. – replicó Gohan, frotándose las sienes con exasperación. – Voy a buscar un libro de astronomía que necesito comprar, y no quiero tener que lidiar con tus estupideces mientras lo busco.
Satou resopló divertido. – Como quieras. Yo estaré en la sección de mangas.
- Bien. – asintió Gohan. – Los mangas están por allá, por cierto. – explicó señalando el extremo opuesto de la librería.
Satou se despidió con la mano y se fue, y en cuanto le dio la espalda, Gohan se fue a buscar el libro que necesitaba. Pasó de largo la sección de ciencias y, luego de verificar que no había nadie cerca, se metió en la sección de referencias.
Rápidamente vio la serie de "Para Dummies", que tenía su propio estante dedicado a ella, y comenzó a ver los libros que había en oferta. Luego de unos segundos, encontró lo que estaba buscando y lo sacó del estante. "Cómo entender a las mujeres para Dummies."
Luego de verificar de nuevo que no hubiera nadie cerca, abrió el libro y pasó rápidamente las páginas para ver la página de contenidos, esperando que tuviera la información que necesitaba. – "Cómo hablar con las mujeres, qué quieren decir las mujeres, no pasa nada, ideas para citas, trucos y consejos... ajá, aquí está. Cómo saber si una mujer está enfadada contigo."
Cerró otra vez el libro y sonrió para sí mismo. Además de eso, había otros capítulos... interesantes que podrían valer la pena leer más tarde, por si acaso. Un ligero rubor tiñó sus mejillas ante el pensamiento. Esta no era una situación en la que se hubiera imaginado encontrarse. De nuevo, jamás había conocido antes a una chica como Yaoyorozu Momo, ni mucho menos la había visto topless.
Ocultando la cubierta bajo el brazo, rápidamente se dirigió hacia donde estaba Mari en la caja registradora. La chica le echó un ojo al libro y levantó una ceja. – ¿Problemas con chicas, Gohan?
El híbrido saiyajin volvió a sonrojarse y desvió la mirada. – ¡No! ¡No exactamente! Al menos, eso creo. – Negó con la cabeza y suspiró, haciendo que Mari se riera. – Honestamente no lo sé. Es complicado, y extraño.
Mari sonrió ligeramente. – Entiendo. No te preocupes, no te haré preguntas. – dijo escaneando el libro. – Dos mil yenes. ¿Quieres una bolsa?
- Sí, por favor. – dijo Gohan, entregando el dinero, y al recibir la bolsa se inclinó respetuosamente. – Gracias.
- De nada. – replicó Mari amablemente. Luego se inclinó hacia el frente y su sonrisa desapareció, reemplazándola con un gesto fruncido y preocupado. – ¿Seguro que estás bien, Gohan? Escuché lo que pasó en las noticias.
Gohan se pasó la mano por sus mechones en punta y le sonrió gentilmente. – Ahora lo estoy, gracias por preguntar. Lo de ayer fue... una locura, pero creo que ya lo superé. Al menos en su mayoría. Creo que salir a caminar me ayudó a pensar mejor las cosas.
Mari volvió a echarse atrás, aliviada. – Eso me alegra. Si alguna vez necesitas un descanso del negocio de los héroes, siéntete libre de pasar a charlar. – Sus ojos celestes escanearon la habitación y soltó un suspiro. – A veces se siente muy solitario por aquí.
La sonrisa de Gohan se apagó también. Mari no tenía Quirk. Aunque algo tan trivial como eso no le importaba, sabía que había un gran estigma hacia la gente sin Quirks, y que como resultado ella no tenía muchos amigos. Podía simpatizar con la pobre chica, ya que se identificaba con ella de muchas maneras. – Vendré más a menudo, lo prometo. – le aseguró.
- Lo estaré esperando. – dijo Mari, volviendo a sonreír.
Después de despedirse de Mari, Gohan encontró a Satou pasando la mano por un estante lleno de volúmenes de manga. – ¿Todo bien? – le preguntó.
- Sip. – respondió Satou, sin molestarse en mirarlo. – Este lugar tiene buen material. ¿Seguro que no quieres echarle un ojo a alguno de estos mangas?
- Nah, estoy bien con los libros de cómics. – replicó Gohan. – Como sea, a menos que me necesites para algo, te esperaré afuera.
- Genial. Casi termino aquí, te veo al rato.
Satisfecho con las noticias, Gohan se dio la vuelta y salió de la tienda. Se quedó apoyado contra la pared del edificio y cruzó los brazos, tratando de no verse sospechoso. Miró de lado a lado, tomando nota de los pocos peatones que había por allí. Sus labios se curvaron hacia arriba; era perfecto.
Lentamente deslizó la mano en la bolsa que llevaba y sacó el libro que acababa de comprar. Tragó saliva y lo abrió en una página al azar para empezar a leer. La curiosidad se había apoderado de él.
Tras leer unas pocas líneas, un ceño fruncido se apoderó de su cara. Si algo estaba mal, ¿por qué iba una chica a decir que todo estaba bien? ¿Acaso esperaban que él fuese capaz de leer las mentes? ¿Qué había de justo en eso? Esperando encontrar una respuesta, continuó leyendo, sin dejar de fruncir el cejo por un segundo.
Después de leer un par de páginas más, dejó el libro y se rascó detrás de la cabeza, ahora reemplazando el gesto fruncido por uno de confusión. Lo único que pudo deducir de esa información era que las chicas podían ser confusas... y también intimidatorias cuando querían serlo.
Volvió a coger el libro y lo abrió en otra página. ¿Quizás esta tendría más información?
- ¿Qué estás leyendo? – le susurró al oído una voz tenebrosa.
Sorprendido por la repentina intrusión en su espacio personal, Gohan se dio la vuelta a una velocidad aterradora y soltó un puñetazo como un relámpago. En la fracción de segundo que le tomó reconocer a su asaltante, sus ojos se ensancharon y forzó su mano a detenerse, deteniendo sus nudillos a un pelo de golpearlo en la quijada.
Satou parpadeó por la repentina ráfaga de viento que le movió su pelo en punta, y levantó su propia mano para ponerla sobre el puño de Gohan y bajarlo hasta una posición menos amenazadora. El híbrido saiyajin no opuso ninguna resistencia. Y como si no hubiera pasado nada fuera de lo ordinario, Satou sonrió.
- ¿Qué estás leyendo?
- Nada que te interese. – dijo Gohan, metiendo el libro en su bolsa. Satou entrecerró los ojos.
- Muéstramelo.
- No.
- ¿Por qué no?
- Porque no es asunto tuyo. – reiteró Gohan, con tono tajante.
Satou lo desafió con la mirada por unos segundos antes de encogerse de hombros con resignación. – Bien, hazte el duro. No me interesa tu estúpido librito. – El híbrido saiyajin dudaba mucho de eso. – Como sea, ¿a que no adivinas lo que conseguí?
Gohan se mantuvo en guardia, pero se sentía algo intrigado. – ¿Qué cosa?
- ¡El número de Mari! – sonrió Satou, mostrándole a la cara un pequeño trozo de papel. – Ya que tú dijiste que no te interesaba, me imaginé que podría intentarlo yo.
Gohan entrecerró los ojos al ver el número, y resopló. No tenía el corazón de decirle a su amigo que era falso. Mari era una chica agradable, así que para engañarlo de esa manera solo quería decir que, o bien se le acercó con demasiada insistencia, o que ella no estaba interesada en alguien cuatro años menor. Cualquiera que fuera el caso, esperaba estar presente cuando Satou averiguara la fría y cruel verdad. Le vendría bien reírse un poco a expensas del chico de labios enormes.
- Viejo, ha sido un gran día hasta ahora. – presumió Satou, con una sonrisa arrogante por toda la cara. – Compré los últimos dos volúmenes de Hokuto no Ken que necesitaba para completar mi colección, y una linda chica me dio su número. Todo va bien para Satou.
Gohan no pudo evitar sentir una onza de simpatía por su amigo, pero esta se vio ahogada por los múltiples recuerdos que tenía del chico troleándolo durante todos esos años. Podría haber sido una pequeña venganza por todo lo que le hizo pasar, pero era algo.
Con ese pensamiento en mente, Gohan sonrió. – Qué bien por ti. Como sea, es tu turno de decidir a dónde vamos ahora.
Satou cerró los ojos y se puso el dedo en el mentón. Tarareó como si estuviera pensando profundamente, y luego abrió los ojos y señaló hacia la izquierda. – Por allá.
Gohan miró hacia donde señalaba el dedo y se dio cuenta de que no tenía idea de qué habría por allí. La única razón por la cual vino a esta parte de la ciudad fue para ir a la librería de Mari. – ¿Alguna razón en particular? – inquirió.
- Nop, solo me siento con suerte. – replicó Satou.
Gohan se rio entre dientes. – Funciona para mí. Guíanos, casanova.
Así, los dos amigos emprendieron la marcha de nuevo. Durante la caminata, Satou trató varias veces de deslizar la mano entre la bolsa que Gohan llevaba, pero el híbrido saiyajin no se lo iba a permitir de ninguna manera. Si su amigo llegaba a ver la clase de libro que había comprado, lo sometería a burlas interminables y le exigiría que se explicara a más no poder. Sabía bien cómo funcionaba Satou, y no se sentía de humor para lidiar con eso.
En poco tiempo, los dos amigos vieron una pequeña congregación de gente en el medio de la acera. Intercambiando miradas, los dos decidieron investigar sin decir ni una palabra.
Luego de abrirse paso cuidadosamente entre la multitud, se encontraron con un hombre vestido de pies a cabeza en un traje de cuerpo completo de spandex, del color del oro sólido, cuya única parte al descubierto era su rostro. Para completar lo bizarro de su imagen, había una enorme insignia "GB" estampada en su pecho, de letras muy gruesas.
Gohan arqueó las cejas con asombro y confusión, mientras que Satou no pudo evitar resoplar de risa. Desafortunadamente, esto atrajo la atención del extraño sujeto, que subsecuentemente sonrió y se dirigió hacia ellos.
Al instante percibiendo una mala vibra del sujeto, Gohan trató de alejarse, pero a Satou pareció no molestarle cuando el hombre de spandex dorado literalmente saltó hacia ellos y les mostró sus manos, que sujetaban una pila de volantes. – ¿Desean oír sobre nuestro señor y salvador, la Mancha Dorada? – les dijo alegremente.
- ¿Qué? – La quijada de Gohan casi cayó hasta el suelo, y el hombre se rio.
- ¡Es broma! ¡Somos fanáticos, pero no de esa clase! – Gohan cerró la boca, pero mantuvo los sentidos en alerta máxima. – ¡Solo estoy reclutando miembros para el club de fans de la Mancha Dorada! Estamos en busca de nuevos miembros, ¿así que por qué no vienen a una de nuestras reuniones? ¡Será divertido! – Sus dientes blancos como perlas brillaban de manera casi antinatural. – ¡Serviremos muffins variados, y cada miembro recibirá un disfraz gratis como el mío!
Satou cogió un volante y sonrió. – ¡¿Dónde firmo?!
Gohan le quitó el volante de un manotón y arrastró a su amigo por el brazo a la fuerza. – ¡Disculpa, pero no estamos interesados! ¡B-buena suerte con tu reclutamiento! – le dijo, sin perturbarse por la expresión decepcionada en el rostro del hombre.
Satou trató de forcejear para soltarse el brazo, pero la fuerza del híbrido saiyajin fue demasiado para él. No fue sino hasta que estuvieron fuera de vista del reclutador que finalmente lo soltó. –Hey, ¿cuál es la gran idea? – le gruñó, frotándose la muñeca. Gohan sin embargo ignoró la pregunta.
- ¿En serio estabas considerando ir al club de fans de ese sujeto?
- Solo para reírme un poco y algo de comida gratis. – espetó Satou. – ¿Qué te pasa?
Gohan cruzó los brazos y se mordió el labio. – Es solo que... es muy raro, viejo.
¿Por qué existía algo como eso? Por mucho que le gustaría ser reconocido por sus buenas obras y no que le vieran como una amenaza a la sociedad, el concepto de un club de fans de la Mancha Dorada lleno de raritos con disfraces ridículos no le iba del todo.
Satou se burló. – Bueno, tal vez eres tú el raro. ¿No lo has pensado alguna vez?
Gohan abrió los ojos ligeramente por un segundo antes de volver a ponerlos en rendijas. – Todos los días. – masculló ente dientes.
Satou suavizó su expresión, y su mirada se tornó cabizbaja. – Perdón por eso, hermano, no fue mi intención. Solo... se me salió. Ya sabes que a veces digo tonterías sin pensarlo, ¿no?
- Lo sé. – replicó Gohan, esforzándose por sonreír. – Está bien, no te preocupes por eso.
Satou suspiró de alivio. – Bien. Como sea, ya que mi plan se arruinó, ¿tienes alguna idea de a dónde deberíamos ir ahora?
- ¿Qué tal ir a los bolos? – sugirió Gohan. Fue lo primero que se le ocurrió. – No hemos ido en años, no desde tu doceavo cumpleaños.
Una sonrisa felina se formó en el rostro de Satou. – ¡Lo tienes!
Gohan le devolvió la sonrisa. Esto sería divertido.
(--0--)
El resto de la tarde voló, y antes de darse cuenta los dos adolescentes se encontraron de vuelta en el apartamento de Gohan, con los estómagos llenos y los espíritus en alto.
Luego de una intensa sesión de bolos en la cual Satou sacó por los pelos una victoria por el margen mínimo, se dieron una pasada por el arcade y se quedaron allí por horas. Luego de eso, pasaron por el puesto local de burritos, donde Gohan demolió por séptima vez el record de comilona más rápida y se ganó su séptima máscara de luchador como premio.
Gohan se quitó los zapatos y se dejó caer en su sofá, disfrutando de la familiar comodidad que le proveía. – Ah, esa fue la tarde más divertida que he tenido en semanas. – admitió. – Gracias por eso.
- Ni lo menciones. – exclamó Sato, sentándose junto al híbrido saiyajin. – Las cosas han estado muy agitadas últimamente. Ambos necesitábamos el descanso, especialmente tú.
- "No tienes idea." – pensó Gohan. Luego se aclaró la garganta. – Satou, hay algo que necesito decirte.
Satou giró la cabeza en su dirección. – No va a ser algo super raro, ¿verdad?
- ¿Qué? ¡N-no! Al menos, no lo creo. – tartamudeó Gohan evitando la mirada. Exhaló profundamente, y sus latidos empezaban a acelerarse. – Es algo realmente importante para mí, y he estado guardando el secreto por años. Es solo que... ya no puedo... ya no más. – Apretó los párpados y los volvió a abrir lentamente. – Eres mi mejor amigo, Satou. Mereces saber la verdad. Confío en ti.
Satou permaneció en silencio. – Lo que tengas que decirme, te escucharé.
- Gracias. – murmuró Gohan, antes de tragar saliva. Era ahora o nunca. – Yo... no soy de por aquí.
Satou palideció, con una mirada de sorpresa en el rostro. – ¿Qué quieres decir?
En cualquier otra ocasión, Gohan se habría reído de la expresión de su amigo. – Quiero decir, que no soy de por aquí. Soy de un lugar muy, muy lejano.
Satou tragó en seco. – ¿Quieres decir que eres un... alienígena? – murmuró la última palabra como si fuera un tabú.
- Mitad alienígena de hecho, pero eso no es a lo que quiero llegar. – corrigió Gohan, sintiendo una punzada de preocupación cuando el color se fue totalmente del rostro de su amigo. Tenía que seguir adelante. Ya había dicho demasiado para echarse para atrás. – Mi madre es humana y yo nací en la Tierra, solo que... no en esta Tierra.
Satou se hundió todavía más, visiblemente sorprendida. – Continúa. – le pidió, y Gohan procedió a hacerlo.
- La Tierra de dónde vengo es muy diferente a esta. La geografía es distinta, los dinosaurios todavía existen, la tecnología es mucho más avanzada, y todo mundo es capaz de utilizar el ki.
La quijada de Satou quedó colgando ante esa última declaración. – ¿Quieres decir que todos allá son tan fuertes como tú?
- No exactamente. – dijo Gohan negando con la cabeza. – Aunque es posible para los humanos regulares llegar a ser increíblemente fuertes, yo tengo algunas ventajas genéticas que nadie más tiene. Verás, mi papá viene de una raza de guerreros espaciales llamada saiyajin, que básicamente son criados desde su nacimiento solo para pelear.
Satou se frotó la frente. – Mierda, hombre, eso de verdad es pesado.
Gohan sonrió a modo de disculpa. – Lo sé. Mi papá fue enviado a la tierra cuando era bebé, pero se dio un golpe en la cabeza y perdió toda su memoria. No supo la verdad sobre su origen hasta cuando yo tenía cuatro años. – Juntó los dedos y miró a sus pies. – Para resumir una historia muy larga, desde entonces estuve entrenando con mi papá y sus amigos para enfrentarme a villanos malvados uno tras otro.
- Diablos. – dijo Satou, pasando a un tono más triste. – Eso... esa no vida para un niño.
- No tuve alternativa. – reveló Gohan, incapaz de contener el enfado en su voz. – Admito que el entrenamiento no era tan malo, ¿pero luchar en batallas de vida o muerte contra los peores psicópatas más malignos que jamás podrías imaginar? Eso lo odié cada segundo. – Empezó a abrir y cerrar su puño. – Y aun así, si tuviera la oportunidad de regresar el tiempo y hacer las cosas de manera diferente, no lo haría. Haría lo que fuera, cualquier cosa, para proteger a mi familia, a mis amigos y a la Tierra.
- ¿Y cómo fue que terminaste aquí? – preguntó Satou suavemente tras unos incómodos minutos de silencio.
- No tengo idea. – replicó Gohan con amargura. – Me encontraba a punto de acabar con el villano más fuerte que jamás habíamos enfrentado, cuando una especie de vórtice apareció de la nada y me atrapó. Esa maldita cosa drenó todos mis poderes y me hizo aparecer en el cielo encima de Tokio, y después de eso perdí el conocimiento.
Satou soltó un largo y profundo suspiro. – Eso es una locura.
- Sip. – Gohan asintió estando de acuerdo. Cuando su amigo no dijo nada, el híbrido saiyajin se rascó detrás de la cabeza. – Y bien... umm, sí. Esa es mi historia.
Satou fijó sus pupilas en las de Gohan. – ¿Qué te hizo decidir contármelo todo? – le preguntó.
- El desastre de ayer me dejó peor de lo que jamás me he sentido en mis seis años aquí. – admitió Gohan sombríamente. – No podía soportarlo más. Me estaba muriendo por dentro guardando el secreto. Tenía que decírselo a alguien. – Sus labios se curvaron en una ligera sonrisa. – No sé qué me impulsó a contártelo ahora, pero creo que... solo me sentía bien para hacerlo.
Para inmenso alivio de Gohan, una sonrisa se formó en el rostro del chico de labios enormes. – Bien. Me habría gustado que me lo dijeras antes, pero entiendo por qué lo mantuviste en secreto todo este tiempo. Esas noticias... seguro debieron descontrolarte, ¿verdad? Para que conste, eso no va a cambiar nada entre nosotros. Siempre seremos hermanos, hermano.
Trató de desordenarle el pelo a Gohan como muestra de camaradería, pero el híbrido saiyajin fue más rápido y se apartó de su alcance. Aun así, le sonrió con calidez a su amigo. – Eso me alegra.
Satou se frotó el mentón. – Sabes, realmente no me sorprende del todo. Siempre tuve la sensación que tú eras diferente del resto de nosotros los plebeyos. De hecho, empezaba a creer que tal vez fuera porque en realidad eras la Mancha Dorada.
Gohan soltó una risita nerviosa y se rascó detrás de la cabeza. – Sí... sobre eso...
Satou hizo una pausa, y su expresión lentamente se transfiguró en un asombro absoluto cuando por fin cayó en cuenta. – No. Puede. Ser.
En vez de decirle nada, Gohan simplemente se transformó dónde estaba, enviando a su compañero en retroceso por el shock, y causando que casi se cayera del sofá.
- ¿Q-qué? ¿Cómo? ¿Por qué? Esto es... – Satou movía la boca como un pez, pero no lograba sacar palabras coherentes. Se mantuvo así por un rato hasta que finalmente suspiró de resignación y miró cansinamente al chico Son. – ¿Es una cosa de saiyajin?
- Es una cosa de saiyajin.
Satou se enfurruñó. – No es justo.
Gohan no pudo evitarlo: de inmediato estalló en carcajadas. Durante mucho tiempo se preguntó qué clase de reacción tendría su mejor amigo si llegaba a descubrir sobre la Mancha Dorada, pero esto superó todas sus expectativas. Se imaginó que estaría recibiendo algo como un shock prologando, acusaciones de engaño, ira por su decepción... cualquier cosa excepto un simple "No es justo".
Incluso aunque Satou lo miraba como si le acabara de brotar una segunda cabeza, Gohan no fue capaz de tenerle lástima, y en vez de eso estalló en otro arranque de risa. La escuela mañana sería otro desafío completamente diferente, pero por ese breve momento, se sentía feliz con su vida.
Esta historia continuará...
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