Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XI

-¿De qué habla?, ¿Deresi tenía cáncer? -preguntó incrédula de lo que acababa de oír, estando casi al borde del colapso.

¿Cómo podría ser eso cierto?

-¿No te lo dijo? -dijo ella sorprendida- Se suponía que se quedó en tu casa para disfrutar sus últimos meses de vida contigo. Es raro que no te lo dijera, pero creo entender el por qué. ¡Pero eso ya no importa! Los médicos se equivocaron, ella no morirá.

Hebe no pudo resistir más y rompió a llorar de forma desconsolada. Paula desde el otro lado se preocupó, pero trató de no alarmarse, supuso que la noticia la había impactado demasiado. Siempre había sido una joven muy sensible, así que tenía sentido para ella que así fuera.

-¿Hebe?, ¿estás bien? No hay por qué llorar, ella estará bien -le aseguró con unas lágrimas que amenazaban con abandonar sus ojos.

La mujer había estado sufriendo tanto ante la posibilidad de perder a su pequeña, que no podía evitar querer llorar también. Su accidente no ayudaba a que su malestar fuese menos ligero, pero aún así le había permitido a su hija irse para estar con su mejor amiga en sus últimos momentos.
Ahora todo sería distinto, su hija volvería a ella y todo volvería a ser como antes poco a poco.

Al notar que la jovencita no podría seguir la conversación, Matilde le quitó el celular de las manos de forma suave y con tranquilidad. Tomando con ayuda de su mano libre las suyas, apretándolas con fuerza, queriendo trasmitir su apoyo y también para reunir el valor para proseguir.

-Disculpe, ¿hablo con la madre de Deresi? -cuestionó al poner el teléfono sobre su oreja, la voz le temblaba ligeramente ante la pena.

-Sí, sí. Soy Paula. ¿Hebe está bien?

Matilde respiró profundo y siguió con la conversación. Le aclaró quién era y que estaba a cargo del cuidado de Hebe.
Era algo difícil, pero la mujer sabía que sería demasiado para su joven vecina el tener que tomar el papel de mensajera. Así que, con mucho dolor, le avisó lo que estaba aconteciendo en esos momentos. No tardando en escuchar un extraño sonido al otro lado de la llamada. El celular de Paula se había estrellado contra el suelo en cuanto la mujer le comunicó que su hija estaba desaparecida.

Matilde se despidió, pidiéndole que luego le marcara a Hebe nuevamente para hablar con más tranquilidad sobre los detalles. La joven estaba muy mal, por lo que la mujer consideró que sería buena idea trasladarse a la casa de la chica, quizás allí se sentiría más cómoda.

--------------🌷----------------

Al regresar a su casa un nudo se instaló en el pecho de Hebe, se sentía traicionada.

En su mente pensaba que, quizás, su mejor amiga sabía que se acercaba el final y decidió irse, imitando el comportamiento de los perros que se alejaban de sus familias para morir en soledad.

Pensó que era egoísta al ocultarle esa información, también pensó en lo tonta que fue al no notar las señales. Ahora entendía por qué parecía tan preocupada por el tema de la muerte, sus dolores ocasionales y todos sus momentos juntas, la promesa y la mentira de sus vacaciones.

Aún permanecían sobre la mesa las dino-pizzas que Deresi había hecho antes de marcharse. Le suplicó a Matilde si podría tirarlas a la basura, ya que habían pasado demasiado tiempo a la intemperie y sabía que ella no tendría el valor de hacerlo.
Ella accedió mientras que la joven se encaminaba hacia el baño con la intención de buscar algo que la ayudara a soportar el dolor, quizás un baño podría ayudarla.
Al salir se encontró a la mujer esperándola sentada en el sillón de la sala. Al verla le indicó al dar palmaditas a su lado que debería sentarse. Hebe se acercó con desgana, hasta sentarse y esperar a ver lo que Matilde deseaba.

-Hebe, sé que todo esto es muy difícil, pero debes ser fuerte. No todo está perdido, aún podemos encontrarla -le decía la mujer mientras intentaba sonreír-. Así que no te dejes vencer, aún no, ella nos necesita fuertes para recibirla. ¿Sí?

Hebe se conmovió ante las palabras de Matilde y asintió con la cabeza, incapaz de hablar ante el nudo que se le había formado en la garganta. La mujer la abrazó, sobando su espalda, buscando darle consuelo en ese momento tan difícil.
Matilde se ocupó de limpiar un poco la habitación de la chica, para posteriormente guiarla hacia allí con la intención de que pudiera descansar. También se ocupó de limpiar la casa lo mejor que pudo para mejorar un poco el ambiente de la pequeña pero espaciosa casa, de abrir las cortinas para que entrara la luz, y de traer a su conejito durante un rato para que la joven pudiera distraerse un poco.

--------------🌷----------------
Durante el sueño de aquella noche permaneció en la cama. No quiso moverse de allí. Poco le importaba si aquel gato blanco se acercaba o no. Tampoco le importó que el gatito negro se acurrucara junto a ella estando tan calmado.

Observó el techo durante un tiempo, hasta que finalmente se atrevió a observar hacía sus piernas dónde el pequeño descansaba.

-¿Crees que ella realmente regrese? -le preguntó sin realmente saber qué esperaba. Era obvio que él no podría responderle- Probablemente Paula esté muy triste...

Mientras se lamentaba por ser tan mala amiga y haber permitido que aquello pasara, el gato se puso de pie y se acercó lentamente hacia ella, chocando su cabeza contra una de sus mejillas. Hebe vio esto como un intento de su parte para confortarla. Soltó un suspiro, intentando dejar de deprimirse aunque sea en sus sueños, y tomó al pequeño en brazos. Lo acarició, dejando que el ronroneo del animalito calmara un poco su dolor mientras repetía las palabras de Matilde en un intento por motivarse a sí misma.

Luego de pasar varios minutos apreciando aquel momento de tranquilidad un golpe proveniente de su ventana la hizo retroceder hasta chocar con el respaldo de su cama mientras abrazaba a su compañero gatuno. Aterrada por el repentino sonido dirigió sus ojos al origen del ruido y allí lo vio. Era él. Estaba sentado frente a la ventana, y de forma antinatural golpeaba lentamente el vidrio que los separaba con ayuda de su peluda pata blanca.

-¡Ay, no! -musito tomando a su amigo de cuatro patas en brazos con la intención de salir de allí.

Apresurada saltó hasta llegar a la salida de su habitación, con la intención de irse lo más lejos que pudiera, pero su puerta no abría.
Era algo que no comprendía, pero su cuerpo entero le gritaba que la cercanía de aquel ser era algo peligroso, debían huir.

-¡Matilde!, ¡abre por favor!

Rogaba mientras golpeaba la puerta sin parar y sin quitarle la vista de encima a aquella cosa. A sus ojos no se trataba de un gato normal, aquella criatura le estaba sonriendo de forma maliciosa, de una forma tan extraña y antinatural que lo único que podía sentir era un profundo miedo.

La puerta fue repentinamente abierta, golpeándola y haciéndola caer en el proceso.

-¡Hebe! -exclamó preocupada la mujer, mientras intentaba ayudarla a levantarse-¿Qué hacías ahí parada? Pude haberte lastimado, ¿estás bien?

-¡Matilde! -pronunció su nombre totalmente aliviada, aferrándose a ella como si fuese una heroína- ¡Casi nos atrapa!, debemos irnos.

-¿Quién? -cuestionó alarmada, pensando que alguien podría haber entrado en la casa.

-¡El gato blanco! -explicó apuntando con su mano temblorosa hacia la ventana.

Matilde la observó confundida, ya que no lograba entenderla, ¿acaso ella le temía a los gatos de pelaje blanco?

-Estaba acostada con el gato negro y él ... Él estaba conmigo, ¿dónde está?

Ella aún sentía en sus brazos la calidez que dejó en ellos el cuerpo del felino, pero por más que barrió la habitación con la mirada parecía no estar allí.

Matilde al verla así se acercó a ella con cautela.

-Hebe, escúchame -dijo tomándola de los hombros-. Estás muy cansada y estresada. Es normal que tengas pesadillas.

-¡Eso no fue una pesadilla!, ¡No lo fue! -vociferó bastante molesta y confundida.

Ella ya había visto esa expresión antes en su madre. Sabía que Matilde pensaba que había perdido la cordura, pero esta vez era distinto. Esta vez podría jurar que, al menos, el gato negro era real. La sensación de calidez estaba allí, en su piel, además había otra prueba de que no habían sido imaginaciones suyas.

-¿Cómo es posible que fuera una si en la ventana está marcada la pata del gato blanco?

La mujer posó su vista allí y en efecto, allí estaba.

-Es posible que alguno de los tantos gatitos que hay en el vecindario se colara en tu patio y quisiese entrar -le explica, invitándola a sentarse en la cama. Hebe, a regañadientes, accede. No sin dejar de observar la huella.
Matilde tomó su rostro entre sus manos y acarició una de sus mejillas para intentar tranquilizarla.
- Escucha, sé que esta situación es terrible. Pero debes descansar y alimentarte bien. Así podrás recibir a tu amiga como se debe y dejarás de tener esas pesadillas.

-Pero...¿y si Deresi no regresa? -expresó su mayor temor y su cuerpo entero comenzó a temblar.

Matilde bajó la mirada un momento. Intentando reprimir sus pensamientos pesimistas. Luego alzó la mirada otra vez y dirigió sus manos hacia las de Hebe. Envolviendo las pequeñas y frías manos de la joven.

-¡Ella va a regresar! -le aseguró, tratando de sonar lo más confiada posible- Debemos creer que así será, porque eso pasará. Así que debes intentar ser fuerte. Tu salud está empeorando, hija. Ya hasta sufres sonambulismo.

Para Matilde eso era lo que estaba sucediendo. Era extraño que Hebe estuviese parada detrás de la puerta, hablando sola y más siendo que, al momento de hablarle, dijera cosas sin sentido para ella en plena madrugada.

Hebe no parecía muy convencida de sus palabras de aliento, pero aun así le agradeció la ayuda y volvió a dormir. O al menos a intentar hacerlo.

-------------------------

Mientras Matilde se preparaba su desayuno, Hebe aún dormía. Había pasado toda la noche con la vista clavada en la ventana, abrazando su almohada en constante estado de alerta y no había logrado conciliar el sueño. Por lo que la mujer tuvo algo de compasión y la dejó dormir durante la mañana.

Matilde estaba limpiando los restos de su comida cuando el celular de la joven sonó. Como no quería molestar a la pobre muchacha, y al reconocer el nombre del contacto, decidió atender ella la llamada.

-¡La encontraron!

Se escuchó desde el otro lado, y fue cuando Matilde tuvo que sentarse para evitar caer al suelo producto de la conmoción. Quizás habría un rayo de esperanza para las pobres jóvenes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro