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EPÍLOGO

Ezra y Naomi solían decir que las mejores historias eran aquellas que tenían ese toque diferente, donde en algún punto escaparan de lo convencional o de los típicos finales de "Y vivieron felices para siempre". Yo no prestaba demasiada atención a cuando hablaban de literatura, no compartía esa pasión que ellos tenían por la lectura vista únicamente como entretención, pero de vez en cuando algunas de sus conversaciones se hacían presentes en mi cabeza.

Quizá era por esa niña que disimuladamente leía por debajo de la mesa, me recordaba a Naomi.

—"Holly Barratt, la figura que se ha coronado entre las cien personas más influyentes del mundo". "Holly Barratt la promesa de una empresaria en ascenso". "El último restaurante Kintova instalado en Tokio ha sido considerado fascinante y un lujo nunca antes visto. El secreto detrás de su innovación: Holly Barratt". "Holly Barratt y su donación histórica de dinero a importantes fundaciones". —La abuela lee los titulares de las noticias de los últimos meses—. Estoy tan orgullosa de ti.

—Todos lo estamos —habla mi madre, alzando la copa de champagne— por ti, mi querida hija.

Nolan se levanta de su puesto para depositar un beso en mi mejilla. Con excepción de Flynn y Oliver, recibe miradas de desprecio por parte de los demás en la mesa. No les gusta su presencia, pero muchas cosas han cambiado. Nolan puede sentarse en una mesa de Kintova y ser mi novio. Así como la abuela ya no está en la cabecera de esta sino yo.

Se lo dije muchas veces a Ezra. En este mundo no gana quien es el más bueno, el que tiene los sentimientos más puros. Gana quien se hace camino, simplemente es la ley del más fuerte. Amor, dinero, poder, salud. Lo tengo todo.

No me veas con ojos acusatorios, debiste intuirlo hace mucho tiempo ¿Acaso este no es el mundo real?

—Iré al tocador —digo, y Oliver aprovecha de levantarse bajo la misma excusa.

Me demoro pocos minutos y al salir de este, Oliver se encuentra recargado en la pared como si hubiera estado esperándome.

—Es tu cena. Creí que sentirías más entusiasmo.

—Claro que lo estoy —respondo de inmediato.

—Te escapaste —sostiene.

—Habla por ti. Tú siempre eres el que tiene miedo y escapa. ¿Crees que no me percaté de ese nerviosismo que te acompaña siempre? ¿Es desde que escuchaste mi conversación? —inquiero. Es primera vez que le toco el tema.

—Ah, eso... sí lo recuerdo... dijiste: ¡Tú! ¡Hijo de puta! Te encontraré. ¿Escuchaste? ¿Crees que no soy capaz de contratar a alguien? Lo mandaré por ti, le pondré precio a tu cabeza. Ya verás, te harán mierda y tirarán tus restos en alguna parte. Y cuando eso pase, me reiré en tu tumba ¡¿Entendiste mierda?! Hijo de la gran puta.

El escuchar mis palabras en la boca de mi hermano menor no debiera causarme nada, pero ha hecho una interpretación tan fidedigna que es como si de pronto pudiera verme a mí mismo. Lo que proyecto hacia los demás.

—Estaba frustrado —digo, aunque me arrepiento poco después. No tendría por qué justificarme.

—Lo sé. Todos estábamos muy preocupados. —Lleva una mano a sus ojos, restregándoselos. En ese instante me percato de las ojeras que acompañan sus ojos.

—¿Qué te pasó? —pregunto. Le desconcierta ese pequeño acto de interés.

—Anoche estuve escribiendo. Escribí un sueño, y luego sentí ruidos abajo y quise ver si pasaba algo. No era nada, pero me mantuvo intranquilo. —Lo que dice suena sincero.

—¿Un sueño que tuviste?

—Un sueño que tengo.

—¿Y cuál es?

—Que sanes tus heridas. Que un día pueda ver a Ezra y a ti juntos unidos por un sentimiento genuino.

Chasqueo la lengua.

—Será mejor que ese sueño lo olvides. Guárdalo en una caja y entiérralo en alguna parte.

Él se limita a sonreír. Su actitud refleja más edad de la que tiene, causando discordancia con su apariencia.

—Aunque lo mantuviera encerrado en cualquier momento podría despertar. Así son los sueños, se pueden reprimir u ocultar por un tiempo, pero siempre querrán volver a salir a flote.

—Eso no significa que se cumplirán.

—Lo sé... pero sí estas tan convencido de ello ¿Por qué te has puesto tan nervioso?

—Como si tú pudieras ponerme nervioso. Eres un niño que se cree demasiado. Aún te haces en la cama, le temes a la oscuridad y a los fantasmas. Lo que creas, desees o hagas me tiene sin cuidado. Tu existencia me es indiferente, y si me he tenido que quedar a tu lado y cuidarte es simplemente porque no me ha quedado de otra. Mientras antes desaparezcas de mi vista mejor.

Nada me unirá con Ezra. Solo es cuestión de ver todo lo que he logrado y que él jamás supo hacer. Jamás podríamos estar del mismo lado.

—Como digas... —habla suave, y camina de regreso a la mesa.

Me escabullo por la puerta trasera. Revuelvo entre mis cosas, y saco un cigarrillo encendiéndolo rápidamente. No es hasta que me dirigen la palabra que me doy cuenta de que no estoy solo.

—¿Holly Barratt?

Desvío la mirada a la derecha. La niña que estaba leyendo a escondidas dentro del restaurante ahora se encuentra a mi lado. Debe tener alrededor de la edad de Oliver.

—Hola, sí. ¿Cómo te llamas? —Intento ser amable. Tiro el cigarro y lo apago pisando sobre este.

—Constance.

—Bonito nombre. —Me agacho un poco, y ella pareciera querer tocarme la mano. Duda, pero yo mismo se la acerco. Su toque es suave—. ¿Qué edad tienes Constance? ¿Estás aquí con tus padres?

—Tengo once años. Sí, siempre venimos aquí. La comida es deliciosa.

—¿Y qué te gustaría ser de grande, Constance? —pregunto deteniéndome en su ropa; una blusa beige con los botones hasta el cuello y una falda negra que llega hasta los tobillos.

—Eso es muy sencillo. De grande quiero ser tú.

—¿Qué... qué dices?

Escalofríos recorren por completo mi cuerpo. Me comienzan a sudar las manos, pero es un sudor frío, tan frío como la temperatura ambiente.

—La verdad es que yo siempre les pido a mis padres comer aquí bajo la esperanza de poder verte. Quiero ser Holly Barratt —repite— y yo siempre consigo lo que me propongo.

De un segundo a otro he soltado su mano. Abro con prisa la puerta, chocando con el pecho de Nolan.

—Te estaba buscando, me preocupé ¿Qué ocurre, Holly?

No respondo de inmediato.

—La misma pesadilla se repite todo el tiempo. —Llevo la mano a la boca, los dedos en medio de mis labios. No puedo parar de reír—. Diferentes personas, pero el mismo sentimiento.

Nolan no me contesta. Se queda quieto esperando que mi ataque de risa se detenga.

Y cuando regresamos al salón, me aguarda una sorpresa,

regalos.

Las llaves de un automóvil y un viaje con la abuela.





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